Muy buenas,
Dos semanas después de la aventura agridulce del Europeo de Rogaine, tocaba una nueva cita importante, la Canfranc-Canfranc. 100 kilómetros con la mítica cifra de 8848m de desnivel positivo, eso que ahora empieza a ponerse de moda con el nombre de Everesting. Seguramente la fecha no era la óptima para mí, ya que a pesar de que el rogaine no pude hacerlo en plenitud física, 24 horas son 24 horas, y 12 días poco tiempo para recuperar. Pero qué le vamos a hacer, uno de los objetivos de la temporada era completar el circuito de Alpin Ultras, y después de haber hecho las dos primeras pruebas valía la pena hacer el esfuerzo y enfrentarse a esta nueva aventura. Además, era una oportunidad buena para explorar una zona del Pirineo que hasta ahora no conocía. Nuevamente compartí la aventura con mis padres, el ya clásico equipo de apoyo. Así fueron las cosas...
Los momentos previos a la salida discurren a ritmo de Barricada, Blanco y Negro, un auténtico subidón. El volumen de la música baja para dejar oir la cuenta atrás y salimos en la clásica estampida. Busco mantenerme entre las posiciones de delante mientras mi cabeza sigue al ritmo de "Quiero ser más rápido que ellos...". Ya tengo melodía para un ratillo. Un corto tramo de asfalto por el pueblo da paso a un sendero que se mete en el bosque y empieza a describir revueltas. El revuelo inicial se calma y avanzamos en fila india. Llevo seis corredores delante y parece que nadie sale disparado. Pepelu va detrás de mí, dos o tres puestos por detrás. En primera posición va un chico de verde fosforito que pone un ritmo de trote bastante llevadero por este camino que sube de forma muy paulatina. No hay sitio para adelantar y tampoco está mal empezar un poco relajado. Toni se ha puesto segundo. "Hi ha algú davant, Toni?"..."No, no"... Ok, no vaya a ser que me haya despistado. En algún momento intento ganar un par de posiciones pero soy rechazado por algún que otro codo y bastón, así que me calmo y sigo en mi lugar de la fila. Al cabo de un rato aparece un tío de rojo que le echa más morro y ataja en un par de revueltas para ganar puestos sin ningún tipo de pudor. Finalmente se pone primero y pone un punto más. Se acabó el recreo... Aprovecho un par de huecos para ganar posiciones hasta ponerme segundo y veo que Pepelu también ha espabilado y viene justo detrás, con Toni a poca distancia. Nos acercamos poco a poco al primero, mientras salimos del bosque y se acaban las revueltas. Parece que también se ha acabado el recreo para el perfil de la carrera. Las marcas suben recto hacia arriba por una pendiente de hierba.
Dos semanas después de la aventura agridulce del Europeo de Rogaine, tocaba una nueva cita importante, la Canfranc-Canfranc. 100 kilómetros con la mítica cifra de 8848m de desnivel positivo, eso que ahora empieza a ponerse de moda con el nombre de Everesting. Seguramente la fecha no era la óptima para mí, ya que a pesar de que el rogaine no pude hacerlo en plenitud física, 24 horas son 24 horas, y 12 días poco tiempo para recuperar. Pero qué le vamos a hacer, uno de los objetivos de la temporada era completar el circuito de Alpin Ultras, y después de haber hecho las dos primeras pruebas valía la pena hacer el esfuerzo y enfrentarse a esta nueva aventura. Además, era una oportunidad buena para explorar una zona del Pirineo que hasta ahora no conocía. Nuevamente compartí la aventura con mis padres, el ya clásico equipo de apoyo. Así fueron las cosas...
Los momentos previos a la salida discurren a ritmo de Barricada, Blanco y Negro, un auténtico subidón. El volumen de la música baja para dejar oir la cuenta atrás y salimos en la clásica estampida. Busco mantenerme entre las posiciones de delante mientras mi cabeza sigue al ritmo de "Quiero ser más rápido que ellos...". Ya tengo melodía para un ratillo. Un corto tramo de asfalto por el pueblo da paso a un sendero que se mete en el bosque y empieza a describir revueltas. El revuelo inicial se calma y avanzamos en fila india. Llevo seis corredores delante y parece que nadie sale disparado. Pepelu va detrás de mí, dos o tres puestos por detrás. En primera posición va un chico de verde fosforito que pone un ritmo de trote bastante llevadero por este camino que sube de forma muy paulatina. No hay sitio para adelantar y tampoco está mal empezar un poco relajado. Toni se ha puesto segundo. "Hi ha algú davant, Toni?"..."No, no"... Ok, no vaya a ser que me haya despistado. En algún momento intento ganar un par de posiciones pero soy rechazado por algún que otro codo y bastón, así que me calmo y sigo en mi lugar de la fila. Al cabo de un rato aparece un tío de rojo que le echa más morro y ataja en un par de revueltas para ganar puestos sin ningún tipo de pudor. Finalmente se pone primero y pone un punto más. Se acabó el recreo... Aprovecho un par de huecos para ganar posiciones hasta ponerme segundo y veo que Pepelu también ha espabilado y viene justo detrás, con Toni a poca distancia. Nos acercamos poco a poco al primero, mientras salimos del bosque y se acaban las revueltas. Parece que también se ha acabado el recreo para el perfil de la carrera. Las marcas suben recto hacia arriba por una pendiente de hierba.
