martes, 10 de junio de 2014

Bastions

Marchando una de suspense… (me ha salido larga, coged el punto de libro)

Llegaba a esta carrera con sensaciones contradictorias. Por una parte positivas por haber hecho una prueba de esfuerzo la semana pasada con unos resultados bastante positivos (mejores que el año pasado por lo menos…) y un entreno de unos 50kms el sábado pasado con buenas sensaciones. Por otra parte negativas porque cuando fui a rodar el lunes me apareció una molestia en el gemelo que me ha tenido toda la semana mosqueado. Además, el fiasco de la carrera anterior me tenía un poco presionado ante la idea de que otro resultado negativo me dejaba sin ninguna dosis de moral para el primer objetivo de la temporada, que es la Ronda dels Cims, dentro de poco más de un mes.

Bastions es una carrera de 90kms, que sale de Ribes de Freser, sube por la Serra de Montgrony, baja hacia Planoles y se dirige hacia Nuria pasando por Fontalba. De ahí se sube al Puigmal y se recorre la mítica Olla de Núria hasta ir a parar al valle de Coma de Vaca, desde donde se sube al Balandrau y se baja al sur hacia el pueblo de Pardines. El tema acaba con la subida al Taga y bajada nuevamente hacia Ribes de Freser. Un recorrido muy montañero, con una buena parte del recorrido por encima de los 2500 metros y con un desnivel positivo que oficialmente es de 6000m, pero que en realidad es bastante más (creo que es la única carrera que conozco en la que no se exageran los números si no lo contrario…). Para que os hagáis una idea la carrera corta tiene teóricamente 3000m positivos y he oído gente que le salían 4500… En pocas palabras, un buen entreno para el recorrido técnico de la Ronda dels Cims en Andorra. No sé si lo recordáis pero esta es la carrera que el año pasado suspendieron cuando nos encontramos en Fontalba con rachas de viento de hasta 150km/h.

La salida tiene lugar el sábado a las 6.30 de la mañana. Tengo ganas de empezar y ver hacia dónde van mis sensaciones. Siento algo de miedo de que se reproduzcan esos pensamientos medio de desgana que aparecieron en algún momento de la carrera anterior. Casi sin avisar el speaker da la cuenta atrás y salimos calle abajo. Cruzamos el pueblo y enfilamos la primera subida, sin más dilación. Me coloco tercero, detrás de Carles Rossell, andorrano ganador en 2012 y un chico con barba y tatuajes por todo el cuerpo, que el año pasado iba junto con Carles entre los tres de delante. Éste chico sale a saco y enseguida lo perdemos de vista. Yo llevo detrás otro chico que lleva el intermitente puesto y a la primera que puede nos pasa en una curva y sale pitando a por el primero. Justo antes de acabar este primer tramo de subida nos pasa un tercero, así que al salir a la pista que lleva al primer control de paso en Campelles la cosa está con tres corredores por delante y un grupillo en el que estoy yo junto a Carles Rossell, Ivan Artigas, Lluis Sanvicente (otro andorrano que mucha gente conoce como “Sanvi”) y otros dos o tres corredores que no conozco.

Llegamos al primer control en 31 minutos, y yo con unas sensaciones de ir un pelín pasado de vueltas.
Así que a calmarse toca. Cogemos una serie de pistas y senderos con pendiente algo más llevadera en los que intento coger un ritmo de trote suave pero constante. Nos quedamos Ivan, yo y otro chico con la camiseta del Ultra del Montsant, con cuatro corredores por delante. Me tomo un primer gel ahora que el estómago todavía está en forma, para ver si me ayuda a coger el ritmo en la segunda parte de la subida. Mejoran las sensaciones y recupero algo de terreno que había perdido con los dos compañeros. Tirando de bastones y mirando al suelo por debajo de la gorra, me marco como objetivo no perder de vista los talones de Iván, después los gemelos, después las rodillas… Desgraciadamente mide un metro noventa y pico así que parece que no lo vaya a alcanzar nunca… (en fin, gilipolleces con las que se entretiene uno…). En esta dinámica llegamos al refugio del Covil, primer avituallamiento (km 8, aprox).

