jueves, 10 de octubre de 2019

Swiss Peaks (2ª parte)


... Por si has llegado a este post despistad@, decirte que hay una primera parte en http://cronicasdeskyrunning.blogspot.com/2019/09/swiss-peaks-1-parte.html, por si quieres ver de dónde aparece esto. Es larga, seguramente pesada, pero está escrita con cariño :-) ...

Segundos más tarde de mi alarde me encuentro bajando por un terraplén empinado con el subidón propio de haber escapado del pozo, al menos provisionalmente. Un breve descenso me deja en un tramo llano que flanquea hacia la derecha que vuelve a llegar prácticamente hasta la carretera. Lo recorro a buen ritmo, activado por la adrenalina y el subidón de haber escapado momentáneamente de la boca del lobo. Bajo deseando que el río esté lo más cerca posible, sobre todo para que sea más corta la subida de después. El sonido se va acercando y finalmente aparece una pista y un puente que atraviesa el torrente. Las marcas siguen por la pista durante un breve tramo que sirve de calentamiento para lo que se avecina. Ha llegado el momento de la verdad: recuperación o confirmación de la debacle.
Los reflectantes me meten por un sendero que empieza subiendo de forma moderada y hasta relativamente agradable. Cojo la dinàmica de paso-bastón-respiración, con la ilusión de que las cosas hayan cambiado. Miro el reloj... Las 21h30... Así tengo una referencia de cuánto llevo y cuánto me falta. Son 1600 metros... Deberían costarme unas 2 horas si la subida es más o menos directa. Vamos a ver... Pongo el piloto automático y me dejo llevar por los sonidos de la noche. Me gusta este momento de las carreras, estas primeras horas de oscuridad. La temperatura es buena, con un fresquito que se agradece para afrontar el ascenso. La primera hora de subida pasa de forma bastante agradable. Aparece alguna casa adormecida al borde del camino. No sé cómo deben acceder, pero qué tranquilidad vivir aquí. Me llega un sonido a los oidos... “sht, sht, sht, sht,...”... anda, aspersores... Lógico, riegan la parcela por la noche para aprovechar que hay menos evaporación y que absorban más las plantas...
Entreteniéndome con estas reflexiones llego a un punto en que el sendero gira a la izquierda y parece querer subir de forma más directa. Levanto la cabeza... Por allí se ven las marcas, y también dos frontales juntos que seguro que son de Yann y su acompañante. Efectivamente, la pendiente se incrementa y me toca tirar más de bastones. Mi ritmo baja, quizá más de lo que tocaría... La buena dinàmica de la primera mitad de subida se va torciendo. A la que el terreno se ha puesto más exigente, pam, vuelve a acercarse el tío del mazo. Las revueltas pasan cada vez más lentamente y voy buscando con la mirada algún indicio de que estoy llegando a lo más alto. Me suena que había un colladito y el refugio estaba al otro lado. Ahí arriba parece que hay una abertura. A ver si llego ya... Empieza a soplar algo de airecillo. Venga, eso debe querer decir que estoy cerca... Ahí, por fin, menos mal... Llego al rellano muy cansado. Busco las marcas al otro lado... nada. Miro a un lado, a otro... Ahí estan... Suben... Y suben más. Bufff... Pues para arriba... Al cansancio físico se le añade el moral y a eso se le suma tambien que la pendiente se incrementa todavía más. Voy de mal en peor... Estoy sumido en el mismo estado que en la subida anterior. En parte me decepciona la confirmación de mis problemas. En parte me tranquiliza el hecho de poder abandonar con la seguridad de que no hay nada que hacer. El camino empeora y en algún tramo incluso pierdo la traza. Va, concéntrate, solo falta que pierdas las marcas. Me toca trepar por la hierba para volver al camino, con algunos movimientos que me obligan a parar para recuperar el aliento. Qué desastre, es peor que antes... Voy flanqueando torpemente por un terreno mixto de hierba y rocas, hasta que llego a un colladito que sí parece ser la culminación de la subida. Al otro lado el paisaje se abre, o se abriría si se viese algo, y allí a la izquierda aparece una luz que tiene que ser el avituallamiento. Dos frontales están a punto de llegar.
Venga, espabila a ver si no pierdes mucha distancia con ellos, que tienes que llegar al kilómetro 97 antes de que se vayan los franceses, si no te tocará hacer 12 kilómetros más. Afronto un tramo de descenso muy empinado y bastante técnico, que ahora mismo me sienta como una patada en el trasero. Afortunadamente no es muy largo y las marcas enseguida siguen a nivel para cruzar un tramo de grandes bloques. Una vez superado este tramo, solo me queda una breve subida hasta alcanzar el ansiado avituallamiento. Qué acogedor es el calorcito de una casa en medio de la noche...