Con el incremento de la pendiente nos agrupamos los cuatro primeros y vamos subiendo hacia un grupo de gente que ha subido a animar a los corredores. Todo un detalle siendo la una y media de la mañana. Me quedo detrás del chico de rojo y seguimos a un ritmo más o menos llevadero hasta culminar la primera subida, en un colladito que da acceso al Paso de los Sarrios. "A partir de aquí, prohibido correr! El que corra descalificado!" grita un voluntario con voz autoritaria. Tampoco hace falta que nos insista mucho. Las marcas nos llevan a unas rocas donde una cuerda permite pasar por encima de un oscuro abismo a la izquierda, que debe ser por donde se cayó Gandalf. Como nosotros no somos magos, mejor agarrarse bien a la cuerda. Cruzamos el paso manteniendo el pacto de no agresión y superamos un colladito tras el cual las marcas bajan decididamente. El descenso es por una canaleta de piedra suelta, por la que el chico de delante baja un poco inseguro. Busco sitio para pasar pero Pepelu es más rápido y aprovecha la primera oportunidad, saliendo disparado hacia abajo. Toni hace lo mismo y yo tardo algo más. A la que tengo vía libre Pepelu ya se ha ido unos metros por delante. Intento no agobiarme y aprovecho el repecho siguiente para recuperar terreno. Parece que me encuentro bien y que en la subida tengo ritmo. Venga pues a tu paso, sin estrés, que queda mucho. La carrera sigue en esta dinámica y llego al Refugio de López Huici, primer avituallamiento.
Refugio de López Huici (km10):
Los sobrecitos de Tailwind son prácticos pero si no los abres bien los polvos tardan media hora en caer. Mientras repongo el isotónico Pepelu ya ha tomado las de Villadiego y se va camino abajo. Salgo por el sendero, ahora amplio y cómodo, por donde discurre el GR11. Adopto un ritmo más o menos bueno y veo que por detrás la distancia se va ampliando. Aún queda mucho, pero poco a poco parece que la carrera va a estar entre Pepelu y yo. Bueno, y como no me espabile, entre Pepelu y Pepelu. El primer tramo es abierto y voy viendo su frontal ahí delante, pero después entramos en el bosque y pierdo la referencia. No me preocupo demasiado. Me he notado bien en la subida y en breve vendrá la temible subida a Collarada, que tengo la esperanza de que sea mi terreno. De repente noto un pinchazo en la rodilla... Ups, el otro día también me pasó, entrenando, pero se pasó al poco rato. Ahora parece que dura un poco más, y las dudas me hacen perder algo de tiempo. Intentando chafar bien y no hacer gestos raros, voy bajando hacia las luces cada vez más cercanas de Canfranc Pueblo. Un pequeño rodeo para pasar por debajo de la carretera me deja en el camino que empalma con la calle principal, donde se ve el avituallamiento al fondo. "Tres minutos al primero". Bueno, vamos a ver si se los recorto en la subida...
Canfranc Pueblo (km20):
Tras reponer bidones y alimento para el próximo tramo, salgo con ganas de enfrentarme a estos 2000 metros positivos. No es frecuente encontrarse un doble kilómetro vertical (y en sólo 7,2 kilómetros) en medio de una carrera. Vamos a ver qué tal sientan. Troto el primer tramo pero el sendero pronto exige el modo caminante. Me adapto y empiezo con mi ya clásico ritmo de paso-bastoneo-respiración. El primer tramo es por sendero bueno, pero al poco llego a un cartel que indica a la derecha, y el nuevo sendero es mucho menos definido. Las marcas abundan, pero el camino obliga a mirar al suelo, y eso hace que dude en un par de puntos. No estoy entrando bien en la subida. Me noto poco ágil, no atino bien con los bastones y las dudas con el camino hacen que no coja buen ritmo. Para más inri el terreno se va complicando y el sendero cada vez es más perdedor. No todos los problemas vienen de fuera. Mis piernas tampoco parecen tener las fuerzas que pensaba o que me gustaría. Seguramente eso también ayuda a que la agilidad no sea la mejor. Bueno venga, que la subida es muy larga... Paciencia...
Paciencia, pero la cosa se va complicando. La noche me tiene bastante desorientado, y sin saber muy bien en qué dirección estoy yendo, las marcas se meten por una chimenea que obliga a usar las manos. La pendiente no afloja, y a pesar de que al ser el terreno más lento debería ver a Pepelu en algún momento, la ansiada luz no aparece por ninguna parte. Me voy desanimando un poco. La carrera se me está torciendo y eso que estaba con confianza y las sensaciones en el primer tramo estaban siendo buenas. Tras una nueva trepada de repente aparece un amplio prado que anuncia la parte superior de la montaña. El paisaje (o la oscuridad) se abre y ahora si veo el frontal de Pepelu ahí delante. No parece demasiado lejos, aunque es difícil apreciar la distancia en la oscuridad. Algo más animado cojo un ritmo más estable por este terreno de avance más fácil. La distancia no disminuye pero parece que tampoco aumenta, mientras avanzamos por esta segunda mitad de la subida. El frío me va haciendo notar que estamos ganando altura. Los manguitos van a ser bien recibidos en esta parte superior. Las banderolas giran un poco a la derecha y la pendiente se suaviza, dando paso a un pequeño tobogán de descenso que lleva a un avituallamiento de agua que nos habían anunciado.
