Bueno, hay que estar a las duras y a las maduras…
Este fin de semana he venido a los Alpes a hacer una de mis
carreras. Nunca había ido tan lejos a correr pero por diferentes motivos que no
vienen al caso el viaje cuadraba, la carrera era atractiva y tenía ganas así
que dicho y hecho.
La carrera en cuestión era la Ice Trail Tarentaise, en los
alrededores de Val d’Isére. Características: 65 kilómetros, 5000 metros de
desnivel positivo y una altitud media por encima de los 2500 metros, lo que dan
lugar a la frase que explota con orgullo la organización: El trail más alto de
Europa. Por el camino se suben dos picos de más de 3000 metros, la Pointe Pers
(3325m) y la Grande Motte (3653m), que es el punto estrella. Este año además ha
sido prueba puntuable para la Copa del Mundo, con lo cual se presentaba aquí
todo un elenco de estrellas que también le daban atractivo a la prueba. A la
cabeza del grupo, Emelie Forsberg en chicas y como no, Kilian en chicos.
Dadas las condiciones de la carrera y que tenía tiempo,
decidí venir un par de días antes para ver con tranquilidad el recorrido y
adaptarme un poco a la altura. Las fotos que añado en la crónica son de los
días de reconocimiento.
Y en estas nos plantamos la madrugada del domingo a las 4 de
la mañana, unos quinientos corredores dispuestos a tomar la salida. Los “pros”
delante, Kilian, François D’Haene, Rickey Gates, Emelie Forsberg, Anna Frost,
Francesca Canepa,… Se da la salida y el personal sale a machete. Sé que a
alguno le sonará extraño y hasta con un toque de prepotencia calificar de
“corta” a una carrera de 65kms, pero realmente el ritmo de una carrera como
esta, sobretodo en la salida, no tiene nada que ver con el de, por ejemplo, la
Ronda dels Cims de hace tres semanas. Allí, ante 30 horas mínimo de carrera, hasta los de delante salen con un rodar tranquilo y relajado. En la de
hoy, la salida es una estampida por un primer kilómetro de asfalto donde el
personal busca colocarse en las primeras posiciones corriendo tranquilamente a
menos de 4 minutos el kilómetro lo cual, con alrededor de 10 horas o más de
carrera por delante, a mí me saca de punto fácilmente.
Pasado ese primer kilómetro de asfalto por dentro de Val
d’Isére, empezamos a subir por un sendero que no esperaba tan empinado. He cogido
como referencia, de una manera quizá demasiado atrevida, a Arnau Julià, un tipo
muy conocido dentro de este mundillo a nivel catalán y español. Cruzamos un
primer collado (primeros 400m de subida) a buen ritmo y bajamos unos 200m de
desnivel hasta la pista de esquí de Tignes. Aquí empieza la parte más dura de
la carrera, la subida a la Grand Motte, con más de 1600m de desnivel. Era
consciente de que a mí me cuesta coger el ritmo en las carreras y que normalmente
la segunda y tercera subidas es en las que voy mejor. Tenía la esperanza de
hacer la primera relativamente tranquilo y que me sirviese para calentar, pero
más que eso me ha supuesto un calentón importante.
La subida empieza por una pista de estas empinadas que
utilizan las máquinas de la pista de esquí. Se va a mantener sin nieve hasta
los 2700m. Consigo trotar bastante rato y cuando no, mantener un ritmo
interesante de paso amplio, con lo cual gano algunas posiciones (calculo que
debo estar sobre el puesto 25). Llegamos a la nieve en forma de pala (pista
roja bien bien) que hace subir la temperatura de los gemelos y llego de esta
forma al primer avituallamiento (km15 y a 3000m de altura) con las fuerzas que
ya no sobran. Aquí nos obligan a ponernos los Yatrax. Ezo ke é lo ke é?...
diréis… pues unos accesorios que se acoplan a las zapatillas con una goma y que
llevan en la suela una especie de anillas que facilitan el agarre al hielo.
Vamos como los crampones de mierda que llevé la semana pasada pero con menos
agarre y menos peligroso y al menos estos no se han roto. La organización no
permitía el uso de crampones por ser peligroso al correr, según la versión
oficial. La realidad: porque no sé qué tienda de allí patrocinaba la carrera y
así te obligaban a comprarlos. Yo para tocar las narices me los compré en el
Barrabés de Benasque.