Covil – Planoles:
Hoy venía mentalizado a comer bien (de hecho me escribí en un papel todo lo que tenía que comer en cada tramo, lástima que lo haya tirado, si no pondría una foto porque era freak freak…), así que hago una ronda de fruta, relleno algo de agua y me meto un puñado de frutos secos y galletas en el bolsillo. Salgo prado arriba persiguiendo a los compañeros que han pasado como cohetes. Me encuentro mejor y recupero bien el terreno antes de llegar a la cima del Covil (control de paso). Ahora viene un tramo rompepiernas y en la primera bajada nos quedamos sólos Iván y yo. En las subidas tiro yo un poco más, en las bajadas me recupera… Afortunadamente, porque llegamos a un punto donde hay marcas hacia dos lados y él me avisa de que el camino bueno es el de abajo. En medio de la confusión nos alcanza otro corredor por detrás, justo antes de una última subida que nos deja en el control de paso de La Emperadora. Ahora pasamos a terreno favorable y nos lanzamos los tres a por el descenso, siguiendo de lejos al chico de barba y tatuajes. En un cierto momento, yo que voy delante pierdo las marcas y al chico de barba. Nos paramos y miramos para todos lados, pero nada. Iván sugiere que vayamos hacia una pista que se ve abajo, y que seguro que lleva en la buena dirección. Bajamos campo a través por terreno bastante incómodo y en fuerte pendiente (no sé si recortamos metros o no pero creo sinceramente que no ganamos tiempo). Llegamos a la pista justo en el momento que pasa el chico de barba. Al principio se mosquea un poco… “el camino es por ahí, estáis recortando!”… pero yo le digo que ahí tampoco hay marcas y que estamos todos igual de perdidos, así que hacemos frente común y seguimos bajando por la pista preocupándonos de identificar dónde está el camino correcto. Finalmente lo encontramos, un poco antes de llegar al pueblo de Nevà. Después de esos momentos de cierta tensión, vuelvo a mi rutina alimentaria a base de frutos secos y un brioche con salchichón. Con ese entretenimiento y tras un par de repechillos que se me hacen más cortos que el año pasado, llegamos al fondo del valle, y tras otra pequeña confusión con las marcas, a Planoles y el segundo avituallamiento (km20). 2h39, un pelín más rápido que el año pasado (2h42’), con el primero a la suya 12 minutos por delante, y el segundo y tercero a unos 3 minutos.
Planoles – Núria:

Primer punto de encuentro con una parte de la hinchada (en este caso mis padres). Más fruta, coca con chocolate, frutos secos y galletas al bolsillo… y para arriba. Me noto con ganas y he pasado ya esa fase inicial de las carreras en las que me cuesta coger el ritmo. Las molestias en el gemelo iban en aumento durante la primera subida pero ahora, aunque sin desaparecer, se han estabilizado. “Vamos allá!”… Incremento el ritmo y poco a poco me voy distanciando de los tres compañeros de batalla. He hecho varias veces esta subida al Coll de Barraques y siempre se me da bastante bien. Es ese tipo de sendero demasiado empinado para trotar (almenos yo…) pero que deja mantener un paso amplio con la ayuda de los bastones. Tengo la esperanza de recortar algo de mis predecesores, pero llego al collado sin haberles visto el pelo y tampoco aparecen en el siguiente tramo de ligero descenso hasta el avituallamiento de la Font de l´Home Mort (bonito nombre…). “El tercero a cuatro minutos” me dicen… Pues nada, más fruta, frutos secos al bolsillo y a seguir.

