Hace un par de semanas…
no, tres, soy un desastre… estuvimos descubriendo nuevos lugares por tierras
griegas. Allá por el mes de marzo, hablando con Dani, surgió la idea de correr
el Olympus Marathon y para allá que nos fuimos con él y con Gerard. Finalmente
yo me apunté a la carrera larga, de 70km y 5500m de desnivel positivo,
básicamente buscando coger algo más de fondo y un último entreno de calidad
antes del Campeonato del Mundo de Rogaine. Después de un viaje largo, con 3
horas de avión y 500 kilómetros de coche en dirección norte, nos plantamos en
Katerini, a pocos kilómetros de la salida. Ritual típico del día antes,
recogida de dorsales, preparación del material y llega la madrugada de la
salida. Alguien de la organización me puso en contacto con otros dos corredores
con los que me puede acercar al punto de salida. Allí llegué a unas cálidas
3h45 de la mañana.
Dos minutos antes de la
hora un tipo de la organización suelta un discurso que tiene pinta de briefing,
aunque evidentemente no entiendo nada. Acabada la charla suena lo que
interpreto que es una cuenta atrás y sin más protocolo salimos por la carretera
en dirección al pueblo. Como no podía ser menos y como pasa en todas las
carreras del planeta, un grupo de tres corredores sale a ritmo de mil
quinientos. Los 3 o 4 primeros kilómetros son de asfalto amplio, así que no hay
prisa por pillar sitio, menos aún siendo pocos corredores. Así que cojo mi
ritmo y voy cruzando el pueblo por una calle en ligera pendiente. Saliendo del
núcleo urbano veo que uno de los tres ya ha decidido que la cosa no va con él y
lo atrapo al cabo de poco. “Good luck!”… “Yes, Good luck!” y paso delante
siguiendo a los dos primeros, con los que la distancia se ha estabilizado. Ya
fuera del pueblo voy recortando muy poco a poco y empiezo a oír como van
charlando en inglés. Así que serán extranjeros… Qué tal serán?... Hombre si han
venido de lejos… De momento que charlen, yo la verdad es que cuando corro soy
más de guardar el aliento. Acabo llegando a rueda y me quedo ahí sumido en mis
pensamientos hasta que llegamos a una curva donde un voluntario nos manda por
una pista de tierra que pronto se convierte en un sendero.
Los dos corredores sacan
los palos y yo, como no tengo palos que sacar, aprovecho el momento y me pongo
delante. Troto un poco, mientras mis dos acompañantes se ponen a caminar. Venga
pues camino y aprovecho para comer, que ya me toca el primer rollito con
mermelada. Aun así veo que se genera algo de distancia entre nosotros. La
verdad es que no aprieto especialmente pero no hacen intención de seguirme.
Bueno pues nada… La verdad es que estaría bien ir acompañado, al menos un rato,
pero tampoco me voy a frenar, así que me fijo en mi ritmo y mis pulsaciones y
adelante. El sendero es de caminar, pero tampoco con pendiente exagerada. Salgo
a una carretera y no veo marcas. “Do you know the way?”…”Yes, yes, up!” me
gritan. Pues venga, up. Troto unos 200 metros de asfalto y las marcas vuelven a
mandarme por un sendero. Otra vez a lo mío, manos a las rodillas, ahora troto
un poco porque llanea, ahora vuelvo a caminar, ahora baja a cruzar un río… Sin
pensarlo mucho lo cruzo, metiendo los pies en el agua hasta los tobillos. Vaya
no hay marcas… Me giro… Mierda, al otro lado… No hacía falta cruzar. Venga pues
otra vez agua hasta los tobillos, mientras llegan los dos perseguidores.
Vuelvo a pillar el camino
y pongo un plus de atención para seguir las marcas, que por otro lado están
bastante bien puestas. Vuelve a ampliarse la distancia y ahora ya mas
estabilizado cojo el ritmo y la pausa correctos para ir ganando metros mientras
el paisaje se va abriendo con las luces de los pueblos costeros cada vez más
bajas. Aparecen las primeras luces del amanecer y parece que el cielo está algo
nublado, lo cual es una muy buena noticia. Estos dos días por la zona nos
habían hecho entrar el pánico con el termómetro. Pasada la hora y cuarto de carrera
salgo a un tramo de pista que me lleva hasta el primer avituallamiento (km10).
Buen ritmo y buenas sensaciones, que me hacen saludar con una sonrisa a unos
cuantos animados voluntarios que están encargándose del chiringuito.
