miércoles, 7 de agosto de 2013

La Porta del Cel

Para los que no la conozcáis, la Porta del Cel es una travesía de unos 65kms que une los refugios de Graus, Certascan, Pinet y Vallferrera, en la zona noreste del Pallars Sobirà, en pleno pirineo de Lleida. Normalmente se hace en 4 etapas, con parada en los refugios que os comentaba. El terreno es muy bonito, con un par de cimas importantes, el Pic de Certascan y la Pica d’Estats, lagos espectaculares como el Certascan y circos impresionantes como el de Baborte, que a mí personalmente es la zona que más me gusta. No es una ruta para tomársela a la ligera, el recorrido es duro, tiene tramos complicados, más por falta de camino marcado que por dificultades técnicas propiamente y la orientación en algunos puntos no es sencilla. Desde mi punto de vista tiene un plus de dificultad respecto a otras rutas similares como Carros de Foc o Cavalls del Vent, pero esa complicación extra queda compensada por un recorrido gratificante y espectacular. Así que ya tenéis plan para 4 o 5 días de vacaciones que os queden sueltos por ahí.

Hecha esta introducción publicitaria, hablemos de la modalidad skyrunning. Efectivamente, como pasa con tantas otras rutas, en esta también se viene planteando desde hace años la opción de hacerla en menos de 24 horas, alternativa que, dada la avidez de retos deportivos que tiene la sociedad actual, ha gozado de un éxito notable y creciente en las últimas temporadas. Y ahí aparezco yo con mi avidez de retos deportivos…
Antecedentes: justo hace un año que la hice por primera vez y por duplicado, primero en cuatro días para conocer el recorrido y disfrutar de él con tranquilidad y al quinto día en modalidad carrera en menos de 24 horas. Me tocó un día de calor tremendo que hizo que me fuera deshaciendo como un azucarillo durante la segunda mitad de la ruta, aunque con las rentas del principio conseguí acabar en 13h39’, que fue el mejor tiempo del año pasado y tercero en la clasificación global de todos los años.

Así que con ganas de mejorar esa actuación y después de encontrar un hueco en la cargada agenda montañera de este verano, decidí intentarlo de nuevo el sábado pasado (3 de agosto). Las previsiones de tiempo eran bastante buenas (quizá algo de calor), las fuerzas más o menos en orden aunque en estas últimas semanas el entreno se ha anarquizado un poco y las ganas por todo lo alto. En marcha con la “furgo” hacia el Pirineo, noche en el Camping de Graus y nos plantamos en la mañana siguiente.

Pongo el despertador a las 5 para desayunar. Un par de bocadillos de salchichón, dos yogurts, un plátano, una madalena, todo engullido en ese silencio solitario y oscuro que rodea esos momentos de madrugada previos a la salida de cualquier ultra. Me doy media horita más de sueño y otra vez arriba a las 6:15 para preparar las cosas. Quería salir sobre las 6:30 o 6:45 pero al final se hacen las 7. Bueno, en principio si todo va según lo previsto no debería haber problema para hacer la ruta con luz como el año pasado. Sello el forfait que acredita la hora de salida y el paso por los diferentes puntos y me lanzo al ataque.

Empiezo por todo lo alto. Nada más salir del camping, me encuentro con que no sé si he de cruzar un campo o coger un camino que baja por el río. Pierdo un minuto yendo de un lado a otro como un imbécil, pero finalmente encuentro el puente que cruza el río y lleva al inicio de la primera subida. Este tramo es muy agradable, entre el bosque, por encima de un pequeño embalse y metiéndose progresivamente en el valle de Noarre hasta llegar al pueblo que le da nombre.
Noarre es la imagen que aparece en la Wikipedia cuando uno busca la palabra “desconexión”. Un conjunto de bordas de madera a las que no se puede llegar en coche, situadas en un lugar idílico entre bosque y prados. Llego a la aldea después de cruzar un barrizal en el que meto la zarpa hasta la rodilla, lo cual me garantiza un inicio del día ciertamente húmedo. Sigue el camino hacia el fondo del valle por terreno favorable en el que se puede trotar bastante bien hasta que el camino se pone a subir decididamente para superar un resalte que te planta ya en un rellano situado a 2000 metros. El siguiente escalón se supera por un terreno rocoso en el que me empiezo a notar algo torpe con los palos, con algún tramo de trepada, hasta llegar a la Pleta Nova (2200m). Este año hay un montón de nieve y eso es sinónimo de mucha agua, como manifiesta el río que me encuentro delante. Tres segundos de reflexión me bastan para llegar a la conclusión de que, salvo que sufra una instantánea reencarnación en Carl Lewis, nadie me salva del remojón, así que paso tranquilamente con los pies dentro del agua y así de paso limpio las zapatillas.