"Seis minutos" me dicen mientras relleno un bidón con agua. Ya me lo imaginaba, pero me confirman que en lugar de recuperar, en la subida la distancia se ha ampliado.
Ya veo la luz subiendo por la pala de enfrente. Me voy a por ella, y afronto los últimos 400 metros de desnivel con ganas de compensar un poco la desventaja. El último repecho empieza con un tartera por la que subo bien. Parece que la luz se acerca, pero en realidad es porque Pepelu está afrontando un tramo más lento, en la trepada que da acceso al pico. Cuando me toca a mí, la distancia vuelve a incrementarse, y me vuelve a costar llegar al control de la cima. Qué le vamos a hacer... Va, que queda mucho y ya sabes que en cualquier momento pueden volver las buenas sensaciones.
Collarada (km27):
Candanchú (km82):
Dos o tres esforzados voluntarios pasan la noche aquí arriba
a la espera de que pase toda la caravana de luces. Afortunadamente la
meteorología es plácida y el plan puede ser hasta entretenido y con una salida
del sol que desde aquí arriba promete ser espectacular. Yo por mi parte sigo a
lo mío y activo la palanca del modo bajada. Por allí abajo se intuye la luz de
Pepelu, aunque el terreno enseguida me obliga a enfocar la mirada hacia el
suelo. El terreno es bastante técnico, con algún que otro destrepe por rocas y
tarteras inclinadas que obligan a estar bien concentrado. En consonancia con mi
subida, mi agilidad tampoco está por las nubes ahora. A ratos me parece que los
palos me ayudan, a ratos me estorban… No sé qué hacer… Llego a un collado y las
banderolas se meten hacia la izquierda por un canalón inclinado (la foto es de otro momento, pero para que se vea y os hagáis una idea). Este debe ser
el sitio ese que dijeron ayer en el briefing. Todo un tobogán enorme que va a
desembocar al Lago de Ip. Creo que decían que se bajaba algo mejor hacia la
izquierda… Efectivamente, hay algún trozo de tartera de esos que te van
amortiguando a cada paso, pero la bajada sigue obligándote a poner los cinco
sentidos. Tras un ratillo de esquí las marcas vuelven a torcer a la izquierda y
se meten por un sendero más o menos horizontal que discurre por una cornisa. La
presencia de alguna cuerda indica que ese espacio negro que tengo a la derecha
debe ser un vacío considerable, quien sabe si un trampolín hacia el lago. Al
poco tiempo aparecen un par de luces ahí delante que desafortunadamente están
quietas, así que no son Pepelu. Es el avituallamiento del km31.
Lago de Ip (km31):
Repongo el isotónico y relleno agua. La verdad es que voy
con ganas de beber y comer más de lo que tenía en el planning inicial, así que
empiezo a coger algo de fruta adicional, sandía y plátano, que parecen bastante
apetecibles. Sin perder mucho tiempo salgo adelante, con la esperanza de que la
siguiente subida se me dé mejor y pueda recortar la distancia que me separa de
mi predecesor. Llego al pie del repecho y veo la luz esperanzadoramente cerca,
pero de repente aparece una depresión entre medio que me indica que todavía
tengo que seguir bajando y por tanto la distancia es mayor de lo que me
pensaba. Joder…
Empieza la rampa y por lo menos técnicamente es algo más
fácil que la subida de Collarada. Predominantemente hierba, aunque con bloques
que tienes que ir esquivando. Eso sí, la traza es prácticamente inexistente.
Tengo la sensación de que reduzco algo la distancia con Pepelu, pero nuevamente
la explicación me decepciona, y es que la trayectoria de las marcas va
enderezándose cada más y se mete por terreno más tarteroso que vuelve a ser más
lento. Intento mantener cierta alegría en el ritmo a base de reducir la
longitud del paso y aumentar la frecuencia, un poco como un Froome del
trailrunning, aunque me temo que con bastante menos éxito. La subida se me hace
larga. No sé cuántos metros de desnivel eran (una moraleja de la carrera es que
cuando no conozco para nada el recorrido tengo que empollármelo mucho más…),
pero esto parece que no se acaba nunca. Aparece un collado a la derecha pero
las marcas se encaraman más alto, hacia la izquierda. Por fin llega el
vientecillo que anuncia la cercanía de la cresta. Salgo a lo alto y puedo
recuperar un poco la respiración, pero tampoco demasiado. Pepelu no perdona, y
ya ha avanzado a buen paso por lo alto de la montaña. La cresta es amplia pero
formada por rocas hay que ir saltando y sorteando. En una tónica que se
repetirá a lo largo de la carrera, estos tramos de cresta que en el perfil
salen llanos, son trampas formadas por repechos rompepiernas que rompen el
ritmo constantemente. En esta dinámica voy avanzando hasta el control de la
cima de la Moleta.
