Uno de los objetivos de la temporada era completar el circuito de Alpin Ultras, y después del primer round de la Nafarroa Extrem, el Desafío Ultra el Cainejo era la segunda cita. Ya lo conocía del año pasado. Unos números que destacan por el elevado desnivel (5100 mD+) en una distancia relativamente corta (52km). Si a eso le añadimos que entre medio hay dos enlaces de 3-4 km bastante llanos, queda claro que se trata de una carrera con subidas y bajadas sin cuartel. En resumen, una prueba claramente dividida en tres bloques como se puede observar en este perfil:
Y en cuanto al tipo de terreno, técnico de narices. Pocos tramos de sendero cómodo, quitando las transiciones de la garganta del Cares y la bajada del mirador del Tombo en dirección a Caín. Para acabar de aliñar la ensalada, los días previos han dejado la montaña bastante empapada, así que se plantea una carrera divertida...
Así que para allí nos fuimos, esta vez compartiendo viaje desde Girona y carrera con Toni y Sonia, que me acogieron en su lujosa furgoneta ;-). Todo un privilegio dormir a 20 metros del arco de salida.
Después de un descanso reparador y de los últimos preparativos entramos en el corralito de salida y esperamos la cuenta atrás. El ya tradicional gaitero da paso a una emocionante cuenta atrás y a una estampida de corremontes buscando posiciones. Salimos por la única calle adoquinada del pueblo, . Hay algo de lucha por la posición, pero recuerdo que el primer kilómetro es por una pista hormigonada, empinada pero amplia, de forma que se puede adelantar relativamente fácil. Tomo la referencia de Sergio Tejero (más conocido como el Patillas, por motivos obvios). En Nafarroa Extrem fue segundo, a años luz de mí. Voy a ver si en este terreno puedo estar algo más cerca de su ritmo. Me extraña no ver a Raúl Pérez Nestar, ganador en Navarra y para mí, máximo favorito a la victoria.
Así que me pongo detrás de Sergio y de un corredor bastante alto, a un ritmo relativamente cómodo. La tranquilidad se acaba cuando llega un corredor de gorra blanca, que cambia claramente el ritmo. Demasiado para mí, así que me quedo a mi paso y llego a la zona de sendero en 3ª posición, algo por detrás del Patillas y de Gorra Blanca. El trote da paso a un caminar con bastoneo que me aproxima a los dos primeros. Sería fantástico poder ir tirando un buen trozo en este plan... Pero la ilusión dura poco. "Eeeyyy!!" Un grito suena detrás. Mierda, el camino cruzaba esta vaguada un poco más abajo. El del grito es Raúl Pérez Nestar, que ya ha cruzado el riachuelo y sube por el lado opuesto. Confusión, empujones,... Después de un par de minutos de estrés la cosa se estabiliza con Raúl Pérez y otro corredor por delante, un grupo de tres con el Patillas, Gorra Blanca y un corredor que va de verde, y más atrás yo con el corredor alto de antes. Miro el reloj y voy casi a 170 pulsaciones así que echo un poco el freno y paciencia que no conviene explotar. El camino alterna repechos con flanqueos a la derecha, entre vegetación que hace que la carrera sea más bien incómoda. En uno de los repechos paso a mi acompañante y me quedo en 6ª posición. No consigo recortar distancias con el grupo de tres y es una lástima porque tiene pinta de que serían una buena rueda a seguir. En fin, más paciencia... Llegamos a un balcón donde el paisaje se abre en un paisaje espectacular del macizo del lado opuesto de la garganta del Cares. "Ojo, bajad con cuidadico que resbala" dice un voluntario. Ya me acuerdo, ya. Enseguida descubro que lo mejor es bajar de culo. La hierba está mojada y no hay demasiado obstáculo en forma de piedras asesinas, así que voy controlando la bajada por unos metros de bastante pendiente. Colgado sobre los impresionantes abismos del Cares, el sendero se dirige a la izquierda por una serie de terrazas y canaletas, una de ellas con una curiosa puerta. La sucesión de flanqueos me deja finalmente en un valle más amplio que identifico como el de la subida definitiva hacia Vega de Ario, primera cima y avituallamiento.