Koromilia (km10,4):
Cojo algo de agua y un
plátano y tiro adelante. El sendero atraviesa una zona de bosque y sigue
alternando tramos corredores con rampas de andar. Intento controlar el ritmo,
sin dormirme pero sin animarme en exceso. Cae otro trozo de membrillo y voy
dándole sorbos al Tailwind. Creo que los dos bidones me dan no recargar en el
avituallamiento del 15 y aguantar hasta el del 21. Se va haciendo de día y
apago el frontal. Sin más historia aparezco en un prado donde vuelvo a ver un
grupo de gente junto a una mesa con bebidas y comidas.
Petrostrougka (km15,8):
Relleno agua en el bidón
que tengo más vacío y cojo un par de trozos de naranja. Por lo demás en
principio llevo toda la comida que necesito para la carrera. Salgo del
avituallamiento hacia arriba… “Ep, ep!”… Me para un voluntario… “Ultra, here”…
Y me enfoca prado abajo. Anda, pues no estaba seguro de dónde quedaba este
avituallamiento pero eso debe querer decir que ya me he ventilado la primera
subida. Mira que bien…
Enseguida me doy cuenta
que las características del camino han cambiado por completo. Toda la subida
anterior, que coincide con el recorrido de la maratón, discurre por buen camino
que debe ser la ruta de ascenso al Monte Olimpo desde el pueblo de Dion. Ahora
el sendero es una traza difusa que baja en diagonal por el bosque. El
itinerario es técnico pero afortunadamente está muy bien marcado y no hay lugar
a dudas prácticamente en ningún momento. La rodilla me da algún aviso así que
nada de bajar a lo loco.
Con algo de calma pero
mantengo un ritmo bastante digno, trotando bien en los flanqueos y bajando a
saltitos controlados en los tramos de más pendiente. En esta tónica el
itinerario va bordeando vaguadas hasta un descenso más marcado que me lleva al
tercer avituallamiento.
Mastorouli (km21,9):
Llevo aproximadamente
tres horas de carrera, así que el ritmo es bueno. Ahora sí que repongo con dos
sobrecitos de Tailwind. “You are hurted!” me dice una chica del
avituallamiento. Tengo rascadas en la mano que no se de dónde han salido.
Bueno… en peores plazas hemos toreado. Una vez resueltas las operaciones me
despido entre los ánimos de los simpáticos voluntarios y sigo adelante. En
algún momento tengo que empezar la segunda subida. Del mapa, recuerdo que el
recorrido iba flanqueando hacia el oeste, con varios repechos y bajadas hasta
llegar a una sierra por la que discurría este segundo ascenso. Como en el mapa
no salían colocados los avituallamientos no sé muy bien donde queda el
siguiente, aunque sí que es el km29. Ya veremos…
De momento el terreno
sigue siendo técnico y entretenido y el calor no aprieta. Camino cuando los
repechos se alargan o son demasiado empinados y troto el resto del tiempo,
manteniendo aún las buenas sensaciones. Van apareciendo más valles y la cosa no
parece querer tender hacia arriba. Miro el reloj y ya estoy en el km26,5 (que
como el GPS se ha activado tarde) debe ser más del 27. Ahí delante hay un
espolón muy marcado. Debe ser ahí donde está el avituallamiento y la subida
empezará después. Efectivamente, un último flanqueo me acerca a la arista y una
cabeza asomando tras unas rocas me anuncia la llegada del nuevo
avituallamiento.
Krevatia (km29,1):
Nuevamente gente muy
agradable que me ayuda a rellenar el bidón, me dan ánimos, me preguntan “where
are you from” y se preocupan por todo lo que puedas necesitar. Recargo
nuevamente agua en el bidón más vacío, me como uno de los sobres con patata
(guardo el Tailwind para el próximo) y salgo hacia arriba. “Now is uphill?”…
“Yes, quite steep!”. Pues venga. Efectivamente, tiene pinta de ser más seria
que la anterior. El primer tramo sigue siendo boscoso, pero cada vez hay más
claros, y desafortunadamente cada vez
hay más sol. A ver si puedo ventilarme esta segunda sin pasar mucho calor. No
se si es por el sol, por la pendiente o por los kilómetros, pero esta subida la
hago algo menos alegre que la primera. Me empiezo a acordar de los palos… Aaay,
los palos… En fin, es lo que hay, al menos entrenamos para el rogaine. Intento
adaptar el ritmo de respiración como cuando los llevo y voy superando rampas
separadas por breves rellanos hasta que llego a un prado superior con un
vértice geodésico. Salgo al otro lado y como algo porque me da la sensación que
empiezo a ir justo de gasolina. Se me ha perdido el papelito donde llevaba
apuntado el planning, pero más o menos me acuerdo.