Como de costumbre estoy bastante poco ágil en el avituallamiento
y me pasan 3 o 4 tíos. Salgo por una pequeña bajadita y miro lo que se avecina.
Una rampa tremenda por una pista de esquí donde veo 10 o 15 corredores subiendo
a un ritmo bastante cansino. Señal de que la cuesta se las trae… efectivamente…la
pala se hace interminable y me obligo a mantener la mirada en el suelo para no
ver lo que queda. A más de 3000 metros este trozo me deja tocado. Llego a lo
alto de un telesilla a 3400m justo cuando bajan los tres primeros, Rickey
Gates, François d’Haene y como no, Kilian, que parece que va de paseo. La ruta
de subida se mete por un flanqueo a la derecha antes de subir a la cima por una
pequeña trepada, fácil pero que se me hace dura. Llego a la cima bastante
extenuado y me tomo unos segundos de respiro para admirar el paisaje, que es
espectacular. Debo ir entre la posición 25 y 30.
El primer tramo de bajada tiene un par de trozos técnicos
donde hago gala de toda mi torpeza. Por lo demás, deshacer el camino por la
pala interminable mientras te apiadas de los que están subiendo. Llego al
avituallamiento a 3000m y me vuelven a pasar 3 o 4 tipos por "empanao". Llega
también Francesca Canepa, la italiana que ganó en Andorra, que hoy va tercera.
Bajo con ella todo el siguiente trozo, entre nieve irregular por donde se hace
difícil correr y prados que se agradecen, hasta que llegamos al siguiente
avituallamiento en el Col de Fresse (km25, 2550m).
Empiezo a encontrar mi ritmillo. Salgo justo detrás de un
grupo de 5, entre ellos la italiana, a los que alcanzo rápido en un trozo de
subida poco exigente. Vamos llaneando entre nieve y prado hasta otro collado y
bajamos al fondo de un valle. En este tramo he ganado 6 posiciones y sigo
viendo objetivos potenciales por delante así que me voy animando mientras subo
hacia el siguiente punto de control, en el Col de la Rocheure. Después de un
falso llano empiezo a notar un vacío en el estómago y decido que es momento de tomarse
otro gel y coger fuerzas para los 7 u 8 kilómetros que quedan hasta el
siguiente avituallamiento. Decisión catastrófica.
Era el tercero del día. El primero me supo mal, el segundo
me dio una arcada controlable y el tercero dinamita mi estómago y sale
despedido junto con lo ingerido en el avituallamiento anterior. Fantástico.
Llega un tipo por detrás mientras estoy en pleno apogeo y en lugar de
preocuparse por mi estado me suelta un “C’est dur, eh?”, con ese típico “eh?”
que le meten a todo los franceses. Qué cabrón… Después de medio minuto el
ascensor de mi tráquea deja de funcionar y parece que la cosa se estabiliza. Me
pongo a caminar y parece que el tema se calma y me encuentro mejor. Son esos
15-20 minutos de sosiego que siguen al desalojo del estómago, pero que soy
consciente que preceden a la debacle por falta de alimento. De todas formas en
el subidón transitorio consigo llegar al collado, pasando a un corredor al que
no le veo mucho futuro y dándome el gustazo de alcanzar a Monsieur C’est Dur,
que parece sorprendido al verme.
Pero la alegría dura poco. Viene ahora un trozo llano donde
te hundes en la nieve hasta las rodillas, lo cual no le va nada bien a mis
fuerzas en declive. Falta una bajada y un tramo llano hasta el refugio donde
está el siguiente avituallamiento. Tengo que llegar allí como sea y comer. Pero
al empezar la bajada me empiezo a notar torpe y mareado. Llega por detrás
Monsieur C’est Dur y otro corredor. Me aparto para que pasen sin la más mínima
resistencia. Necesito hacer el tramo que falta hasta el refugio sin ningún
estrés. Este tramo se me hace muy duro pero al final llego al avituallamiento
(km40).
Paro decidido a estar el tiempo que haga falta. Bebo agua,
te y cojo un plátano, pero me da ganas de vomitar otra vez. Genial, si no puedo
comer ni comida “normal” estoy arreglado. Al final me entra pero se me quitan
las ganas de comer y la moral. Algo cojo pero me voy hundiendo en la miseria y
estoy al borde de la desconexión. Visito al Señor Roca para ver si eso ayuda.
