domingo, 23 de febrero de 2014

Le Treg (3a parte: regreso y balance)

(prometo que esta va a ser más corta :-p)

Lo habíamos dejado en que estaba en una nube...

Después de los momentos de júbilo, paso dentro del poblado donde vienen los amigos de la televisión chadiana y me entrevistan de nuevo (la verdad es que ya no recuerdo lo que dije). Aprovecho el ahora sí agradecido calor para probar la rudimentaria ducha del poblado y eliminar almenos parte de la arena y la sal que llevo por toda la piel (olvidé contarlo ayer pero mi ingesta de sales durante la carrera consistió básicamente en ir lamiendo el dorso de la mano constantemente, una pena no poder chuparme la frente porque aquello era como el Salar de Uyuni... perdón por el inciso desagradable...). Ya en un estado algo más presentable me siento un rato a esperar que llegue Fabrice, cosa que sucede más o menos una hora más tarde.
Tal como sospechaba el sol aprieta igual para todos y él también ha pillado de lo lindo, si bien es cierto que llega con un trote bastante más digno que el mío. Mientras tanto se repiten las muestras de reconocimiento que recibo por parte de todo el mundo, organizadores, otros corredores que se habían retirado y sobre todo de la gente del lugar, que te hacen sentir como si fueras una super estrella. Lo cierto es que me siento un poco descolocado, totalmente desacostumbrado a ese tipo de trato, pero intento corresponder y nos vamos haciendo fotos con todo el mundo.
A eso de las 17, dos horas después de haber llegado, la excitación de la llegada ha dejado paso al cansancio acumulado y me tumbo en un colchón de la tienda-bar. Creo que tardé unos 3 segundos en dormirme, y tampoco apercibí cuando alguien se acercó a ponerme una manta por encima. Me despiertan porque la cena está a punto. Dentro de lo que cabe mi estómago aún está en forma y soy capaz de comer de forma normal. Hará falta, porque tengo que empezar a recuperar lo que he perdido. Mientras cenamos aparece Rudolf, de Lyon, 3er clasificado. También llega con la expresión marcada por el esfuerzo después de más de 40 horas por el desierto. Mi jornada no da para mucho más y me voy a la tienda a dormir. Cada movimiento es una lucha y tengo un agarrotamiento importante tanto en las piernas como en las lumbares, donde se pone de manifiesto el esfuerzo inusual que he hecho con esta parte del cuerpo por la falta de tracción sobre la arena.
La noche pasa, entre visitas al señor Roca, donde expulso la parte que no he sudado de los 15-20 litros de agua que he debido beber durante la carrera y los aplausos que escucho entre sueños cuando llegan Christian, un veterano con 26 participaciones en la Marathon des Sables y Jean-Noël, en cuarta y quinta posición respectivamente. Ya con las primeras luces, cuando paradójicamente el cansancio no me deja dormir, me levanto justo en el momento en que llega Elodie, única participante femenina que ha cumplido perfectamente con la carrera. Durante las primeras horas de la mañana, después de alrededor de 48 horas de recorrido, llegan sucesivamente Didier, Frédéric y Luc, resultando así nueve los corredores que hemos completado el recorrido, la mitad de los que tomamos la salida, lo cual da una idea de lo duro que se nos ha hecho y de la cantidad de problemas que podían surgir.
Ya sumido en la etapa post-carrera, la organización ha previsto una serie de actividades para que podamos aprovechar nuestra estancia en la zona y apreciar las maravillas del lugar de una forma más pausada. De las diferentes combinaciones, siguiendo mi afición por las cuestiones históricas (o prehistóricas en este caso), el sábado por la mañana me uno al grupo que va a visitar las pinturas rupestres de la zona.
Como os podéis imaginar, con la de roca, paredes y cuevas que hay en los numerosos montes rocosos de la región, los habitantes del neolítico podían pintarrajear a discreción todo lo que les viniese en gana. Eso dio lugar a un estilo característico de esta zona, que descubro que ha servido de inspiración para pintar el logo de la carrera. Se trata de una pintura que resalta de una forma sorprendentemente eficaz el movimiento, y eso ha servido en el caso de las cuevas para representar escenas de cacería que dan una idea de la vida de aquellos tiempos y en el caso del logo para pintar a tres frikis corriendo por el desierto, lo cual da una idea del estado mental actual. Esta y una serie de curiosidades más, nos las explica de forma magistral Koki, un chico de la zona, apasionado de la prehistoria en su tiempo libre, que ha desarrollado una serie de conocimientos totalmente inusuales en una sociedad local que deja esas cuestiones para cuatro europeos que vienen a curiosear.
A pesar de la batalla que supone entrar y salir del coche cada vez, por la tarde decido apuntarme a otra visita, que en este caso nos lleva a una zona con especial aglomeración de montañas rocosas y formas de lo más curiosas. Una pared con dos ojos, innumerables "champignons", agujas, rocas en equilibrios imposibles... todo ello salpicado con numerosos trazos de la guerra contra Libia que afectó a la región hace un par de décadas. Balas por el suelo, camiones desahuciados, restos de ametralladoras... Todo nuevamente explicado perfectamente por Koki, que improvisa una clase de historia del Chad sobre la arena.