Tema comida y bebida lo llevo descuidado, así que echo un membrillo a la boca y bebo un poco. Al ponerse el sendero cuesta arriba la distancia con el grupeto de tres se reduce algo, pero no me noto especialmente inspirado. No cojo un buen ritmo de respiración, no estoy ágil con los bastones, me cuesta optimizar donde pongo los pies... Voy echando miradas de reojo espiando a los de delante pero no recorto. Veo que el de verde hace un poco la goma... A ver si es verdad y se ha pasado de rosca... En un momento que la vista se abre y las marcas giran a la derecha, echo un vistazo hacia arriba, por curiosidad. Allí están Raúl y el compañero, ya muy lejos. No se quien será el otro... Bueno, si consigo aguantar cerca del grupete este, aquí está el podium, aunque el Patillas es mucho Patillas... En fin, preocúpate de intentar coger tu ritmo... En medio de estos pensamientos supero el último repecho duro y salgo a una zona más llana, donde una serie de montículos kársticos me dejan en el prado verde al fondo del cual está el refugio de Vega de Ario. Mis tres predecesores llegan al avituallamiento. Veo que los tres paran un momentillo, y aprovecho para reducir distancia. Yo voy bien de líquido y me acabo de comer un mini-sandwich de mermelada aprovechando el llano así que... "Plátano tenéis?"... "Plátano, no, agua, isotónico,..." Nada pues tiro. Así que casi sin parar troto en busca del grupo de tres, que ahora no debe estar a más de un minuto. Un último repecho me deja en esta primera cima de la carrera, donde espera otro voluntario. "Venga que tenéis un día buenísimo. Hay un mar de nubes espectacular!"... "Mientras no se me coman...".
Vega de Ario (km7.3):
Vega de Ario (km7.3):
Cambio de chip y a por la bajada, que los de delante no paran. Como siempre, a mí las transiciones me cuestan. El primer tramo de bajada es bastante técnico, sin camino marcado y saltando como uno puede entre zonas herbosas y roquedos kársticos, todo bastante húmedo y resbaladizo. Se ha de estar concentrado para no perder las marcas ni la cuerda que han puesto para marcar el camino. Afortunadamente no hay niebla aquí arriba. Le voy pillando el ritmillo al tema y en un resalte veo que los tres de delante no se me han ido demasiado. Menos mal, venga a ver si mantengo... Pero la buena onda dura poco y aparece un nuevo problema: la niebla. Pierdo de vista a los de delante y a duras penas consigo ver las banderolas. Me concentro e intento intuir por dónde van las huellas pero finalmente llega lo inevitable. Paso una banderola y no veo ninguna más allá. Sigo recto... Nada... mierda. No puedo bajar a ciegas. Primero porque es peligroso, segundo porque recuperar el desnivel después en caso de que me haya equivocado puede ser un desastre. Tiro un poco a la izquierda. Nada, no hay marcas. Se intuye un sendero que flanquea pero vete a saber si es de vacas. Vuelvo a la última marca y llega un corredor. "No hay marcas! Conoces el camino?"... "qué va, ni idea"... pues vamos apañados. Damos otra vuelta de reconocimiento, nada. Llegan otros dos corredores. Tampoco conocen el camino. Joder, qué cortada de rollo. Al final llega un quinto corredor, de naranja. "Conoces el camino?"