Lengritz (Km86,5; 2425m):
"Muy bien! Al final has seguido!" me dice Hugo, el amigo de Yann. "Sí, pero nada, fatal... Peor que la subida de antes... En el próximo avituallamiento me voy con vuestros amigos... Decidles que me esperen si puede ser..."... "Siempre puedes decir eso hasta el km 360" bromea. Que va... No tengo fuerzas. Lo he probado otra vez y no hay manera. La diferencia con dos horas atrás es que ahora estoy más tranquilo. He hecho lo que he podido y si no hay más, pues qué le vamos a hacer. Me estoy tomando un caldo caliente con alguna galleta cuando llega un corredor. Evidentemente también hace mejor cara que yo. "Voy tirando que me pillaréis y así a ver si me pueden esperar vuestros amigos"... les digo a Hugo y a Yann, al que no veo muy fino. Salgo del refugio detrás del chico de la buena cara, que ha pasado como un ciclón, y justo cuando llega otro chico.
De nuevo en medio de la noche, cruzo un rellano herboso y voy siguiendo la estela de mi predecesor que me indica que viene un repecho. No es muy largo, deben ser 150 o 200 metros como mucho y parece bastante tendida. Venga, buen terreno, con la carrerilla y el calor del avituallamiento aún en las piernas, la paso relativamente bien. Empiezo el descenso al otro lado por terreno herboso y con una visitante inesperada: la niebla. Ups... Encima la traza del sendero no está muy definida... Concéntrate... Como te pierdas ahora...... Afortunadamente el recorrido es más o menos recto, y sólo con mantener la dirección van apareciendo las banderolas que resaltan con la luz del reflectante. El descenso parece ser un flanqueo en diagonal hacia la izquierda ¿Hacia dónde? Ni idea... No me acuerdo de qué pinta tenía la orografía de este tramo. Como estaba previsto, aparecen dos luces por detrás. Yann y Hugo me pasan como aviones... Venga, actívate que si no se te escapa el tren.... Incremento un punto mi ritmo, aprovechando la estela para no tener que fijarme tanto en las marcas. Aguanto un rato, pero bajan muy bien y el terreno es empinado y con una hierba resbaladiza que no es lo mejor para mi momento de agilidad más bien dudosa. Las luces se van difuminando en la niebla hasta que desaparecen definitivamente. Por suerte al cabo de pocos minutos también desaparece la niebla, a la vez que las marcas se van metiendo progresivamente en una zona de bosque. El sendero también se transforma en una pista relativamente cómoda. De repente me sorprendo corriendo con un trote bastante digno y sobre todo con una actitud más positiva. En un momento dado veo dos luces pasando unos metros más abajo. No está mal, sólo me separa una curva de Yann y Hugo, no estoy perdiendo distancia con ellos. 
Se acaba el descenso y la pista desemboca en un puente. Al otro lado los dos frontales avanzan unos 150 metros por delante, y una tercera luz está otros tantos metros más adelante. Las luces suben por lo que parece ser una diagonal hacia la derecha. Me suena que son 300 o 400 metros de ascenso... Se intuye bastante progresiva... Venga, a ver si se me da bien... Recupero el bailoteo de paso-bastón-respiración, que hace rato que tenía olvidado. No me acerco a los frontales de delante, pero parece que tampoco se me van, así que llego a la cima (Gibidumpass, 2200m) algo más animado. Sólo me quedan 300 metros de bajada hasta el avituallamiento en el que en teoría tenía decidido abandonar, pero lo cierto es que la bajada anterior y esta última subida parecen indicar que al menos he conseguido detener la hemorragia. De aquí a la base de vida son 12 kilómetros... Quizá tiene más sentido aguantar este trozo, ver cómo evolucionan las cosas, y una vez en la base de vida descansar tranquilamente, dormir si hace falta y en caso de recuperarme algo, darle otra oportunidad a la carrera. Estas reflexiones me conducen hasta las luces del avituallamiento, al que llego entre más ánimos del grupo de franceses... "Creo que voy a probar un poco más"

Giw (Km97; 1962m):
En el avituallamiento está Yann, el corredor de la buena cara y un tercero, que no tenía controlado y que a juzgar por bandera de su dorsal es canadiense. Repongo líquido y cómo tranquilamente para ver si consigo consolidar la recuperación. Una vez acabada la rutina, me despido de los franceses, que son majísimos, y salgo nuevamente a la noche, animado por la victoria moral de haber superado y por lo menos postpuesto lo que parecía un abandono seguro. Este tramo sí que me lo sé... Tengo una primera subida de otros 300 o 400 metros, que también parecía bastante tendida, un tramo un poco rompepiernas y la bajada hacia Eisten, todo ello flanqueando la montaña en dirección sur. El menú no me parece mal para este momento...
Afronto la subida con la misma dinámica que la anterior, persiguiendo ahora a dos luces, dos de esos tres corredores que tengo cerca. En esta ocasión sí que voy recortando la distancia poco a poco y acabo alcanzándoles justo al pasar el punto más alto. "Parece que va mejor, no?"... uno de ellos es el corredor con el que he coincidido en plena crisis en el kilómetro 70... Le respondo con un "Oui!" corto y decidido (ver primera parte para la teoría sobre la relación entre la longitud del "oui" y el estado de demacre) y tomo la delantera al inicio del descenso. Gratamente sorprendido observo que me separo de mis dos compañeros... Bueno, si voy mejor que ellos en bajada es que realmente me estoy recuperando. Con ánimo creciente voy afrontando el sendero, que alterna toboganes con breves repechos. Cada vez soy capaz de trotar en más sitios y mi estado físico y mental se va retroalimentando. El camino va bordeando valles, vaguadas y subvaguadas, en ese tipo de terreno traidor que si vas mal se te hace eterno, pero yo estoy en dinámica positiva, y tras 40 kilómetros de agujero negro estoy empezando a ver la luz.
También veo luces delante mío, y otras más abundantes allí abajo, que tienen que ser Eisten. El descenso se acentúa y tras un breve tramo de carretera las marcas se meten por un sendero que parece que va a bajar atajando las curvas del asfalto. Entro en zona de bosque y con ello se pierden las referencias, pero el sendero es agaradable y mi ritmo cada vez mejor. Otra luz aparece delande de mí... Es Yann y va caminando. "J'en ai marre moi..." (la traducción más exacta y teniendo en cuenta el contexto sería "estoy hasta los huevos de la bajada")... efectivamente, la verdad es que parece que pasa por un momento complicado. Además, sé por experiencia que ver cómo te adelanta un cadáver resucitado es un golpe duro para la moral. Le animo y sigo mi bajada, bastante más positiva, por este sendero que cruza la carretera varias veces y pasa junto a zonas de casas cada vez con más frecuencia. Finalmente el asfalto se impone, señal de que he llegado al pueblo de Eisten. Nuevo consejo de guerra... Parece que este último tramo ha consolidado mi recuperación. La dinámica es positiva y he adelantado a gente. No me siento Superman, pero estoy en un estado que podríamos calificar de normal para un kilómetro 110 de una carrera. De sueño la verdad es que voy bien y en breve va a despuntar el nuevo día. Mi experiencia me dice que hay que dormir cuando sientes que relamente es imprescindible. No creo que sea el momento... Nada, cómo bien, que eso sí que me vendrá de perlas, y sigo adelante. Con la decisión tomada, un breve ascenso me deja en un pabellón donde está montada la base de vida. Declaro oficialmente superada la primera crisis de la carrera.

