martes, 22 de octubre de 2019

Swiss Peaks (3ª parte)


…"Ya ha pasado una hora"... Qué es esa voz... Una luz me invade... Algún ser que se ha apoderado de mi cuerpo pronuncia un automático "Vale"... Entreabro los ojos... ¿Dónde estoy?... La luz del día entra por la ventana de la habitación en la que me encuentro... ¿Qué hago aquí?...

… Mierda, la carrera...

Me siento como si me hubiera pasado por encima una manada de mamuts. ¿En serio ya me toca levantarme? Es imposible... 160 kilómetros?... Imposible... No puedo moverme... Creo que voy a decirle a Étienne que lo dejo, que no puedo más... Qué ganas de cerrar los ojos otra vez y...

Un rayo de... no sé si llamarle cordura... atraviesa mi mente. A ver... ha venido el tipo, te ha despertado, le has dicho que vale y se ha ido. Y no volverá... Si te duermes ahora hasta dentro de 7 u 8 horas no vuelves, y todo el esfuerzo mental del kilómetro 70, toda la remontada de ayer... al garete. Venga, incorpórate... Ya estoy sentado, algo es algo. Me quedo empanado mirando al infinito... Creo que no he tenido un sentimiento de pereza mayor en mi vida... ¿Me vuelvo a tumbar?... Venga no, levanta...

Con dolor por todo el cuerpo me pongo de pie y salgo de la habitación. Cojo las zapatillas... empapadas... joder... Sólo con pensar en meter el pie ahí dentro... Bueno, vuelvo a las Hoka… En modo autómata cojo también la mochila y bajo con el ascensor rumbo al comedor. Ahí está Michael acabando de comer. Nuestras carreras son montañas rusas que se entrecruzan. También está el griego y al poco aparece Étienne, con bastante mejor cara que la que intuyo que tengo yo. Una vez hecho el esfuerzo de salir de la cama, intento no pensar más y automatizar los movimientos. Toca comer... toca coger cosas de la bolsa de vida... toca ponerme las zapatillas... toca rellenar los bidones... Mientras me como un plato de pasta con un par de albóndigas bastante sabrosas, observo al espartano, que no parece ni comer ni beber. Simplemente mira un poster con el perfil de carrera. Se gira hacia un voluntario y le hace un gesto interrogatorio señalando el poster... No, tío… No puede ser que no sepas dónde estamos... Me parece increíble, yo si no tengo controlado lo que viene, no me sacan del edificio ni a punta de pistola.
Una vez resuelta la duda el hombre se va, poco más tarde lo hace Michael y con algo más de calma salimos Étienne y yo. Un mar de nubes queda justo bajo nosotros dejando un día completamente soleado en el tramo más elevado que nos toca recorrer ahora. El fresquillo de la mañana me despierta y al cabo de 5 o 10 minutos ya ha desaparecido buena parte del demacre extremo que tenía hace un rato. Los biorritmos se adaptan al nuevo día y mi ritmo de subida es sorprendentemente digno, lo cual me hace congratularme de ese esfuerzo y voluntad para superar ese momento crítico del despertar. Superamos unas revueltas sobre un embalse y nos metemos en un valle que sube de forma bastante progresiva hasta un rellano pedregoso. Siguiendo la dinámica de las subidas del día anterior, he cogido algo de distancia sobre Étienne, y tomo como referencia la silueta de Michael, que se ve allí a lo lejos. Casi sin darme cuenta estoy frente al último repecho antes del collado, los últimos 300 metros de desnivel del total de 700 que tenía la ascensión desde la base de vida. Aparece algún tramo duro pero lo afronto animado al ver que la distancia con Michael se va reduciendo. Con el sol ya en plena forma y apretando llego a la cima, que representa el punto más alto de toda la carrera (Col de Prafleuri, 2965m).
Ante mí, ni "Prado" ni "Flores". Se extiende en la otra vertiente lo que se conoce como "Le Grand Desert", un circo de rocas jalonado por varios glaciares, o lo que queda de ellos. Pocos metros más abajo veo a Michael negociando los primeros de estos bloques. Le veo algo dubitativo... Puede que estemos ya en el siguiente "loop" de nuestras respectivas montañas rusas. Yo voy algo más ágil así que enseguida le alcanzo y sigo adelante, con un ojo puesto en la siguiente roca y otro en la siguiente banderola. Algo más lejos veo la camiseta, ahora naranja, del amigo griego. Está superando un repecho en la parte central del circo. Unos minutos más tarde me toca afrontarlo a mí, trepando por unos resaltes que a estas alturas de carrera no son lo mejor que te puede pasar. Superadas estas dificultades, el caos de bloques se abre un poco y avanzamos por terreno más homogéneo. Con algo de confusión en las marcas y ayudado por Étienne, que acierta más en el rumbo, acabamos confluyendo los tres en el discreto avituallamiento que han montado en medio del circo.