Nuevo escalón hasta llegar a la cubeta de los Estanys de Guerossos y giro a la derecha en dirección al Coll de Certascan, cruzando las primeras zonas de nieve, que presagian las dificultades de después. Llego al collado (2585m) algo pasada la hora y media de recorrido, y empiezo el durísimo repecho que lleva a lo alto del Pic de Certascan por terreno de tartera fina en el que tiro de palos y riñones como un condenado. Un tramo de flanqueo poco complicado lleva a la cresta ancha y horizontal superior, antes de superar los últimos 15 metros de desnivel hasta el vértice geodésico de la cima. Llevo 1h49, 2 minutos más que el año pasado. La verdad es que me vengo un pelín abajo. Me pasa a menudo que cuando salgo con la mentalidad de superar una marca anterior, me parece que tengo que pegarle bocados al crono desde el minuto cero, como si el año pasado fuera un patata que iba de campo y playa, y ahora fuese Kilian en cuarta transformación de “superguerrer”. Intento convencerme de que el año pasado iba bien en la primera parte y que es al final cuando tengo que mejorar, pero aun así empiezo a entrar en una dinámica mental algo negativa.

Deshago el camino hasta el collado dejándome caer por la tartera con velocidad pero dedicando algo de tiempo a llevarme algo al estómago. Un trozo de Snickers y un gel. En el tema geles, como si de un casting de OT se tratara, el aspirante de hoy es Overstim, que son más líquidos y parecen adecuados para mi reconciliación con la comida sintética. Me lo tomo mientras exclamo en voz alta “Mmmmm, buenísimo!” y me imagino en un restaurante de tres estrellas Michelin. De momento funciona.

Debajo del collado me encuentro con la primera trampa seria. Una lengua de nieve, que no parece evitable, y que cuando pongo el pie en ella se revela dura y resbaladiza. Sabía que había más nieve de lo normal, pero yo esperaba sacar partido de ello en lugar de que fuese un “hándicap”. Pero no lo veo claro. La nieve no está suficientemente blanda como para clavar talones y un resbalón, en el mejor de los casos, puede acabar con los brazos y las piernas escocidos. Así que me pongo los Yatrax (ver crónica de la Ice Trail para mayor descripción) y empiezo a bajar. No sirven de gran cosa, así que bajo haciendo eses con cuidado. Entre el empanamiento que llevo, sacar los trastos estos y la torpeza al bajar debo haber perdido otros cinco minutos. Me obligo a trotar para recuperar un poco la chispa y llego al refugio de Certascan a las 2h25’.

Busco la pinza para sellar el forfait, saco algo de comida, relleno el agua (llevo un bidón de agua y otro con sales) y a por el siguiente tramo. El primer trozo es algo incómodo porque tiende a bajar pero el sendero es malo para correr y cuesta coger velocidad. Sigue un pequeño y bonito repecho con unas eses a la sombra que llevan al Collet de Llurri y de ahí descenso hacia los lagos de Romedo. Voy cumpliendo con los parciales que me había marcado pero no me quito la sensación de no ir bien de cabeza, de no ser capaz de ir más rápido que el año pasado, tal como pensaba que podría hacer. Paso por la presa del lago inferior, a donde llega una pista para 4x4 y giro al norte bordeando el lago y un rellano superior. A partir de aquí el recorrido gira a la derecha y empieza la subida al Coll de l’Artiga. Aquí coincido con los primeros excursionistas que están haciendo la travesía. La subida es dura, por terreno de bloques que hace complicado avanzar y al salir a la parte superior se vuelve más herbosa pero te encuentras con el típico terreno en el que parece que no llegas nunca porque siempre aparece más montaña por subir. Me había marcado llegar al collado a las 4h y llego con 8 o 10 minutos de adelanto. Pequeña victoria.