Eisten (Km 109,3; 1094m):
Voy a buscar mi bolsa de vida y me dirijo a la zona de comidas... "No puedes entrar con la bolsa ahí"... Un hombre que parece ser el responsable del avituallamiento me mira con cara seria. De verdad? Sólo hay un corredor ahí dentro, dos mesas donde caben 40 personas, no tengo a nadie que me pueda ayudar cambiando las cosas a la mochila o rellenando bidones mientras cómo... De verdad no puedo entrar con la bolsa ahí para poder optimizar un poco el tiempo... Nada... Pues mira, que te den... No pienso dejar que un capullo me ponga de mala ostia y me corte la dinámica positiva. Me limito a lanzarle una mirada lanzacuchillos, dejo la bolsa en una silla y me voy a las mesas y a por mi plato. Joder, el otro corredor está dentro, con la bolsa y con acompañante... En fin... No pierdas más energías con eso... (que quede claro que con esto simplemente intento reflejar mis pensamientos en la situación y las pulsaciones del momento y no una crítica objetiva y pausada hacia la organización o los voluntarios). Un plato de pasta con carne mejora significativamente las cosas y tras pasarme algo de agua por la cara y las piernas y realizar la transferencia de material en el lugar reglamentado por el Antiguo Testamento, me dispongo a marcharme. De camino hacia la salida me encuentro con el grupo de franceses, que están en una mesa sentados alrededor de un Yann que hace bastante mala cara. "Muchas gracias, de verdad. No sé dónde llegaré, pero sea donde sea, será gracias a vosotros".
Salgo a la calle con las primeras luces del día, al mismo tiempo que un corredor que diría que es el francés al que he pasado al inicio de la bajada anterior. Un poco más atrás viene otro que debe ser el canadiense (no estoy seguro, la noche confunde...). Troto por un tramo llano hasta la salida del pueblo. "Conoces el camino?" le pregunto..."Sí, he venido en verano a reconocer algunos trozos"... "Qué tal la subida?"... "Bueno... 400 metros de subida, tramo llano, y otros 400...". Venga, vamos a por ellos pues...
El incio es de los que quita el hipo. Un repecho demoledor por un prado herboso, para cruzar una carretera y meterse por otro camino más ortodoxo, de esos con infinitas revueltas pero pendiente tolerable. Me separo relativamente rápido de mis dos perseguidores, lo cual me infunde nuevos ánimos. Desconecto del mundo y vuelvo a poner el piloto automático, intentando digerir la comida y optimizar los puntos donde coloco el pie. Un repertorio de canciones mentales va pasando por mi cabeza, tan variado como absurdo (recuerdo tener clavada bastante rato "El único fruto del amor"... ese es el nivel...). Entre canciones, pasos y bastones, llego a una casa y las marcas tuercen bruscamente a la derecha. Parece que viene el tramo llano, fantástico, la primera parte de la subida la he hecho bien. La nueva tónica del recorrido consiste en una alternancia de pequeñas bajadas y subidas que voy gestionando a base de un caminar-correr relativamente eficiente. Por lo que recuerdo del mapa, el camino tiene que ir bordenado toda esta montaña que tengo a la izquierda hasta llegar al valle contiguo (al oeste). El punto más alto del tramo creo que es justo en el extremo norte, cuando cambiamos de vertiente.
Tras unas cuantas vaguadas, la dirección parece torcer hacia el oeste. Hacia el oeste y hacia arriba... Un duro repecho me da la bienvenida al segundo y definitivo tramo de subida. Adapto el paso y la respiración y observo mis evoluciones... Tiene pinta de ser el primer ascenso realmente exigente tras la crisis. Vamos a ver qué tal... Bueno, parece que bastante mejor que antes... Punto más a favor de la recuperación... 
El camino va girando a la izquierda y va subiendo, y gira a la izquierda más, y sube más, y gira más, y sube más... La típica dinámica de nunca acabar. Suerte que estoy en un buen momento, si no este es el típico camino que desespera. Ahí parece que hay una construcción... Qué es eso?... Barreras de madera... Para los aludes... En medio del bosque?... Eso debe tener más años que las montañas... Bueno, aquí debe empezar el descenso, seguro que el sendero era para subir hasta aquí... Ni de coña... Paso junto a las barreras y sigo subiendo y subiendo y subiendo... pero me lo tomo en positivo. Si en este tramo tan cabrón no me estoy hundiendo es que realmente las cosas han mejorado mucho... Mira, eso parece un colladito... Y el bosque se abre... A ver... Efectivamente, al otro lado la montaña gira y aparece una pista de esquí que ya enfoca hacia el valle contiguo. Las marcas descienden por ella entre zonas de árboles. Nuevamente al trote y con una zancada bastante decente, voy cubriendo los 450 metros de descenso que me separan del nuevo avituallamiento. Llego al lugar justo cuando sale otro corredor, el dorsal número 7, al que he visto salir de la base de vida poco después de llegar yo. Bien, le he recuperado, seguimos en positivo.

Grachen (Km 118,6; 1721m):
Nada reseñable (o que recuerde) en cuanto a comida, pero descubro que tienen "sirop". Para los lectores al sur de los Pirineos (es decir, casi todos) que no lo conozcan, decir que el "sirop" francés es una especie de zumo super concentrado (y super dulce) que mezclas con agua para hacer una bebida de un determinado sabor de fruta. Debería ser implantado y extendido en todas partes por decreto-ley. En concreto este es de sabor tropical. Me viene de perlas porque empiezo a cansarme de la combinación agua + Tailwind. Una vez repuesto el líquido con mi nueva adquisición salgo del avituallamiento. No ha llegado ningún corredor. Buena señal.
Cruzo el pueblo, que ya va activándose con el transcurso de la mañana. Paso junto a un grupo de japonesas que me preguntan cuántos kilómetros llevo. A mi respuesta contestan con ese "Ooooh" tan típico del país del sol naciente. Pues no os cuento los que me faltan... Aparece corriendo Hugo, que me pregunta por el avituallamiento. Le señalo la dirección y me despido, quizá por última vez. Las marcas me llevan hasta una calle principal por la que voy bajando en dirección sur. Adopto un ritmo de trote por el asfalto mientras voy saliendo del pueblo... Mierda... Dónde están las marcas?... Me he salido del camino?... O no hay marcas porque es "evidente" que hay que seguir recto?... Mientras me lo pienso ya he avanzado bastante, con lo cual volver atrás hasta la última marca es un coñazo, con lo cual me aferro a la esperanza de que sea por aquí, con lo cual.... Ahí hay un desvío... A ver... No hay marcas, y si fuese el camino, aquí habría alguna... Joder... Vuelta atrás... Subo deshaciendo el camino por la carretera mientras hago señas a los coches para que me devuelvan al pueblo. La mayoría ni disminuyen la velocidad, excepto una pareja de hindúes que sí frenan pero me miran sin bajar la ventanilla como si fuese un asesino en serie. Finalmente llego de nuevo a las casas y descubro las banderolas. Aquí está el desvío... Hay que estar más atento. Venga, no pasa nada. Habrás perdido 6 o 7 minutos como mucho...
De nuevo en el camino correcto, sigo con el descenso hasta el fondo del valle sin mayores sobresaltos, y afronto la subida al otro lado. Nuevo cambio de tercio, y para rato. Nada menos que 1800 metros y del tirón. Afortunadamente hay un avituallamiento a media subida, creo que a unos 800 metros positivos de aquí. Venga, una hora... Tomo referencias en el reloj y vuelvo a activar el modo subida, por un nuevo camino de revueltas y más revueltas. Siguiendo en la buena tónica, alcanzo el punto de control, donde encuentro de nuevo al dorsal número 7.