... "Sí, sí, soy de aquí". Qué bien! Siguiendo al Mesías recién llegado cogemos el camino correcto, que resulta flanquear a la izquierda en diagonal. Realmente el tío se lo conoce porque pilla recto abajo por la hierba. Poco a poco el sendero va tomando más forma, aunque banderolas hay muy pocas. Hay varios rebaños de cabras por la zona que son bastante sospechosos del delito. En fin, qué le vamos a hacer, no nos dejemos llevar por el mal rollo (viendo el track perdí 3-4 minutos en la confusión, podría ser peor...). Con esto se ha formado un grupillo de 5-6 corredores que vamos bajando por la espectacular Canal de Culiembro. El chico de la zona me deja pasar y encabezo el grupo canal abajo, con algo de dudas porque siguen faltando banderas. Por lo menos ahora suben caminantes que dan a entender que vamos por el buen camino y además estamos por debajo de la niebla y la visión ha mejorado mucho. Eso sí, de los de delante ni rastro :-(
Llegamos al fondo de la garganta del Cares, donde hay un nuevo avituallamiento (km12.5). Igual que hice el año pasado, paso de largo, ya que solo quedan cuatro kilómetros prácticamente llanos hasta el siguiente. "Octavo, noveno, décimo..." oigo a un espectador. No jodas... Me ha pasado alguien más en medio de la niebla? Estará hablando de los que llegan detrás mío? En fin, venga, ritmo. Pongo el modo "llano" y cojo el camino del Cares junto con un corredor de negro y un acento entre asturiano y gallego (siempre he tenido dificultad para diferenciarlos). "Se puede correr por el Cares? No estuve en el briefing..." me dice. "Pues no dijeron nada, supongo que sí". No tiene pinta que los de delante hayan ido andando y aquí el que no corre, vuela, así que saco a relucir los buenos ritmos de llano que me han salido últimamente y pongo una buena marcheta que poco a poco descuelga a mi acompañante. Miro el reloj, 156-158 pulsaciones y las sensaciones son buenas. Perfecto, buen indicador. Va que aún queda mucha carrera y no está todo dicho. Llegando a Caín voy recuperando las buenas vibraciones y me voy olvidando de los problemas de la bajada anterior. Venga, concentrado. Qué toca aquí? Rellenar el bolsa de hidratación que lleva Tailwind y reponer agua en una de las que llevo. Las voy sacando y llego al avituallamiento ya preparado.
Caín (km18):
"Qué tal?" pregunta Marino, director de carrera. "Bien, pero faltan marcas. Se las deben haber comido las vacas porque casi no hay"... "¿Dónde?"... "En los prados antes de la canal"... Mientras, voy comiendo algo de naranja y plátano, y una vez tengo los bidones llenos me largo a por el siguiente tramo. La propietaria del parking donde hemos dormido me saluda, muy simpática. Ayer estuvimos charlando un rato y me explicaba que aún siendo de Caín no conocía nada del recorrido porque no era "de montaña". Dios da pan a quien no tiene dientes... Aguanto el trote los 100 metros llanos que lo permiten y aprovecho el primer tramo de andar para beberme el Tailwind. Un grupillo que filma la carrera me anima gritando. "Muy bien! Sexto!"... ufff, menos mal, así que no me había pasado nadie antes. "Tienes los de delante a 4 minutos"... ah, pues no es tanto... "Y van tres, no? Juntos?"... "Sí, sí". Perfecto. Seguir teniendo el podium a tiro, me inyecta una buena dosis de ánimo.