Viene ahora un tramo de pequeños repechos de esos que parece que no pero joden. Me viene a la cabeza los 10 minutos que pasé aquí el año pasado intentando ponerme el impermeable en medio de un auténtico huracán. El sendero va bordeando la montaña cruzando sucesivas vaguadas y en una de ellas veo al tercero. No es Lluis, ni el tipo de azul que me ha pasado al principio, sino el otro chico que no conozco y que no tengo ni idea de si va pasado de vueltas o no. Miro atrás y veo que a mí también me persiguen, más o menos a la misma distancia que estoy yo del tercero. Así que en medio de esa dualidad cazador-presa, decido preocuparme más de mi propio ritmo y de comer. Se acerca Fontalba, donde el año pasado llegué con Joel (el Enrampat ;-) )arrastrándonos cual Rambo acorralado y como si fuesen las mismísimas puertas del infierno. Este año en cambio la llegada es todo un subidón cuando encuentro a la segunda parte del equipo de apoyo, Jordi y Àngela, que han subido con la bici. Con la tontería, whatsapps aparte no nos veíamos desde la Monte Perdido Extreme del mes de agosto. “Qué tal cara hacen los de alante?”… “Peor que la tuya!” Bueno, debe ser la ilusión al verlos que hace que tenga un rostro algo más presentable. 

Empujado por los ánimos cojo el sendero de Núria, que empieza en ligero descenso. Sigo teniendo al tercero allá delante, pero no le estoy recortando nada. Diez minutos más tarde nos metemos en el bosque y pierdo incluso la referencia visual. Tras el momento positivo de Fontalba, noto ahora algo de bajón, procedente sobre todo del estómago. No sé si es que he comido demasiado, pero siento incluso algo de ganas de vomitar. Bajo algo el ritmo y me concentro en optimizar los apoyos para perder el menor tiempo posible en este momento malo. En esta dinámica algo negativa llego al lago y los prados de Núria, llenos de gente que me animan y me levantan algo la moral. “Qué tal? A tope?” …me pregunta el chico del control… “Hombre, a tope a tope…”. Voy a ver si cómo algo en el avituallamiento y recupero el tino.

Mientras entro por la puerta sale ya el tercero. Joder, ya se va?... Bueno calma, lo peor que puedo hacer es ir con prisas ahora. Repongo sales, agua, pillo un plato de pasta y me lo zampo con la ayuda de un vaso de agua. Mis padres vuelven a estar aquí y me han traído la bolsa con comida que tenía planeada para este punto. En medio de las operaciones me doy cuenta de que Lluis, el andorrano, justo sale en ese momento, así que estoy más “en la pomada” de lo que creía. En cambio el primero ha pasado hace 24 minutos y va por libre. Pero somos más en la pomada, porque por detrás llega el quinto clasificado (el chico con el que veníamos bajando del Covil). En cambio Iván y Quim (el chico de barba y tatuajes) no aparecen.

Núria – Coll de la Marrana:

Salgo de Núria en quinto lugar, con mi madre al lado que me acompaña un trozo mientras me bebo una botella de Powerade que me sienta bastante bien. Viene hasta donde empieza el sendero de subida al Puigmal y a partir de ahí sigo sólo en busca del cuarto clasificado, que ha hecho una parada bastante rápida en Núria. Con el estrés de perdernos y demás, en la bajada a Planoles casi no hemos hablado pero ahora descubro que Javi (no le había presentado hasta ahora) forma parte del grupo que nos hemos juntado por Internet y que vamos a compartir apartamento en la aventura del Tor des Geants, en el mes de septiembre. Me cuenta que el primero es Ernest Ausiro, un chico que Jaume (mi compañero de las carreras de orientación… perdonad que con tanto nombre tendré que hacer árboles genealógicos como en Juego de Tronos…) ya me había advertido que tiraba de lo lindo.