Jungen (Km 126,9; 1957m):
Primer punto positivo del avituallamiento: unos platitos con una mezcla de queso, pasta y trocitos de panceta que me lanzan miradas seductoras. Se lo pongo muy fácil y doy cuenta de un par de ellos. Segundo punto positivo: una garrafa de zumo de naranja. Uy qué bien, más variedad para el siguiente tramo, y con lo que me gusta, por mucho azucar que tengan los zumos ;-)... Charlamos con el otro corredor y el tipo del avituallamiento, que es muy simpático. "Os vais a encontrar un tramo complicado más arriba... La roca está mojada". Efectivamente, hasta ahora no nos ha llovido, pero el día está bastante tapado y la parte superior de la montaña parece envuelta en una niebla que promete humedad a raudales. Bueno, pues vamos a ver qué tal.
Salimos juntos con el chico suizo (el dorsal 7 era suizo, pero no recuerdo el nombre), pero al poco rato veo que se empieza a quedar atrás. Unas cuantas revueltas más tarde la ruta gira a la derecha y se dirije a una arista. Por lo que recuerdo, creo que detrás de esa cresta pasamos a la parte superior del valle y al fondo está el collado. Poco importa, ya que con la niebla cuesta tomar referencias. La humedad prometida se hace realidad en forma de chirimiri, que va incrementando de intensidad en ese juego de ahora más ahora menos que te hace dudar sobre si ponerte el impermeable hasta que cuando te lo pones ya estás mojado. Una pareja de excursionistas viene de frente... "Difficult section!"... Pues sí, tiene pinta... Van apareciendo rocas hasta que el terreno se transforma en un mar de bloques que las banderolas van sorteando. Las Cascadia tienen muchas virtudes, pero entre ellas no está el agarre de las suelas en roca mojada. Por eso tengo que activar todos mis sentidos y hacer equilibrios para mantener un ritmo digno sin acabar con una pierna partida por la mitad. Me voy cruzando con excursionistas envueltos en capelinas, a los que saludo sin quitar la vista de donde pongo los pies. "Two hours to the leaders!" dice uno... Uy, "the leaders"... Hace mucho tiempo que no pienso en ellos. Consigo salvar el tramo de bloques sin romperme la crisma y para celebrarlo la niebla me obsequia con una tregua que deja pasar unos rayos de sol. El paisaje se abre hacia el fondo del valle y deja ver el tramo final de la subida hasta el collado. Por si fuera poco, de postre aparece la visión de una camiseta azul a unos 200 metros. Hombre... Otro corredor... Quién será?... No me suena... Me voy acercando a él y le alcanzo poco antes de la cima. Se aparta y me deja pasar con un monosílabo gutural de idioma indefinido... No le he visto en toda la carrera a este hombre... Cuenta la leyenda que había un griego por delante... Moreno de piel... Podría ser... Sea de donde sea el tipo tiene pinta de estar más doblado que el balón de Oliver y Benji. Con la satisfacción de haber ganado una nueva posición y de que ya van unas cuantas desde mi resurgir, alcanzo la cima del Augstbordpass (2892m... evidentemente de estos nombres tan sencillos no me acordaba ni de broma, los estoy mirando ahora... allí todo era "el próximo collado").
Me dejo caer al otro lado por terreno pedregoso, algo inclinado al principio pero que va dando paso a tramos de pendiente más moderada y donde la hierba va ganando terreno. También aparece alguna que otra borda de montaña y con ellas una mejoría del camino, que va alternando tramos de pista de quad y sendero que ataja entre las curvas. Con una meterologia más soleada que al otro lado del monte, me voy acercando al fondo del valle donde hay un primer pueblo trampa que resulta no ser el del avituallamiento. No es grave, sólo un kilómetro de terreno llano me separa del "pueblo bueno". Mientras lo recorro me decido por primera vez en mucho rato a mirar al futuro a medio-largo plazo. Van a ser las 14h... Ahora me quedarán 15 kilómetros hasta la base de vida de Zinal, así que puedo estar allí sobre las 17h de la tarde. Si llego allí más o menos decente, estaría bien poder alargar el primer sueño hasta la cuarta base de vida, en el kilómetro 204, ya pasada la barrera mental del ecuador de carrera. Eso sería sobre las 4 de la mañana, con lo cual el despertar se junta más o menos con el inicio del día... Fantástico. Qué fácil se hacen los planes a la luz del sol...