Saco los bastones y pongo un ritmo que me parece bastante bueno, pero veo un corredor que me va recortando por detrás. Jops... pequeño golpe para mi orgullo. Afortunadamente salgo a una ladera más abierta y veo a los tres de delante, así que una cosa por otra. Me alcanza el otro corredor (creo que se llamaba Gael) pero sigo a lo mío. Si los de delante están ahí es que el ritmo es bueno, y si el de este chico puede ser aún mejor, pues mira, felicidades. Las pulsaciones siguen en buen nivel, entre 154 y 156. Parece que Gael se contenta y no pide paso, y además parece que no es un gran bajador porque en algún tobogancillo que nos encontramos me separo un poco. De repente oigo un grito detrás de mí. Gael se ha tropezado y se ha caído por el margen del camino. Es dentro del bosque, no era peligroso, pero parece que con el traspiés le ha venido una rampa. Retrocedo y le ayudo a ponerse en pie "Estas bien?"... "Sí, si, muchísmimas gracias. Tira, tira si puedes"... A veces los tropezones son un indicador de la fatiga, así que puede que no vaya tan bien como parecía. Sigo adelante y llego a una zona abierta donde ya enfilamos la Canal de Mesones. La subida me confirma que Gael va perdiendo ritmo y me vuelvo a centrar en los tres de delante. El hombre de verde sigue haciendo la goma pero lleva así desde el principio así que también será un hueso duro de roer. Más adelante parece que el Patillas a tomado la delantera, aunque Gorra Blanca le sigue prácticamente al rebufo. Una vez más la subida es espectacular y el camino se dirige hacia escalones aparentemente insalvables de donde en el último momento aparece repisas sorpresa que
resuelven la papeleta. Encima de uno de esos escalones aparecen unas banderolas
que anuncian el avituallamiento. El de verde está llegando en este momento. Lo
debo tener a un minutillo. Buena señal…
Majada de Mesones (km23.5):
Pero bueno,
tranquilo. No vayas con prisas. Ha salido el sol y el próximo avituallamiento
está lejos, así que es importante hidratar bien. Relleno uno de los bidones con
Tailwind de la organización, bastante menos concentrado que el mío pero que
siempre va bien, y el otro con Powerade. Cojo algo de fruta y ahora sí, ya
puedo seguir adelante. El paisaje es abierto y me permite vislumbrar mis
objetivos. Un momento… Hay cuatro corredores! Ahí están el Patillas, Gorra
Blanca, y entre este y el de verde ha aparecido un tipo de rojo y con la gorra
para atrás, con una mochila Salomon de las viejas. Será el que ha salido con
Raúl? Será alguien que no es de la carrera? Voy a ponerme en lo peor y pensar
que es esta última opción. El de verde lo pasa y yo me voy acercando. Va con
los dos palos en una mano y caminando tranquilamente. “Buenas”… “Animo” responde.
Miro de reojo y veo el dorsal con satisfacción. Así que es el que iba con Raúl
(teniendo en cuenta que pasó por Caín 21 minutos antes que yo, podemos concluir
que la explosión fue considerable). Pues mira qué bien, eso facilita las cosas.
La inesperada 5ª posición me renueva el ánimo. El año pasado aquí tuve un
momento de duda pero ahora estoy a tope. Sé lo que me falta de subida y siento
que voy claramente de menos a más. Supero un escalón de la montaña y aparece la
última ladera hasta el collado que tenemos como objetivo. Con la dinámica que llevo casi
preferiría que quedase más. Veo al Patillas que pasa junto a una roca. Miro el
reloj. Entre medio, Gorra Blanca ha perdido fuelle y el hombre de verde lo está
alcanzando. Llego a la roca 3 minutos después del Patillas. Perfecto. Estamos
ahí. La nieve está blanda y la huella es buena, así que los crampones no harían
ningún servicio, por lo que sigo por la nieve con un trote torpón pero
relativamente efectivo. El de verde adelanta a Gorra Blanca, que pasa a ser mi
objetivo inminente. Le doy alcance en la última pala y lo paso en los últimos
metros antes del collado. Al que no pillo es al de verde, pero la 4ª posición
me sabe la mar de bien.
