viernes, 30 de julio de 2021

UTMB - Val d'Aran

Vienen con cuentagotas pero aquí va una de las peleadas...

Las consecuencias del COVID se han hecho sentir en los calendarios de carreras y en los planes personales de los que "perdemos" nuestro tiempo corriendo por el monte. Este es mi caso con el UTMB Val d'Aran, una de las pruebas satélite de la gran madre de las carreras, tal y como indica su propio nombre. Las características de la carrera la hacían para mí bastante más atractiva que su "jefa" de Chamonix. Una vuelta a la comarca de la Vall d'Aran siguiendo un recorrido bastante más técnico y por caminos que en buena parte no conocía, motivo de más para descubrirlos con esta excusa. En total, 162 kilómetros y 10600 metros de desnivel positivo, con partes especialmente exigentes hacia el final. Como el relato ya va a ser suficientemente largo, os dejo aquí el mapa y el perfil, me salto el viaje de aproximación y los preparativos, y me acerco ya a esa línea de salida a las 18h en la que 1000 corredores estamos preparados para arrancar hacia la incertidumbre...


Poco a poco las conversaciones cesan y me sumerjo en mí mismo mientras suena la mítica música de Vangelis. Creo que pocas canciones representan mejor una situación, como lo hace esta banda sonora con los sentimientos y sensaciones de los que estamos detrás de esa línea de salida. Con la piel de gallina va bajando el volumen y la música conecta con la cuenta atrás de Depa y ese “cero” que significa el inicio de la aventura. Allá vamos...

Salida:

Cientos de ilusionados (y acojonados) corredores salimos por la calle principal de Viella buscando nuestra posición, nuestro ritmo y nuestras piernas. Yo me las encuentro entumecidas por el rato de pie, especialmente los tendones de Aquiles que me duelen especialmente. Piso de planta para no forzarlos, solo faltaría que reventase algo a los 100 metros de empezar... Callejeamos a la derecha entre los ánimos del mucho público que se ha animado a salir a la calle. Entre ellos veo a Albert Vilardell en una esquina que me grita. Le saludo, tenemos negocios pendientes para este verano 😉. Después de unos 400 metros urbanos salimos a una pista hormigonada que se enfila por el valle del Nere. Me he colocado en la parte de delante, con unos 6 u 8 corredores a mi alrededor. Jordi Gamito saca los bastones y los demás hacemos lo propio, como guerreros siguiendo a su líder. Por mí perfecto porque yo los llevaba directamente en la mano, así que me parece bien extenderlos y empezar el baile que me tiene que llevar hasta final de carrera si todo va bien.

La pista tiene un 8-10% de esos que si te calientas puedes salirte de punto así que echo la vista al suelo y paso de todo el mundo. Me centro en mi ritmo y en mi respiración, sin cebarme absolutamente con nadie, modulando el ritmo de mi trote según la pendiente pero sin caminar en ningún momento. De vez en cuando levanto la vista… Llevo 7 u 8 delante, entre ellos algún candidato a explosión, cosa que por otra parte es normal en estas carreras… Preocúpate de que no te pase a ti, me digo… Metido en mis reflexiones llego a un tramo de sendero después de haber perdido alguna posición más. El paso a caminar normalmente me viene bien así que lo tomo con ganas y paso a un corredor mientras enlazamos algunas revueltas… Bueno, tampoco te emociones, cabeza… Efectivamente, enseguida noto un cierta pesadez que me recuerda que debo tomarme con calma esta primera subida, que únicamente sirve para entrar en carrera.

Tras salvar unos 100 metros de desnivel por el sendero salimos a una pista que llanea pasando por encima de la boca norte del túnel de Viella. Aprovecho para soltar piernas y buscar algo de frescura, sin obsesionarme con la gente que va por delante. La pista se alterna con algún tramo de bonito sendero entre el bosque y todo ello nos lleva al fondo del valle, un valle que no conocía y que es precioso, con algunas casitas de montaña en emplazamientos idílicos. En un tramo de bajada saco un trozo de membrillo y empiezo con mi pauta de alimentación. Con la boca llena y dos corredores al lado llego a un primer repecho que da entrada a la segunda parte de esta primera subida. Como de costumbre, comparado con los demás en los repechos voy mejor que en los tramos de llano o bajada, aunque para ser sincero, ahora mismo no noto que para arriba vaya mucho mejor que ellos. De hecho al salir a un prado me pasa un corredor de verde con un sombrerito blanco que me adelanta con un cambio de ritmo y zancada sorprendentemente amplia para ser una subida. Ni se me pasa por la cabeza hacer lo mismo. Salimos del bosque y ya por prados abiertos nos vamos acercando a la carpa del primer avituallamiento (líquido) que se ve ahí arriba, y donde a la entrada nos recuerdan que debemos ponernos la mascarilla.

Pomarola (km11,3 – 1h18):

Saco el vaso, echo un trago de Aquarius y sigo sin perder ni un segundo, tal y como tenía previsto. Un nuevo repecho por hierba incómoda me va acercando a un corredor de azul, mientras el del sombrerito me vuelve a pasar tras haberle adelantado yo en el avituallamiento. Más arriba veo a otros 2 o 3 corredores, no demasiado lejos. Bueno sí, demasiado lejos porque yo sigo sin sentirme Superman y como mucho aspiro a ir recortándole poco a poco al de azul hasta alcanzarle al salir a una zona llana. Le adelanto pero como contrapartida dos tipos que vienen por detrás nos adelantan a los dos. Los tíos van hablando tan panchos (en francés) y uno de ellos trota absolutamente en todos lados, como si hubiese un francotirador preparado para dispararle si se pone a caminar.

Ahí delante veo una cima a la que me temo que tenemos que subir. Mala señal que “me lo tema”. Cuando voy fino me parece bien que se alargue la subida porque es mi terreno de caza. Ahora ni fu fi fa, alcanzo a un primer cadáver que se ha pasado de rosca al principio pero al girar la cabeza veo que vienen 7 u 8 corredores bastante cerca. Salimos a la cresta justo a la derecha de la cima del Montpius, con unas vistas espectaculares del macizo de la Maladeta. Supero los últimos metros con poca agilidad y empiezo la bajada hasta el collado que nos separa del Montcorbisson. Son unos 250 metros que pasan bastante rápido. “Venga muy bien, aún top 10, vais noveno y décimo”. El noveno soy yo y el décimo un corredor de rojo que viene por detrás (Victor Bernad, creo que me suena el nombre que he visto en el dorsal). Yo 9º por poco tiempo, pero cierto es que en el siguiente repecho veo a 3 o 4 corredores no muy lejos, así que seguimos todos bastante pegados a pesar de que mis sensaciones no son muy allá.

Supero el doble repecho siguiente (Tuc de Letassi y Montcorbisson) y afronto una bajada más larga que me tiene que acercar al segundo avituallamiento. En seguida pierdo el top 10 a manos del corredor de azul de hace un rato. Me noto pesado y como cargado de piernas. Sobre los 1800 metros llego a un cruce donde enfilo a la izquierda por un camino que llanea y pica para abajo siguiendo las curvas de la montaña. Un breve descenso más acusado me deja en las carpas, donde esta vez sí paro algo más para comer e intentar mejorar las sensaciones.