Nuevamente no le he recuperado prácticamente nada a Pepelu
en esta subida. A lo sumo he mantenido la distancia. En fin, paciencia… Nuevo
intento de centrarme únicamente en mi ritmo y dejar que la carrera vaya
haciendo. Aún queda mucho. Veremos si será para bien o para mal. Emprendo la
bajada, menos técnica que la anterior y con las primeras luces de un bonito
amanecer rojizo que va despuntando por la derecha. Tras una pequeña duda en un
collado, cojo el camino correcto hacia el valle de la derecha (nuevamente,
empóllate el recorrido…). Las sensaciones siguen siendo regulares, pero voy
tirando un poco de experiencia para mantener un ritmo de carrera correcto, sin
pensar demasiado. Llega la bajada definitiva al fondo del valle, hacia la
Cascada de las Negras, que ya se ve al fondo, pero con ello llega también otro
problema. Otra vez el pinchazo en la rodilla. Joder… Y si no se me va? Esta vez
parece que aguanta un poco más. Parece salir cuando hago un movimiento como
arrastrando un poco la pierna, pero el desencadenante es muy sutil, y puede
ocurrir en cualquier momento, no puedo pasarme toda la carrera evitando ese
movimiento. Venga va, intenta variar la carrera, levanta la rodilla, pisa de
metatarso… La preocupación inicial por el tendón peroneo de la pierna derecha
ha desaparecido ante nuevos “enemigos”. Parece que controlo un poco el problema
y el resto de la bajada la cosa aguanta. Esperemos que en el tramo de andar de
la próxima subida las piernas se vayan reacomodando. Con estos deseos llego al
avituallamiento de la Cascada de las Negras, donde me encuentro a María, una
amiga del grupo de trabajo de Lleida.
Cascada de las Negras (km40):
“Cómo vas?”…”Bueno… con menos fuerzas de lo que me gustaría,
pero qué le vamos a hacer… Peleando” … “Osti pero vas muy bien! Segundo! Y el
primero ha pasado hace… 5 minutos”. Bonito dato, pero no lo ha dicho muy segura
y me temo que son alguno más. Bueno, los que sean, vamos a por ello. Salgo del
avituallamiento sin atreverme a mirar atrás. En algún punto anterior, por la
noche, he visto alguna luz que venía por detrás, creo que a mayor distancia de
la que me lleva a mí Pepelu, pero cuando las sensaciones no son las mejores
siempre tienes la impresión de que en cualquier momento va a aparecer alguien
haciéndote luces. Emprendo esta cuarta subida, otra vez con la esperanza de que
la cosa mejore. A priori parecía que esta ascensión era más tendida, pero la
realidad es que empieza con un repecho demoledor. Las banderas se enfilan por
un lomo herboso y ante la ausencia de camino lo hacen siguiendo la línea de
máxima pendiente, para qué vamos a andarnos con tonterías… Lo positivo es que
tengo la sensación de que mi ritmo es mejor que en las subidas anteriores. Al
ser todo hierba homogénea, puedo coger el bailoteo ese de paso-bastoneo y
avanzo con bastante dignidad. Salgo a lo alto del repecho y el terreno se pone
más amistoso. Toca trotar, pues venga, a trotar. El recorrido va alternando
trozos llanos con cortos repechos, acercándose a una tartera que da acceso a la
cresta del fondo del valle. Lo malo es que no alcanzo a ver a Pepelu. Yo he
trotado bastante, pero parece que él también… Emprendo la subida por la tartera
y un poco antes de llegar a lo alto oigo unos gritos a la izquierda. Unos
voluntarios están en lo alto de la cresta. Debe estar pasando Pepelu por allí,
pero no le veo… Echo un vistazo al reloj… 8:34… Venga, a ver… Llego a lo alto y
giro a la izquierda hacia un montículo por el que me temo que se encaramarán
las banderolas… Pues mira! Sorpresa! Las marcas se meten por un flanqueo
horizontal a la izquierda. Bonito detalle.
Llego a los voluntarios, que me animan a gritos a mí
también. “Venga, muy bien! Lo llevas a 10 minutos”. Miro el reloj… 8:43… Bueno,
me salen nueve, pero es bastante distancia igualmente. Tampoco le he recortado
en esta. Me desanimo un poco. En fin, más paciencia… Salgo por la loma hacia
abajo pero las marcas enseguida enfilan un repecho y después otro y después
otro más. El bajoncillo de las referencias no es lo mejor para afrontar ahora
esta serie de sorpresas traidoras. La depre pasa de la cabeza al estómago y a
las piernas y voy ya con ganas de llegar a la base de vida de Formigal y
comerme un plato de macarrones. Una rampa por una pista de esquí me acerca al
avituallamiento y como la pendiente no es suficiente, las banderas deciden
meterse a la izquierda por un tobogán de hierba y yo hago lo propio mientras
una chica me graba con una cámara, hecho que agradezco con algún que otro
culetazo.