Enfilo
la bajada. El de verde ya está en Cuenca. Joder, no hay manera... Me
dejo caer por la nieve siguiendo banderolas hacia el fondo del valle, mientras me
como otro mini-sandwich con mermelada. No lo había dicho pero otra cosa que me
tiene la mar de contento es que no hay ni rastro de una molestia en la planta
del pie que me tiene mosqueado los últimos meses, aunque depende mucho de las
zapatillas con las que corra. Hoy voy con unas Salomon S-Wings 8 (en versión
Softground, las de más taco), que parece que están pasando la prueba. Las marcas
giran a izquierda y van siguiendo el fondo del valle. Al de verde en la bajada
no le recorto nada y cuando llegamos a una zona de más vegetación, lo pierdo
definitivamente de vista. El camino es cabroncete, con barro, piedras y ramas,
así que me toca estar concentrado a tope. A pesar de ello en una de esas mi
tobillo hace un tirabuzón y emito un graznido, mitad dolor, mitad miedo. “Estás
bien?”… Es Gorra Blanca, que llega por detrás. “El tobillo…” Digo con voz
lastimera… Troto un poco y parece que la cosa se estabiliza. Bueno, no ha sido
grave. Poco a poco me repongo, el camino mejora y las cosas se vuelven a poner
de mejor color. Termina la bajada y llega algún repechillo de los que obligan a
empujar. No me viene mal, me siento más fuerte que ágil. Puedo trotar bastante
bien en los repechos y Gorra Blanca se queda un poco atrás. A ver el pulsómetro…
Entre 155 y 160. Está muy bien. Significa que voy bien de gasolina. En una
vaguada aparece el de verde allí delante. Un minuto me debe llevar. Yo creo que como muy tarde en la subida siguiente lo pillo. Otra cosa será si le puedo sacar
ventaja para compensar la última bajada, terreno en que parece ser mejor que yo… Con
estas elucubraciones llego al avituallamiento del Mirador del Tombo.
Mirador del Tombo (km34):
Ahí está el
tercer clasificado, el anhelado corredor de verde. Por fín le atrapo… Saco el
bidón preparado con Tailwind y relleno otro con el que tienen preparado ellos.
Dosis de plátano, naranja y membrillo mientras lo rellenan y ya lo tenemos todo
hecho. Venga, “hasta luego, gracias”, y me las piro ya en tercera posición.
Este año lo conozco bien y sé que este tramo es favorable. Viene una bajada por
pista que me permite beberme el Tailwind con tranquilidad. Cruzo la carretera y
como voy crecido aprovecho para preguntarle al voluntario “a cuánto va el
segundo?”… “Diez minutos”… Joder, es más de lo que pensaba. “Diez? Seguro?”…prácticamente
suplico que me diga menos… bueno, pues centrémonos en el de detrás. El de
verde, que ahora he identificado como un chico vasco con el que ya hemos
coincidido en otras carreras (Sergio Aramendia) ha salido detrás de mí y lo
llevo cerca. No importa, tú a lo tuyo. Queda la peor subida de todas y se ha de
llegar con las piernas en su sitio. Sigo pudiendo tratar bien en los repechos y
poco a poco me separo de Sergio. El terreno pica predominantemente para abajo y
me permite un correr agradable y con buen ritmo. De repente en unos prados me
encuentro una curiosa comitiva de gente vestida con americana y corbata, como
si fuesen a una boda. Tal como está el terreno eso tiene que indicar que estoy
ya cerca de la carretera. Pues no os creáis… Los tíos se habían cascado un buen
kilómetro por senderillos embarrados. Pobres zapatos…
Dejando atrás
al pintoresco equipo y algún que otro grupo de excursionistas, llego finalmente
a la carretera y recorro por ella el kilómetro que me queda hasta el pie de la
tercera y definitiva subida, la Canal de Moeño. Las sensaciones ahora mismo son
buenísimas y el reloj me indica unas pulsaciones (150-155) y un ritmo (entre 4’
y 4’30’’/km) que me parecen muy satisfactorios para estas alturas de carrera.