Santet Gausac (km 20,5 – 2h54)

Salgo del avituallamiento sin saber si he perdido alguna otra posición y con ganas de ver si me voy sintiendo mejor. En algunos momentos me siento optimista y con ganas de trotar por todos lados y en algún otro tramo me parece que voy pesado. Especialmente en las bajadas me noto que voy lento. Me pasa en una bastante acusada que me deja en una pista que debe desembocar en la carretera de la Artiga de Lin. Creo que los peores tramos son los de bajada empinada. Me noto como chafando huevos y con agilidad cero. El tramo de pista me sienta bien porque el terreno es bueno y me permite relajar las piernas y los pies. Me pasa un tío pero acto seguido suena el reloj (lo hace cada kilómetro) y me indica 4’40’’ en el último. No está mal, vale que pica para abajo pero no obstante hay que empujar así que me quedo algo más tranquilo.

Cambiamos de tercio y al salir a las proximidades de la carretera toca volver a subir. Parece que el cambio me sienta bien y al trote paso al corredor de antes y al de azul. Las luces se van apagando y en los tramos de bosque se empieza a hacer complicado seguir el camino, pero yo voy decidido a aguantar sin frontal y aprovechar el avituallamiento de Artiga de Lin para hacer el cambio. El recorrido evita al máximo la carretera y se mete por un sendero que pasa junto a una cascada preciosa, junto a los Uelhs de Joéu, por donde sale el agua procedente del Plan de Aigualluts y el Glaciar del Aneto. A oscuras y en plan contrabandista cruzo los últimos tramos de bosque y salgo a un prado abierto con unas tonalidades muy bonitas a esta hora del anochecer. Ya solo queda describir una gran curva a la derecha y llegar al avituallamiento.

Artiga de Lin (km 30,7 – 4h09):

Saco el frontal, me tomo un sobre de patata, relleno bidones, uno con Tailwind… Todo según lo previsto. Tras 3 o 4 minutos sigo adelante dispuesto a afrontar el segundo bloque de la carrera. Me espera una subida de unos 1000 metros de desnivel en la que si voy mejorando sensaciones, espero poder recuperar terreno y posiciones. A la luz del frontal supero algún tramo embarrado que pone en duda la idoneidad de mis suelas y cruzo un río por un puente colgante detrás del cual hay un fotógrafo. Me giro el dorsal, a ver si me consigo buenas fotos para la crónica…

Salgo de los árboles y miro valle arriba buscando algún frontal al que cazar… Jops, pues sólo veo uno, sí que están lejos… Algo desanimado vuelvo a mi dinámica individual e intento centrarme en buscar mi ritmo, tener paciencia y esperar el momento en que cambien las tornas. La subida es cómoda, bastante tendida, pero con el camino relativamente incómodo así que a mí no me da para trotar en ningún momento. Intento disfrutar del placer de caminar de noche por la montaña mientras me acerco al frontal de delante pero muuuy lentamente. Allí arriba se intuye un punto donde se estrecha el valle, como si fuera un falso collado. Creo que ahí es a donde nos dirigimos, justo antes del Port de la Picada. El viento se incrementa y eso indica que hemos llegado “arriba de alguna parte”. Efectivamente, al mismo tiempo que alcanzo al corredor que me precedía llegamos a un cruce donde hay un control de paso y nos indican un giro brusco a la derecha.

Una breve subida me deja en lo alto del Tuc de Cabrirols. El terreno es incómodo pero de repente me siento con ganas de trotar. Veo una luz allí delante que parece la de uno o dos corredores. De pronto noto que algo esta cambiando y la siguiente bajada la hago con agilidad y buen ritmo, como prueba el hecho de que dejo atrás rápidamente al corredor al que he adelantado. Cruzo un collado y afronto un repecho, en lo que es el inicio de una montaña rusa que debe llevarme hasta el siguiente avituallamiento. “Surfear la buena ola”… esa es la idea. Saco la tabla de surf… y un rollito de mermelada, que al final es un tema de hidratos, y sigo trotando arriba y abajo en dinámica claramente ascendente. Es importante hacer bien este tramo, ya que son 15km con 1500 metros positivos y por terreno duro. Además en el siguiente avituallamiento esta Anna, una amiga que ha venido a hacer de voluntaria, así que me alegro de poder llegar con buena cara.

En medio de la paz de la noche sigo el terreno de sube y baja, hidratando y comiendo, echando algún trago de Tailwind… Y en uno de estos tragos se vuelve a torcer la cosa. Ya me pasó una vez en la Ronda dels Cims, en Andorra, yendo en cabeza y pletórico, un trago se me enganchó en la mucosa permanente que tengo en la garganta y al carraspear demasiado fuerte para arrancar el tema, pam, arcada y todo “pa fuera”. Me doy cuenta demasiado tarde… Camino poco a poco para intentar engañar al cuerpo pero al cabo de unos metros me tengo que doblar hacia delante y ahí se va la patata, el plátano, la sandía y vete tú a saber qué más. Mierda… Depósito vacío y sin posibilidad de llenarlo en breve, tanto por lo que queda hasta el avituallamiento como porque ahora mi sistema está sensible y no puedo llevarme cualquier cosa a la boca. En lo positivo, soy consciente de que iba a mejor y de que una vez vomitas tienes un Bonus Track de unos 15-20 minutos en los que de estómago te encuentras relajado. “Estás bien?” me grita un voluntario que acababa de dejar atrás. “Si, si, me he atragantado, no hay problema”.

Aprovecho el Bonus Track para subir un repecho bastante duro hasta el Tuc de Poilaner, donde hay un control de paso. “Cuánto queda hasta el avituallamiento?”… “Siete kilómetros… bueno seis y medio” me dice, con tono de concesión… Cómo? No me cuadra… creo que está en el 45 y ya he pasado el 40. “Si, ahora tienes un terreno de sube y baja y después ya bajas al avituallamiento”. Pues me va a costar esto… Este es uno de esos tramos que me debería haber aprendido de memoria para saber todos los repechos que me toca subir. Con la esperanza de que se hayan equivocado afronto ese sube-baja mientras el Bonus Track se acaba y va apareciendo el agujero en el estómago. Me como un trozo de plátano, que afortunadamente tolero, y eso me da 10-15 minutos sin agujero pero no muchas más energías. Poco a poco me vuelvo a apagar y lo único positivo es que en un cierto punto unos voluntarios me indican que el avituallamiento está a “15 minutos”. Afronto una bajada empinada por terreno muy incómodo y casi sin traza y me acerco a un collado donde hay una luz. Desafortunadamente no es el avituallamiento sino un coche de la policía. “Lo tienes aquí abajo!”. Venga, un poquillo más… Voy con la reserva, tengo que parar con calma y comer bien para intentar recuperar y volver a la dinámica de antes. Mientras pienso esto veo aparecer la ansiada carpa y un voluntario que viene a buscarme. “Qué número llevas?”… “El veinte”… “¡¡¡EL VEINTE!!! Este es tu avituallamiento!” me grita mientras más gritos y aplausos me reciben desde la carpa.

Coll de Baretja (km 45 – 7h09):

Realmente la energía del recibimiento es inversamente proporcional a la que debe tener mi cara. “Albert! Com vas?” me dice Anna… “Bueno, no gaire be, he començat malament, aquí m’estava recuperant però he vomitat i ara vaig buit”… Empiezo el intento de Operación Retorno a base de caldo y sigo con algo de tortilla de patatas. Vuelvo a llenar los bidones, estoy bebiendo como un poseso, esta vez uno con Coca Cola y otro con Aquarius. Llega un corredor y se va mientras yo me siento en la silla y sigo intentando recuperar fuerzas. Algo después llega otro dando saltitos, la mar de contento. En otras épocas la comparación con mi estado me hubiese deprimido, ahora ya me da igual. Llega el momento de salir, doy las gracias por la ayuda, la asistencia y la compañía. “Venga que te vas a recuperar”… “Eso seguro, no tengo duda” me sale de dentro, fruto de alguna extraña fe.