Blüomatt (Km 142; 1867m):
Al llegar al avituallamiento, nueva sorpresa. El dorsal 1, el que corría de metatarso al principio, imagino que ahora ya no. Qué bien, otra posición a tiro... Después de muchos kilómetros de evitar el tema para centrarme en mi recuperación me decido a preguntar cómo voy... "Él es quinto y tu sexto"... Bueno, no está mal!... El italiano, un tipo que me he cruzado en la primera base de vida, el francés resucitado del "oooouuaaaaaiiiiii"... y un cuarto que no controlo. Volvemos a estar en la competición. Michael (así se llama el suizo del dorsal 1, deja de ser el corredor de metatarso) sale del avituallamiento mientras yo me como el plato de sopa de turno y cambio de sabor de "sirop". Una vez acabadas las operaciones retomo mi caminar en dirección a una nueva subida, que en este caso tiene unos 1000 metros de desnivel.
El primer plato vuelve a ser un tramo de buena senda por revueltas diseñadas por vacas inteligentes y activistas anti-kilómetros verticales. Después de milenios de evolución, saben encontrar una solución óptima entre llegar al plato de hierba en un tiempo razonable y no morir en el intento. Me gusta el plan. Tras una media hora en esta dinámica, la pendiente de la montaña se va suavizando y da paso a unos prados salpicados por algún que otro corral. Echo la vista arriba esperando ver a Michael... Nada, ni rastro... Qué raro... Tenía la esperanza de atraparle a lo largo de la subida... Ep! Ahí hay una camiseta... pero es verde... Ese no es Michael... Pero quien es? No me suena nadie de verde... Aunque claro, se habrán cambiado... Pero entonces, dónde está el suizo?... Bueno, déjate de estupideces... Lo único que está claro es que tienes que subir a ese collado de ahí delante e importa un rábano quién es el de verde, donde está Michael y a qué huelen las nubes...
Una vez focalizado en el objetivo actual de mi existencia cruzo los prados con decisión tomando como referencia la estela del corredor misterioso. Con decisión, pero empiezo a notar que con menos alegría que en la subida anterior. Voy recortando paulatinamente, pero ganarle metros cada vez me resulta más caro. Los prados se acaban y aparece la última parte de la subida, que discurre a través de terreno más pedregoso. Finalmente llego a escasos cinco metros del corredor misterioso, que se para y me deja pasar... Bueno, tampoco creas que voy mucho más rápido. "How are you?... Go, go..." me saluda en inglés... Ya en lo que interpreto que es la quinta posición, recorro los últimos metros de subida hasta el Col de la Forcletta (2874 m).
Los primeros metros de descenso me confirman que la tendencia va cambiando y que mi estado fisico ha empezado un cierto declive. Aún así, nada que ver con la situación de ayer por la noche. Al fin y al cabo, llevas 150 kilómetros y hacia 36 horas sin dormir... Qué quieres... Empiezo a darme cuenta de que el plan ese de aguantar hasta la cuarta base de vida era un brindis al sol. Vamos a ver cómo sigue la bajada pero si mi rendimiento ha empezado a bajar ahora, meterse en la noche con la previsible crisis de sueño y sin saber si voy a poder dormir en los avituallamientos intermedios, seguramente no es una buena idea. Esto es como en la Fórmula 1, cuando los neumáticos están desgastados y el coche empieza a patinar en las curvas, toca parar en boxes. En medio de estas reflexiones aparece el corredor misterioso y me pasa arrancándome las pegatinas. Baja bien el tío...Voy siguiéndole como puedo por un tramo de hierba que al poco de bajar nos deja en el avituallamiento. Bueno, me deja a mí, porque el tío pasa de largo. Joder, vale que es todo bajada hasta la base de vida, pero renunciar a un avituallamiento es de ser muy jefe.

Tsahelet (Km 149,7; 2524m):
Tampoco me entretengo mucho. El tiempo de comer algo de fruta, rellenar agua y hacer un pequeño break para el cansancio de mis piernas y sobre todo de mi cabeza. Sigo el descenso, cada vez en dinámica más cansina y más convencido de la idea de parar en esta base de vida. Al cabo de unos 20 minutos desemboco en otro camino más importante. Unas marcas de pintura me confirman que estoy en el recorrido de la mítica Sierre-Zinal, carrera de 37 kilómetros que hice en 2015 y en la que confluyen corredores de montaña, corredores de asfalto, corredores europeos, corredores africanos... y en la que al final gana Kilian. Me lo imagino corriendo por aquí a menos de 4 el kilómetro... No es exactamente el ritmo que llevo yo ahora. Más bien un caminar-correr en el que el listón de lo trotable cada vez va ponióndose más alto. Voy bordeando la montaña en busca de las casas de Zinal, que es precisamente donde está la base de vida. Poco a poco el descenso se va haciendo más manifiesto y me permite a correr, aunque no con una agilidad increible. Finalmente detrás de un espolón de la montaña aparece el pueblo y el sendero se enfoca directamente hacia él. Hago memoria para recordar rasgos del camino que me indiquen que falta poco. Reconozco una curva y un poco más allá una raíz en la que tropecé para dar una vuelta de campana y un ostión antológico, ante la mirada tan atónita como inactiva de un grupo de espectadores. Y una rampa de hormigón que ya indica la entrada del pueblo. Y una curva que daba acceso a la recta de meta... Ahora me toca seguir bajando hasta la carretera principal. Con algo de confusión y con la ayuda de algún transeúnte (qué palabras me salen... tengo que irme a dormir) doy con la ubicación del ya ansiado avituallamiento.

Zinal (Km 157,5; 1668m):
Nada más llegar me encuentro al corredor misterioso, con el que empezamos a charlar y así deja de serlo. Etienne, que así se llama, me comenta que va a pasar por el masajista y dormir un poco. Me parece buena idea. Mientras empiezo a revolver la bolsa de vida en busca del material que necesito, (o más bien en busca de inspiración para saber el material que necesito) aparece un chico de la organización que nos empieza a explicar dónde está el masajista, la comida, las duchas (obligatorias antes de pasar por el masajista), cómo va la carrera... En algún momento me parece entender que los primeros están durmiendo allí y que no ha salido nadie del avituallamiento todavía (no debía estar muy atento, porque era completamente falso). Entonces no hay nada más que hablar, a descansar, que estamos en la pomada. Paso por la ducha y voy a por la comida. Me sirven un pollo con lentejas que está más seco que un bocata de polvorones... Busco alguna bebida para lubricar un poco el mejunje y se me ilumina la mirada cuando veo una botella de zumo de pera, una de las mejores bebidas del mundo, tal vez sólo superada por un jugo de guanábana de algún garito de Bogotá. Una vez equilibrado el ying con el yang, consigo ingerir una necesaria dosis de calorías y me marcho hacia la camilla. Prioridad, arreglar la cadera derecha, donde llevo una molestia que voy gestionando desde hace muchos kilómetros, y relajar los cuádriceps, que empiezan a estar castigados. Aprovecho el masaje para entrar en un primer semi-sueño. No hay suficiente, así que al acabar me voy hacia la zona de camas y me tumbo, no sin antes pedir que me despierten dentro de 1h y cuarto, a las 19h45. Me relajo y poco a poco voy cambiando de universo...

...zzzz,zzzz,zzzz...