Pero voy a perder la ventaja en la siguiente bajada. Es un descenso técnico, entre bloques grandes en los que deberías ir saltando de uno a otro, pero yo hoy parezco un bailarín de ballet (en el improbable caso de que alguna vez lea esto un bailarín de ballet, que nadie se ofenda, el ballet está muy bien pero no era el momento…). Parece que en cada roca tenga que resolver el “to be or not to be”, debatiendo sobre si el pedrusco va a moverse o no y haciendo un análisis dinámico entre el coeficiente de rozamiento de mis zapatillas y el granito. Me voy exasperando a mí mismo. Tira “palante” y no pienses tanto, coj…!!!

Finalmente acabo la bajada en un prado a unos 2100m y empiezo la siguiente subida hacia el lago de Montestaure y la Pointe de Recós. El calor aprieta y echo un buen trago en un riachuelo porque me noto deshidratado. La subida es dura pero la paso bastante bien y llego arriba a las 4h45’, lo que me había marcado. Sigue ahora una bajadita empinada con una placa de nieve que no me decido a aprovechar y un rellano rocoso detrás del cual aparece la ladera que da acceso, a lo lejos, al refugio de Pinet. Aquí el camino se pierde, ya me había pasado las otras veces, así que decido bajar recto hacia un punto, allá abajo, donde se distingue el sendero. El terreno es empinado y la hierba resbala, así que me pego unos cuantos tortazos, pero bajo relativamente rápido y alcanzo el sendero justo a las 5h. Después de un tramo llaneando el camino gira a la derecha y sube decididamente dejando el refugio desesperantemente abajo (para los que no conocéis este tramo, nunca vayáis directos hacia el refugio, si no disponéis de material para montar una tirolina o si no queréis morir estampados en el fondo del barranco). Sorprendentemente empiezo a encontrarme mejor y más animado.
Llego al punto en que la ruta cruza el río (que ahora queda bajo dos metros de nieve) y bajo hacia el refugio, llegando a las 5h30 de carrera. He cumplido con las 3h que me había marcado para este tramo, pero necesito algo de tiempo para beber y comer, para no desfallecer y aprovechar esta recuperación que parece que se intuye.

Entro al refugio para rellenar agua y me encuentro con una acogida no muy simpática. Inciso (si eres menor de 18 años pasa al siguiente párrafo): vaya por delante que esto no es una generalización (no aplica a los otros refugios de la ruta), pero estoy hasta los huevos de encontrarme con guardas en los refugios que son auténticos gilipollas. En un refugio de montaña te encuentras desde domingueros en chanclas hasta gurús que han hecho 58 ochomiles, pasando por montañeros jubilados que hablan de los inicios del montañismo en Montserrat y Sant Llorenç del Munt, grupos de peña que grita como si el refugio fuera suyo y freaks que van corriendo por el monte como yo. Pero toda esta fauna, para bien o para mal, paga y utiliza el servicio, difunde la ruta y ayuda a mantener el tema. Si tienes antropofobia y no tienes ganas de interaccionar con este panorama, coges y te dedicas a hacer punto de cruz en una base científica de la Antártida. Entiendo que a veces haya cosas que exasperen, pero que llegues al refugio cansado y te miren con cara de “Qué coño quieres?”, pidas donde puedes coger agua con el mejor francés de que soy capaz y te suelte a toda velocidad una parrafada burlesca que sabe que obviamente no entiendes, y demás actitudes por el estilo, ese tipo de cosas me revientan hasta la saciedad. Fin de la cita, que diría aquel…

