domingo, 18 de mayo de 2014

Les Aventuriers du Bout de Drôme

Bueno hay que estar a las duras y a las maduras…

(perdonad por la falta de fotos, pero secuestrarlas de la web con un rótulo enorme delante me parecía demasiado...)

Siguiendo con la preparación para la Ronda dels Cims este sábado tenía una carrera a unos 120kms al sudeste de Lyon, concretamente en Crest. Zona prealpina, media montaña, bonito… quizá poco montañoso para el tipo de terreno que me interesaba, pero una zona atractiva al fin y al cabo. La carrera en cuestión tenía el curioso nombre de “Les aventuriers du bout de Drôme” (Los aventureros del límite de la Drôme, si no me equivoco) y forma parte de toda una movida llamada Challenge Charles et Alice, en la que en un fin de semana se celebran en Crest, carreras de 12, 21, 35,42, 67 y 105kms (que era la mía), además de otras historias para los pequeños. Creo que había un total de 9 carreras, ideal para un desplazamiento en familia en el que cada uno busque su plan (de hecho mientras escribo esto pasan al lado del coche los corredores de 12kms). En concreto la de 105kms, tenía 6600m de desnivel (o eso decía en la web, aunque yo lo dudo mucho). Una primera parte bastante plana, con pequeños repechos y bastantes pistas que se presumía bastante rápida, dos o tres subidas bastante progresivas y una última parte mucho más dura con subidas verdaderamente empinadas y una de cerca de 1000 metros de desnivel hacia los kilómetros 75-80. La salida, nada menos que a las 3:30 de la mañana. Ahí nos situamos…

Después de una noche de dormir en el coche y poco (más por horario que por incomodidad, porque el colchón que tengo no está mal), me levanto a las 2 de la mañana, desayuno y me voy para la salida. Curiosamente se empieza con un tramo neutralizado por dentro del pueblo para hacer la salida real en el patio de un castillo que domina la población. No conozco a ningún corredor, pero si a una corredora que es la estrella mediática de la carrera, Francesca Canepa. Ganadora dos veces del Tor des Geants (la segunda con una cierta polémica que ya comenté en otro post), de la Ronda dels Cims 2013 (única vez que he quedado por delante suyo)… Un buen palmarés y una buena referencia. Cuenta atrás y salimos por una subida donde como de costumbre en Francia, se sale rápido. A los 100 metros la organización ha preparado unos fuegos artificiales, pero a mí me cogen más bien preocupado por no tropezarme con nadie. Una vez más no soy demasiado hábil en la salida y, a pesar de que mi intención era meterme en el grupo de cabeza y ver qué ritmos se manejaban, llegamos a un senderillo y me he quedado con al menos 10 personas delante. Aprovecho los momentos en que me quedo atrapado detrás de algún corredor para pelearme con un bastón que no funciona bien. Segunda torpeza, creo que hasta el cuarto kilómetro no consigo ponerlo bien.

Finalmente salimos a una pista amplia donde puedo coger mi ritmo. Cuento a unos 7 u 8 corredores delante, de los cuales adelanto a los cuatro de detrás aprovechando algunos repechos que hay en estos primeros 10 kilómetros. Me estabilizo en la cuarta posición e incluso me acerco al tercero en una subida algo más larga hacia el km11, pero en la bajada va más rápido que yo y no llego a alcanzarle. No me preocupo demasiado. La idea es intentar no pasarme de ritmo en estos primeros kilómetros, que siempre me cuestan, y si todo va bien en las subidas más largas es donde tengo que aprovechar.