Me despierto de golpe, sorprendentemente activo, con miedo de que haya pasado la hora sin que nadie me despierte. Miro el reloj, las 19h25, aún me quedan 20 minutos para la hora prevista. Intento relajarme pero enseguida noto que es demasiado tarde. Ya no voy a dormir más. Pues nada, arriba, no perdamos el tiempo. Me levanto y le digo al voluntario de antes que ya no hace falta que me despierte. Por ahí anda Michael, que está a punto de salir. Resulta que antes se había quedado a dormir en el avituallamiento anterior, así que no lo veía porque en realidad estaba detrás de mí. Acabo de meter las cosas en la mochila mientras salen también Etienne y el griego, que ha aparecido y no parece tener intención de dormir. Al parecer eso hace un total de cinco corredores que han salido del avituallamiento. Ellos tres, el italiano y el suizo. Del francés aquel del "oooouuuaaaiiiiiiii" nunca más se supo. En algún sitio debe haberse retirado. También lo hace el dorsal 7, que ha llegado en coche y que dice que "I have no power in my legs". No me extraña, sin bastones yo hace rato que no tendría power ni en las pestañas. Todo listo, sigamos adelante...
Salgo del avituallamiento con ganas de volver a entrar en dinámica de carrera. Ha sido un parón largo, aunque creo que necesario. Enseguida empieza una nueva subida, en este caso, unos 1200 metros de desnivel hasta el Col de Sorebois. Los primeros metros de ascensión me sirven para darme cuenta que el masaje ha surtido efecto. Ni rastro del dolor de cadera y las piernas están sorprendentemente frescas. El sendero atraviesa una zona boscosa que enseguida se difumina y da paso a prados y más prados. Las últimas luces del día se van apagando y saco el frontal justo cuando alcanzo al corredor griego. Le paso y sigo en busca de la luz de Etienne, que está unos metros más adelante. También llevo algo más de ritmo, así que saco algo de distancia en medio de una penumbra creciente. Qué raro... sólo veo un frontal ahí detrás... Osti, el griego va detrás de Etienne chupando rueda y sin gastar pilas... Hombreee, eso está feo... (que conste que después me acabó cayendo muy bien).
Como esto corría el riesgo de ponerse aburrido, el destino nos envía algo de picante en forma de niebla. Venga, activa tu vista y también tu lógica para intuir la dirección del camino. Afortunadamente no parece que haya ningún quiebro traicionero y además el marcaje es abundante, así que en ningún momento se me plantean dudas importantes. El camino, que hasta ahora ha sido amplio, se vuelve más estrecho y parece encaramarse hacia lo que se intuye como collado. Dejo una ladera donde parece haber algunos remontes de esquí, para atravesar hacia la izquierda. La aparición de un poco de airecillo me anuncia la proximdad de la cima. Aquí está, bien, subida superada sin sobresaltos, una menos (Col de Sorebois, 2834m).
Al otro lado me sorprende un paisaje repentinamente abierto salpicado por aisladas pero acogedoras luces de casitas por aquí y por allá. Empiezo la bajada con energía para intentar que cuando me coja Etienne ya estemos prácticamente en el avituallamiento. Me ha caído bien este chico, creo que podemos hacer buen tándem. Voy siguiendo el sendero relativamente bien, curva izquierda, curva derecha, y así sucesivamente. Despues de unos cinco minutos de bajada veo que asoma una luz en la cima del collado. Ahí está... Bueno, creo que sólo son 600 metros de bajada, así que puedo aguantar el tipo. Efectivamente, Etienne me va recortando pero no demasiado rápido, así que cuando me alcanza ya se ven ahí abajo las luces del avituallamiento. Una luz, en este caso móvil, está empezando a subir al otro lado. "Ahí está el tercero" le digo.

Moiry (Km 166,8; 2251m):
Uno de los mejores avituallamientos en cuanto a calidez, tanto térmica como humana. Y una tortilla espectacular, que me entra divinamente ahora que ya voy buscando menús ortodoxos que huyan de la sobredosis de dulce del membrillo, los rollitos de mermelada y el Tailwind. Eso y una agradable charla nos recargan las baterías para afrontar el siguiente tramo. Con cierta pereza nos despedimos de los simpáticos voluntarios y volvemos a meternos en la noche. Una breve bajada nos lleva a una presa que nos deja a los pies de una nueva subida. Podría ser peor, solo son 700 metros de desnivel. "Hasta luego!" me dice Etienne... Pues sí, casi mejor que repitamos la dinámica, yo tiro un poco más a la subida, y el me alcanza a la bajada, y así podemos ir haciendo camino juntos.
Cojo el ritmo de nuevo y voy ganando metros en una diagonal hacia la izquierda que supera un escalón y me deja junto a unas granjas. El paisaje se abre y veo el frontal de Michael allí delante. Venga, a ver si consigo cogerle antes de llegar al collado. Echo la mirada al suelo y me centro únicamente en los dos o tres reflectantes que tengo por delante. Cada cinco minutos levanto la cabeza para ver cómo evoluciona la distancia. Hombre... va bajando, pero poco a poco, no está subiendo mal. En sentido opuesto, veo que la distancia con Etienne crece pero también poco a poco, y más allá aparece otro frontal que tiene que ser el de nuestro amigo griego. Tiene pinta de ser un tipo duro este hombre. La pendiente se incrementa en un escalón que parece ser el definitivo. El camino lo salva con un par de quiebros bastante duros y un flanqueo a la izquierda que me deja en lo alto del Col de Torrent (2916m). Michael debe haber pasado un 2 o 3 minutos antes que yo.
No pierdo el tiempo y me lanzo a por la bajada. Ahora son 1300 metros de desnivel hasta el avituallamiento, así que tengo que espabilar si quiero que Etienne no me coja demasiado pronto y después sea incapaz de seguirle. Después de unas cuantas revueltas por la típica tartera pre-collado el sendero tiende a describir una diagonal hacia la derecha. Un rato más tarde paso junto a unas casas y el camino tuerce a la izquierda para describir otra larga diagonal en esta dirección. Mientras avanzo de un lado para otro, tal como estaba en el guión el frontal de Etienne me va recortando distancia. No obstante, aguanto el tipo bastante bien y mantengo mi escapada hasta 30 o 40 minutos después de cruzar el collado. Una vez juntos parece que Etienne se queda satisfecho con el ritmo y no hace ademán de pasar. A todo esto la bajada se va haciendo pesada. No veo referencias, no recuerdo qué pinta tenía todo esto en el mapa y no tengo ni idea de dónde tenemos que ir a parar. Vamos describiendo revueltas de un lado para otro, cruzando alguna pista de vez en cuando, ahora tendemos a avanzar más a la derecha, ahora más a la izquierda... Y el camino no es muy empinado, lo cual no me gusta demasiado porque significa que perdemos altura más lentamente. En una de esas revueltas distingo el frontal de Michael un poco más abajo. Le hemos recortado bastante, creo que tampoco le está gustando mucho esta bajada. Efectivamente, al cabo de poco le veo ahí delante caminando en un tramo llano. Otro que "j'en ai marre"...
Empiezan a aparecer algunas casas, que escrutamos con la esperanza de que tengan la actividad propia de una avituallamiento. Nada, todo dormido. Michael se ha juntado con nosotros así que bajamos los tres ejerciendo algo de apoyo mútuo para ir superando estos kilómetros que parecen pasar leeeeeeeeeentos. Aquí hay un pueblo... Por fin, tiene que ser esto... Callejeamos entre casas siguendo las banderolas, que finalmente parecen llevar a una casa grande en lo alto de una calle. Subo las escaleras. Hay luz dentro... Intento abrir la puerta...
Una señora se acerca corriendo a la puerta seguida por un perro... Qué digo un perro... Un lobo huargo... (no había caído nada de GOT todavía...). La señora me mira ojiplática a través de una ventanilla cuyo vidrio frustra el intento de la bestia de arrancarme media cara de un mordisco. Creo que al dia siguiente en la radio se habló de un supuesto encuentro con extraterrestres...
Para frustración la nuestra al darnos cuenta de que ahí tampoco está el avituallamiento. Existirá realmente? Empiezo a dudarlo. Vale que este parcial eran 14 kilómetros pero tengo la sensacion de que llevamos el doble. Salimos del pueblecito y nos volvemos a meter en el bosque por una pista más o menos horizontal. Ya no hay ganas de trotar y simplemente caminamos en busca de más luces y más casas. Las marcas se meten en un sendero que al poco rato nos deja en otra aldea. De repente aparece un tipo, al que hago un gesto con los brazos que no tengo claro si es un saludo o una amenaza. En cualquier caso me alegro de verle y de, por fin, llegar a este huidizo avituallamiento.