Si me voy a recuperar, lo que es seguro es que no es de inmediato. Afronto una bajada por sendero que va cortando curvas de una pista, mientras el corredor de los saltitos me sigue pisándome los talones. “Tu me dis si tu veux passer” le digo (me ha parecido que era francés)… “Ça va, ça va ce rythme’’… Llegamos a un tramo llano de pista y nos ponemos a correr en paralelo. “C’est pas très mauvais comme timing, non?” me dice… No, si el ritmo que llevamos no es malo… siempre que las sensaciones que lleves sean buenas. Cruzamos un breve sendero incómodo en que las fuerzas me vuelven a fallar y el compañero se me escapa. Casi mejor, vuelvo al modo individual y troto lo que puedo hasta la carretera del Portillon, y sigo más allá por otro tramo de pista que pica para arriba. Alterno el caminar y correr hasta una curva donde las banderolas se meten a la derecha por un camino empinado que parece de sacar madera. Se me hace bola… Mucha bola…

Me empiezan a doler los dedos de los pies de ir frenando en la bajada, síntoma típico de cuando no vas bien. Una primera tanda de descenso me deja en otra pista-camino de sendero a la izquierda, flanqueando y acercándome a Bossost. Lo único bueno es que en descenso los kilómetros pasan relativamente rápido en tiempo. Cuando falta un kilómetro según mi reloj, el recorrido se vuelve a meter a la derecha y coge otro camino empinado que además ahora es de ese empedrado de los caminos antiguos. Siempre me he preguntado qué les harían los caballos y las vacas a esa gente para construir caminos así… Incomodísimo. Bueno, para mí, no para un corredor que llega por detrás y me pasa como un avión mientras entro en el pueblo… “Ieeeep! Vinga!!”… Hombre ahí están Jordi y Àngela… “Está claro que UTMB no es lo mío” les digo recordando el UTMB de Chamonix en 2017, donde también estuvieron siguiendo la carrera. Las marcas me guían por las calles hasta llegar a un pabellón donde está montado el avituallamiento grande, primera base de vida y, más importante, el primer punto en que me encuentro con mis padres.

Bossost (km 55 – 8h24):

“Qué tal vas?”… “Pues mal”… “Venga siéntate y come”. Me siento tranquilamente y empiezo las operaciones a ritmo cansino. Como algo de arroz con tomate mientras lo paso con agua y Aquarius, con la mirada perdida en el infinito mientras entran y salen corredores. Decido cambiar de zapatillas por las otras Dynafit que son medio número más grandes, para intentar que me duelan menos los dedos. La verdad es que estoy en un punto en que si no hubiese venido nadie a verme me plantearía el abandono. Llevo 55 kilómetros y las sensaciones han sido de regulares a malas en la gran mayoría del recorrido. Pero bueno, las circunstancias no son esas y sé que plegar sin algo más de lucha se traduciría en una comida de olla tremenda el día de mañana, más aún cuando esta es prácticamente la única cita del año. Por si hubiera alguna duda, mi madre me dice que mi hermano, Elena y mis sobrinos subirán por la mañana, y me enseña un video donde salen Ares y Pau en el balcón de casa animándome “Tieeet! Tieeet!”. Vamos, ninguna duda, me levanto y me dispongo a seguir adelante.

Después de 15 minutos me han pasado varios corredores, pero ya no viene de aquí y al salir me paro un momento a hablar con Jordi y Àngela. Les hago un breve resumen de la situación hasta ahora y empiezo a trotar por las calles en dirección a Les. Lo cierto es que viene un tramo agradable y de buen trote, que no está mal para intentar recomponer la situación. Se van alternando tramos de asfalto con pistas y algún breve sendero, siempre por terreno llano o de suaves ondulaciones. El arroz se me va colocando en el estómago y siento como las fuerzas van reponiendo un poco mis piernas y sobre todo mi mente. A las 3 de la mañana, paso algunos grupillos de fiesta rezagados. Un grupo de chavales me animan junto a una fuente. “Mira que be, és bona?”… “Clar que si, tota l’aigua de la Vall és bona” me dice una chica en algo que me suena a “pero tú que te has pensado urbanita”. Echo un trago, charlamos un momento y sigo adelante entre sus ánimos, contento de la empatía de un grupo de adolescentes cuyas preocupaciones en este momento distan bastante de las mías.

Pasado Les encuentro un tramo entretenido por un senderillo que tiene unas marcas de circuito de Trail. Hay algún repecho duro pero me sirve para detectar que parece que la dinámica se está tornando en positiva. Cada vez troto de forma más consistente y ágil y los kilómetros van pasando a buen ritmo a juzgar por los parciales que me va marcando el reloj. Me acerco al valle de Toran, por un terreno que recuerdo de cuando hice el Trail Carlac, bonita carrera de tres etapas que hice en 2017. Una bajadita me deja en un puente donde empieza la subida a Canejan, un repecho de unos 150 metros de desnivel que me entra bastante bien, por una serie de revueltas por las que subo a buen paso. Como premio veo aparecer la luz de un frontal. Se trata de aquel corredor de azul, que ahora ya no va de azul. Le paso, nos animamos brevemente, y acabo de subir los últimos metros hasta Canejan, no sin antes despistarme en un desvío (y corregir gracias a una amable indicación del compañero). Llego al avituallamiento con ganas de comer e intentar consolidar la recuperación. Allí vuelven a esperarme mis padres.

Canejan (km 64, 9h53):

Me tomo algo de caldo, cojo alguna galleta y algo de chocolate. No mucho más porque este avituallamiento sólo es líquido. No obstante en 6 kilómetros tengo el de Sant Joan de Toran donde sí que tendré algo más sólido. Salgo por las calles del pueblo con mi madre acompañándome unos metros. “Voy mejor” intento tranquilizarla. La verdad es que sí que voy mejor, enseguida alcanzo al compañero, que ha pasado más fugazmente que yo por el control. El terreno es favorable y alterna subidas y bajadas pero casi siempre corribles, por lo que el ritmo global es bueno. Únicamente hay un repecho más serio poco antes de llegar a Sant Joan de Toran, y en este caso es positivo porque me sirve para despegarme de mi perseguidor. Animado, entro en las casas y me encuentro el simpático avituallamiento, donde doy buena cuenta del caldo, tortillas de patatas y, bonita sorpresa, zumo de melocotón.

Sant Joan de Toran (km 69,8, 10h49) :

Después de 15 kilómetros en dinámica positiva vuelvo a ver las cosas más claras. Viene ahora un bloque clave que me ha de llevar hasta Montgarri y Beret, y si supero esto más o menos dignamente, el resto ya será una cuenta atrás que no debería impedirme llegar a meta. No se cómo voy de posición, pero calculo que el 16º, puesto arriba o abajo. El recorrido enlaza algún tramo de sendero con pista y alguno breve de asfalto. Camino mayoritariamente pero lo hago a buen ritmo. Las marcas se van metiendo por lo que se intuye que es un valle encajonado, siguiendo un sendero de pendiente moderada casi todo el rato, pero demasiado pedregoso como para trotar, al menos para mí. Se empiezan a intuir las primeras luces cuando salgo a un tramo más abierto y me encuentro con el regalo de la luz de un frontal allá delante.