Así acaba el sábado, también con un primer pase de fotos durante la cena en un proyector improvisado. Con el cuerpo aún dolorido me voy para la tienda, donde me encuentro a Frédéric en un estado no mucho mejor.
El domingo por la mañana mi estado físico ya empieza a mejorar y soy capaz de levantarme del colchón sin necesidad de hacer tambalearse la tienda entera cuando me agarro al marco de la puerta. Para esta mañana hay programada una excursión a la Güelta de Archei. El recorrido es de una hora de ir y otra de volver y coincide en parte con el inicio de la carrera. Subimos un collado y bajamos por el otro lado hasta un recodo del valle. El resultado es espectacular. A medida que nos vamos acercando se oye un ruido que en un principio me parece ser el viento, pero que una vez uno se asoma en lo alto del promontorio, resulta proceder de cientos de camellos que están bebiendo en una de las pocas masas de agua (por exigua que sea) de la región. La imagen se enmarca entre paredes verticales de roca donde el juego de luces provocado por el sol genera una magia especial. Nos quedamos una hora en el lugar, simplemente relajados, simplemente escuchando el sonido, simplemente disfrutando de estar en un lugar tan alejado de las preocupaciones habituales, un lugar en el que, como dice el lema de la carrera, el tiempo se ha detenido.


Volvemos a comer al campamento. Por la tarde es la entrega de premios. El sarao empieza a las 3. Han venido nuevamente diversas personalidades y muchos de los habitantes de la zona. Sigo recibiendo felicitaciones y voy reencontrando a todos los que me iban animando durante la carrera. Recuerdo con especial cariño a Alexis, de la oficina de turismo, que cada vez que me ve me tiende la mano y con una sonrisa de oreja a oreja me dice "Alberrrrto, le meilleurrrr!!" con esa R vibrante del francés africano en la que los españoles podemos encontrar algo de solidaridad ante las dificultades habituales de la ggggggg...
La ceremonia es especialmente emotiva. Creo que el hecho de ser un grupo reducido hace que el reconocimiento hacia los corredores sea particularmente agradecido y que también los miembros de la organización y toda la gente local que ha colaborado tengan su momento de reconocimiento. Subo al podio con Fabrice y Rudolf, después viene también Elodie y finalmente se unen todos los corredores, hayan finalizado o no. Las caras de felicidad de las fotos creo que denotan lo especial del momento.


No se si os habéis fijado pero el trofeo es un pedrusco de mucho cuidado. Pedrusco dicho con todo el cariño. Se trata de una reproducción del Arche Lyre, uno de los hits del recorrido, hecha con la roca típica que forma las montañas de la zona. Con él venía una placa metálica sobre la que colocarlo, que procedía de restos metálicos de la guerra. Dos elementos característicos de la zona que forman un trofeo de lo más singular.
Una vez acabada la entrega de premios se monta un jaleo importante delante de la entrada del poblado (entre medio tuve una conversación interesante con Koki y los amigos de la televisión Chadiana, en la que me estuvieron preguntando sobre la cuestión Cataluña-España, Barça y demás, en la que lo hice de la mejor y más objetiva forma que pude...). Un tipo ha cogido un tambor y empieza a tocarlo mientras la gente canta y empieza a bailar en corro. A mí como no me gusta bailar me voy a la otra punta del poblado y me siento en un rincón... No, evidentemente. A los 5 segundos estoy intentando asimilar los pasos para meterme en el meollo. De esos momentos de comunión entre gente de lo más diversa en el que las sonrisas denotan felicidad.