Le Grand Desert (Km212,2; 2817m):
Como os digo, el avituallamiento es discreto, discreto... Agua, galletas, plátanos... y poco más... "No te faltará comida?"... le pregunta Étienne... "Noooo, ya nos apañaremos..."... No sé como te vas a apañar... Mira que no llegue alguno y te pegue un mordisco...
Tras un breve descanso salimos del avituallamiento Étienne, yo y nuestro amigo helénico... A ver el dorsal... Moisis… le ponemos nombre pues. Mientras nos vamos llega Michael con cara de fatiga. Un nuevo tramo de bloques nos aproxima al extremo oeste del Grand Desert, que desemboca en el Col de Louvie. Un breve repecho no deja en la cima (2921m). "Oooooooh"... me giro y veo a Moisis señalando el horizonte impresionado. "Mont Blanc!" le digo... Realmente el paisaje es precioso. El nuevo valle que acaba de aparecer se abre hacia el oeste y enfoca directamente hacia el macizo más alto de los Alpes, dejando ver a toda la alineación titular: Mont Blanc, Grandes Jorasses, Aiguille Verte, Dent du Geant, Grand Combin… Todo bajo un cielo azul e iluminado por un día completamente despejado.
Empiezo la bajada hacia el otro lado disfrutando del descenso hacia un bonito lago, primero bordeando hacia la derecha y después en descenso más directo hacia unos prados. A medida que bajamos nos vamos encontrando cada vez más excursionistas que aprovechan este bonito día de montaña. La crisis de esta mañana está superada, me encuentro bastante bien y bajo con un trote bastante alegre para la kilometrada que llevan mis piernas. Incluso con respecto a Étienne, que en los primeros kilómetros que coincidimos bajaba bastante mejor que yo, ahora gano algo de distancia. Llego al fondo del valle y el camino se pone horizontal para bordear el precioso Lac de Louvie. En el otro extremo está el refugio de igual nombre, al que llegamos los tres mosqueteros con poca distancia de separación.
No hay avituallamiento oficial pero una chica nos ofrece un té, así que nos paramos. "Qué suerte tenéis con el día!"... nos dice... "Hombre, ayer tuvimos todo el día tapado"... "Bueno tenéis el mejor tiempo en el mejor sitio de los Alpes!".... Seguramente barre para casa pero no seré yo quien le quite la razón. Realmente, si algún día estáis por la zona de Martigny y Verbier, la excursión al Lac de Louvie vale realmente la pena. El pequeño descanso nos sirve para partir en dos este largo descenso de 1400 metros hasta llegar al fondo del valle siguiente. Salimos a una carretera y a unas casas donde esperaba ver el avituallamiento, pero una chica que pasa por la bici nos indica que está 15 minutos más abajo. Las banderolas siguen el asfalto durante unos 500 metros, que tras el bonito sendero que acabamos de recorrer nos resultan un tanto decepcionantes así que los andamos con un cierto aire de protesta. "Ooooooh"... vuelve a decir Moisis mientras mira maravillado una curiosa cascada que se descuelga de un peñasco prácticamente por encima nuestro. Los kilómetros están descubriendo su lado emocional. Un atajo por un senderillo nos deja, ahora sí, en el avituallamiento de Planproz.