Me animo y aprieto el paso, pero sin llegar a correr porque tengo la sensación de que con tanta piedra no iré más rápido que ahora. Al ser la pendiente suave, me cuesta más recortarle la distancia al corredor que me precede y no lo hago hasta varias revueltas más adelante, cuando ya nos estamos metiendo por un valle hacia la derecha. La verdad es que no se a dónde nos dirigimos. Este valle parece ir en una dirección diferente de la que yo creo que es buena, y parece como si subiera más de la cuenta (otro ejemplo de que tenía que haber estudiado mejor el mapa). Algo más arriba aparece otro corredor en el horizonte, pero antes de alcanzarle me cruzo con dos voluntarios. “Queda mucho de subida?” … “Unos 200 metros de desnivel”… Muchos me parecen… Los casi 14 kilómetros de tramo parece que se me van a hacer largos. La tortilla de patatas ya ha bajado a los dedos de los pies, y el plátano y la compota están buenos pero tienen poca chicha. En cualquier caso la situación es mejor que hace un rato y alcanzo al corredor que tengo a la vista y que parece que va bastante peor que yo, al menos en subida.

Por fin llego a la cima y me encuentro con un tramo llano donde aprovecho para comer. Llevo un sobre de boniato que tenía previsto para el avituallamiento pero me lo empiezo y lo encuentro sorprendentemente agradable y fácil de pasar. El llano da paso a una bajada entre los primeros rayos de sol, por la bonita zona de los Lagos de Liat, únicamente interrumpida por los restos de las minas. Una bajada por un camino pedregoso me muestra un nuevo objetivo, un corredor que baja andando y que cuando le paso me hace la señal de auto-stop. Mejor tomarse las cosas con humor, claro que sí. “J’ai explosé” nos dice cuando llega al avituallamiento, que se encuentra cinco minutos más abajo. Ahí nos juntamos cuatro corredores y un quinto que justo sale cuando llegamos, ya que los dos que había pasado en la subida han bajado sorprendentemente rápido.

Pas Estret (km 83,3 – 13h21):

Balance de la situación… Podríamos decir que estoy en un 5 sobre 10. Se ha recompuesto la crisis de la primera parte de carrera pero después del rebote y buen estado entre Canejan y Sant Joan de Toran, digamos que ahora me encuentro en un estado medio en que puedo ir sobreviviendo pero sin grandes alardes ni grandes pretensiones. No estoy comiendo bien. Me diréis… pues come bien… Ya, pero es que he entrado en ese estado en que no me apetece comer los rollos de mermelada o el membrillo que llevo. Visto desde el sofá, debería haberme forzado a comérmelos… Pero es que ahora estoy en el sofá. Sea como sea, siento que llevo la dinámica en que en cada tramo a partir de la mitad empezaré a sentir ese agujero en el estómago provocado por la falta de alimento. Y no soy capaz de corregir esa dinámica…

Salgo del avituallamiento tras haberme tomado un caldo, algo de coca y algo de fruta. Cojo un par de trozos de plátano para el camino y una compota de fruta. Atravieso un llano herboso persiguiendo a los tres corredores que han salido antes (el del autostop se queda, no sé si indefinidamente). Este tramo lo conozco porque lo vinimos a reconocer con Francesc hace 15 días. Una subida escalonada en la que alcanzo a uno de los corredores, el más alto y voy más o menos al mismo ritmo que el siguiente, el francés con el que he bajado un tramo hasta Bossost. En cambio el tercero, que en la subida anterior parecía ir tieso, ha resucitado y va encendido hacia arriba, trotando a poco que puede. Yo sigo a mi ritmo y alcanzo el punto más alto de la subida, a los pies del bonito pico de Mauberme. A partir de aquí el terreno llanea y voy bordeando la montaña en dirección al Port d’Urets. Me he acercado algo al francés y eso me anima a trotar un poco en dirección al collado, donde hay una idílica cabaña que ya me llamó la atención el otro día. Paso de largo y acabo de dar alcance a mi predecesor justo al atravesar unos túneles, restos de las Minas de Urets. Todo este tramo transcurre por encima de el Llac de Montoliu y con unas vistas espectaculares de todo el valle, Aigüestortes y el Macizo de la Maladeta.

Tras los túneles afronto un tramo de bajada a la derecha, en el que veo sorprendentemente próximo al otro corredor que llevo cerca, y que va dando unos cambios de ritmo chocantes. Paso junto a un control y afronto la última rampa hasta el Coth de Montoliu. Al otro lado veo que el corredor de delante ha vuelto a acelerar y ya está en el quinto pino. Bueno, yo a lo mío, voy bajando intentando mantener un trote digno, mientras el hambre y el vacío estomacal vuelve a invadirme progresivamente. La bajada transcurre sin sobresaltos pero al llegar a la Cabana deth Horcalh (cruce de valles) me da algo de bajón y tengo que dejar de trotar. Intento caminar rápido y hago la tentativa de comerme un rollito de mermelada… Fallida… Tal como muerdo la mitad del rollito me viene una arcada y lo escupo directamente… Imposible, esto no me entra y el membrillo tres cuartos de lo mismo. Va a ser un problema…

En el último tramo del descenso paso finalmente al corredor de los cambios de ritmo, que creo que realmente aún va peor que yo. Llego al avituallamiento con el convencimiento de tener que pararme 5 minutos a comer y reponer tranquilamente. Afortunadamente, he superado un parcial importante de 15 kilómetros y el siguiente va a ser corto hasta la base de vida de Beret, donde volveré a tener comida sólida.

Montgarri (km 97,6 – 15h35)

Salgo con el estómago algo repuesto y confiado por el hecho de que este tramo parece corto y apacible. Desafortunadamente, el recorrido real no es por la pista que recorrimos Francesc y yo el otro día, si no que se mete por un sendero que empieza con un repecho considerable. En lo positivo, el camino va a la sombra y no es demasiado irregular, por lo que puedo caminar bastante rápido por él. “Albeeert!!”… Hombre, Marta!... “Com vas?”… “Bueno… ahí voy”… “Vinga que vas tercer!”… “Tercer, que va, que va, n’hi tinc molts més davant”… Tercero de los que vamos cerca debe ser… “Queda molta pujada?” (vamos a lo inmediatamente importante)… “No, no, ja ho tens aquí mateix”… Mejor… Acabo de subir un poco y efectivamente el camino pasa a llanear, primero por el bosque y después cada vez más entre prados.

De repente llegan más ánimos por delante. Dos bicis se acercan a mí, Jordi y Àngela, qué bien poder ofrecer mejor cara (que no quiere decir buena cara) que hace unas horas. “Vas 7é”… “Segur?”… “Sí, si, el 6é acaba de pasar i va com tu”… Osti, esto sí que es una sorpresa. No esperaba estar tan adelante. No sé donde han explotado pero yo contaba que tenia por delante casi el doble. Al poco aparece también Óscar Monclús, que me confirma la situación. “Digueu-li a ma mare que prepari sobres de boniato o patata que és l’únic que puc menjar”. Con ganas de gente y avituallamiento recorro los últimos prados antes de llegar al edificio de la estación de Beret, donde está situado el avituallamiento. Allí están mis padres, Jordi, Àngela y Anna, que después de su noche en el avituallamiento se ha acercado para seguir la carrera. Momento de repostar bien y ver si el arroz me sienta tan bien como me sentó en Bossost.