A todo esto veo que los spaguettis me han sentado la mar de bien y he pasado el bache de hace un rato así que me subo en la ola positiva y tiro para arriba a buen ritmo. El último repecho se hace duro pero consigo llegar a la cima en poco menos de 1h10 desde Núria, parcial que me deja la mar de contento. Aun así, ni rastro de los de delante… Joder, me han dicho abajo que iban tocados, pensaba que con el ritmo decente al que he subido los tendría a la vista… En fin, no desesperemos…
Empieza ahora el mítico tramo de la Olla de Núria. Un contínuo de subidas y bajadas, al Pic del Segre, Finestrelles, Eina, Noufonts i Noucreus sucesivamente. Aparecen algunos tramos de nieve, aparecen los primeros corredores (o los últimos) del Trail (la carrera de 52kms que ha salido a las 10h30 de Núria) y aparece un nuevo enemigo, el viento. Sin ser el huracán exagerado del año pasado, todo el trayecto por la cresta es una lucha continua contra rachas que deben rondar los 80-100 km/h. Por suerte ando bien de coco e intento aprovechar la situación como puedo. En las subidas hago las eses de forma que gano la mayor parte del desnivel cuando voy del lado sur a norte, con lo cual el viento me da en el culo y parece que suba en ascensor. Super contento con mi hallazgo (no me darán el Nobel por eso, lo sé…). En otros tramos llanos adopto la técnica Marc Márquez de inclinar el cuerpo hacia un lado, y en otros intento otra nueva de correr de lado con la cara hacia el viento. Con los bastones en la mano parezco un lanzador de jabalina…
En medio de todos estos experimentos me las arreglo para comerme un bollo de crema y un par de trozos de membrillo, además de la fruta de rigor en el avituallamiento del Coll d’Eina, que parece un campo de batalla en medio del vendaval. Por lo demás, de lo que interesa, que es el tercer clasificado, ni rastro. Además ahora como voy encontrando todo el reguero de corredores del Trail, es más difícil identificar donde está mi objetivo. A veces veo una figurita con mochila negra que parece ir más rápido que los demás, pero no consigo acercarme a ella. Surge otro problema que es la estrechez del camino. A estas alturas aún voy más rápido que los corredores del Trail que me voy encontrando y los adelantamientos son complicados, más aún cuando con el viento nadie te oye llegar ni puedes pedir paso, ni nada. Creo que no di a nadie con los bastones, pero pido perdón si molesté a alguno de los participantes, por si acaso llega a leer esto.


Se acaba el tramo de cresta y bajamos hacia la Cabana de Tirapits y la parte superior del valle de Coma de Vaca. Sorprendentemente me encuentro cada vez mejor. Me acuerdo de las sensaciones negativas de la semana y eso me enchufa todavía más. Subo el repecho hacia el Coll de la Marrana auténticamente encendido y tirando de bastones como un poseso. Llego al collado, ficho y pillo la dosis de rigor de fruta y frutos secos para el bolsillo (lo que se ha salvado, porque el vendaval ha dejado la mitad de las existencias llenas de polvo).

Coll de la Marrana – Pardines:

Saliendo del collado pregunto cuanto me lleva el tercero. Ocho minutos… jooodeeeeerrrrr… es desesperante, no recorto ni a palo, más bien al contrario. Da igual, de perdidos al río. Me encuentro bien y quedan poco más de 30kms. Una bajada suave, subida al Balandrau, bajada a Pardines y ascenso y descenso del Taga. Me marco como objetivo hacer fuerte el trozo hasta el Balandrau y si ni así recorto, pues me quedo la medalla de chocolate y ancha es Castilla.

En medio de estas cábalas me lanzo a la bajada, todavía sumido en ese estado de efervescencia y hablando solo para mantener la concentración. Disfruto como un enano con la satisfacción de encontrarme bien y poder llevar una zancada amplia, para lo cual hay que decir que lo agradable del sendero ayuda bastante. Voy pasando corredores del Trail y llego al prado de Coma de Vaca, inicio de la subida al Balandrau. No conocía esta subida y tengo que decir que me pareció más dura de lo esperado. Quizá el alarde de la bajada me pasa algo de factura pero consigo mantener un ritmo bastante decente, incluso animándome a trotar en algún trozo en que la pendiente afloja. Algunos corredores me animan y me dan referencias de los de delante, pero ya me conozco la historia y la fiabilidad de los datos (cosa lógica, que suficiente tiene uno con correr su carrera). Llego a la cima del Balandrau entre los gritos de ánimo de un grupo de gente que ha subido hasta ahí y lo está dando todo. La verdad es que se agradece un montón.