El tramo se me pasa rápido y llego al desvío del sendero, donde hay bastante
gente animando, entre ellos la mujer del parking. “Voy a ver si mejoro la
medalla de chocolate!” le digo, en referencia a nuestra charla de ayer. “Venga
que vas muy bien!” me dice otra chica. “Díselo al de detrás, a ver si tira la
toalla y me deja tranquilo” bromeo. Otro grupo animando con un cencerro,
una familia muy simpática animando a grito pelado, así da gusto! Otro grupillo
más arriba… “Te digo referencias?” … “Sí, por favor”… “Ocho minutos al segundo”…
“Muchas gracias!”. Venga, muy bien, pero cálmate un poco. Dejo de trotar y cojo
mi ritmo de marcha-bastoneo-respiración. Otra mujer me confirma “Ocho minutus o
segundu… Raúl más lejus”. Esta es de por aquí... Y ahí sigo, con un tiempo que va
empeorando y unas primeras gotas que empiezan a aparecer pero que de momento no
estropean mi marcha. Paso junto a una casa, subo un escalón, me meto por una
canaleta… El sendero es empinado y no permite trotar prácticamente en ningún
momento, aunque cuando puedo aprovecho. En un momento dado el paisaje se abre
un poco y veo la ansiada camiseta roja del Patillas. Bastante arriba, no lo voy
a negar, pero al menos le veo, justo antes de que se meta en la niebla. Vuelvo
a mirar al suelo y sigo con mi ritmo, mientras la lluvia aparece cada vez con
más frecuencia aunque de momento sin muchas ganas. De repente aparecen dos
figuras en medio de la niebla, aguantando sendos paraguas. “No vayas tan rápido
que vas a coger al segundo” dice uno… “Y nosotros le hemos dicho que tranquilo
que ya no le alcanzaba nadie” dice el otro. “Hombre, vamos a intentar ponérselo
un poco divertido, no?”… “Sois compañeros? Vais vestidos igual…”… “Aquí somos
todos compañeros” le respondo. Y tras desearnos buena excursión seguimos cada
uno a lo nuestro.
Algo más
arriba la niebla se abre un poco y, como si fuese Mallory subiendo el Segundo
Escalón del Everest en 1924, veo a Sergio pasando junto a una roca. Tomo tiempo…
Tres minutos justos, compruebo cuando paso junto a la piedra. Qué bien! La
progresión es muy buena. Animado, vuelvo a meterme en la niebla intentando
intuir dónde está el avituallamiento. Unas voces me anuncian su cercanía… “Y
aquí entre la niebla aparece el tercer clasificado, a dos minutos del segundo,
que acaba de salir en dirección a Cabeza Alta… Se trata del dorsal 62… No, del
dorsal 162…” Uno de los voluntarios está grabando con el móvil y haciendo de
narrador (si por casualidad llega a leer esto, que me mande el vídeo por favor,
que tuvo que ser curioso).
Majada de Moeño (km43):
Me hubiese
venido bien un tercer flasco de Tailwind (versión propia, alta concentración)
para este punto, pero bueno es lo que hay. Aquí al menos es algo más
concentrado porque tienen los polvos en basos y la dosis es mayor. Repongo y me
voy a por lo que queda de subida, que lo recuerdo del año pasado y no es poco.
Viene ahora un tramo llano (error: no comerme el mini-sandwich de mermelada que
me quedaba) de flanqueo a través de una tartera. Troto como puedo, intentando
localizar al Patillas. Nada. Al suavizarse el perfil la distancia se ha
ampliado. Bueno… Llego al lomo de la montaña y las marcas giran bruscamente a
la derecha por fuerte pendiente. La lluvia ha vuelto y parece que esta vez es
para quedarse. Tiro de los bastones como puedo por un terreno herboso, sin
huella y muy empinado. Miro hacia arriba, ni rastro de Sergio. Osti, aquí
debería verle, el terreno es muy lento. Nada, a lo mío… Poco a poco voy notando
que pierdo algo de fuelle. Mi ritmo no es malo pero no es el de la primera
parte de la subida y las pulsaciones han bajado algo (146-148), lo cual indica que me falta gasolina. Las banderolas van sorteando escalones rocosos. Sin huella,
el trazado no es evidente y mi inspiración ha disminuido. La lluvia también
aprieta y con la altura también el frío. Voy en manga corta, pero de momento es
bastante soportable y si me subo los manguitos casi que voy a estar más
empapado y tendré más frío. Venga, arriba me pongo el impermeable. Por fin veo
al Patillas ahí arriba. Efectivamente, no le he recortado más. Los tres minutos
de antes, más o menos siguen estando ahí. Vaya, es una lástima porque visto la
bajada anterior, mi baza era pillarlo en la subida. Con algo de desilusión
afronto la última parte de la subida. Una pala durísima de hierba, que
afortunadamente conozco y sé que no se acaba nunca. La lluvia se endurece y se transforma
en bolitas de hielo. El frío va haciéndose más fuerte y mis manos van perdiendo
sensibilidad. Llego a la cima, donde hay dos esforzados voluntarios.
