jueves, 13 de noviembre de 2014

Crónicas desde Tailandia

Este post no es una crónica ni de "sky" ni de "running", pero tenía ganas de rememorar los viejos tiempos y volver a escribir una "crónica desde...". El formato es el habitual, largo y tedioso, y las normas de funcionamiento idénticas: cuando os canseis, arriba a la derecha tenéis la cruz de "cerrar ventana" o el botón de apagar el móvil.
Una alineación de astros me llevo a plantearme 10 días de vacaciones en Tailandia, como paso intermedio hacia otro destino donde voy a pasar un mes por temas de trabajo. Así que el viernes pasado dejé el Lyon del "winter is coming" para dirigirme hacia el calor, en ese momento anhelado y ahora ya aborrecido. No me molestan los viajes largos, soy de fácil entretener. Poco que reseñar del viaje, únicamente una escala en Dubai en la que por las ventanas de la terminal vislumbré el hotel este de 800m, el edificio más alto del mundo (no se si era Mision Imposible donde salía...). Realmente estos jeques están como un cencerro.
Llegar a Bangkok desde el aeropuerto, si obvias los ojos de la gente y las letras "raras", es como llegar a Barcelona, Londres o París. Metro, atascos y todo el personal concentrado en su móvil.
Inciso tema móvil: 
Aparentemente hay una ley en Tailandia que promueve el establecimiento de internet y cobertura 3g por todos los rincones del país. Eso ha fomentado que todo kiski tenga smartphones, tablets y todo lo que quieras, y que hasta el cuchitril más cutre tenga WiFi.
Cuando bajas del metro el ambiente cambia, con puestos de comida callejera a mansalva y un desorden que no deja de tener cierto encanto. Escogí un hotel cerca de la estación de trenes, de donde tenia que salir al día siguiente, y me fui en busca de algo que llevarme a la boca por Chinatown. Era demasiado tarde y casi todo estaba cerrado. Además, la resolución de mi plano no alcanzaba para distinguir todo ese laberinto de callejuelas y acabé medio perdido y preguntándome si ir al mundial de Rogaine es una buena idea. Caminando con una falsa pero necesaria convicción entre carritos de pinchos en retirada y filas de señoritas sentadas en una silla, conseguí recuperar un punto de referencia y volver junto al hotel. Me comí un crêpe de plátano y chocolate junto a un tipo que dormía a pierna suelta y un plato de arroz con cerdo en un puesto ambulante al lado de un karaoke. No se si era la musica en si o la calidad de las voces, pero si tengo que escoger un recuerdo de Tailandia no sera la musica local.

Domingo 9: 
Mi primer día en Tailandia empezó con una desagradable sorpresa: no había dormido solo.
Si, desagradable, porque mi compañía se tradujo en unas cuarenta picadas entre brazos y piernas. No fue un mosquito, fue el mismo bicho que me picó hace un año en un hotel de amsterdam. Me pregunto si estaba aun en mi funda de seda o era su primo lejano tailandés. Una putada, porque pica un huevo y tarda un montón en irse...
Bichos aparte, decidí dejar la visita de Bangkok para los dos últimos días y cogí el tren a Ayuthaya, ya camino del norte. Breve apunte cultural, esta fue la capital de Tailandia (o lo que entonces era Siam, estratégico territorio del Risk) entre el 1300 y el 1700, o sea cuando los europeos empezaron a aparecer por aquí. Todavía queda un barrio portugués, otro holandés y no se si británico también. En 1760 y pico llegaron los birmanos y no dejaron títere con cabeza. Para cargarse de arriba a abajo templos de ladrillo y piedra sin una artillería pesada realmente hay que cebarse pero bien...
Aun así, lo que queda es patrimonio de la humanidad y merece una visita y la mejor manera de hacerlo es en bicicleta, que puedes alquilar por unos 80centimos. Dicho lo cual, sinceramente visto un templo los demás aportan poca cosa, o al menos yo no lo supe apreciar. Únicamente reseñar uno que visité al atardecer lejos de las hordas de turistas y una cabeza de buda que curiosamente ha quedado entre las raíces de un árbol.
Templos aparte, al mediodía probé mis primeros fideos con cordero, plato nacional. Aquí los fideos son como spaguettis de aspecto gelatinoso pero muy ricos, aunque las raciones son un poco escasas. La solución, visto el precio (un euro aprox) es pedirse dos. Estuvieron acompañados de una fanta verde de sabor no identificado directamente importada de Chernobil.
Pululando por la ciudad, acabe en un "Museo del Millon de Juguetes" donde tenian una cantidad enorme de munyecos a cual mas extranyo. Mas tarde pase junto a un templo donde habian unos monjes de todas las edades haciendo un examen (y copiando como cosacos...) y un tercer lugar curioso me lo encontre junto al rio, donde la gente se dedica a tirarles ganchitos a los peces porque dicen que da suerte. No se si dara suerte, pero los peces se amontonan como posesos. Ademas como tienen memoria de tres segundos enseguida se olvidan de que han comido, asi que estan todos en actitud compulsiva. Imagino que acabaran reventando.
 