Me marcho del refugio haciendo alguna mención a su ascendencia que prefiero no reproducir e inicio la subida a la Pica d’Estats mientras me como un mini-bocata de chorizo que llevaba en la mochila. Los siguientes 10 minutos discurren de una manera un tanto esperpéntica, impulsándome con los dos bastones en una mano, mordisqueando el bocadillo, bebiendo agua para intentar empujarlo hacia el estómago y resoplando ante semejante combinación de actividades. Al final decido que ya estoy perdiendo suficiente tiempo, envuelvo como puedo el bocadillo y me lo meto por dentro de las mallas. Pierdo algo más de tiempo en un tramo de nieve inclinada donde me cruzo con un grupillo que va un poco apurado, justo antes de girar a la izquierda por el valle que lleva al Estany de Montcalm. El resto de la subida sigue sin demasiada historia. No voy mal de fuerzas pero el calor va haciendo mella y llego a lo alto de la Pica poco antes de cumplir 7 horas.

Había salido con una estimación aproximada de parciales para estar sobre 12 horas, que implicaba estar aquí en 6h45 (de todas formas la estimación estaba mal hecha). Así que unos 10 minutos de retraso, que creo que son más o menos lo que he perdido entre discutir con la tipa del refugio, la nieve y hacer malabares con el bocadillo. Sumergida entre mil banderas, cintas y demás objetos que cuelgan de la cruz de la cima, encuentro finalmente la pinza con la que tengo que sellar el forfait. Descanso un par de minutos y hago un pequeño vídeo para felicitar el cumpleaños a Francesc, compañero de fatigas en Andorra. Me lanzo para abajo.

He estado planteándome si bajar por la ruta normal, más sencilla pero más larga y con un repecho de subida antes del Coll de Sotllo, o bajar por la cresta, algo más complicado pero más directo. En tiempo debe ser similar, pero la ruta normal implica cruzar algún trozo de nieve que no me hace mucha gracia, así que me voy por la cresta. No es difícil pero tiene 2 o 3 destrepes que con los palos se hacen bastante incómodos. Para postre en el último tramo se pone a granizar, cosa que no me hace demasiada gracia. De todas formas llego al collado en unos 20 minutos, por lo que creo que ha salido a cuenta venir por aquí.

La bajada hacia la vertiente catalana es una enorme pala nevada. Con un poco más de arrojo en un par de minutos estaría abajo, no sé si corriendo o rodando. Pero no lo veo claro y bajo la primera parte siguiendo la huella y buscando trozos de roca para evitar la nieve, hasta que quedan solo unos 50 metros de desnivel y ya me pongo a hacer algo de pseudo-esquí.
El camino cruza un prado y bordea los Estanys de Estats y de Sotllo, en una sucesión de escalones que no se acaba nunca. Para ser una ruta tan concurrida el camino es bastante incómodo (eso o no estoy yendo por la autopista general) y no es fácil mantener un trote con cierta velocidad. Finalmente llego al Pla de Socauba, donde el recorrido se mete a la izquierda y va flanqueando por terreno rompepiernas para aproximarse al Refugi de Vallferrera. Aquí se pone a llover. Son 2 minutos, pero cae un chaparrón de esos que me hace ponerme el chubasquero, casi más por proteger el móvil y la mochila que por mí mismo (todo cuenta para la hidratación). Obviamente al minuto de ponérmelo deja de llover. Por lo menos, el episodio me sirve para descubrir una nueva manera rápida de llevar el chubasquero enrollado en la mano. El fragor de la bajada ha tenido consecuencias sobre el bocadillo que, si recordáis, sigue en el interior de mis mallas. El antiguo manjar ha seguido un proceso de meteorización y posterior descenso, que hace que trozos de pan, chorizo y papel de plata vayan apareciendo por la parte inferior de mi rótula. En los dos primeros casos me los voy comiendo a medida que aparecen, en el tercero los vuelvo a introducir en el ciclo. El punto positivo es que los trozos son mucho más pequeños y fáciles de comer que cuando iba dando mordiscos en la subida. Creo que bien aplicado puede ser un método de alimentación más sostenible y efectivo. Lo dejo como idea, fin del inciso desagradable…(no os quejéis, podría haberme puesto a hablar del reaprovechamiento de sales minerales del propio sudor...).