“Me puedes
sacar el impermeable, por favor?”… Me ayuda a ponérmelo, aunque el viento
tampoco facilita las cosas. No veo a mi predecesor y el tramo que viene ahora
es delicado. “Conoces?”… “Sí, si”… “Bueno pues ya sabes que con cuidado”. Lo
sé, lo sé… La situación es un tanto precaria, aguantando los bastones con una
mano poco sensible y apoyándome en la roca con otra mano poco sensible, así que
bajo poco a poco y olvidándome completamente de que estoy en una carrera. Llego a
un tramo con una cuerda, en el que los bastones me estorban bastante.
Afortunadamente el viento y la lluvia han parado, así que no todo es negativo.
Como puedo, acabo llegando a un tramo de nieve, donde después de un primer
trozo empinado el terreno permite correr bien clavando talones. Las banderolas
llevan hacia una tartera de esas en las que puedes bajar a mil por hora si
estás ágil y fresco. No sé si a mil por hora pero bajo relativamente bien, así
las piernas parece que aún aguantan. No así las manos, que siguen frías. Me doy
golpes en el muslo mientras bajo, pero no funciona demasiado. Me meto la mano
en la boca… Digo yo que dentro de la boca habrá más temperatura… Así que voy
bajando metiéndome alternativamente los cuatro dedos de una mano y la otra,
chupando y soplando para darles algo de calor. Puede ser absurdo pero es lo
único que se me ocurrió…
El hecho de
tener las manos frías hace que no me plantee intentar plegar los bastones.
Podría morder la pestañita para poder plegarlos pero la maniobra es bastante
delicada y mientras bajo no me parece buena idea. Pero llevarlos en una mano es
bastante incómodo así que al final decido usarlos de apoyo mientras bajo.
Resulta ser un gran acierto y mi agilidad se incrementa bastante, ayudada
también por el hecho de que mis manos poco a poco vuelven a ser mis manos. En
medio de estos experimentos de diversa índole voy bajando la vertiginosa canal
de Dobresengo, primero por tramos de tartera y después por zonas cada vez más
boscosas. De repente llego a una vaguada donde hay dos personas esperando. “Ojo
cuidado al bajar”… vale, ya me acuerdo, es aquella canal por donde caían tantas
piedras. “Vale, puedes ir que el otro ya está saliendo”… Es verdad, allí está
Sergio con su impermeable azul. Hombre pues no está tan lejos… Pero bueno, es
que la canaleta es de armas tomar y hay que bajar con calma. Aunque el Patillas
ha salido ya de la bolera, intento bajar con una cierta delicadeza y llego
abajo sin haber alterado significativamente la geomorfología de los Picos de
Europa. Pasado el tramo delicado, la bajada sigue en la misma tónica mientras
el fondo del valle se va acercando. Ya casi abajo cruzo un último grupo de
excursionistas. “Venga que ya lo tienes! Felicidades!”… “Gracias, ya no le cojo
verdad?”… “mmmm… Es que queda muy poco”. Bueno pues nada. Un poco más allá las
banderolas giran a la izquierda, hacia ese último repecho traidor que conozco también
del año pasado. Hombre! Ahí está el impermeable azul! El Patillas está subiendo
el repecho, y al ponerse el terreno para arriba la verdad es que no le veo
lejos… Si esto fuese una peli este es el momento en el que apretaría los dientes y empezaría a recortar la distancia con el adversario hasta adelantarle heroicamente a pocos metros de la meta... Como no es una peli, lo que sucede es que al cabo de unos metros me resbalo y me doy un guantazo. Venga vuelta,
que no se diga. Joder, tiene que ser un minuto lo que me lleva, no mucho más.