Planproz (Km224, 1490m):
Unas carpas rojas están dispuestas al solecito del mediodía. Étienne y yo nos sentamos en unas sillas con un apetitoso plato de raclette (patata con queso fundido) mientras Moisis merodea la mesa analizando los diferentes alimentos. Coge un trozo de patata, otro de queso, se mira un gel, lo deja... "Moisis! Tippical dish from here" le digo, ofreciéndole mi comida... "No, no, no,...." rechaza amablemente. Pues está la mar de bueno tío... "Es un tipo duro este hombre"... le digo a Étienne. Si no me equivoco no ha pegado ojo en toda la carrera y come un par de tonterías en cada avituallamiento. Lleva un par de bidones de contenido negro, no sé si Coca Cola o directamente café, y el mochilote que lleva es de todo menos minimalista. Y ahora tengo la sensación de que es el que va mejor de los tres.
Tras el merecido paréntesis salimos a por un nuevo tramo. El objetivo a medio plazo es llegar a Champex antes de que se haga oscuro, y a poder ser entero, para entonces poder hacer el tramo entre Champex y la última base de vida mayormente de noche y de esa forma poder evitar al máximo la cuarta noche. Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar...
Tras un breve tramo llano con un par de repechos salimos a una carretera que seguimos a derecha en dirección a un túnel. Justo antes de la entrada, las banderolas se meten a la derecha por un sendero casi imperceptible que tiene toda la pinta de haberse abierto hace poco, quizá para la carrera. Tras unos metros gira a la izquierda para subir por encima del túnel y empezar un duro ascenso. Venga, nuevo capítulo... Nos tocan unos 700 metros de subida, después un tramo llano (de esos "llanos" que ya me conozco) y otros 400 metros de subida hasta la Cabane de Mille. Afronto la subida en cabeza y con buenas sensaciones. La comida del avituallamiento me ha dado fuerzas y en pleno día las crisis de sueño están lejos. Me animo, quizá en exceso, e intento poner un ritmo vivo en el grupo. Subimos por en medio del bosque por un sendero mejor que al principio que asciende describiendo revueltas en fuerte pendiente. Étienne, parece que cede un poco pero a Moisis lo llevo pegado a los talones. Con cierta dosis de estúpido orgullo por sentirme el más fuerte de los tres, aprieto un poco más las tuercas... Nada, el hombre detrás mío como si nada. De repente, sin previo aviso, salimos a un parking asfaltado y una casita donde hay bastante gente tomándose su cerveza en la terraza. "La próxima vez subimos en coche"... le digo a Moisis. No sé si nos entendemos pero creo que estamos empezando a conectar.
Algo más lento pero a ritmo seguro, llega Étienne un minuto más tarde. Nos alcanza mientras trotamos carretera abajo, y seguimos por un tramo favorable en dirección norte. En una curva volvemos a encontrar las banderolas que salen a la izquierda para iniciar un nuevo tramo de sendero. El sol aprieta de lo lindo y empiezo a tener ganas de, por lo menos, tener el avituallamiento a la vista. Pero nada de eso, el sendero va trazando toboganes arriba y abajo, bordeando la montaña en una ligera curva a la izquierda que nunca deja ver mucho más allá en la dirección en la que vamos. Bastante rato más tarde nos cruzamos con unos excursionistas... "La Cabanne de Mille?"... "Una hora y cuarto"... bufff, pensaba que estaría más cerca... bajón... Llegamos a un colladito que abre la vista al otro lado. ¿Dónde está el refugio? Ni idea... Bordeamos una amplia vaguada con unos cuantos corrales y rodeamos un nuevo espolón que nos abre nuevamente el paisaje. Las fuerzas del primer tramo de la subida han desaparecido por completo y ando ya falto de gasolina. Levanto la cabeza... Bueno, la buena noticia es que se ve una cresta en lo alto de la cual hay una casa que debe ser el refugio. La mala noticia es que me parece lejísimos y muy arriba. Eso es que debo ir cocido, porque debe haber 300 metros de desnivel a lo sumo. El sendero empieza a picar para arriba, pero afortunadamente en una de esas pendientes moderadas en las que alargando un poco el paso aún consigo engañar a la realidad. Pero no a mí mismo... El agobio por el calor va en aumento y mi sed también. En una pequeña vaguada cojo agua y me bebo un bidón de un trago. Voy seco... Arrancamos de nuevo en un tramo de mayor pendiente. Se me encienden las luces internas de alarma. Parece mentira cómo he pasado de estar crecido a estar hundido en cuestión de 5 o 6 kilómetros. Mi ritmo va a menos, y a menos, y a menos... Hasta que me paro.
Miro a mis dos compañeros resoplando. Moisis se sienta en el suelo y se quita una zapatilla mientras grita "Station!"... Parece que también tiene ganas de avituallamiento... "Station" le señalo desganado hacia arriba... "Station!"... contesta de nuevo. "Pasad que yo voy más lento", le digo a Étienne..."No, hombre, no, vamos poco a poco"... "Que va, estoy cocido"... Así que me quedo detrás subiendo en modo supervivencia mientras voy perdiendo distancia con Étienne y sobre todo con Moisis, que sube como un tiro. Qué fuerte... Nueva crisis, nuevo consejo de guerra. Estoy K.O... No es desesperante, es decir, estoy en el kilómetro 234, con lo cual es normal tener momentos malos. Puedo descansar e intentar recomponer la carrera para poder seguir adelante. Al fin y al cabo después de lo que he pasado para llegar hasta aquí, la situación no está nada mal. Pero lo que está claro es que necesito desconectar de la competición, por lo menos provisionalmente, y olvidarme de las posiciones y de seguir a nadie. Parar aquí lo que necesite y seguir a mi bola sin preocuparme de nada más que de ir avanzando. Étienne y sobre todo Moisis están más fuertes que yo, así que me tengo que si me tengo que conformar con una quinta o sexta posición, pues tan contento. Con el planteamiento bastante decidido llego por fin a la ansiada Cabanne de Mille.