La Sage (Km 180,1; 1668m):
Nos juntamos en un comedor pequeñito, los tres corredores, el hombre y dos mujeres que también están de voluntarias. Nos tomamos la sopa con calma. Etienne es un tipo que se toma los avituallamientos tranquilamente y Michael va a hacer una parada técnica para dormir. Veinticinco minutos... como buen suizo es un tío preciso. En un principio pienso que no es buena táctica. Ha parado hace 35 kilómetros y me parece que no es bueno parar tan a menudo, pero bueno, veremos a final de carrera (eso, lo discutimos al final de la crónica). “Pues nada, ya solo nos falta la mitad, no?” digo irónicamente. “Bueno, todavía no, falta un kilómetro, la carrera son 362” me responde una de las voluntarias. Si es que no pueden flexibilizarse un poco ni para animar al personal...
Con una pereza que va creciendo a cada avituallamiento del que hemos de salir, nos vamos a por ese kilómetro y a por los otros 181. El siguiente tramo debería ser menos pesado. Son sólo 9 kilómetros hasta el próximo avituallamiento, con 300 metros de bajada al inicio, un tramo llano y unos 700 metros que nos dejarán a mitad de la subida siguiente. El descenso transcurre plácidamente e incluso me anima ver que llevo la iniciativa de la bajada en lugar de ir forzando detrás de Etienne. Salimos al fondo del valle y afrontamos un tramo de uno o dos kilómetros de carretera a través de varias zonas de casas dormidas. Da pereza, pero toca trotar si no queremos que esto se haga eterno. Casi que recibimos con alivio el desvío a la izquierda que nos indica el inicio de la subida.
Visto en persepectiva la situación de carrera es bastante positiva. Estamos tercero y cuarto, y me da la sensación que, aún con nuestras limitaciones, llevamos mejor dinámica que los corredores con los que parecemos jugarnos el pódium, que serían Michael y el griego. El primero y el segundo parecen inabordables. De hecho en este último avituallamiento nos han dicho que han pasado hace mucho y que ni habían dormido ni tenían pinta de querer hacerlo. Pero con Etienne parece que nos entendemos bien, tenemos un ritmo compatible y si consolidamos esta posición y vamos haciendo camino juntos, podríamos compartir el tercer escalón del pódium. No es falta de competitividad, si no más bien simbiosis. Sé por experiencia lo que ayuda la compañía cuando llevas tantos kilómetros en las piernas y si realmente llegamos al final en esta situación, será un tanto absurdo ponerse a esprintar en la última bajada... Sea como sea, qué iluso es hacer planes cuando te faltan 50 horas de carrera...
Empezamos la subida y modero un poco el ritmo para no separarme demasiado. Le tengo respeto a esta segunda noche y tener compañía va a ser un punto a favor. El sendero va subiendo tendiendo hacia la derecha con una pendiente no demasiado exigente que no ofrece demasiados problemas. En un momento dado me doy cuenta de que hace un par de minutos que no veo banderolas... mierda... "No veo marcas"... Etienne parece que había puesto el piloto automático siguiéndome y no se había dado cuenta. Avanzo un poco mas... Nada... Toca volver, no podemos equivocarnos, puede ser un desastre. Volvemos hasta la última marca... Nada, no parece haber alternativa. Realmente tiene que ser por donde íbamos. Volvemos a recorrer el camino y un par de minutos más allá del punto más lejano que habíamos alcanzado, aparece por fin una banderola...

Inciso de opinión para todo aquel que en algún momento de su vida tenga que marcar una carrera: he oído en mil briefings aquello de "Hemos marcado claramente los desvíos... A veces si el camino se ve muy claro puede ser que estéis 200 o 300 metros sin ver una marca pero vosotros tranquilos...". No, ni tranquilos ni gaitas, qué quiere decir si el camino se ve claro? Yo veo un camino muy claro, pero cómo sé que es el bueno? Creo que debería haber una distancia máxima entre marcas, pongamos 100 metros, y que se respete. Que sepas que si llevas más de 100 metros sin ver una banderola es que la has cagado, aunque vayas por la autopista A-7. Por lo demás, decir que a pesar de este incidente y el del pueblo hacia el km 120, creo que la carrera estaba bien marcada.