Paso junto a un voluntario… “Le pillo?”… “Ojo,
con cuidado aquí”… Viene un flanqueo técnico en horizontal. Le he vuelto a
perder de vista. Otra vaguada, tampoco le veo. En la siguiente sí, pero más
lejos de lo que me gustaría y trotando en un trozo de subida, señal de que va
con fuerzas. Creo que es aquí donde desconecto. Tercero y tira que te va, que
ya lo firmaba hace un rato. Ya con más tranquilidad bajo la última diagonal en
dirección al pueblo, me sale un grito de alegría cuando llego a la carretera y
disfruto de lo lindo esa última bajadita camino de la meta, donde entro después de 8h23'.
Qué decir, la verdad es que un buen sabor de boca, a pesar de haber perdido esa lucha por la segunda posición. Una buena manera de estrenar la camiseta de Matxacuca y muchos puntos positivos:
- He quedado mucho más cerca de Raúl y de Sergio que en Navarra
- He tenido la sensación de ir de menos a más, de que si la carrera es más larga tiende a irme mejor, lo cual es bueno de cara al obejtivo de la Ronda dels Cims.
- Creo que he gestionado muy bien la carrera, sabiéndome reponer del problema de la primera bajada.
- No me ha molestado la planta del pie.
Por lo demás el hecho de subir al podio fue una perfecta excusa para no ver cierto partido de fútbol que estaba claro que sólo iba a acarrear disgustos ;-). Una entrega de premios que fue muy emotiva en memoria del desaparecido Manuel Pérez Nestar, ganador del año pasado y al que su hermano rindió un bonito homenaje con una gran carrera y una victoria incontestable.
Besos y abrazos
P.D: curioso detalle el de la medalla. Con ella en el cuello es un poco como el Trono de Hierro de Juego de Tronos, pero muy bonita y un auténtico currazo.
P.P.D: Para rematar el fin de semana nos fuimos después de cenar camino de Zegama para disfrutar del ambiente del que probablemente sea el mejor maratón de montaña del mundo. Nunca había estado y la verdad es que es espectacular el pasillo que se forma en la ya mítica subida de Sancti Spiritu. Qué de gente, que diría aquel... Y menudo pitote para salir con la furgoneta. Suerte que en Euskadi si hay que mover entre cuatro un coche mal aparcado, se mueve y punto...
P.D: curioso detalle el de la medalla. Con ella en el cuello es un poco como el Trono de Hierro de Juego de Tronos, pero muy bonita y un auténtico currazo.
P.P.D: Para rematar el fin de semana nos fuimos después de cenar camino de Zegama para disfrutar del ambiente del que probablemente sea el mejor maratón de montaña del mundo. Nunca había estado y la verdad es que es espectacular el pasillo que se forma en la ya mítica subida de Sancti Spiritu. Qué de gente, que diría aquel... Y menudo pitote para salir con la furgoneta. Suerte que en Euskadi si hay que mover entre cuatro un coche mal aparcado, se mueve y punto...
Eh! Y si hay que moverlo entre tres pues también aibalaostia!
ResponderEliminarEnhorabuena por tu podio y por el blog.
Lo sigo con muchísimo interés.
Zorionak!!
¡Cronicón y carrerón!. Enhorabuena y muchas gracias, vaya pedazos de carrera y de crónica te has marcado.
ResponderEliminarPruden.
Eliminar