Beret (km 103,2 – 16h31):

Me siento en la mesa donde mi madre tiene las cosas preparadas y me pongo con el arroz. Mientras como preparamos el cambio de comida pero nos damos cuenta de que únicamente está la bolsa que tenía prevista para este avituallamiento y no la patata y boniato que había de recambio, con lo cual sólo voy a poderme llevar una ración. La verdad es que me quedo un poco chafado porque el resto de comida no la voy a poder aprovechar visto lo visto. Tendré que tirar de este sobre y lo que vaya cogiendo de los avituallamientos. Intento comer un poco más de arroz pero llega un momento que ya estoy medio lleno y me da miedo que me siente mal, así que cambio de zapatillas (las Dynafit me empezaban a rozar en el tobillo) y me paso a las Hoka. Parada técnica en el lavabo y listo para seguir. No están siendo los avituallamientos más rápidos (17 minutos) pero no me queda otra. “El Kike, la Elena y los niños están esperándote más adelante”. Venga pues vamos a darles un abrazo…

Salgo en 8ª posición un poco por detrás del corredor alto de hace un rato, que parece que ha recuperado. El 6º se llama Rafa y ha salido mientras yo estaba dentro así que somos los que estamos más o menos juntos. En seguida alcanzo al 7º y cruzamos los prados de Beret en dirección al punto donde empieza a bajar la carretera. En una pista oigo unos gritos “Tieeet! Tieeet!” Ahí está toda la familia, qué ilusión! Me salgo del camino y nos damos un abrazo con mis sobrinos, aunque Pau está un poco descolocado. Hablamos un momento y nos despedimos hasta Salardú. Salgo detrás del otro corredor, que me ha sacado unos metros y empiezo a bajar por el largo pero cómodo camino que lleva hasta Bagergue. La bajada discurre sin mayores problemas, centrándome en digerir bien el arroz con un ritmo estable aunque mi predecesor me va sacando algunos metros extra. Pasado Bagergue enfilo el antiguo camino que unía este pueblo con Unha y Salardú, algo mas pedregoso pero razonable vistos los sitios por los que hemos pasado. A la llegada a Salardú me encuentro con un pequeño repecho donde vuelvo a ver y alcanzo al 7º, por lo que llegamos juntos al avituallamiento. Aquí vuelvo a encontrarme con mis padres, mi hermano, Elena y los peques.

Salardu (km 112,1 – 17h54):

Entro a un pabellón donde está la comida y me pido un caldo y cojo algo de fruta. También cojo plátano y compota para el camino. Me entran ganas de salir a pasar unos momentos con la familia, por lo que descuido algo la alimentación… Error…(aunque hubiese sido un detalle tener el avituallamiento en las carpas de fuera, la verdad). Nos echamos una foto todos juntos y me dispongo a salir. La verdad es que entre la compañía y que el arroz está en su punto álgido de rendimiento he recuperado un poco el optimismo. Salgo al trote calle abajo entre los ánimos de la gente de las terrazas, cosa que me da un plus de energía extra. A ver cuánto dura…

La salida del pueblo es en dirección a la Vall de Ruda, la de los lagos de Saboredo. Paso un tramo asfaltado donde alterno caminar y correr en función de la pendiente y llego al pueblo de Tredós. Veo un tipo que me anima y tiene pinta de conocer el recorrido y le pregunto. “Cómo es lo que viene ahora?”… “Pues mira, tienes el Camí de les Bruixes y después un trozo de pista hasta el subidote, que es duro y con muchas piedras”… “Vale, gracias, está lejos donde se coge el camino de subida?”… “Nada, cogerás la pista y un kilómetro o así”… “Ok, perfecto”… “Venga, que el Gamito ha pasado hace 5 minutos”… Era completamente mentira, pero en ese momento la verdad es que imaginarme el top 5 tan cerca me da un subidón (como digo no era cierto ni de coña, lo debió confundir con el 6º, aunque se parecen como un huevo a una castaña).

Con las fuerzas y el ánimo en un buen momento afronto el Camí de les Bruixes a buen ritmo y salgo a la pista de la Vall de Ruda. El sol está pegando en todo su esplendor y la pendiente pica un poco, así que decido hacerla caminando, aunque mantengo una buena velocidad (entre 6 y 7 km/h). El kilómetro que me había dicho el tipo era igual de cierto que lo del Gamito, y el tramo se me hace largo de narices. “Siguen las marcas por ahí delante?” pregunto a una pareja que baja. “Si, si, ahí te queda un poco hasta el desvío… Venga que haces muy buena cara!”… Pues sí que he tenido ratos peores, aunque después del subidón de hace 3 o 4 kms el sol me ha vuelto a poner en mi sitio. Por fin, llego al cartel donde las marcas giran a la derecha. Miro arriba y veo a Rafa (el 6º) afrontando un repecho de aúpa. Venga… ritmillo, sin cebarse y arriba.

Anclo los bastones y me pongo en dinámica paso-bastón-respiración. Paso el repecho dignamente e intento recuperar en los tramos donde la pendiente cede un poco. El sendero no está mal y afortunadamente va entre árboles. Al cabo de poco alcanzo a Rafa, que me deja pasar. Aunque cada vez voy menos alegre llevo algo más de ritmo y me separo con bastante rapidez, por lo menos al principio. Voy echando la vista arriba intentando imaginar dónde se va a acabar la subida. No conozco esta zona y una vez más debería haberme estudiado mejor el mapa para saber si llega hasta arriba del todo de la montaña que veo o si me va a dar un respiro flanqueando por la derecha y bajando al otro lado. El camino va bordeando y la pendiente cede, pero detrás de una rampa siempre aparece otra y la montaña parece no tener fin, mientras mi batería se va apagando nuevamente. Un caminante viene de frente… “Queda mucho?”… “Nada, nada, ya casi estás arriba”… El casi se me sigue haciendo largo y llego arriba nuevamente con sensación de vacío en las piernas y en el estómago y acordándome de la comida del avituallamiento.

Cruzo unos prados donde debería trotar pero a la que lo pruebo es como si el vacío del estómago se incrementase y me entra mucho malestar, así que camino esperando que se estabilice la cosa. Pruebo de engañar al cuerpo con tragos de agua o de Coca-Cola, pero no cuela demasiado. Para más inri, el tipo de Tredós me ha dicho que había una bajada de piedras. Afortunadamente también ha mentido en esto y en lugar de eso me encuentro con una pista, no muy cómoda pero aceptable, por donde van bajando las marcas. Me dejo caer trotando cansinamente, pero estoy pidiendo a gritos el avituallamiento y la comida. En una de estas, mi estómago dice basta y hace una amago de arcada. Vuelvo a intentar controlar el tema pero qué va, unos pasos más adelante me inclino hacia delante y empieza el festival… Solo que esta vez no hay nada que sacar. Mi concierto particular de punk discurre de una forma bastante patética, primero de pie y después tumbado al borde de la pista para que al doblarme no se me oprima la barriga, cosa que me resulta bastante desagradable. Sigue sin salir nada, pero a base de berridos y por algún misterioso mecanismo traqueal las arcadas retroceden y vuelvo a levantarme. Rafa no ha llegado todavía así no debe ir muy fino tampoco. En lo positivo, el episodio me deja con el organismo algo más ordenado y vuelvo a disfrutar de ese Bonus Track del que os hablaba antes. Incluso me permito trotar un poco por la pista, que me deja al fondo del valle, en la pista principal de Colomers y a la vista del avituallamiento de Banhs de Tredós.