Después del primer avituallamiento (km16), llega el primer problema del día (o noche aún). Bajando por una pista de repente me doy cuenta de que no veo marcas delante de mí. Por la ley de Murphy, me coge en una bajada, con lo cual cuando llego a una carretera y certifico (por la ausencia de ninguna flecha) que me he equivocado, me toca remontar todo este terreno. Mierda, ahora sí que se me ha ido el tercero. No pierdo más de 2 o 3 minutos, pero sobre todo me supone un golpe moral y me corta bastante el rollo. De manera un tanto absurda, entro en una dinámica mental negativa durante los siguientes kilómetros, en la que me pregunto qué hago aquí, a las 5 y pico de la mañana, corriendo por una pista en un bosque ni siquiera demasiado bonito (y que no veo demasiado porque está oscuro). La bola de nieve se va haciendo grande y llego a plantearme si realmente me apetece hacer este tipo de cosas. Este estado semi-depresivo me dura hasta el siguiente avituallamiento (km26). Justo al llegar me encuentro una bufanda de la selección española y escucho como los de la organización me cantan el “Que viva España”. Creo de todas maneras que lo que me levanta la moral es ver que, a pesar la mala dinámica mental, he conseguido mantener un ritmo de crucero decente que me ha permitido alcanzar de nuevo al tercero, que está ahí comiendo algo.

Vengo comiendo bien, o eso creo (después lo discutimos). Así que tomo un par de trozos de naranja, relleno el agua y salgo justo al mismo tiempo que el compañero (llamémosle Speedcross 3, por las zapas, evidentemente...). La subida empieza fuerte pero en seguida se transforma en un continuo de pistas y senderos que suben muy progresivos. Yo adopto un ritmo de trote continuo, de forma que en los repechos me separo de él pero en el llano o bajada me recupera. De esta forma vamos subiendo y casi sin darme cuenta me encuentro la antena del punto más alto justo delante. Para acabar de rematar la faena, en un prado, a unos 300 metros, veo una figura corriendo, así que el segundo clasificado está a tiro. Realmente han cambiado las tornas totalmente. Hace una hora y pico estaba con ganas de mandarlo todo al garete, pasando de todo, y ahora veo que la carrera me da una segunda oportunidad. Recorro un último tramo de subida por un bosquecillo espeso que de vez en cuando deja ver unas vistas espectaculares hacia el oeste, sobre el valle del Ródano.

Corono la cima y bajo por una carreterilla unos metros antes de coger un camino que va cresteando. Observo con satisfacción que mi perseguidor ya no me recupera terreno en la bajada así que estoy mejorando mi ritmo en esta parte también. Al cabo de unos minutos alcanzo al segundo, que de vez en cuando da algún tropiezo, cosa que indica que no anda muy sobrado de fuerzas. Me entero de que está haciendo la carrera de 67kms (ni siquiera sabía yo que las dos carreras salían a la vez) con lo cual ya estaba segundo antes de alcanzarlo. De todas formas el tipo que va por delante, un tal Frédéric que es de la zona y conoce el terreno, sí que está haciendo la carrera larga. Ha pasado por la cima unos 7 minutos antes que nosotros.

Y en esto que cruzando palabras de repente el tío me dice: “Hace mucho rato que no veo balizas”… “Coño, pues si hace mucho rato haberlo dicho antes” (aunque lo más justo sería admitir que estoy empanado y hace rato que no me fijo). Seguimos bajando un poco más por la pista en la que estamos pero no aparece ninguna cinta. La verdad es que el marcaje deja un poco que desear y no han sido raros los trozos en los que había 100 o 200 metros sin cintas, más aún en tramos de pistas, pero esto ya pasa de castaño oscuro. Yo tengo la sensación de que la dirección que llevamos es buena, pero no nos la podemos jugar. Al cabo de otros 300 o 400 metros, y con la mala ostia en aumento, decidimos volver a subir. El compañero se queda atrás mientras yo recupero altura tirando de bastones. Descubro con impotencia que hemos bajado una barbaridad (mirando el GPS del reloj, más de un kilómetro por una pista que debe rondar el 15% de media). Llega un punto que ni siquiera estoy seguro que estemos en el mismo camino por el que hemos bajado. Grito, pero la única respuesta es la del compañero de infortunio. Al final veo unas cintas al otro lado de un claro del bosque. Debemos haber perdido 15 o 20 minutos fácilmente.
El compañero sale pitando, pero yo intento controlar el bajón moral y la rabia y me obligo a comer, ya que este es el típico momento en que te cebas por la rabia y la cagas. Sigo bien de fuerzas así que recupero rápido el terreno, preguntándome cuánta gente nos debe haber pasado. Al llegar al avituallamiento siguiente (km40) descubro que nos han pasado 8 o 10… Bufff… queda mucho pero es un bajón…