Diría que ahora tiene que
empezar a bajar. Allí al fondo hay un control de paso, debe ser eso… Pero las
cintas giran a la izquierda y van siguiendo una carena que va superando
diversos montículos. Vaya… La verdad es que me gustaría empezar a bajar, un
poco porque empiezo a estar cansado de subir y un poco por evitar que me vean
los perseguidores. Mejor que se piensen que estoy lejos… Pero nada, las cintas
me llevan de loma en loma mientras yo miro de reojo esperando ver algún corredor
a lo lejos. No veo nada, pero la verdad es que tampoco escaneo lo suficiente
como para convencerme de que no están. Venga va, mira para adelante, preocúpate
sólo de lo que hay delante, pisar bien, comer bien… Gestionar bien tu carrera.
Finalmente no hay más
lomas y las cintas giran a la derecha. Digo que giran las cintas y no el
camino, porque no hay camino. El recorrido te manda por una pendiente
empinadísima de hierba sin piedad. Al poco se mete en el bosque y al menos
puedes apoyarte en los árboles pero el descenso se hace bastante lento. La cosa
sigue feúcha bastante rato hasta que se acerca el fondo del valle y la cosa
suaviza un poco. Si no me equivoco el avituallamiento siguiente estaba en el
km40, pero poco después de pasar un cartelito de “km36” me encuentro un tipo
que sube y está preparado con la cámara. Será un motivado o quizás el
avituallamiento está más cerca de lo que pensaba? Me sigue por detrás y me
graba mientras charlamos y le pido que me pase el vídeo y las fotos. Le empiezo
a dar mi teléfono pero se le ocurre la obvia solución de Facebook. La parte
buena de que ahora estemos todos controlados. Efectivamente el avituallamiento
está más cerca de lo esperado (km37).
Xerokalli (km37… bueno,
pongo el nombre que salía en la tabla y el kilómetro que me marcaba el reloj…)
Siento que necesito comer
algo más contundente así que pido un plato de pasta con tomate y cojo algo de
patata que tienen allí. “I think you are in record time” me dice un chico del
avituallamiento. Hombre, estoy contento con el ritmo pero récord (9h23 de Jordi
Gamito) ni de coña. “Next
station is at the top?”… “A little earlier”… Venga pues mejor.
Salgo al trote por una
pista, que resulta prolongarse durante unos tres kilómetros. Sospecho que el avituallamiento
debía estar previsto para aquí. Bueno… Lo cierto es que estos tres kilómetros
de trote medio “regalado” me ha venido bastante bien. Ahora las marcas se meten
por un sendero y llevo una marcheta bastante animada. Creo que la pasta me ha
sentado bien.
Pero el bosque escasea
cada vez más y las cintas se meten en un prado donde el sol está cayendo a
plomo. Tomo referencias de tiempo por si veo más tarde a algún perseguidor.
Cruzar la rampa me lleva unos 15 minutos. La buena noticia es que pasado ese
tiempo no veo a nadie detrás. La mala es que se ha girado las tornas en mi
interior. Empiezo a notar síntomas más claros de flaqueza. Busco una pastilla
de sales pero están todas rotas. Las dos últimas ya estaban así… Pues vaya… El
valle gira y el sendero sigue bajo el sol, incómodo, empinado… Y debe quedar un
huevo de subida aún, eran 1600 metros de desnivel… Me da miedo sufrir un bajón
más serio con el calor. Cuando es cuestión de comida más o menos lo controlo,
pero aquí… Voy superando repechos, más lento de lo que me gustaría y al final
veo una pista allí arriba por la que caminan dos personas. Debo estar
acercándome al avituallamiento.
“Congratulations!” me
dice un tipo que va en una moto por la pista. Gracias hombre, ahí vamos, hemos
tenido momentos mejores. En un trozo plano me animo a trotar, no os negaré que
en parte para no ofrecer una imagen de “doblez” absoluta (bastante real, por
otro lado) que sea transmitida a algún perseguidor. Tras un par de rampitas por
fin aparece un refugio y un tenderete donde tienen montado el avituallamiento.
En medio de un solano de justicia y levantando una mano poco enérgica a modo de
saludo me acerco a la anhelada sombra.