Cabanne de Mille (Km 234; 2471m):
Me siento, o casi diría me tumbo en el suelo. Voy recuperando el aliento mientras mis compañeros ya están cumpliendo con las operaciones de rigor. Consigo incorporarme, sentarme en un banco y pedir un caldo. "Me voy a esperar un rato y bajar a mi ritmo" le digo a Étienne..."Seguro? Bajamos tranquilos"... "No, no, seguro, necesito ir solo, no tener que seguir a nadie". Al otro lado de la carpa está Moisis mirando fijamente un cartel con el perfil, imagino que intentando descifrar nuevamente dónde estamos, si tocan 3000 metros de subida o 2000 de bajada... Vaya crack... Una voluntaria se le queda mirando y le cuchichea a la de al lado "Está mirando a la chica?"... Hay una chica, bastante maja, justo debajo del cartel, que nos observa con cara de "por qué hacéis esto". "Está mirando el perfil"... le aclaro a la voluntaria. "Es triste pero somos así nosotros" bromeo. Las mujeres se ríen y Moisis se da cuenta de la jugada y por primera vez en 234 kilómetros... se ríe. "No, no, no!"... "Me, wife… Tri woman!" dice señalando con la mano hacia abajo... "Wife! Tri woman! Greece… Me, Switzerland!… Aaaaaaahhh!"... Traducido, el hombre vive con su mujer y sus tres hijas y en su casa pinta menos que la UGT con Franco. "Se ha desbloqueado el tío" le digo a Étienne. Un momento gracioso en medio de mi demacre.
Étienne y Moisis se levantan para irse y yo sigo con mi caldo. Moisis me mira con aire interragotorio. "I rest a little bit more" le digo... "Noooo… Low, low, low…"... que bajamos despacio... "No, no, thanks, I need to rest"... "Low, low, low, go, go, go… You, one! He (señala a Étienne), two! Me, tri!" Me sabe mal pero imposible. Me quedo en el banco con un cierto sentimiento de liberación. Me acabo la comida, repongo bebida y en un nuevo bonus de fuerza de voluntad me levanto del banco para seguir mi camino. El sendero sale por lo alto del lomo de la montaña subiendo aún 100 metros más ante el sol cada vez más bajo del atardecer. El paisaje es espectacular, con todo el macizo del Mont Blanc poniéndose el pijama y preparándose para la noche entre el tono rojizo de la nieve de las caras soleadas y los grises de las zonas umbrías. Saco un sobre con patata que llevo en un bolsillo y me siento en una piedra a comérmelo tranquilamente mientras disfruto del paisaje. Me recuerda a aquel momento de pausa en el Col de Malatra, en la última noche del Tor des Geants de 2014.
Tras el breve momento de comunión con el paisaje me levanto de nuevo y sigo mi camino, que empieza a tomar tintes de descenso. Lo que viene ahora no es moco de pavo, 1800 metros de bajada. Intentemos ser eficientes porque si no esto será eterno. Voy a coger un trotecillo suave para entrar en la bajada con una cierta dinámica. Excepto en los tramos más incómodos consigo mantenerlo hasta llegar a una zona de remontes de esquí. En un colladito las marcas giran bruscamente a la izquierda por un tramo de pista que pica ligeramente para arriba. Me permito un momento de andar, hasta que llego al fondo del valle y el recorrido vuelva girar a la derecha en claro descenso. Me voy aclimatando a la bajada y voy superando el momento de crisis anterior. Los prados van dejando paso al bosque y yo voy cubriendo el descenso en una dinámica ligeramente positiva, que no me saca de pobre pero sí de mísero. La bajada se hace larga pero para lo que podría haber sido la salvo relativamente bien. Venga, ahora sólo queda subir hasta Champex, que seguro que es por el camino de la OCC, con lo cual debe ser una subida relativamente llevadera. Lo de llegar a Champex antes de la noche va a ser imposible pero bueno, a ver si sigo recuperando un poco y la subida se me da bien.
Mis esperanzas se quiebran un tanto cuando cruzo la carretera principal y las marcas toman una dirección hacia la derecha en lugar de a la izquierda. Mierda... Esto huele a trampa... Las banderolas me llevan por una pista muy empinada y cortan por algún tramo de sendero que sube sin piedad entre prados y bosques. Me peleo un rato con el frontal mientras salgo a un tramo llano. Menos mal, espero que a partir de aquí la subida sea más suave. Alargo el paso por el nuevo tramo mientras cruzo algunos pueblecitos que se sumen cada vez más en la oscuridad. Intento identificar dónde tengo que ir a parar. Champex está en un valle que se mete a la derecha... No sé... Ya no identifico claramente el relieve de la montañas... Allí hay unas luces... Debe ser aquello... Venga va... Pero la pista por la que voy se mete en el bosque y con ello pierdo las referencias.
Me molesta mucho perder las referencias. Hay gente, como el amigo griego, que puede ir avanzando sin tener ni idea de si le toca subida o bajada, más larga o más corta. Yo imposible, me vuelvo loco. Necesito saber lo que me espera para poder prepararme moralmente. Por la noche, y más en el bosque, te limitas a seguir reflectantes y como mucho ves los 2 o 3 que vienen a continuación. Además, mi reloj se ha quedado sin batería y no tengo ni altímetro ni historias. Tampoco veo el otro lado del valle para hacerme una idea de lo que he subido... En fin, y si a todo esto le añadís que la subida se va empinando y que con la noche llega el sueño... La ligera tendencia positiva de antes vuelve a torcerse y mis acciones vuelven a bajar. Intento coger la dinámica de paso-bastón-respiración (tendría que bautizarla como PBR para próximos posts, qué coñazo escribir tanto) pero el sueño empieza a hacer de las suyas y me cuesta coordinar. Voy bordeando vaguadas, superando repechos... Mi estado físico sigue cayendo y el bosque parece no acabar nunca. Reflectantes y más reflectantes... Intento intuir el relieve entre los árboles... Un valle que se mete a la derecha... Luces de casas... Dónde narices están?... Siglos más tarde llego a un cruce con unos carteles, menos mal... A ver... No dice nada de Champex, pero hay un cartelito con la altura: 1370 metros. La verdad es que yo tengo la sensación de que hace media hora que debería haber subido suficiente pero bueno, por lo menos ahora estoy seguro de que me quedan unos 100 metros de desnivel. Los sigo superando a base de repechos que me dejan cada vez más K.O. Nuevo gabinete de crisis... Hubiese sido fantástico poder pasar de esta base de vida y estirar más la parada de sueño, pero así no voy a ningún lado. Me toca volver a parar aquí, además de comer bien y pasar por el masajista, que en Zinal me vino la mar de bien. Una vez renunciado al pódium, me parece conveniente hacer una buena parada aquí para enfocar con garantías los últimos 100 kilómetros (110, pero por aquello de la moral...) de la carrera. Decisión tomada... Mira ahí aparece una casa... Efectivamente, la eterna pista se aplana y aparecen de repente las urbanizaciones de Champex. Un breve tramo asfaltado me deja en las célebres carpas del UTMB, que han sido recicladas para la ocasión.