Acaba el flanqueo a la izquierda y bajo en 5 minutos por el camino que lleva al refugio. Llevo unas 8h50. Había contado 1h15’ de bajada y han sido 1h45’. Me había flipado totalmente. De hecho he llevado un ritmo bastante bueno y sorprendentemente me encuentro cada vez mejor. Un par de Aquarius en el refugio (mucho más simpáticos que en Pinet) y sigo adelante para enfrentarme al último tramo. Viene ahora un trozo favorable, con un trocito de pista y un camino junto al río por el que se corre entre bosque bastante bien. Voy muy bien de fuerzas, creo que mejor que en todo el día y subo hasta la Cabana de Bassello infinitamente mejor que el año pasado. Pero cometo el error de confiarme y no aprovechar ahora para comer y garantizar que la buena ola llegue hasta el final. Encima de la cabaña el terreno se despeja, me empieza a dar el sol y empiezo a notar la luz de la reserva. Además voy justo de agua, y llego al Estany de Baborte con mucha menos alegría que media hora antes.

Encuentro un arroyo salvador justo a orillas del lago y repongo agua. Se ha quedado un tarde espectacular. Paso bajo el refugio metálico y me acerco a la subida, de unos 100 metros de desnivel, que lleva al Coll de Sellente. Llego a las 10h25’. He recalculado objetivos y para bajar de 13h he contado estar aquí a las 10h30’ así que vamos bien para el plan B. Viene ahora un pequeño descenso de 5 minutos y se ha de estar atento para no perderse un desvío a la izquierda que lleva a un vallecito que acaba en el Coll de la Llacuna. Es la última subida seria, pero es seria de verdad. El repecho final sube a saco y llego al collado resoplando de lo lindo. Ese tramo contrasta con el altiplano que te encuentras arriba, que sube suavemente hacia la Roca Cigalera, a donde llego justo a las 11h, siguiendo con el nuevo objetivo.
Echo a trotar por este altiplano interminable hasta llegar al borde del valle de la Cabaña de Boldís, por donde se baja definitivamente a Tavascán. La cabaña es el último punto de paso para sellar el forfait. Consigo bajar con un trote bastante aceptable y continuo, ni crecido como al salir del refugio de Vallferrera, ni hundido como iba por aquí el año pasado.

Un vacío en el estómago me incita a tomar un último gel (será el cuarto de hoy, el resto del menú: dos kit kats, un snickers, un gel líquido Maxim de 160ml (muy bueno, por cierto), 2 trozos de fuet, 1,2 litros de agua con sales, 2 aquarius, agua a montones y una cantidad indeterminada del dañado bocadillo de chorizo). Mis tácticas psicológicas consiguen evitar la arcada a duras penas, pero pasados los dos minutos de secuelas recupero un puntito de energía que me va a servir para encarar la segunda parte de la bajada. Es un flanqueo a la izquierda interminable, en el que vas viendo el pueblo de Tavascan siempre desesperantemente abajo. En el último tramo tengo un momento de crisis cuando se me mete en la cabeza tomarme un botecito de un zumo de naranja energético que llevo, en un momento que no es el adecuado porque el camino es estrecho y lleno de plantas. Manipulo por la mochila y la cosa acaba conmigo metiendo el pie en un agujero y dándome un trompazo importante. Me incorporo apoyando la mano en la capital de Ortigolandia, cuyas habitantes manifiestan su descontento superponiendo sus picadas a los arañazos que arrastro de todo el día. Dolorido, renuncio al maldito zumo energético y me vuelvo a poner la mochila. Segunda caída, esta vez con un golpe en la espinilla de esos que duelen en el alma. Cuento hasta tres cruzando los dedos para que no haya sido nada grave y juro en arameo insultándome por mi propia estupidez. Vamos para abajo y dejémonos de historias, me quedan unos 45 minutos. Llego a Tavascan a las 12h27 de carrera, a ritmo de los pasodobles de la fiesta mayor.