Cargo agua, como y sigo adelante por terreno favorable. Menos de un kilómetro más tarde veo un grupo de tres, uno de los cuales es el chico con el que me he perdido antes. Vamos por una pista que pica para arriba y ellos van andando pero la verdad es que me encuentro muy bien y voy trotando a un ritmo ágil pero sin quemarme. El calor empieza a apretar y me voy obligando a beber. Sigue la tónica de terreno bastante corredor, con subidas y bajadas pero técnicamente sencillo. Tanto es así que en el siguiente parcial de 5 kilómetros hago una media de 10km/h, lo cual para estar en el km50 y con desnivel me deja bastante contento. Veo a otro corredor por delante y lo alcanzo justo al llegar al siguiente avituallamiento en Miribel (km53). Si mis cálculos y las indicaciones no fallan, por delante va el tal Frédéric, Speedcross 3, otro corredor que llegaba al avituallamiento del km26 cuando nosotros salíamos, Francesca Canepa y este chico. Bueno queda mucho, aún hay tiempo de seguir recuperando. Mi predecesor se va y yo me lo tomo con calma comiendo algo, rellenando las botellas con agua y sales y sacando comida de la mochila para dentro de un poco. Vamos allá, que ahora viene una subida bastante progresiva en la que con la dinámica positiva que llevo tengo que seguir prorgesando...

Pero entonces llegó la debacle (ya veis, esto hoy pega unos giros dignos de Juego de Tronos). El primer kilómetro, más o menos llano, y el segundo, ya en subida, pasan bastante bien, pero a partir de ahí noto como de repente necesito andar cada vez más, hasta llegar a un punto en el que únicamente troto en el llano. El sol, al que hasta ahora había ignorado, se empieza a sentir cada vez más pesado en el cogote. Alterno agua y sales sin parar, me tomo un paquete de compota... nada, sigo en claro declive. Voy por una cresta entre el bosque en la que no tengo referencias. Se me hace eterna. Finalmente no queda más montaña delante y empieza un flanqueo en descenso en el que vuelvo a correr, aunque con menos alegría que hace un rato. El descenso continúa, ahora más empinado y por terreno más técnico, hacia el fondo del valle donde encuentro una pista. Bufff, y ahora viene una subida que sobre el mapa parecía tremenda, no muy larga pero con una pendiente de miedo. Creo que en el próximo avituallamiento (Saillans, km66) tendré que parar a comer algo consistente. De momento me tomo un kit kat para mantener el tipo y llego a un punto de control.
"Como va?"... "No muy bien"..."Ahora viene una subida fuerte" me dice el hombre con cierto pesar. "Lo se, lo se... 2 kilómetros?"..."Mmmm, más o menos" concede... Vale, o sea que son tres... Bueno, ritmillo y con filosofía.

Cojo el sendero y realmente el repecho es de espanto. Después de todo el día de subidas tendidas y rodadoras, aquí de repente aparece un sendero que sube a saco de cara a la pendiente. Voy metiendo los bastones todo lo arriba que puedo y tiro de brazos para ir avanzando hacia arriba. En muchos momentos no hay casi ni sendero, aunque afortunadamente aquí está muy bien marcado (suerte, porque hace un rato me he prometido que si me pierdo una tercera vez, me las piro a casa...). Mi ritmo es desesperantemente lento, pero nadie llega por detrás, así que imagino que en todos sitios cuecen habas y todo el mundo las pasa canutas aquí. De todas formas mi desfallecimiento va en aumento. Tocará recuperar algo de aliento en la bajada, comer bien en Saillans e intentar volver a entrar en la carrera. Con esa esperanza, pero desfondado, llego a la cima y cojo un camino a la derecha que asoma a un balcón desde el que se ve el pueblo.