Y por fín llega el dato que esperaba. “El tercero ha pasado hace tres minutos!”… “Si? Seguro?”… “Sí, si, yo creo que cuando te asomes ahí todavía lo verás”. Me acompaña y efectivamente, en el primer tramo de descenso hay unos cuantos corredores del Trail y la anhelada camiseta blanca con la mochila Salomon. Le doy las gracias al chico del control y salgo disparado con la mirada fija en mi objetivo (ahora lo pienso y debía parecer un orco de las pelis con los ojos inyectados en sangre…). Lo veo, cierto, pero el cabrón (eps, dicho con todo el cariño) no se acerca. Intento no ponerme nervioso, todavía queda mucho y en principio llevo mejor dinámica, aunque en estas carreras eso puede cambiar en nada. Lo bueno es que el paisaje es amplio y le tengo todo el rato a la vista. Veo donde camina, donde trota, si va mejor o peor… De repente, en uno de los repechos veo a dos figuras en bici, Jordi y Àngela. Al verme cerca del tercero me empiezan a gritar y yo levanto los brazos, en lo que es mitad un saludo, mitad alegría, mitad rabia y mitad “lo estoy dando todo, coñññññ….” (muchas mitades, lo sé, pero en ese momento estaba “on fire”…).


“Un minuto y medio!!”… “Joder, llevo persiguiéndole desde Fontalba…”. Con el subidón de los ánimos me acerco a unos 200 metros, pero Jordi me recuerda que tenga cabeza y que aún queda mucho. Jordi y Àngela avanzan hasta el avituallamiento de Puig Cerverís, que está a un kilómetro. Llevo agua y sales y después sólo es media hora de bajada hasta Pardines, si hace falta no paro. Llego al control, ficho y busco con la mirada. Jordi viene corriendo y casi en voz baja me dice “Está saliendo del avituallamiento!”. No hay más que hablar, cojo un trozo de melón, sandía, le pego un trago a una botella de Aquarius, miro al cielo y pego un grito “Vamooosssss!!!”. “Es el de delante de ese grupillo” me dice.

Y ahí que me voy. Ahora sólo nos separan 80 metros, que se van recortando. Creo, o quiero creer, que por su forma de correr va peor que yo. 500 metros de pista más adelante, cogemos un sendero a la izquierda. Nos separan 20 metros y dos corredores del Trail. Entrando al sendero paso al primero y, con cierto complejo de aquel detective que iba detrás de Willy Fogg, le digo al segundo “déjame pasar, por favor, hace 40 kilómetros que persigo a este tío”. Sonríe, me anima y me deja pasar, así que me quedo justo detrás de este corredor, que se ha convertido en una obsesión, una especie de Décima (maldita Décima…) personal. El sendero serpentea entre un bosquecillo de abetos bastante cerrado. Me resulta hasta divertido. Parezco un lobo (me estoy flipando, lo sé, pido perdón…) avanzando sigilosamente sobre su presa (momento Félix Rodríguez de la Fuente) sin que esta sospeche que el enemigo está al acecho. No sé qué hacer, si intentar cambiar el ritmo para jugar con el factor moral, si relajarme un poco y bajar con él hasta Pardines…

Y de repente se para a mear. Al principio creo que no ha visto el camino y le digo “Derecha, derecha!”, pero me responde “Sí, si…” sin girarse. Coño, surrealista… Bueno, pues en la vida y en las carreras también hay que mear, y no me voy a esperar a que acabe, ¿no? Así que tiro adelante, salgo al prado y acelero mientras me doy cuenta de la nueva situación (quizá esto vaya a parecer muy competitivo, pero en fin, es una carrera, un juego, pero una carrera al fin y al cabo). No sé si él sabía que yo venía detrás, pero si no lo sabía, igual ni se ha dado cuenta de que lo he pasado y que ahora es cuarto. Llegar al avituallamiento y darte cuenta de que eres cuarto cuando no lo sabías puede ser un golpe moral definitivo (joder, no me iba a esperar a decirle, “oye, que ya si eso, que te he pasado…”… no?? ). Dilemas éticos aparte, la cuestión es que me lanzo hacia abajo como un poseso, pero casi sin mirar atrás para ver si así, paso desapercibido. Voy a muy buen ritmo, zancada amplia (es bajada, también es normal…), bien de respiración, de pulsaciones (bueno, imagino, me olvidé el pulsómetro en la salida, no lo había contado…)… Llego al pueblo con un doble subidón. La plaza está llena de gente animando, aplaudiendo, gritando… y ahí delante está Lluis, “Sanvi”, el segundo clasificado. Vaya!... esto sí que no me lo esperaba. Con la obsesión de pelear por el podio se me había olvidado lo demás. Veo a mi padre en la plaza que me señala estresado al corredor que me precede. Le hago un gesto de que lo he visto y entro al avituallamiento (que estaba dentro del ayuntamiento, bueno, dentro de un edificio, no sé qué era…) justo detrás de él.