Banhs de Tredós (km 123,6 – 19h59):

Ahora sí, es momento del boniato, de caldo y de lo que sea. Cojo también plátano y compota para el camino y repongo líquido. Este es el tramo clave. Son 15 kilómetros hasta el avituallamiento de Colomers, la última gran subida, y un tramo que no conozco. “Tengo opciones de alcanzar al 5º?” pregunto. “Bufff, si quieres que te diga la verdad, no, hace mucho que ha pasado”… “No sabes cómo me alegro de oír eso” digo medio en broma, aunque francamente tal como voy casi que me alegro de estar libre de presiones y no tener más lucha que la de acabar. Mientras hablamos Rafa llega y pasa de largo del avituallamiento porque ha hecho la asistencia antes con su hermano. Eso me activa y al cabo de un minuto salgo yo también, dispuesto a afrontar la principal dificultad que me queda.

El primer tramo es de pista, con algún tramo trotable, aunque yo prefiero en general caminar rápido para hacer la digestión bien y guardar fuerzas, ya que la velocidad tampoco varía mucho. Al cabo de un par de kilómetros las marcas se meten a la izquierda y afronto un sendero que enseguida se vuelve incómodo, con una traza que se mueve entre grandes bloques, cada vez con más pendiente. Alcanzo a Rafa, le paso de nuevo y otra vez me separo con relativa rapidez. El sendero se dirige muy a la izquierda, como si quisiera ir hacia el Coll de Sendrosa que conecta con el valle de Saboredo. Nunca había pasado por aquí y la verdad es que como aperitivo sienta terrible. Hay tramos en los que prácticamente hay que trepar, el sol está cayendo a plomo y pensar que esto sólo es el inicio de las hostilidades me está haciendo gastar balas de energía mental antes de tiempo. Finalmente el terreno cede y llego a un punto que conozco porque forma parte de la travesía Carros de Foc. El camino gira a la derecha y pasa junto a un par de laguitos, alternando subidas y bajadas cortas. Este primer envite me ha dejado ya en un modo supervivencia y antes de tiempo ya estoy deseando llegar a lo alto de la subida.


En lugar de eso, se van sucediendo subidas y bajadas y tengo la sensación de no estar ganando nada de desnivel. Identifico un desvío en el que a la derecha iría hacia el refugio de Colomers. Ahora voy a la izquierda, y en breve llego al Estany Llong. El camino lo bordea por la derecha a base de más repechos y descensos. Además el sendero es el típico de hierba entre rocas que encuentras en Aigüestortes, y en mi estado se me está haciendo bastante bola. Sigo viendo un lago a mi izquierda y ya no se si aún es el Estany Long que está haciendo honor a su nombre o si ya he pasado a otro (espero que sí). Voy avanzando con el deseo de que por fin llegue un repecho que suba sin trampas y me acerque a esos 2600 metros a los que tengo que llegar. Basta ya de subidas que después tengo que bajar por favor… Nada, no hay manera… Después del Estany Long viene el Redó, y después el Obago, que en esta ocasión me parece enorme. Afortunadamente después de este viene una subida que parece que sí es de verdad, y que me va a permitir ganar 150 o 200 metros por lo menos. A medio repecho me cruzo con dos chicas que bajan y me animan…”Gracias, queda mucho de subida?” (mi ya clásica pregunta)… “Hombre, pues un poco sí que te queda…”… Mejor, sinceridad…

Sigo subiendo por terreno incómodo (o al menos que en mi estado se me hace incómodo) y supero finalmente el escalón, con lo que se abre el panorama a la derecha... Joder… Un lomo rocoso baja de sur a norte, y lo veo desesperantemente alto. Pero tengo que cruzar eso por algún lado, no puede ser de otra manera. Desmoralizado por la visión sigo las marcas que rodean el Estanh de Podo y me dispongo a afrontar lo que parece el repecho definitivo sin mirar hacia arriba. Mi ritmo es ya de himalayista, con pasos cortos y lentos. En algún punto hay que poner las manos y para ello me tengo que parar un par de segundos a coger aire. Finalmente llego arriba del paso, donde me encuentro con un control. “Vaya tela…” digo a modo de saludo.

“Sigue siendo técnico pero en bajada”… Me dejo caer al otro lado pero mi ritmo sigue siendo cansino. Estoy sin fuerzas, ni físicas, ni psicológicas ni intelectuales, con lo cual simplemente avanzo sin pensar demasiado en lo que tengo que hacer. Cojo algo de agua en un riachuelo y sigo bajando por las marcas, con toda una retahíla de lagos que describen una forma escalonada allá delante. Lejos de suponerme ningún alivio, la bajada me sigue desgastando y cada vez me siento más débil. Voy caminando torpe, me siento con sueño y vuelve el agujero en el estómago. En un momento dado me apoyo contra una roca, pero llego a la conclusión de que no es buena idea y sigo caminando para salir de allí lo antes posible. Así se van sucediendo pequeñas bajadas entre hierba y roca, mientras van pasando lagos a mi izquierda, no sé cuántos, me pareció que habían unos 500… En un momento de lucidez recuerdo que me queda un trozo de plátano y una compota en los bolsillos. Sería muy absurdo y estúpido que me diese un telele y me encontrasen con comida en los bolsillos. Me llevo el plátano a la boca cruzando los dedos para que lo tolere… Bien, parece que entra… La compota también… Perfecto… No es que me resuelva gran cosa, pero algo es algo.


En medio de esta dinámica bastante crítica decido que es cuestión de llegar al avituallamiento y
 abandonar allí. Una cosa es ir cansado, pero es que aquí tengo la situación cogida con pinzas. Creo que siempre hago lo posible por gestionar las dificultades y buscar soluciones, dentro de lo razonable, pero es que ahora voy tieso y absolutamente sin cartas que jugar. Vacío total y sin control de la situación. En medio de estos pensamientos me cruzo con una pareja de franceses, a los que saludo y les cuento un poco mis penas. Un poco más abajo por fin identifico la entrada al valle que va a Port de Caldes. De aquí sólo es girar a la derecha y encuentro el desvío al refugio de Colomers. Me acerco al edificio y lo rodeo… Dónde está el avituallamiento?...

“Dónde está el avituallamiento?” pregunto a unos excursionistas… “Las bebidas se piden adentro” me responde con cara de quien mira a un marciano… Mierda, aquí no hay ningún avituallamiento… Vuelvo al camino principal y me encuentro a la dos chicas de antes… “el avituallamiento está hacia el refugio antiguo”… Les cuento mi situación y me voy en esa dirección recuperando las marcas. Al cabo de 500 metros llego al refugio antiguo… Tampoco hay ninguna actividad… “Has visto el avituallamiento?” le pregunto a un hombre… “Uy sí, está abajo, a media hora”… Se me cae el mundo a los pies… Cómo que a media hora... El avituallamiento de “Colomers” no debería estar en el refugio o en el lago de Colomers? Lo había dado por sentado… Aún más desanimado cruzo la presa y me dejo caer por el camino, alcanzando a algunos excursionistas que han hecho el paseo hasta los lagos. Se me ha pasado el mareo de hace un rato, pero sigo sin fuerzas y totalmente desconectado. Por el camino me encuentro con un grupo que parece de la organización… “Hay algún médico en el avituallamiento?”… “Si, si, que te pasa?”… “He ido muy mal en la bajada, no puedo comer bien y no tengo fuerzas”… “Quieres que te vengan a buscar?”… Bueno, si es aquí abajo ya voy tirando… Al cabo de poco salgo a la pista y veo las carpas a 50 metros. Llego, me siento en un banco. “No tengo fuerzas y me he encontrado muy mal en la bajada. Abandono”.