Pero la recuperación que buscaba no llega. Todo lo contrario. Intento trotar pero me noto extremadamente torpe y el cansancio de pulsaciones y respiración de la subida se transforma en un malestar a nivel de cabeza. De mal en peor... Empiezo a notarme mareado. Dejo de correr y camino, pero incluso poner un pie delante de otro me cuesta. Así no voy a ningún lado. Me paro y me inclino hacia delante pero tampoco tengo ganas de vomitar. Vuelvo a avanzar pero sigo mareado. Demasiado. Tomo la decisión, que estaba intentando evitar hace un rato, en parte por la decepción con la que voy a volver a casa, en parte pensando en el golpe moral que eso supondrá para las próximas carreras. Pero sí, me retiro en Saillans. Una cosa es ir cansado y otra cosa es que la cabeza empiece a fallar. Aún así, todavía tengo que llegar ahí abajo y el pueblo se acerca desesperantemente lento. Llega un tío por detrás. Me aparto directamente y el hombre pasa sin siquiera preguntarme qué tal. Algo más tarde llega de nuevo el chico con el que me he perdido y me encuentra a un lado en inclinado de nuevo. Me pregunta y niego con la cabeza. Me da una palmada de ánimo que se agradece, y con ello sigo mi caminar cansino. Algo más abajo me encuentro una mujer que me da agua y en vistas del panorama me dice que me acompaña en la bajada. Me da un azucarillo y me lo meto en la boca mientras sigo en plan zombi. Parece que algo funciona... 5 minutos más tarde noto que por lo menos me vuelven ciertas ganas de hablar. Le doy las gracias y le empiezo a explicar mi vida, que no se qué me ha pasado, que iba muy bien hace un rato,... Le digo que tire, que voy algo mejor y que al pueblo llego bien. Aún así se espera hasta que pasa otro corredor que creo que es de su equipo, y sigue con él corriendo. Finalmente, ya con la cabeza más en su sitio pero con la decisión ya tomada, llego al pueblo y al avituallamiento, que a su vez es meta de la carrera de 67 kilómetros. Troto de manera testimonial para entrar en esta meta, que no es la mía. El speaker me anuncia como sexto clasificado de la carrera, pero yo le digo que "el sexto se para aquí".

En fin, que voy a decir... decepción. Encima François, un amigo de Lyon que ha venido para hacer la maratón de mañana, estaba esperando en lo alto de la próxima subida. La verdad es que no se muy bien qué ha pasado. No he salido especialmente fuerte. Muchas veces me pasa de empezar forzado los primeros 15-20 kms, pero hoy entre pelearme con el bastón, perderme, rallarme y demás, la verdad es que iba en modo entreno. Beber he bebido más que de costumbre y de hecho este ultimo tramo me he zumbado un botellín de agua y otro de sales, cada uno de 3/4 de litro. De comida me habia tomado ya tres geles, tres kit kats, tres sobres de compota y en los avituallamientos yo creo que mas de una naranja y un plátano, que sin ser una barbaridad es más que de costumbre. Quizá no haya descansado suficiente... es cierto que ayer me costó dormirme y no debo haber dormido más de 4 horas y eso viniendo de una semana en la que había dormido más o menos bien pero no había acumulado en exceso. Quizá un tema de azucar... lo cierto es que el azucarillo que me ha dado la chica que me he encontrado en la bajada me ha resucitado un poco... No se, lo cierto es que hay algo que no hago bien, y toca ver qué es para mejorarlo de cara a las próximas carreras.
Voy a hacer una semana un poco de desconexión para descansar la cabeza y a ver si cargamos las pilas mentales para la próxima, que será Bastions el día 7 de junio.

Besos y abrazos

1 comentario:

  1. Ánimos!!! Déja ganar a otro que si cada semana ganas el resto se aburrirán.

    ResponderEliminar