Acabé el día cenando con Manu (el nombre real era demasiado complicado asi que se quedo con este), un suizo en año sabático que se dedica a hacer kayak de aguas bravas por todo el mundo. Llegamos al mismo tiempo a un restaurante donde solo quedaba una mesa así que ahí nos quedamos charlando y escuchando de fondo a un cantante tailandés en vivo. La calidad de sus versiones fue bajando a medida que su cubata hacia lo propio.
Camino al hostal, un susto que afortunadamente quedó en anécdota, cuando cinco perros se acercaron ladrando en actitud poco amistosa. Dudaron 0,1 segundos cuando levanté la mano con una botella y otro tanto cuando se la tiré. Ya estaba a punto de subirme a un árbol cuando los gritos de la dueña me salvaron de lo que hubiese sido un verdadero problema. Ya voy corto de días como para ponerme a buscar hospitales, papeleos y demás...
Por suerte esta segunda noche dormí solo.
Lunes 10: 
Después de un desayuno ligero me marché para la estación a ver cómo estaba el tema
trenes. Objetivo sencillo para el día, una horita de tren hasta Lopburi. Principal atractivo de la ciudad: su banda de monos. La mayoría están alrededor de un templo, el Pra Sam Yot, donde van pasando los turistas a echarles comida como cuando de pequeño ibas a la Sagrada Familia a darles a las palomas. Estos macacos son bastante más cabrones e inteligentes y no se contentan con poco, así que están al acecho de cualquier bolsa abierta. Si no activas la visión 360 grados y vas lanzando patadas al aire, en breve acabas con un mono subido a la chepa y quizá sin tu cámara de fotos. Unos tipos se encargan de espantarlos con tirachinas, pero solo si formas parte de un grupo organizado y/o les pagas una propina. Si no, estas solo ante el peligro.
En dos horas me harté de templos y de monos, así que me puse a deambular por un
mercadillo de comidas varias. Me pillé una cosa para almorzar cuyo género animal o vegetal no conseguí identificar y me fui a echar una siesta al hotel (junto a mas monos).
Ante la cansina perspectiva de pasar la tarde entre más templos y más sol, decidi intentar llegar a una cueva donde aparentemente hay un mogollón de murciélagos que salen al anochecer. El tipo del hotel me dijo que no había transporte público, pero en estas que llegó un alemán con la misma idea y me propuso alquilar una moto. Mi segunda principal rareza, después de la de no gustarme el café, es la de no haber conducido nunca una moto. No me pareció Tailandia el mejor lugar para tener mi bautismo en la materia, pero sí me vi en condiciones de ir de paquete e intentar descifrar el mapa al mas puro estilo rogaine.
El hombre en cuestión, Mickael, un alemán de 26 años que salió de Alemania hace 10 días con la idea de dar la vuelta al mundo en un tiempo y modo indefinidos. Un tío con letra, que pasó un año en Sudamerica y que por tanto es capaz de adaptar su conducción a condiciones hostiles. Contra todo pronóstico, gracias al mapa y a un par de amables indicaciones fuimos capaces de encontrar la cueva, incrustada en un promontorio rocoso y junto a un templo con bastante más encanto que los urbanos.
En modo despistado nos descalzamos y subimos unas escaleras hasta la sala principal. Le preguntamos a un monje muy simpático por la "bats cave", pero siguiendo sus indicaciones acabamos en una especie de capilla frente a un buda, arrodillados junto a tres tailandeses. Con respeto, pero en fuera de juego.
En un segundo intento de comunicación acabamos en la dirección opuesta y unos chillidos agudos (desconozco la palabra técnica para el sonido que emiten los murciélagos) nos indican que vamos en la dirección correcta. El ruido salía de una puerta abierta junto con un olor bastante nauseabundo. Nos metimos en la gruta y empezamos a escudriñar el techo intentando ver a los murciélagos entre la oscuridad. Nada, solo los gritos. En cambio al bajar la mirada si que vimos en el suelo iluminado que nuestros pies estaban sobre un mejunje verde que identificamos como mierda de murciélago. Además miles de hormigas diminutas empezaban a subirse por nuestros pies. Salimos pitando.
Para hacer tiempo nos fuimos a un lago cercano, a lavarnos los pies y sentarnos en una terracita en modo relax. De vuelta a la cueva coincidimos con tres tailandeses, dos chicas y un chico (algo así como nung, noh y kratae). La mar de simpáticos. Nos dieron palomitas, caramelos picantes y un amuleto de buda. Nos hicimos unas fotos que después me enviaron por Facebook (esas y todas las que habían hecho el ultimo mes) y estuvimos de cháchara hasta el anochecer. A las 18h, hora indicada por el monje para la salida de los murciélagos, Mickael se empezo a impacientar (hay rasgos germánicos que ni Colombia consigue erradicar). Finalmente, cinco minutos más tarde y con las ultimas luces, un zumbido in crescendo acompaño la salida de miles y miles de formas negras en un torrente de sincronización perfecta. Una cosa curiosa más y una tarde bien aprovechada.
El dia dio lugar a un par de anecdotillas mas durante la cena. Hay un fenomeno viajero con el que quiza os hayais encontrado, una especie de capitalismo basado en las guias de viajes, mediante el cual los viajeros acabamos en los hoteles y restaurantes que aparecen en la guia. En ocasiones el escritor cita incluso un plato del restaurante que a el le ha gustado. Este era el caso del restaurante al que fui a cenar. Tras pedirle consejo a la camarera, ella me indico varias opciones pero me dijo que por algun motivo mucha gente pedia pollo con hojas de albahaca. Soy un fiel seguidor de las guias Lonely Planet, pero siempre intento mantener un cierto nivel de improvisacion, asi que opte por el cerdo con gengibre.
Mientras disfrutaba de este pequenyo (os habreis dado cuenta que a veces faltan acentos y enyes) acto de rebeldia se sento en la mesa de al lado otro backpacker con un sombrero boliviano y... un monopatin (hace falta ser tan "cool"?). De vuelta al hotel me encontre en una terracita a Manu, el suizo del dia anterior, asi que me pase el final de un dia interesante frente a una cerveza y charlando de esto y aquello con un suizo y una polaca.
Martes 11: 
El objetivo del día era sencillo: viaje en tren hasta Phrae, una pequeña ciudad del norte sin ningún atractivo turístico en particular. Precisamente por eso la escogí, para tener una cierta imagen de la Tailandia más auténtica.
El tren resultó ser más largo de lo que yo pensaba, 7 horas y media, las primeras 5 con un monótono y relajado paisaje de campos de arroz y el resto por zona más montañosa. Tailandia es un país barato, pero ese aspecto se lleva al extremo en los viajes en tren. 4,50 euros me costo recorrer unos 400kms y 50cts la hora y media entre Bangkok y Ayuthaya. Eso si, si vas en primera clase se te multiplica por 10.
Durante el trayecto va pasando gente a venderte todo tipo de comida y bebidas. Por 50cts tuve una bandejita de arroz con un huevo frito, una bolsita con salsa marrón y algo de carne y otra bolsita con salsa naranja que picaba. No vi cubiertos por ninguna parte y mis manos daban asco, así que a la siguiente chica que paso le compre un par de pinchos con bolas de carne para poder usarlos como palillos. Un viaje agradable, en el que me empece el Invierno del Mundo (Ken Follett, soy un tio facilon...) y descubri que el bloc de notas del movil es la mar de util para escribir estas cronicas en ratos muertos. Un ultimo tramo de 30kms en una furgoneta no apta para pivotsme dejo en Phrae al caer la noche.
Mis primeros intentos para averiguar la direccion hacia el hotel previsto, me dejaron claro que no seria tarea facil...
Inciso sobre idiomas:
Como os podreis imaginar, si hay una lengua que puede permitir la comunicacion entre gente de procedencias varias, esta es el ingles. El nivel y tipo de ingles de los diferentes paises se puede entender con un esquema de circulos concentricos, en el que la calidad va disminuyendo hacia el exterior. Despues de un centro en el que logicamente estan el Reino Unido y demas paises en los que es oficial, te encuentras una segunda capa formada por Alemania, Suecia, Dinamarca,... Europa del norte, vamos. Los tios dominan, desde el crio de 10 anyos hasta el abuelo de 70. Mas alla estamos los malos. El problema anyadido es que se puede ser malo de muchas maneras. Los espanyoles somos igual de malos que los italianos, pero lo somos en la misma direccion, asi que entendemos mucho mejor el pausado y cantarin "I donte rilly understanda" de un tipo de Roma que la patata en la boca de un yanqui. En cambio los franceses estan alejados en otra direccion y estan empenyados en pasarse por el forro las "h" y meter el acento en la ultima silaba peti qui peti, asi que la cosa resulta mas jodida. Y ya cuando te vas a los tailandeses, chinos, japoneses... Estos estan en la direccion opuesta. Nosotros entonamos las preguntas; ellos, por ejemplo, cambian segun hablan a hombre o mujer.