Formigal (km48):
Me ha parecido, o he querido intuir la figurilla de Pepelu
subiendo por otra pista al otro lado, pero yo llego con ganas y necesidad de
tomármelo con cierta calma. Por lo menos tengo la esperanza de que mi ritmo,
que no ha sido malo en este parcial, haya distanciado a los perseguidores. Me
tomo un plato de macarrones con algo de salsa de tomate. Me entra bastante
bien, y la sandía que hay al lado aún mejor, y el melón ya ni te cuento… Saco
la gorra de la mochila pero resulta que tiene el cierre roto. Mierda… La
necesito para quitar algo de sol a mis ojos martirizados por la luz y las
lentillas. La chica de la cámara se ofrece muy amablemente y hace un apaño con
uno de los alfileres del dorsal mientras yo me acabo los macarrones. Con el
estómago recuperado, agradezco y salgo del avituallamiento por otra pista de
esquí. Esto sí lo miré, un repecho de unos 100-150 metros de desnivel y después
una bajada que da paso a la subida al Vértice de Anayet. Si lo miras de manera
muy optimista me quedan tres subidas. Juasssss…. Muuuuuuy optimista…
El repecho obsequia con una rampa corta pero sin piedad
antes de enfocar la siguiente bajada. Los macarrones me han devuelto las
relativamente buenas sensaciones de la subida anterior y la bajada me sale a
buen ritmo. Llego a un prado donde empalmo con el GR11, por el que se ven
varios grupos de excursionistas. El día se presenta como una bonita y soleada
jornada de montaña. Empiezo la subida con ganas y puedo trotar en bastantes
tramos. El sendero es poco técnico y parece que lo aprovecho para coger buena
velocidad de crucero. Se alternan rampas con descansillos, en uno de los cuales
aparece el Ibon de Anayet a la derecha con la imponente mole del Midi d’Ossau
al fondo. No lo conocía y me parece una de las vistas más bonitas del Pirineo.
Si no lo conocéis, apuntadlo. Tengo pendiente un vivac aquí. No será esta vez,
ya que vuelvo a mirar al frente y dejo a la derecha el GR-11 para encarar el
collado situado entre el Pico y el Vértice de Anayet. Al acercarme a la base
veo a un tipo de azul subiendo la última rampa. Pepelu iba de amarillo, pero y
si se ha cambiado de camiseta en la base de vida? Tomo otra referencia y me
pongo en modo persecución. La última rampa es durísima. Salgo al collado y miro
el reloj, que me indica que el Pepelu de Azul me lleva 7 minutos. Giro a la
izquierda y subo por la cresta, hacia dos personas que bajan. “Venga muy bien!
Vas a 10 minutos”… Que va, que va, os debéis haber confundido… “Va de azul el
primero?”… “No, no, de amarillo, el de azul no es de la carrera”… Mi gozo en un
pozo. Llego a la cima y me confirman la diferencia de 10 minutos, con lo cual
en la subida en la que me he encontrado mejor me ha servido para recortar dos
minutos. La verdad es que me sabe a poco y me desanimo (grave error, aunque
fácil de decir desde este sillón…).
Saco un paquete de puré de patatas que llevo, a ver si me
devuelve la alegría, y bajo un poco el ritmo mientras me lo tomo. Tras la carga
de hidratos vuelvo a trotar por lo alto de la loma y me centro más en el
objetivo de no desconectar y que al menos la carrera vaya pasando lo más rápido
posible. Estar al acecho de un posible desfallecimiento de Pepelu es una idea
en la que cada vez creo menos. Aun así, el puré me da un punto de gasolina que
me permite hacer la bajada bastante decentemente, un gran qué, porque el
descenso es eterno hasta que unos 200 kilómetros después acabas saliendo al
fondo del valle y conectando de nuevo con el GR-11. Un cartel me anuncia dos
kilómetros hasta el Parking de nosequé… Parking quiere decir que llegan coches,
coches quiere decir que ahí debe estar el avituallamiento… Venga pues si la
pista es como esto que aparece por aquí en 10-12 minutos estoy. Efectivamente,
un tramo cómodo picando para abajo me permite coger ritmillo y llegar al
avituallamiento con relativamente buena cara.
Campamento de Canal Roya (km62):
“Doce minutos a Pepelu” me dice Mayayo, de
carrerasdemontana.com, mientras graba con su iPad. “Me temo que se me ha
acabado la persecución, no consigo recortarle nada. A cuánto va el
tercero?”…”Lejos, lejos, 30 o 40 minutos”. Eso está bien, por lo menos tengo
margen. Me tomo el avituallamiento con algo de calma y salgo a por la siguiente
subida. Se trata de un nuevo kilómetro vertical, por un camino que según el
briefing debería ser bueno. Ni que lo digas, el sendero es una auténtica
autopista, con revueltas amplias y pendiente muy tendida. Lo que parecería
indiscutiblemente positivo creo que se vuelve un poco en mi contra. La
pendiente está en ese punto en que es trotable si vas bien, pero a mí la nueva
referencia me ha dejado un poco desganado, sabiendo además que tengo margen por
detrás, así que me limito a caminar rápido. Coincido con muchos corredores de
la maratón y voy adelantando a bastantes de ellos. La ascensión discurre de
manera bastante monótona, yendo de izquierda a derecha y viendo a los
corredores de la siguiente revuelta a escasos metros por encima de uno.