El baile da paso a la cena, y ante la presencia del gobernador de Fada y algunas otras personalidades hoy toca menú VIP, carne de camello con patatas. Sinceramente, no es la mejor carne que he comido, pero en mi estado sabe como el mejor bife de chorizo de Buenos Aires. Mi estómago está ya recuperado y dispuesto a comerse un camello entero, así que voy mirando de reojo a ver si sobra y puedo rapiñar algo. No hay suerte, pero arraso con los cacahuetes, galletas y sandía del resopón.
El lunes nos levantamos pronto porque toca viaje de vuelta. Tengo bastante más suerte que a la ida y me toca un coche mucho más espacioso. Comparto viaje con Sylvain, Frédéric, Yann, otro corredor francés pero que trabaja en Marruecos y el chófer, el nombre del cual no llegué a saber pero que era el chef de la expedición. El primer tramo discurre entre discusiones sobre dopaje y marcas de atletismo. En el momento en que Slvain y yo empezamos a hablar de récords del mundo sub17 nos damos cuenta de que puede ser excesivo para el resto de acompañantes y pasamos a la política francesa. Cuando este tema se agota, cada uno pasa a echar su respectiva siesta y así van pasando las 10 horas (una menos que a la ida) hasta Faya-Largeau.
Por la noche vamos a un bar a celebrar entre todos el éxito de la semana, cenamos por enésima vez, cuscus con ensalada y carne, donde sigo recuperando calorías a tutiplén. La sobremesa se alarga a base de nuevas conversaciones de atletismo con Sylvain, a las que se une Marie, que resulta ser otra freak del asunto. La cosa discurre entre el récord del mundo de Lavillenie y cuán duro puede llegar a ser un 400 (recordando mis tiempos pasados).
Y así llegamos al martes, día de vuelta, en el que nos levantamos con la mala noticia de que el avión de Marsella, que tenía que salir a las 4 hacia aquí para después volver nosotros en él, no ha salido. Finalmente el retraso será de unas 3 horas, que al final resultan bien aprovechadas porque paso un buen rato hablando con Henri. Henri es un hombre de 68 años (creo) que era el más veterano de los corredores. No pudo acabar porque, como me dijo él, no sabía lo que era y vino en modo montañero, pero ya estaba con ganas de reintentarlo el año que viene. Un hombre con una energía e iniciativa increible y un bagaje propio de ellas. La cantidad de experiencias vividas y lugares conocidos era inacabable. No le pregunto por Corea del Norte, pero no soy capaz de encontrar un país en el que no haya estado, y en cada uno de ellos con mil ideas y proyectos para repetir. Un ejemplo de como vivir el presente a base de proyectos para el futuro, de la filosofía del "si no soñamos, estamos muertos".
Finalmente nos dirigimos al aeropuerto, donde descubro nuevamente sorprendido que todo el mundo me felicita por la carrera. Al parecer salió la noticia en la televisión del Chad y hasta el policía de los pasaportes quiere hacerse una foto conmigo. Me siento entre cohibido y divertido. Ya en el avión descubro la causa del retraso en Marsella. Resulta que un tipo se ha presentado en el aeropuerto con un equipaje personal de... 600kg!! Hay gente con menos luces que el barco de un contrabandista. A quién se lo ocurre... Me imagino al chico o chica del mostrador a las dos de la madrugada... "Votre baggage, monsieur?" Y el tipo con una caravana detrás. Digo yo que qué menos que ir días antes a gestionarlo... En fin...


El vuelo me sirve para apreciar nuevamente la inmensidad del Sahara, para descubrir que una vez llegas a 200kms de Francia te encuentras las nubes de rigor y para comerme un sobre de comida liofilizada que me deja el estómago para tirar a la basura (y aún sigo). Ya en Marsella, os podéis imaginar, despedidas, felicitaciones y buenos augurios para los planes próximos de cada uno. Agradezco especialmente a Jean-Philippe por cómo ha salido todo y todo lo que ha hecho y quedamos para el tema del material la semana que viene (Nota del que está escribiendo ahora mismo: mañana).
Mientras vuelvo en coche con Sylvain hacia Lyon, hago balance mental de lo que ha sido el viaje. Deportivamente guardo recuerdos contrapuestos de la carrera, positivos por el objetivo cumplido y por la satisfacción de haber sabido gestionar y sobreponerme a momentos complicados, y algo más negativos porque en algunos de esos momentos me he notado cansado como pocas veces. Pero a nivel de experiencia personal, que seguramente es lo que considero más importante, el viaje ha sido muy especial. Me he encontrado con un grupo de gente muy agradable con la que compartir las vivencias ha sido de lo más natural. Por otro lado una sociedad local muy acojedora y, como me he encontrado en otros lugares, preocupada por mejorar una imagen de inseguridad del país que hemos podido comprobar que empieza a resultar injustificada. Una gente que con sus sonrisas te enseña nuevamente que el estado anímico puede estar alejado de lo material. Y para acabar quiero expresar un reconocimiento especial a la organización de la carrera. Diseñar, organizar y coordinar una carrera de 178 kilómetros en una región tan alejada como es el Ennedi, supone un reto bastante más dificil que correrlos. Sorprendía al principio ver que en la expedición había más organizadores que corredores, pero después he quedado convencido que era algo que hacía falta para tener el resultado final obtenido. 6 personas en el equipo médico, ayudantes en los controles, encargados en el GPS, central de comunicación para el seguimiento de la carrera por Internet, fotógrafos, cámaras de vídeo, conductores, cocineros, gente para construir el campamento,... Todo para cuidar hasta el más mínimo detalle. Ojalá el año que viene se confirme el éxito de esta primera edición y mucha más gente pueda disfrutar de una manera respetuosa y coherente del ambiente y las maravillas de esta zona, generando también una fuente de ingresos en una región en la que no sobran.
Y por mi parte poco más que decir (ya he dicho bastante, jejeje...). Feliz de haber vivido esta experiencia que arrancó hace unos meses y culminará la semana que viene con el transporte del material de la campaña de recogida. En los próximos días tiene que haber noticias sobre la segunda de las carreras del proyecto 7 Ultras - 7 Continentes, con el que espero poder seguir adelante, descubriendo nuevas carreras, nuevos ambientes y nueva gente.

Besos y abrazos

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