Champex (Km 253; 1473m):
Ordenemos ideas... Primero la bolsa de vida, paso por la ducha, masajista, duermo y después como. En la ducha me encuentro a Zeus... "Ooooooh!"... Moisis me da la mano y se alegra de verme..."Down, down, down, down… go, go, go, go…"... La bajada se le ha hecho larga parece. "You are very strong!" le digo... "Ooooooohh"... Me quito un poco la roña de las piernas, suficiente para presentarme mínimamente decente en el masajista. Allí me encuentro de nuevo a Moisis que tiene algún problema en la planta del pie, parece que una ampolla de dimensiones cósmicas. Una voluntaria ejerce las funciones de enfermera pero parece desesperada por la falta de comunicación con el paciente. Ella parece que quiere romperla con unas pinzas, él parece que no está muy convencido de ello, uno habla en griego, la otra en inglés, nadie entiende nada... Me pongo el traje de diplomático y hago de traductor. Lo cierto es que yo tampoco entiendo nada, pero hago un par de gestos de tranquilidad, sonrío a uno y a otra y consigo que aparezca una confianza mutua. Por lo que respecta a mis piernas, un chico pasa la apisonadora y consigue reducir un poco el apelotonamiento y desatascar las plantas de los pies. Una vez tachada la segunda tarea busco a un voluntario-despertador. "Una hora y media por favor"... Tengo toda la carpa para mí. Cojo un par de mantas y acerco una especie de estufa que saca aire caliente. Que calorcito tan bueno...