Probablemente alguna vez más de uno apurado de tiempo y de escrúpulos haya
tirado recto arriba cortando todo este sinfín curvas. A mí personalmente este
ir y venir me está cansando de coco y a medida que subo veo que las piernas
también flojean y que cada vez me cuesta más pasar a los corredores de la
maratón, a pesar de que creo que estoy coincidiendo con las posiciones medias o
traseras de la carrera. No troto prácticamente en ningún sitio, a pesar de que
algunos tramos son casi llanos. Mala señal, Winter is coming…
Llego arriba y pregunto si hay un sitio con agua. Me temo
que aquí no había nada marcado, pero un chico me dice que sí, pero (bis) cuando
llego al control me dicen que no, que nada de agua allí. Vaya por Dios… Todos
los de la maratón se van hacia abajo y a mí me mandan por lo alto de la cresta,
a iniciar todo el círculo de la zona de Astún. En principio sobre el perfil
parecía terreno más o menos llano, por lo alto de la montaña… Pues sí, lo
llevas claro. El recorrido aparece en todo su esplendor con un sinfín de
montículos a superar, por los que a buen seguro circularán las banderolas. El
calor también me está dando duro. Mis acciones en bolsa están claramente en
descenso, más aún cuando llego junto a unos espectadores que me dicen “Media
hora al primero”. Como? Joder, qué desastre de subida he hecho. La nueva
referencia supone un golpe moral, porque significa también que si el de detrás
va mínimamente bien puede empezar a recortar distancia. Intento activarme un
poco, pero el terreno es muy incómodo. Van apareciendo por sorpresa repechos
cortos pero de mucha pendiente, tramos de cresta que obligan a ir con cuidado,
o fuertes bajadas antirodillas. Voy mirando al frente intentando ver cuándo las
marcas se separan de la cresta, pero siempre hay una maldita banderola en el
siguiente montículo. A la izquierda se ve un remonte y un par de coches, que
debe ser donde está el avituallamiento. Al fin llega el punto donde la cresta
fronteriza gira a la izquierda y en el siguiente collado aparece un sendero que
baja en diagonal en dirección a un lago y el ansiado punto de parada. Al llegar
nuevamente en bajada, la cara que ofrezco a los voluntarios del avituallamiento
es nuevamente mejor que la que correspondería a mi estado real.
Ibon de Truchas (km72):
Aprovecho el agua para comerme otra ración de puré de
patatas y relleno los dos bidones con Tailwind. Afortunadamente el plan de
alimentación lo estoy pudiendo seguir, de hecho incluso por comiendo más de lo
estipulado. No es un problema de comida pues, simplemente las piernas tienen la
fuerza que tienen. Salgo del avituallamiento por un tramo llano de pista, un
kilómetro de regalo que sienta la mar de bien, sobre todo con el pequeño input
de gasolina mental y física del avituallamiento. Veo un collado enfrente.
Supongo que van ahí las marcas. Aprovechando la perspectiva estudio el tramo
que me queda. Cuento los repechos que se ven hasta la bajada definitiva a
Candanchú. Son unos cinco… bueno, no está mal… Miro el reloj… No voy mal de
tiempo tampoco, por lo menos el crono tiene buena pinta… Pero a medida que me
acerco a la subida definitiva al supuesto collado objetivo, no veo marcas a lo
lejos y me voy temiendo lo peor… Efectivamente, una vaguada aparece a la
derecha y las marcas se meten por ella, dirigiéndose a otro collado que estaba
escondido y que añade un tramo significativo de cresta a lo que yo pensaba que
era el recorrido. Jodeeer…
Venga va, lo que te echen… Intento convencerme… El nuevo
tramo me parece muy arriba y además con muchas rocas con mala pinta. Llego a lo
alto y empiezo a recorrer la cresta, que cada vez se va recortando más. Llego a
un grupo de voluntarios. “Aquí con cuidado!”… ya te digo… Empiezan a aparecer
destrepes donde tienes que poner las manos y pensarte bien a dónde te agarras.
Mi nivel de agilidad no está en su mejor momento. Voy superando repechos
mientras mi ritmo se va entristeciendo. De repente oigo pasos detrás y me giro
sobresaltado. Coño un corredor… Miro el dorsal…200 y pico… “Eres de la de 75,
no?”… “Si, si”…”Bufff, estoy para pocas sorpresas ya”…” Jeje, venga va ánimo”.
Le dejo pasar sin dudarlo, ya que comparado conmigo va como un avión. Intento
engancharme a su ritmo y durante un tramo parece que tira un poco
“psicológicamente” de mí en este continuo subir y bajar. Al rato aparece un montículo
que me parece un Cervino, pero no veo al tipo subir por él. Está flanqueando
por la izquierda! No subimos! Joder, por fin una sorpresa positiva. Algo más
animado troto por este terreno más favorable (a ver… por favorable entendamos
un atisbo de traza horizontal entre mazacotes de hierba tuercetobillos, tampoco
nos vayamos a pensar que esto es la A-7). Parece que se ha acabado el recorrido
por la cresta, y las banderolas me llevan más bien hacia abajo, hasta un giro a
la izquierda donde enfilo un canalón muy inclinado que me deja en una pista.
Qué bien, las marcas se meten por ella y auguran otro kilómetro “de regalo”.
Aprovecho para levantar la vista, mirar las montañas de enfrente y enfrentarme
mentalmente a la “última” subida de la carrera (las comillas son porque sé que
hay aún otro repecho después, que obvio voluntariamente intentando simplificar
los problemas). Lo cierto es que si el montículo de antes era el Cervino, el
Pico de Aspe me parece el Everest. Y a este sí que vamos a tener que subir. Unas
nubes bastante feas rodean la zona. Tengo que ser sincero, en ese momento
llegué a tener ganas de que viniese tormenta y nos desviasen por el recorrido
de la maratón. Qué le vamos a hacer…
En vista del panorama vuelvo a bajar la mirada y me centro
en el presente, y en las marcas, que dejan la pista y se meten por un
senderillo que tras un corto repecho bajan hasta una carretera. Es esto el
avituallamiento?... Puerto de Somport, leo en un cartel fronterizo. Por aquí
pasé hace unos años en una Quebrantahuesos, mítica marcha cicloturista. “El
avituallamiento?”… “10 minutos” me contestan unos chicos que hay por allí. Es
verdad, recuerdo en el briefing algo sobre un tal Monte Candanchú. Seguro que
es otra tachuela sorpresa. Efectivamente, 100 metros de desnivel por un sendero
que tiene pinta de agradable pero que a mí ahora me sienta como una patada en
el trasero. Una vez superado, bajo por fín por una pista más o menos cómoda
hasta las castas donde está la base de vida.