Colomers (o pista del Coll de Pruedo. Km 138,7 – 23h46):


Tiro la mochila encima de una mesa y me dejo de caer en una silla. La primera sensación es de alivio.
 Ya no tengo que preocuparme por seguir bajando, puedo descansar sin miedo a quedarme tirado junto a una roca en medio de la nada, hay comida para poder recomponerme poco a poco… Charlo un poco con las voluntarias del avituallamiento, que parecen sorprendidas de que quiera abandonar. Yo estoy sorprendido de que después de llegar pidiendo a un médico, estén sorprendidas de que quiera abandonar. “No es la primera vez que hago esto y nunca abandono ‘simplemente’ por estar cansado, pero he pasado un mal rato y no quiero volver a lo mismo así que hasta aquí he llegado”. Saco el teléfono y busco cobertura… Parece haber en una esquina de la carpa… Pruebo de llamar a mi padre, a mi madre… Nada… Estarán ya en Pont de Ressec? No habrá cobertura allí?... Sigo con el repertorio, Jordi, Àngela, Anna, Elena… Incluso mi hermano, que ya se ha ido camino de Lleida… Nadie me lo coge. En el avituallamiento tienen WiFi así que pruebo también de llamar por whatsapp… Nada… Me siento y sigo descansando y comiendo algo… Vuelvo a probar al cabo de un rato… Nada… Qué hago? Tengo que bajar unos 3 o 4 kilómetros hasta Banhs de Tredós, pero no tengo ni dinero para un taxi. Puede que alguien me lleve a algún sitio, pero si no puedo comunicarme, qué hago? Va pasando el rato y tras una tercera prueba la dirección de mis pensamientos va cambiando de rumbo. Si no me contestan es porque están en Ressec… Llevo 40 minutos aquí parado y mi cuerpo se ha asentado un poco. He comido, bebido y dentro de lo que cabe parece que he recuperado la compostura. Quizá lo mejor es seguir adelante tranquilamente, superar los 400 metros de desnivel que tengo ahora hasta el Pas de Ribereta, que ya no me parecen un muro insalvable, y bajar caminando por el otro lado para encontrármelos en Pont de Ressec. Si me vuelvo a encontrar mal, por lo menos sé que la bajada la recuerdo bastante más cómoda, hay pista en buena parte de ella y podré llegar a donde están ellos sin la crisis de antes. “Me voy a Pont de Ressec pues”… “Tal como vas tendrás unas 2 horas”, me dicen. Me preocupa también que ellos sepan que me estoy moviendo… “Si salgo ellos lo saben a través del seguimiento, no?”… “Sí, si, lo saben” (unas narices…)

Así que después de 40 minutos parado en el avituallamiento vuelvo a arrancar. “Mira, por ahí bajan más” es lo último que oigo del avituallamiento… En el fondo estoy contento por la sensación de seguir en carrera, y tal como empiezo a caminar me invade la sensación de que al final voy a conseguir terminarla. Tras 500 metros de pista las marcas tuercen a la izquierda y suben por un repecho tremendo. Intento adoptar un ritmo sostenible con los bastones y lo supero bastante bien. Me animo y enlazo varios flanqueos de pendiente moderada caminando a buen ritmo. Los escalones de la montaña van dando lugar a más montaña pero eso no me afecta a la moral, lo cual representa otro buen indicador. Finalmente alcanzo el collado, ya con la idea del abandono totalmente fuera de mi cabeza. Ahora empiezo a pensar en esos corredores que llegaban cuando yo salía… no quiero que me alcancen.

Me como un trozo de plátano y empiezo al bajada trotando con algo de agilidad. No está mal, el camino es bastante técnico pero bajo dignamente, por lo menos a un ritmo competitivo para las alturas de carrera en las que estoy. Un primer tramo más empinado da paso a un flanqueo hasta los Lagos de Ribereta. Un poco más abajo aparece la pista que recordaba, pero las marcas la siguen por poco tiempo y se meten por trazas de sendero que van más cerca del río. No me importa demasiado, voy mejor y ya estoy bastante abajo. El sendero me parece cómodo y bonito en medio del bosque. Alargo el paso mientras las marcas flanquean a la derecha. Empieza a aparecer de nuevo el agujero del estómago pero no deben quedar más de 1 o 2 kilómetros. Finalmente un giro a la derecha me deja en un sendero que baja hacia una pista, la cruza un par de veces y sale a otra que parece la principal. Al salir de los árboles aparece, muy cerca, la carpa del avituallamiento y de repente oigo unos gritos de alegría. Yo no grito pero la alegría es la misma al ver cómo están ahí tod@s. Un gran momento, llego al avituallamiento en pleno subidón. “Os he llamado a todos, ahora os explico…”

Pont de Réssec (km 147,3 – 25h58’) :

Me siento dentro de la carpa junto a mi madre y la comida y bebida que tiene preparada en una mesa. La verdad es que esta base de vida está ubicada de forma un poco extraña porque sólo quedan 15 kilómetros hasta meta, así que más que comer muy sólido mi idea, ahora que vuelvo a estar en modo “finisher”, es comer algo de patata con líquido, coger algo de plátano y compota y seguir adelante. Mientras estoy sentado se acerca Elena con Pau y Ares, que me trae un ramo de florecillas que ha cogido mientras me esperaban. Me saca una sonrisa de oreja a oreja y se me pone la piel de gallina. Les explico más o menos lo que ha pasado y por qué he tardado tanto, pero intento tranquilizarles con la idea de que ya voy mucho mejor (que es cierto) y que no hay duda de que llego a meta. Me encuentro también con la sorpresa de que voy 6º (pensaba que Rafa me habría pasado cuando me he desviado hacia el refugio). Pensando en términos de la competición, la verdad es que he venido bastante bien así que no creo que me hayan recortado los que llegaban a Colomers cuando yo he salido, aunque tampoco estarán muy lejos… Efectivamente, de repente llega un tipo corriendo por la puerta de la carpa. Osti, cómo va este… y no lo he visto en toda la carrera, así que va de menos a más. Me activo… Venga, vamos a por el último trozo. Tiene pinta de que este viene como un tiro, pero por lo menos que le cueste pillarme…

Me levanto y salgo del avituallamiento. Hablo un momento con mi padre, Anna, Jordi y Àngela y les hago un resumen del tema a ellos también. Jordi y Àngela me acompañan unos metros con la bici mientras troto por la pista. “Ese viene como un tiro” les digo… “Si, si, y dicen que este trozo es complicado”… “Bueno, esto ya me lo conozco… Y voy mejor, así que al menos por lo que queda vamos a pelearlo”… Se me activa el modo “competi” y empiezo la subida (penúltima) caminando con paso amplio. Creo que podría trotar porque la pendiente es suave, pero prefiero poner mi marcheta de paso amplio, con la que creo que sólo voy un poco más lento que al trote y en cambio creo que va a ser más sostenible para cubrir los 700-800 metros de desnivel con garantías. Son cinco revueltas de pista y entonces engancho el camino, que ya tiene más pendiente. Llego al sendero y pongo el piloto automático, mirada al suelo, paso-bastón-respiración… Me pierdo en mis pensamientos, en la montaña rusa que ha sido esta carrera y las dificultades por las que he pasado. Empiezo a tener la típica obsesión con los sonidos detrás de mí y voy mirando de reojo esperando ver en cualquier momento a mi perseguidor. Nada, mira para delante… Nunca se ha de mirar para detrás, lo sabes de sobras, sólo delante… Consigo olvidarme de mi retaguardia por un rato y voy superando revueltas manteniendo un buen ritmo. Me ayuda mucho conocer este tramo de hace dos semanas, por eso mismo vine, porque sabía que probablemente lo necesitaría. El bosque se va aclarando y salgo a zona de prado. Aquí probablemente vea qué ventaja llevo. Bueno si es mucha, malo si es poca y mi perseguidor huele sangre. Voy superando escalones, jugando al escondite con el relieve de la montaña. No le veo… No aparece… Las últimas pendientes hasta el collado son bastante exigentes, pero voy razonablemente bien. Me giro por última vez, no le veo. Como mínimo no me ha recortado nada, y no le llevo menos de 10 minutos. Bien…