Me planteo seriamente la retirada. Desde aquí sería bajar al fondo del valle y
en una hora y poco estoy en Val d’Isere, una ducha y a las 2 de la tarde puedo
estar saliendo de vuelta para casa pasando de la carrera y la madre que la p…
Pero pienso en un viaje de vuelta, sólo, 8 horas de coche, con la comida de
tarro de la retirada y puede ser para cortarse las venas. Intento comer algo
más mientras miro a uno de los voluntarios con una cara que debía ser
indescriptible. Supongo que busco alguna palabra de ánimo, algo que me empuje
hacia delante… Nada, el tipo me mira con una expresión de incomprensión. Nadie
va a hacer nada por mí y nada podría hacerse así que, en un momento de
distracción de mi cerebro, empiezo a caminar hacia el siguiente collado con un
ritmo de paseo agónico.
Vamos a ver qué pasa. No tengo sensación de haber recuperado
fuerzas, pero he hecho un cambio de chip en el que automáticamente la posición
no importa (me deben haber pasado 15 o 20 tíos en todo este rato) y ver cómo va
el siguiente tramo e intentar acabar la carrera. Vienen ahora 400m de desnivel
de subida hasta el Col de Fours. Mi ritmo es lento pero constante y me sorprendo al
llegar arriba sin que me haya pasado nadie más, pero sigo extenuado y el tipo
de la organización que hay arriba me anima pero me dice que vaya con cabeza. Le
digo que sí, que “doucement” y sigo para abajo. Me dejo llevar por la gravedad
en un tramo de nieve profunda. Aquí se ha juntado el recorrido de la carrera de
30kms que se hace paralelamente, con lo cual ya ha pasado un montón de gente y
hay huellas por todos lados y el terreno está muy irregular e incómodo. Me
pasan 3 tíos antes de llegar a la carretera donde empiezan 2 kilómetros de
subida hasta el siguiente avituallamiento. Ni me planteo correr. Aprovecho para
coger un ritmo de andar más o menos digno y recuperar la respiración. Llego al
oasis con un humor algo más positivo (km48, 2720m).
Como algo más y sigo adelante. Creo que voy a conseguir
acabar. Me queda una subida seria y otra cortita. No sé cuánto tardaré pero he
pasado mis peores momentos. Sigo sin muchas fuerzas pero algo de efecto hace lo
que he comido y el hecho de que la meta se acerque, lentamente, pero se
acerque, ayuda a ver las cosas de otro color. La ruta sube por un repecho de
piedras al borde de una pista de esquí. La pendiente es demoledora. Vuelvo a
forzarme a no mirar arriba y avanzar paso a paso al ritmo de la canción “Je te
donne” (Jean Jaques Goldman, creo), que había escuchado hace mil años y ayer se
me metió en la cabeza al oirla por la radio. Me lleva a lo alto del
repecho, donde la ruta hace una travesía absurda a la izquierda perdiendo unos
desesperantes metros de altura que habrá que recuperar. Llego a un repecho
nevado donde una chica de la carrera de 30kms las está pasando canutas porque
se ha resbalado por la pendiente y está con un estrés que no veas. Llego a una
zona de roca por donde el itinerario sube a la Pointe Pers, 3325m, prácticamente la última dificultad (o de eso me intento convencer). Es la
típica montaña traidora en la que nunca se ve la cima, pero al final consigo
llegar justo al mismo tiempo que alcanzo a otro corredor que parece aún más
desesperado que yo. Pido un poco de agua fresca y me lanzo hacia abajo con la
moral bastante recuperada. Hay que acabar con esto ya.
Qué importante es el coco en este deporte… Me lanzo a por la
bajada sin rastro de la depresión de hace un par de horas. Hago cálculos y veo
factible bajar de las 12 horas si salgo del siguiente avituallamiento antes de
las 14:30 (me quedarán 10kms para hacer en 1h y media). No es lo que quería
pero en fin, visto el panorama es una forma bastante satisfactoria de salvar
los muebles. He recuperado mi agilidad habitual (que tampoco es mucha) y
aprovecho los tramos de nieve para avanzar todo lo rápido que puedo. Este tramo
coincide un rato con el de subida y después se dirige directo hacia el Col d’Iseran
(mítico del Tour de Francia) donde está el último punto de comida y bebida.