Candanchú (km82):
Qué
decir… Estoy bastante fundido. Me confirman que por detrás se sigue ampliando
la ventaja, así que deben estar aún más fundidos. No hay para menos. Es cierto
que no estoy en mi mejor día, y quizá eso influye en la manera de ver las
cosas, pero ahora mismo mi sensación es que esta carrera es de lo más duro que
me he encontrado, por no decir lo que más. Mucho desnivel combinado con terreno
muy técnico, muchos trozos sin camino alguno y todo ello a lo largo de mucha
distancia. En fin, quedan 18-20 kilómetros y toca activar el modo
supervivencia. Visto cómo voy se hará largo, pero bueno, como diría aquel, el
único problema es que estás cansado…
Después
de comer un buen plato de pasta con tomate y más fruta, salgo de nuevo al
parking de Candanchú y cruzo al trote con la esperanza de comerme un “kilómetro
de regalo” antes de afrontar la subida propiamente dicha. Al final se queda en
unos 600m pero menos da una piedra. Llego a zona de hierba y empieza de nuevo
la fiesta. El primer tramo de subida es por sendero aceptable y pendiente
asumible, así que mantengo un ritmo más o menos bueno. El sendero atraviesa a
la derecha y describe una diagonal, tras la cual se pone derecho hacia arriba
por una pendiente más seria. Este golpe ya lo encajo medio mal y mi velocidad
se resiente. Un poco más arriba llego a un punto de control donde dos
voluntarios desvían a los corredores de la maratón. Ellos se van a la izquierda
y evitan la subida al Pico Aspe. Yo tengo que seguir bordeando la montaña y
meterme hacia un collado que se empieza a intuir allí al fondo. La hierba va
dejando paso a las rocas, y la marcha en piloto automático deja de ser una
opción. Empieza un baile de piedra en piedra, saltando y haciendo equilibrios,
para el cual mis fuerzas no están preparadas ahora mismo. Sortear los bloques
incrementa la distancia real recorrida y obliga estar concentrado e inspirado, que
tampoco es el caso. Al principio las banderolas flanquean sin ganar mucho
desnivel pero después añaden el componente que faltaba a la fiesta y tiran
hacia arriba. Momentos de trepar, momentos de saltar de bloque en bloque,
momentos de tartera en la que no traccionas… Mi ritmo va de mal en peor y acaba
en modo himalayista. En algún momento tengo que parar por completo y recuperar
el aliento mientras miro cuántas p… banderolas me quedan para llegar al maldito
collado. Me viene a la cabeza aquella subida al Col de Malatra en el Tor des
Geants de 2014. Voy por el estilo, aunque con 200km menos en las piernas. Un
pequeño quiebro a la derecha permite superar un escalón y salir a la última
pendiente. Bufff, parece que el collado vaya tirando marcha atrás. Por allá
delante veo a un corredor, el segundo de la de 75, que me ha pasado en el avituallamiento
de Candanchú. Tampoco debe ir muy fino. Mil años después llego al collado. Algo
es algo, joder…
Algo es
algo pero miro a la izquierda y veo dónde está el pico y lo pequeñas que son
las figuritas de la cima. Bufffffff (cada vez con más f’s)… Me separa una
ladera de roca kárstica agrietada por la que hay que ir trepando haciendo
equilibrios. Intento no mirar más arriba de la siguiente bandera y aguantar un
rato, para así llevarme una buena sorpresa cuando decida mirar a la cima. Todo
son tácticas psicológicas para ir pasando las dificultades. No sé si resultan
demasiado. La verdad es que este tramo se me vuelve a hacer eterno. Otros mil
años después llego a una brecha justo bajo la cima. De regalo tengo un destrepe
con pinta de complicado. No sé cómo pero acabo bajando y afronto los últimos
40-50 metros de desnivel hasta la cima. “Puedo dejar los palos?” grito a los de
la cima “Hay que subir hasta aquí!”… No me entienden, ya lo sé que hay que
subir, joder que si lo sé… Al final como mi chorro de voz es limitado, me canso
de gritar, dejo los palos y trepo, o mejor dicho me arrastro por las rocas
hacia la cima. “Venga muy bien! Qué tal vas?”… Te lo digo o te lo cuento… “Pues
hombre…”… “Venga va, sabes lo que queda?”…”Creo que sí, bajada, un repecho de
400m y bajada fácil, no?”… “Sí, si, eso es. Ya se que estás hasta las pelotas
pero…”… “Ahí la has clavado, hasta las pelotas pero HASTA LAS PELOTAS”. En el
fondo el estado de ánimo es como un planeta. Llega un momento que vas tan
jodido que le das la vuelta y estos momentos son hasta divertidos…
Me como
otra ración de puré de patatas ayudado por algún trago de agua para pasarlo y
me levanto. “Venga voy a ver si acabo con esto…”. Deshago el camino hasta la
brecha, recojo los palos y me meto a la derecha por otro canalón técnico y
tarteroso por el que bajo ayudándome con los bastones. Queréis que me queje
más?... Ahí va otra… Como voy más doblado que el balón de Oliver y Benji, bajo
super torpe, con lo cual no amortiguo nada y las rodillas me molestan cada vez
más. Afortunadamente el terreno no puede ser igual de inclinado todo el rato
porque si no bajando así acabaríamos en el centro de la Tierra, así que al poco
la pendiente suaviza algo y la tartera es más llevadera. Voy buscando
ansiosamente el avituallamiento en un prado allí abajo, pero no hay ni rastro.