Lluís entra ficha y sale disparado. Me aparto para dejarle pasar pero creo que ni me vio. Yo intento controlar las prisas y no olvidarme de la alimentación. He hecho un esfuerzo importante los últimos kilómetros y si no cómo aquí se puede ir todo al garete, así que relleno una botella de Aquarius, pillo un par de trozos de plátano para el camino y me zampo un trozo de melón y otro de sandía. Mi madre me da un trozo de membrillo un botecito de esos de “5 hours” (a mí que me perdonen, pero eso no da 5 hours de energía, ni harto de vino… será energía para dormir en todo caso). Salgo de la plaza y el cuarto no ha pasado todavía. Bueno, vamos a ver si aún damos guerra con este nuevo objetivo inesperado que se ha presentado.

Pardines -  Ribes de Freser:

Salgo del pueblo por una pista en bajada que va bien para coger un poco de carrerilla. Conozco todo este tramo. Un primer trozo por una serie de pistas y una subida final por prados bastante empinados que se va a hacer dura. Después, bajada a saco hasta la meta. Al poco rato veo a Lluis caminando a unos 100 metros por delante. Alterno trote y caminar rápido y poco a poco le alcanzo. “Estoy hasta los huevos de tanta pista” me dice. Comentamos un poco la jugada y al final me dice “Venga, métele caña”. Hombre pues intentarlo, vamos a intentarlo… así que a base de trotar en un par de tramos favorables intento cambiar un poco el ritmo para ver cómo está el panorama. Le saco unos 100 metros, pero entonces de repente, jodidamente de repente, noto como un vacío en las piernas. Una sensación que conozco bien, es la luz de la reserva que se enciende. Mierda… Me como un trozo de plátano para ver si resurjo.

En ese momento alcanzo a un corredor del Trail que me anima. “Muy bien tío, vas segundo!”… “Sí, pero bueno, llevo al tercero aquí detrás”. Y en broma le digo “Si eso, ahora cuando llegue dile que voy como un tiro y que no se estrese”… “Hombre, eso depende de si es amigo mío, que es el Sanvi?”. Mierda, jugamos fuera de casa. Me río y le digo resignado “Eres de Andorra, no?” Se ríe… Total que al cabo de dos minutos empiezo a oír las voces cada vez más cerca y justo al final del tramo de pista Lluís me alcanza y me pasa sin perder ni un segundo. Yo cedo unos metros. Si me cebo soy cadáver. Me da pánico la sensación la última carrera. Miro al suelo, bastones y tip, tip, tip… Llegamos al tramo de sendero y a los prados de la parte superior. Lluís me lleva unos 100 metros, pero me da miedo mirar hacia arriba y ver lo que me queda hasta la cima. Con cierto alivio veo que el pajarón se ha estabilizado y no paso del estado de “hecho polvo”. Parece que el plátano ha hecho algo. Veo también que la distancia con Lluís deja de crecer e incluso disminuye a medida que sube la pendiente. Poco a poco le voy alcanzando de nuevo, con una sensación contradictoria entre la satisfacción y la desesperación por tener que seguir luchándolo. Le paso al llegar al lomo de la montaña y enfilar el último repecho. Le saco unos metros pero en un pequeño repecho en el que la pendiente sube vuelvo a bajar el ritmo y me alcanza. Miro atrás con miedo para ver si el cuarto está cerca. No le veo, pero tampoco he mirado demasiado. Tengo pánico al golpe moral.