Skollio (km46) (en
realidad Skollio es el pico pero bueno, le llamaron así al avituallamiento):
Cojo varios trozos de
“helenika Orange” y un vaso de agua refrescante, y relleno los bidones. El
resto de la comida no me parece tan atractiva y tengo ganas de acabar con la
subida, que sólo me quede bajar. Salgo del avituallamiento trotando un poco en
un tramo llano, pero enseguida vuelvo a la misma tónica cansina en cuanto el
sendero se empina hacia arriba. Vuelvo a echar de menos los palos. Qué bien
vienen para tirar de cualquier lado cuando vas tieso… Miro al suelo e intento
coger el ritmo de respiración-paso-bastón, pero sin bastón. Intento convencerme
de que la cima está cerca, más de lo que parece. Busco cintas más arriba pero
resulta que el camino hace una diagonal hacia la derecha, hasta un collado.
Mejor, pendiente más progresiva. Me acerco a la divisoria y miro de reojo hacia
abajo. A pesar de la caída del ritmo en la última hora no veo nadie hasta el
avituallamiento. Creo que llevo una ventaja de al menos 20 minutos. Salvo
desfallecimiento total debería valer. El calor ha hecho mella pero supongo que
para todos, y en la bajada espero recuperar algo de ritmo.
Pero todavía queda un
último repecho hasta la cima del Skollio, donde hay un control de paso. “The
hero!” me gritan unos excursionistas. Hombre… En las pelis tienen otra pinta…
Pregunto si hay agua pero aquí no hay nada, así que sin perder un segundo
inicio la bajada. Las piernas están torpes y el primer trozo es muy pedregoso y
técnico así que me cuesta algo coger el ritmo, pero poco a poco voy recuperando
el paso hasta llegar a un cruce, donde de repente aparece toda la retahíla de
corredores de la maratón. Se trata más bien de la parte media-trasera, así que
enseguida veo que esto va a ser un problema. Lo bueno es que no tengo demasiada
prisa. Suerte… En un final apretado esto sería un caos… Voy pidiendo paso, unas
veces con timidez, otras con algo más de morro. Al final adopto el mensaje de
“Sorry, Ultra, left” a modo de intermitente y voy pasando corredores que me lo
ponen más o menos fácil. Llego a un primer avituallamiento de bajada (km57),
donde me como el sobre de patata que me falta para abortar cualquier
posibilidad de pájara en lo que queda, complementado con agua fresca y fruta
del avituallamiento. Dos o tres minutos bien empleados y a seguir, con un ritmo
de carrera más o menos aceptable, fuerzas algo renovadas, pero sin forzar
demasiado el paso.
La bajada transcurre sin
mayores sobresaltos, adelantando corredores de la maratón, describiendo
innumerables revueltas y cubriendo el interminable camino de descenso que se va
metiendo por el desfiladero. A medida que bajamos van apareciendo más y más
excursionistas con lo cual el atasco va empeorando. Paso por una ermita en una
cueva, que he visto en vídeos y donde los corredores locales se acercan a tocar
la pared. Hago lo propio y sigo bajando escaleras. Empiezan a aparecer repechos
traidores de esos que duelen cuando llegas justo de fuerzas y de tiempo. Ahora
duelen algo pero también me vienen bien para cambiar un poco de tercio. Hace
calor, pero afortunadamente hay bastantes trozos en sombra y no lo paso tan mal
como en la subida de antes. Además hay bastantes avituallamientos y puedo ir
echando tragos cada poco rato. A falta de 6 o 7 kilómetros aprovecho para
probar sensaciones con un gel de cafeína que llevo. Creo que no me era imprescindible,
pero el resultado es positivo. Bueno saberlo para otro día.
Después de unas cuantas
trampas de esas que no se ven en el perfil, el paisaje se abre y aparece el
pueblo de Litochoro. Una breve travesía hacia la derecha me deja en una pista
que se acerca hacia la parte superior del pueblo. Un tipo con una moto se
aproxima y me acompaña en el último tramo, tocando el claxon de manera que la
gente se entere de que algo raro pasa y me aplaudan. La calle en bajada me
ayuda a coger un ritmo algo elegante y disfrutón. Finalmente aparece el parque,
la última curva y la recta final. La mar de contento cruzo la meta en una
primera posición que me sabe la mar de bien! 😊
Poco más que decir, una bonita
experiencia conociendo nuevos lugares, recomendable para aquell@s que busquen descubrir
otros horizontes y otros lugares.
El fin de semana que viene
es el día D. Esperemos que las fuerzas y la cabeza nos acompañen y la cosa vaya
bien. Qué quiere decir que vaya bien… Acabar sin remordimientos y con la
sensación de que lo has hecho lo mejor que has podido.
Besos y abrazos
Qué ilusión Albert. enhorabuena me encanta y te felicito y un placer poder acompañarte aunque sea algunos ratitos en nuestras carreras de orientación juntos
ResponderEliminarEnhorabuena!!!
ResponderEliminarMucha suerte en el rogaine!!