Me había marcado las 12h30 como límite para llegar aquí, en el objetivo de bajar de 13h, así que sin parar ni un segundo enfilo la calle hormigonada por la que sigue la ruta, ante la mirada escéptica de los lugareños. Quedan unos 4 o 5 kilómetros para llegar a Graus, divididos en tres tramos para los que estimo unos 10 minutos en cada uno. Pero voy cascado y el primero de ellos, por un camino encima del río, me lleva hasta las 12h41’. Me mentalizo de que estoy más lejos de lo que pensaba y que no va a poder ser. Sigo con un trote cansino renunciando al objetivo, pero sorprendentemente llego al último tramo de camino que se desvía de la carretera, a las 12h48’. Mierda, me veo con la obligación moral de intentarlo… Maldiciendo el sistema sexagesimal y el egipcio que inventó las horas de 60 minutos y no de 61, me lanzo por el camino empujando con las piernas, con los brazos y con el alma. La ruta va por en medio del bosque así que no estoy seguro de lo que queda. Voy encendiéndome progresivamente y me imagino con la cara descompuesta de los ciclistas al subir Alpe d’Huez. A las 12h55’ el terreno se abre e intuyo el camping al otro lado del río. Desgraciadamente la ruta pasa de largo y describe una U volviendo al camping desde la parte superior del valle. Acelero a zancada limpia metiendo el pie en barro, hierba o lo que se ponga por delante. Por fin llego al desvío que baja hacia el puente desde el que me quedan unos 200m de vuelta. Miro el reloj y marca 12h58’05. Joder qué estrés... Esprinto a través de un campo y entro al camping desbocado en dirección a las escaleras que llevan a recepción. Echo un vistazo al reloj y justo cambia a 12h59’. Subo los escalones de 3 en 3, cruzo la puerta y paro el crono: 12h59’30’’.

Pongo el forfait sobre la mesa y me quedo recostado hacia delante resoplando como un pez fuera del agua, mientras espero que alguien venga. La gente del restaurante me mira con una mezcla de curiosidad e incomprensión. Finalmente viene la dueña del camping (no sé su nombre pero aprovecho para darle las gracias porque me ha tratado muy bien tanto esta vez como el año pasado) y le susurro un exhausto “dotze cinquanta-nou”. Es un buen tiempo, me felicitan, cosa que agradezco mientras empiezo a recuperar el color. Esprintar (esprintar aquí significa ir a 4’ o 4’30’’ el km, que nadie se imagine a Usain Bolt) durante 2kms con las reservas al límite después de todo el día de andar arriba y abajo, para bajar de la cifra redonda de las 13 horas, es un esfuerzo tan intenso como probablemente absurdo, pero a mí me ha dejado con esa satisfacción que tienes cuando vas superando los pequeños retos que te vas poniendo delante.

Así que un buen balance. Sinceramente yo había salido con el récord (11h57’) en la cabeza. Acabo convencido de que hoy por hoy está más allá de mis posibilidades. Con los planetas mejor alineados, sin nieve, comiendo perfecto, bla, bla, bla… quizá me hubiese visto con posibilidades de batir el segundo tiempo, 12h38’, pero bueno, ahora sentado delante del ordenador se ve todo muy fácil. A ver qué tal tiempos hace la gente durante el verano. Yo personalmente acabo contento con mi papel, contento de haber disfrutado (aunque en algún tramo de la lectura no lo parezca) y con ganas de afrontar los próximos retos.

Después de unas semanas complicadas, correr por la montaña y encontrarse con uno mismo ha sido muy especial. Me alegro de haber acabado con buenas sensaciones, de haber revivido buenos recuerdos y de sentir la satisfacción del objetivo cumplido. A quien va dedicado este relato y este pequeño éxito, espero que le traiga esos mismos recuerdos.

Besos y abrazos



3 comentarios:

  1. Hola Albert, que mochila llevas a los Ultra? La Advanced Skin 5L o 12L?

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  2. Buenas Robert,
    La de 5l. Lo que me toca hacer muchas veces es poner el impermeable encajado en el hueco de la salida del camelbak y a veces la camiseta de manga larga tambien. Siempre me habia ido bien de esa forma, hasta que en la Monte Perdido Extrem perdi el impermeable :-( Pero creo que haciendo algun apanyo para perfeccionarlo es una buena opcion...

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  3. Muy buen relato! La parte del bocadillo es tremenda! Jajaja.
    Este año parece que nos animaremos con unos amigos.
    Saludos,

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