Conclusion: otra filosofia y yo enfrentandome a ella en los arrabales de la Palencia tailandesa (sin connotacion negativa...), sucio, mochila a la espalda y hablando por senyas con la chica de una tienda de la estacion.
Finalmente el dios de la globalizacion se apiado de mi. La chica saco su movil y abrio el Googlemaps. Tanto sufrir para eso... Asi que al final consegui llegar al hotel... digamos casa con habitaciones y despues cenar en un mercadillo nocturno entre todos los adolescentes de la ciudad, me fui a dormir a mi simpatica y destartalada pension. Eso si, destartalada pero con WiFi...
Miercoles 12:
Venga paso rapido los dos ultimos dias y os dejo en paz ya... Nada realmente emocionante para este dia. Con pocas ganas de templos me alquile una bicicleta y me fui en busca de unas extranyas formaciones rocosas en forma de setas al norte de la ciudad. Con la tonteria cayeron unos 40kms en bici con todo el solamen... y yo, muy habilmente, con mi camiseta negra. Comi en un restaurantillo local donde a falta de carta y de comunicacion tuve que optar por senyalar un plato al azar en una de las mesas de alrededor. No salio mal la jugada. Con poca cosa mas que hacer me fui hacia la estacion para coger el autobus en direccion a Chiang Mai. Algo mas caro que el tren, unos 7,50 euros por 4 horas de trayecto, pero la calidad del bus deja a la Alsina Graells a la altura del betun. Aire acondicionado, butaca, una botellita de agua, un bollo y toallita para limpiarte las manos. Y asi llegue a Chiang Mai al anochecer. Nuevamente turismo, nuevamente coches...