Venga que ya no queda nada, superamos una antecima y ya se ve la cruz… Eso es, ahí está. Últimos 100 metros de subida. De repente Lluís se abre a un lado y me adelanta trotando. Sinceramente en ese momento no siento más que alivio. Alivio por poder conformarme con la tercera plaza y hacer la última bajada con relativa tranquilidad. Paso por la cima (ahí os dejo una foto del paso por la cima, que si la descargo no se ve bien: http://www.naciodigital.cat/elripolles/galeria/1376/foto/50584#pagdalt), ficho y sigo andando mientras me como el trozo de plátano que me queda. El paisaje está bien bonito, se ven todas las montañas que llevamos recorriendo todo el día. Y se ve a Lluís cómo desaparece por la cresta hacia abajo. Llego a un tramo de fuerte pendiente y aparece un nuevo problema, las rampas. Bufff… en algún momento el sóleo se tensa a saco y la punta del pie se me queda paralizada. Paro e intento controlarla. Se pasa y sigo bajando con sumo cuidado. Me da la impresión de que chafando de talón la cosa se relaja un poco. Parece que el peor momento ha pasado y puedo bajar corriendo, no muy rápido pero corriendo.


Y por enésima vez, cuando ya esperaba no ver más a Lluís, me doy cuenta que la distancia entre los dos vuelve a disminuir. Joder, vaya sinvivir… Efectivamente, llego a su altura y me dice “Tira que bajo chafando huevos”… “Venga ánimo” le digo mientras vuelvo a pasarle. Realmente este tramo tan empinado le está pasando factura y gano distancia relativamente rápido. Tomo referencias en la montaña de enfrente para hacerme una idea de lo que queda y de repente aparece el último problema del día, un apretón. Bufff… qué hago… quedan tres kilómetros, pero es que realmente me ralentiza un montón, no puedo correr. En un par de minutos tomo la decisión inevitable (tranquilos, evitaré los detalles de tal operación en una situación de estrés como la de ese momento).

Después de ese pequeño paréntesis, tan pequeño como pude, salgo de nuevo al camino y Lluís no ha pasado todavía. Sigo bajando, mucho más cómodo y recupero un buen ritmo. Llegamos a una pista que empieza a hacer revueltas y más revueltas. Esos momentos en que parece que no se va a acabar nunca. Salgo a un prado, con un pequeño repecho en el que me obligo a no caminar. Ya sólo queda un sendero de bajada que lleva al pueblo. No es más que un kilómetro pero se hace eterno, en medio del bosque, sin referencias. Miro a la derecha, hacia abajo, intentando intuir alguna forma de una casa, de lo que sea. De repente aparecen una especie de platillos volantes… no son las típicas alucinaciones de las que habla todo el mundo, tranquilos, son las farolas. Miro adelante y en una curva del camino aparece mi madre que me anima. Por fin! Llego a su altura y suelto el clásico y desesperado “¿Falta mucho?”. No, no falta mucho, un paseo entre árboles, hasta una calle que sube, curva a izquierda y meta. Mi madre corre a mi lado. “Viene alguien?”…”No, no hay nadie”. Repito la pregunta tres o cuatro veces, pero parece que realmente lo voy a conseguir. Últimos cien metros, aparecen al fondo mi padre, Jordi y Àngela, todos animándome. Los últimos 15 metros de subida todavía se me hacen duros mientras oigo, como en una nube, al speaker que grita mi nombre. Qué placer cruzar la meta… indescriptible…

Me inclino hacia delante sobre los bastones intentando recuperar el aliento, ficho (que casi me olvido) y saludo al director de la organización. Solo recuerdo un “Felicidades” y un “Estoy fundido”, no sé si llegué a decir algo más. Muy bonito el momento con todo el público aplaudiendo. Me giro y devuelvo el aplauso, pero no aguanto mucho. Necesito sentarme, bueno, no sé lo que necesito, pero entro al pabellón y me dejo caer sobre una silla y al cabo de un minuto sobre el suelo.