De repente veo por qué… Las marcas giran bruscamente a la izquierda y suben por
una pared rocosa donde hay una cuerda fija. “Hijos de…” grito al aire
desesperado. Salen repechos por todas partes… Supero el obstáculo inesperado y
me encuentro unos carteles indicativos: “Ultra 100” y “Ultra 75” a la derecha.
Y donde me voy yo? A la izquierda… Afortunadamente al cabo de unos metros una
vocecita interior llama a la puerta y dice “Pero qué haces imbécil?”. Doy media
vuelta y tomo el camino correcto, que además baja, y ahora sí aparece el
avituallamiento anhelado.
Motriz de la Tuca
(km90):
“Quieres
un huevo frito con pan?”, al principio dudo, pero lo cierto es que a pesar de
ir petado el estómago está bastante bien, así que de perdidos al río. Acepto
semejante manjar, cojo algo más de fruta y me voy. Me hubiese quedado más rato
charlando, pero tengo ganas de acabar y evitar llegar de noche. Además creo que
si consigo recuperar un poco el ritmo puedo bajar de 20 horas, que visto cómo
vengo no estaría mal. Me animo con un poco de trote, supero una rampita y bajo
hasta un rellano herboso, donde empieza la que, ahora sí, es la última subida.
400 metros de desnivel, empinados pero por hierba. Parece que el huevo frito ha
hecho su efecto y subo mejor que en los últimos 30 kilómetros. Vuelve la música
clásica de bastón-paso-respiración y supero el desnivel razonablemente bien. Al
final me salen los 400m de subida justo por debajo de media hora, que visto el
panorama me parece muy satisfactorio. Llego arriba, donde hay un último
control. “Todo bajada y corrible” me dicen. Pues venga, corramos, que si no
tiene pinta de que esto se hace eterno. Recuerdo que en el briefing Álex, el
director de la carrera, dijo que eran 123 curvas. Sabes qué? Las voy a contar.
Así tengo algo que hacer y se me pasa más rápido, y de paso miro si voy a ritmo
de bajar de 20h. Soy un freak, lo sé… Empiezo el descenso a las 19h05… “Una”…”Dos”…
… …”Trece”… “Veintisiete”… Voy haciendo cálculos sobre el número de curvas por
minuto, cuántas debería llevar a las 19h30, y cosas por el estilo. Lo cierto es
que entre esta gilipollez y el huevo frito la alegría ha vuelto a mi cuerpo y
voy bajando bastante bien… “Sesenta y dos”… “Ochenta y cinco”… En la noventa y
nueve las marcas salen de frente por un sendero entre el bosque muy agradable.
Amplio la zancada para, ya puestos, conseguir el objetivo de bajar de 20h…”Ciento
siete”…”Ciento quince”… las últimas revueltas son más cortitas y pasan muy
rápido… “Ciento veintidós”… ay que se ha equivocado… No! Ciento veintitrés! Justo antes de bajar unas
escaleritas que me dejan en el asfalto del pueblo. Tras unos metros salgo a la
carretera principal y veo la meta a unos 300 metros. Hay bastante gente
animando en la calle, así que entre eso y que me he recuperado milagrosamente
(tarde, pero milagrosamente), disfruto bastante del momento. Un último giro a
la izquierda y entro bajo el arco de meta.
La
carrera me deja sensaciones bastante contradictorias. Supongo que el recuerdo
principal es el de la dureza de la prueba. Los últimos 40 kilómetros se me
hicieron realmente cuesta arriba y tramos de impotencia como el de la última
subida hacía tiempo que no los vivía. Por otro lado sensación de gasolina
justa. Es cierto que hace dos semanas hice el rogaine de Ucrania y que quieras
que no 24 horas han de notarse en las piernas pero en fin… Siempre tienes la
duda de si es eso lo que influye o si en realidad no he mantenido bien la forma
después de la Ronda dels Cims. Pero bueno, en lo positivo el haber superado más
o menos los problemas y haber sabido hacer el esfuerzo de seguir adelante hasta
la meta, manteniendo el segundo puesto y consiguiendo el primero en la clasificación
general de Alpin Ultras, aunque sea también gracias a que Raúl Pérez y Sergio
Tejero no vinieron a esta prueba. Casi mejor quedarse con esta parte positiva,
con ese buen rato que pasamos charlando con Jaime, el speaker, tras cruzar la
línea de meta, y con la compañía y el apoyo de mis padres durante toda la
carrera.
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