Jueves 13:
Dia de visita por Chiang Mai. He intentado ventilar los templos "obligatorios" pronto por la manyana, cuando no apretaba mucho el sol. Despues me he puesto a pulular con la bici, pero estaba tragando humo a raudales, asi que he decidido acercarme a un sitio curioso del que hablaba la guia. Se trata de una biblioteca-escuela-centro de acogida, para emigrantes birmanos en Tailandia. Los mas veteranos de estas cronicas, de antes de que fueran de skyrunning, recordareis que hace unos anyos visite este pais y que le tengo un especial aprecio. Asi que me he pasado por alli, he estado hablando con los chicos
que llevan el centro y leyendo cosillas mientras unos chicos hacian su clase de ingles. Podria escribir un post entero sobre Birmania. Lo dejare en que si alguna vez teneis ganas de juntar naturaleza, cultura y gente acogedora, echadle un vistazo a esta opcion y no os decepcionara. Bondad en los genes.

Y ya para acabar, que he venido a hacer a  Chiang Mai? Pues esa era un poco la excusa de este viaje a Tailandia. Hace unos meses Sylvain, un chico que conoci en Le Treg, la carrera que hice en el Chad, me propuso participar en una edicion de prueba de una carrera que quiere empezar un amigo suyo el ayo que viene. Somos 10 equipos de dos personas y son tres etapas de unos 50kms cada una con unos 2500-3500m de desnivel positivo por dia. Y eso es lo que vamos a hacer a partir de manyana. El proximo post deberia ser sobre ello.

Besos y abrazos

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