Una hora y pico después sigo ahí tirado, intentando recuperarme a base de sorbos de zumo de naranja y mordiscos de sandía que mi estómago no acaba de tolerar. Finalmente, y viendo que la situación no mejora demasiado, nos vamos para el hotel.

Venga va, balance de la carrera y no me enrollo más que a estas alturas del texto no debe quedar nadie…
Qué decir, súper contento de haber conseguido la segunda posición, pero sobre todo de haber sido ambicioso y peleado la carrera hasta el final. Contento también de tener la sensación de que quien te gana es simplemente porque es mejor. En este caso, teniendo en cuenta que el ganador, Ernest Ausiro, me ha sacado 1h larga y que ha batido el récord nada menos que de “un tal” Óscar Pérez, pues no hase falta desir nada más… Por si alguna vez llega a leer esto, felicitarle por el carrerón. Felicitar también a Lluís “Sanvi” también por la buena carrera y por esa lucha sana en la última subida, que ahora que se ha pasado el sofocón yo creo que deja más bien buenos recuerdos. De todas maneras ya hemos quedado que la próxima vez nos lo jugamos a cara o cruz, llegamos tranquilamente y dejamos de hacer el gilipollas.

Cosillas más técnicas (sección para Pere): material que he llevado durante la carrera:
- Pantalones y camiseta técnicos (los del equipo de Ultra Lleida), llenos de bolsillos que me han ido la mar de bien para tener accesibles y por separado, geles, plátano, galletas + frutos secos y membrillo
- Como cortavientos/impermeable obligatorio he llevado el Ronhill que se puede atar en la cintura y por tanto no ocupa espacio en la mochila (que era la Skin 5 de Salomon, como casi siempre). Cuando el estómago empieza a estar pachucho a veces molesta un poco, pero si bajas la correa y se apoya sobre el hueso de la cadera, es bastante soportable y se mueve poco aunque vayas rápido.
- Zapatillas: las Cascadia 9 (ratifico mi romance con estas zapatillas). La sensación de poder rodar sin que te duelan los pies ni lo más mínimo cuando llevas 70 kilómetros es impagable. En terreno seco, buena adherencia, y a nivel de estabilidad, no recuerdo ni un amago de torcedura de tobillo.
- Comida durante la carrera: como comentaba antes, venía concienciado a comer bien. He cumplido con el plan la primera mitad de carrera, pero reconozco que en la segunda, entre el viento y después la lucha por el pódium, he comido menos de lo previsto. En total, dos geles (los Overstim líquidos pequeños y en la primera parte de la carrera), un brioche de salchichón, plátano (en todos los avituallmientos, seguramente 4 en total), melón y sandía (también en todos los avituallamientos), un trozo de coca con chocolate (pequeño, la verdad), un bollo de crema, bastantes frutos secos y galletas saladas y un plato pequeño de spaguettis con tomate (en Núria). A nivel de bebida, llevaba dos bidones (750ml) y he ido llenando alternativamente agua y sales en cada avituallamiento. Las sales, las de la marca Gu (estas no me sientan mal, no como los geles) hasta el Coll de la Marrana, y a partir me ha pasado al Aquarius. También casi medio litro de Powerade saliendo de Núria y un 5 Hours (un botecito de esos pequeños rojo y amarillo que venden hasta en los súpers… o sea que se usa tanto para estudiar como para correr, así que probablemente no sirva para nada… yo no lo noté al menos…).


Nada más (como si fuera poco…). Sólo para acabar, el reconocimiento al equipo de apoyo. Sé que suena a topicazo, pero sin ellos estoy convencido de que el resultado hubiese sido otro. Esos subidones son fundamentales durante la carrera, momentos en los que te das cuenta por qué te gusta hacer estas cosas.

Besos y abrazos

P.D: pido perdón si en algún momento la cosa ha quedado muy competitiva, pero he intentado reproducir lo que me iba pasando por la cabeza siendo sincero