Un pelín desanimado por la confusión sigo marcando el ritmo por el camino, que se mete por una vaguada en la que la pendiente se incrementa considerablemente. De nuevo entro en ese estado de "quiero llegar al avituallamiento de una puñetera vez", cosa que afortunadamente pasa bastante antes que en el tramo anterior. Un flanqueo a la derecha sugiere que estamos llegando a "algún sitio" y el destino nos sonríe cuando la casa que aparece tiene colgado en la pared la pancarta oficial de la Swiss Peaks.

Chemeuille (Km189; 2065m):
Otro avituallamiento acogedor al calor de la chimenea y de unos chicos la mar de simpáticos que se han currado una quiche que tiene una pinta buenísima. Mis ojos se iluminan y pido un buen trozo de ella. Qué bien tener el estómago en forma, estos platos me sientan de fábula. El problema lo tengo mas arriba. La lengua y la garganta me están empezando a molestar. La garganta porque después de 40 y pico horas de mi clásica carraspera, la pobre está que se sube por las paredes, y la lengua porque me está empezando a aparecer el mismo problema que tuve en su día en el Tor des Geants. No sé que narices pasa pero se me empieza como a resecar y estriar, y pasar los alimentos por ella, especialmente los calientes, cada vez supone más un suplicio. En cualquier caso la quiche estaba de muerte y repetí.
De nuevo en la noche, nos disponemos a afrontar un tramo que se antoja crítico. Hasta la base de vida de Grande Dixance (la cuarta) nos esperan 15 kilómetros, con 700 metros de subida para empezar, 1100 metros de bajada después, y 500 más que remontar al final. Quince kilómetros... Antes eran 13 y medio y se me han hecho eternos... Empezamos a explicarnos la vida para mantener a ralla al sueño. Trabajo, carreras, objetivos... Resulta que los dos venimos del mundillo de la investigación, será por eso que conectamos... La charla nos facilita un poco el primer tramo de subida pero poco a poco la verborrea se apaga y volvemos a nuestro mundo interior mientras avanzamos por una "piste d'alpage" que nos habían anunciado los chicos del avituallamiento. Cuando llevamos mucho rato subiendo las banderolas se meten por un senderillo en un giro de la montaña que supongo que debe ser el collado. Mi gozo en un pozo... El paisaje se abre (o la oscuridad se abre) y aparece toda una línea de banderolas en forma de lucecitas que se extiende hacia allaaaaaa lejos (cuando el cansancio se va imponiendo todo te parece muy lejos)... Afortunadamente el avance es sin mucho desnivel, así que vamos cubriendo rápido la distancia. Poco antes del collado de repente aparece un tipo que nos anima, en uno de esos momentos surrealistas que cuando vas cansado aceptas con curiosa naturalidad. Qué coño hacía ese hombre allí a las 4 de la mañana?... Lo desconozco...
Superamos la cima del Col de la Meina (2702m) y afrontamos el descenso. Me reconforta haber superado el primero de los tres "subtramos" pero esta bajada me da miedo. Las marcas se dirigen hacia la derecha por un camino que cada vez es menos camino. La traza se difumina y el terreno se vuelve cada vez más complicado. La hierba está mojada, las rocas resbalan, mis zapatillas no agarran, los palos me molestan, las gafas se me mueven, el camino se pierde... En resumen, estoy crujido. El tramo final de la noche es hora crítica y a pesar de haber dormido en Zinal, esa recarga de energia ya se está agotando. Mi torpeza va in crescendo y con ello también crece el mal humor. Empiezo a quejarme y a lanzar improperios cada vez que pego un resbalón. Encima el camino no baja demasiado sino que atraviesa en diagonal hacia la derecha, así que si hemos de bajar 1100 metros así esto puede ser eterno. Etienne se mantiene detrás, no se si porque el ritmo le va bien (lo dudo mucho) o por solidaridad. Al cabo de mucho rato el descenso cambia de dirección y gira a la izquierda. Lejos de ponerse más fáciles las cosas a medida que nos acercamos al fondo del valle, la traza se difumina aún más al meternos dentro del bosque, hasta que llega un momento que tengo la impresión de estar en un rogaine. Plantas que cierran el paso, riachuelos en los que tienes que meter los pies, terraplenes que toca bajar... Y yo cada vez más torpe y con la crisis de sueño ya plenamente instaurada. Terrible, este tramo me deja realmente K.O. Simplemente porque todo tiene que tener un final, siglos más tarde llegamos al fondo del valle y encontramos la carretera prometida que va a la base de vida. Tengo tanto sueño que no siento ni alivio, y pensar en subir 500 metros en estas condiciones...
Pero es lo que toca, subir, llegar a la base de vida y dormir. No mires a los lados, no mires esa hierba que parece tan acolchadita, ni se te ocurra... Afortundamente, como me paso el 90 por ciento del tiempo con los ojos cerrados no veo demasiado la hierba. Avanzamos por una pista y noto como se me cierran los ojos y me voy desviando hacia un lado. Consigo llegar a un equilibrio e ir corrigiendo la direccion cada pocos segundos para desviarme hacia el lado opuesto. No sé si llegué a soñar caminando pero podría ser... Al cabo de un rato las marcas se meten por un sendero que atraviesa un prado con algo más de pendiente. Casi mejor... Un poco de dificultad que me obligue a pensar dónde tengo que meter el pie. El camino cruza una vez la carretera y empieza a subir de forma decidida. Mejor también, que pasen los 500 metros cuanto antes... Contaros más detalles de la subida sería mentiros. Supongo que superé esos 300 metros en una especie de trance del que desperté cuando apareció ante mí ese deseadísimo edificio de la presa de Grande Dixance donde estaba instalada la base de vida. "Necesito dormir" le digo a Etienne... Sí, seguro que no se ha dado cuenta... "Una hora?"... "Una hora"... Un voluntario nos acompaña al piso donde están las habitaciones y me señala una. En un sólo movimiento me quito la mochila y me desplomo sobre la cama. Dos o tres segundos más tarde estoy más allá de Plutón...

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