Cruzo el collado y me tomo un momento de respiro para comerme un trozo de plátano y la enésima compota. Vienen 300 metros de bajada hasta el último avituallamiento. Me duelen las piernas y no estoy en mi estado más ágil, pero me fuerzo a bajar activo, para mantener un buen ritmo y no perder lo que he mantenido con el esfuerzo de la subida. El sendero es exigente y los cuádriceps sufren con esta pendiente a estas alturas de la carrera, pero bajo bastante bien y en menos de 15 minutos estoy abajo. No he de perder mucho tiempo, reponer líquido en un flask, sacar el frontal, comer algo de fruta y adelante.

Santet d’Escunhau (km 153,9 – 27h32’):

Resuelvo el tema rápidamente mientras miro hacia arriba tímidamente. No me parece ver a nadie. Venga, me voy… Salgo y empiezo un flanqueo hacia la izquierda. Esta subida también la conozco, afortunadamente, porque es un repecho de los que duele. Pasado el flanqueo las banderolas giran a la derecha por unas trazas de sendero bastante discretas que suben de frente, sin rodeos. Más allá giran a la derecha sin aflojar la pendiente y van bordeando la montaña. Eso me deja en unos prados que no se ven desde el avituallamiento, lo cual ya me va bien, cuanto más lejos crea que estoy, mejor. Sigo subiendo por los prados en dirección a un lomo que si no recuerdo mal ya está a la altura del collado. Ahí me espera otro control de paso. “Com vas?”… “Be, i vosaltres?”… Con ganas de llegar, ya, eso sí. Empiezo un flanqueo a la izquierda que me va a dejar en el collado. Miro hacia abajo y veo el frontal de mi perseguidor. Yo todavía lo llevaba apagado, en mi plan de incógnito, pero creo que ahora es momento de encenderlo y que vea donde estoy, a ver si con un poco de suerte abandona la persecución. Para acabar de condimentar el juego psicológico me pongo a trotar. Creo que le llevo casi 20 minutos. Tiene que ser suficiente…

Cruzo el collado y al otro lado me recibe una vista espectacular, con una luz rojiza sobre un mar de nubes que cubre la parte baja del Valle de Aran. Qué paz… En el fondo del valle brillan las luces de Viella, el objetivo al que me dirijo. El momento en que inicio la última bajada es un gran momento. Me activo para asegurar el tiro, ya que sospecho que él va fuerte en las bajadas. No estoy para muchas alegrías muscularmente y la pista es incómoda, con muchas piedras, pero voy trotando como puedo. La pendiente se allana y siento que la naturaleza me está llamando con más fuerza de la que quizá sea capaz de soportar hasta abajo. Creo que me lo puedo permitir…


Terminadas las gestiones sigo por un prado entre vacas y enlazo de nuevo con la pista hasta el lomo de la montaña a la derecha. Echo algunos vistazos atrás y no aparece nadie. Las marcas se meten a la derecha y bajan por un prado, prácticamente sin sendero y por una pendiente bastante fuerte. El bosque va ganando terreno y pongo el piloto automático, pensando únicamente en mantener un ritmo mínimamente ágil que haga que mi perseguidor no me alcance a no ser que se convierta de repente en Eliud Kipchoge. Los parciales por kilómetro me indican una velocidad de 8-9 por hora, así que creo que está más o menos controlado. El recorrido
 va siguiendo un sendero que va cortando las revueltas de la pista. El reloj me marca 160 kilómetros recorridos… empiezo la cuenta atrás… Las luces se van acercando y después de varias revueltas, por fin, el camino sale a una pista hormigonada, la misma por la que empezamos la carrera. Giro a la derecha y veo las luces que indican la entrada del pueblo. Sólo queda disfrutar del momento y de la satisfacción de, después de todo lo vivido, haber superado las dificultades y haber llegado a la meta. La cercanía de la meta me hace aumentar el ritmo. Me giro una par de veces para certificar que no va a haber sorpresas y entro a la parte superior de Viella. Todavía es hora de que haya gente en la calle… los ánimos se agradecen. Saludo levantando el bastón a gente en la acera y en los balcones. De repente veo una figura familiar allí delante… mi madre ha venido a acompañarme los últimos metros. Se pone a correr detrás de mí junto con una chica con la que creo que van a correr normalmente. Así de bien acompañado callejeo siguiendo las marcas hacia la derecha y hasta la calle principal, que ya es la recta de meta. Allí los ánimos cada vez son más… Jordi y Àngela, que están cenando en una terraza, con Francesc, hermano de Àngela, que desafortunadamente ha tenido que abandonar. Los gritos sinceros me llevan en volandas, con una zancada absolutamente irreal que me acerca a ese arco de meta que se ve ahí al fondo y que saboreo como muy pocas veces.

Meta (Km 162, 28h59):

Creo que siempre tendemos a acabar con la sensación de que ha sido especialmente duro, pero creo también que esta vez es especialmente cierto. Pocas veces me he planteado seriamente abandonar... me viene a la cabeza la Swiss Peaks de 2019, cuando seguí gracias a un ramalazo de fuerza de voluntad cuando estaba sentado al lado de un coche que me tenía que sacar de un inicio de carrera muy poco prometedor. No obstante, esta vez estuve bastante más cerca... de hecho con que alguien me hubiese respondido en cualquiera de las 8 o 10 llamadas que hice, mi carrera hubiese acabado irremediablemente en el kilómetro 139. Creo también que no hubiese sido mala decisión y quiero pensar que no me hubiese comido mucho la cabeza al día siguiente... aunque de eso no estoy convencido. Pero siendo sincero y con el paso de los días, estoy contento de haber continuado, sea en parte de casualidad o por haber acabado tomando esa decisión. 

En las lista de cosas negativas o a mejorar, y aunque siempre es fácil de decir desde el sofá, creo que la principal es el no haber tenido la claridad de ideas para cambiar la dinámica de alimentación. Creo que en la situación en que estaba en el kilómetro 65-70 debería haber sido capaz de subirme a la buena ola, forzándome a comer correctamente tanto en el avituallamiento como en medio de los tramos largos que había entre Sant Joan de Toran y Montgarri. Seguramente también hay algún problema que hizo que se me atragantasen esos 30 primeros kilómetros. No sé si la falta de carreras, de descanso, de alimentación adecuada previo a la carrera... No se, pero no son normales esas sensaciones después de haber tenido buen feeling y buenos números en la mayor parte de los entrenos previos.

Y es mejor acabar con lo positivo... Desde el punto de vista individual creo que me quedo con la paciencia y la perseverancia para aguantar tantas horas a pesar de que la mayor parte de ellas las sensaciones eran más bien regulares o malas. Pero antes que lo individual me quedaría con la llegada a Pont de Ressec y esos gritos que todavía oigo y que simbolizan la suerte que tengo de haber compartido una aventura y una ilusión.

Besos y abrazos

No hay comentarios:

Publicar un comentario