Consigo llegar casi sin tener que caminar en ningún momento. Repongo algo de té
de melocotón (ha sido la bebida estrella del día, visto que mi estómago no
aceptaba bebidas con gas y que estaba harto de Isostar y agua con sabor a
plástico), me como un plátano y salgo. Son las 14:23, lo tengo bien.
Viene ahora un repecho de 200m de desnivel, con un último
tramo duro pero que me coge con la moral alta. La subida acaba en un curioso
túnel de unos 100m que atraviesa la montaña (os dejo el vídeo que hice el día antes de la carrera). Paso a gente de la carrera corta y
me lanzo como un poseso a por el descenso definitivo. La nieve está en un
estado lamentable con el solazo y la cantidad de gente que ha pasado. Quizá por
eso mi cerebro cambia de pista y se pasa a la de “Sopa Fría” de M-Clan. Solo me sé 7 segundos que se van repitiendo recurrentemente. Una rallada. Aprovecho los
laterales donde la nieve está más pasable y bajo a piñón. Intento no parar a
caminar en ningún momento, me voy encendiendo por momentos. Un pequeño repecho
trampa y se acabó la nieve, bordeo un lago que incita a un bañito pero yo solo
miro adelante. De repente aparece Val d’Isére al fondo del valle. Ya lo tengo.
Bajo como un poseso por un sendero de descenso en BTT, hasta que la ruta se
mete por una huella que baja recto por la pendiente y sigo a saco por ahí. Paso
a dos chicas de la carrera corta en un tramo especialmente empinado donde acabo
por los suelos resbalando pendiente abajo. Pierdo un palo y una pernera que
llevaba en la mochila, ambos recuperados amablemente por las chicas. “Merci
beaucoup” y para abajo, unas cuantas eses y el camino sale del bosque a escasos
100 metros del pueblo. Pequeño rodeo y enfilo la recta de meta tomándome unos
momentos de tranquilidad para saborear el momento después de un día con
momentos duros.
El público no es especialmente entusiasta, pero hay un
speaker que va entrevistando al personal. No entiendo y le digo que me hable “doucement,
s’il vous plait”. Me repite igual así que le digo que “je n’ai pas compris”
pero que “je vais dir quelque chose” y que quiero “expresser mes felicitations
a l’organization”, que todo “tres joli” y que ha valido la pena “venir de
Barcelone jusqu’ici pour courrir la course”. Parece que le mola que un matao se
haya cascado semejante viaje para venir a correr la carrera, con lo que
consigue arrancar un aplauso del público. Tiempo final, 11h32 y posición 44.
En cuanto a los resultados generales de la carrera, en chicas
ha ganado Emelie Forsberg (9h11’) y en chicos “sorpresón”, victoria y récord
para Kilian (7h35’). Queda claro que la mafia de las apuestas no ha llegado al
mundo del Skyrunning.
Así que nada, visto fríamente, la verdad es que después de
la moral que había cogido en Andorra esta carrera ha sido un poco de bajón. Se
puede vestir de cualquier manera y buscar excusas, en el estómago, el descanso
deficiente en la tienda de campaña… Pero sea por lo que sea la cuestión es que
el resultado no ha sido el que yo quería. Además me voy preocupado con la poca
tolerancia de mi estómago ante los geles de cara a las próximas carreras. En el
punto positivo, estoy contento al menos de haber sabido pelear y cambiar de
objetivo aún cuando las cosas no estaban saliendo como a mí me gustaría.
Besos y abrazos
Quan em vas dir que ho havies passat malament, no imaginava que fins al punt de pensar en abandonar. Per aquest motiu i com tu ja apuntes en el darrer paragraf de la crònica, et dono la meva enhorabona per la capacitat de superar aquests moments tant fotuts.
ResponderEliminarUna abraçada i fins aviat.
Va anar d'un pel Ruben. Vaig estar a punt de la desconexió aquella de l'altre dia a la Renclusa. Però la tornada amb el pes del fracàs hagués estat molt dura, jejeje...
ResponderEliminarfelicidades Albert! sigue así!
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