"Ya es la hora"... me dice al chica con la que había quedado en despertarme. La pobre me lo dice como si fuera a saltarle a la yugular por haberme arrancado de tan preciado sueño. Tranquila, ahora mismo no tengo fuerzas ni para enfadarme... Parece que la dosis de fuerza de voluntad requerida en esta ocasión es algo menor que en la base de vida anterior. No es que sea un niño en la mañana del 6 de enero, pero por lo menos no quiero que me disparen y dejar de sufrir. Me incorporo y me dirijo a la carpa-restaurante donde he dejado las cosas antes. Ahí vuelve a estar Michael. Ahora vuelve tocarle a él la buena cara y a mí la mala. Se marcha al poco rato mientras yo doy cuenta de un plato de macarrones con salsa de tomate y carne picada. Me entra la mar de bien así que repito. Ya que estamos haciendo una buena parada, por lo menos que cunda. Por fin acabo con todos los deberes y llega la hora de seguir adelante. Venga, vamos a ver si me ha servido de algo el descanso.
Salgo de las carpas y echo a andar calle arriba a la luz de las farolas. Hace un par de años pasé por aquí bastante perjudicado en mi declive del UTMB. Ahora no sé si voy más rápido, pero lo cierto es que después de esta generosa parada siento las pilas algo recargadas. Al acabar el lago las marcas se meten por una pista ancha de tierra que sale a la izquierda de la carretera. También me acuerdo de este tramo, que pica para abajo y es bastante favorable. Venga, vamos a animarnos un poco. Pruebo de trotar y veo que las piernas responden bastante bien. Fantástico, de andar a correr hay mucha diferencia en este tramo. Las sensaciones son buenas, puede que esté volviendo a entrar en dinámica positiva. Mi modo de desplazamiento casi está pasando de la categoría "trotar" a la de "correr". La pista gira a la izquierda siguiendo la forma de la montaña. También lo recuerdo, este valle lo tenemos que bordear en ascenso progresivo hasta la loma de enfrente, al otro lado de la cual está el refugio de la Giète, siguiente avituallamiento. Hace dos años se me hizo muy pesado todo este trozo. Mucho barro y mi cuerpo sin fuerzas para traccionar y sin agilidad para negociar los resbalones. Ahora engancho el camino con mejor dinámica. Vuelvo al rítmico PBR (os habéis quedado con la abreviatura?) y voy salvando tramos de mayor pendiente y descansillos en los que el camino flanquea a la derecha. La subida se hace larga porque a estas alturas todo se hace largo, pero consigo superar el ascenso a un ritmo bastante bueno. Se empieza a intuir que me acerco a la loma que cierra el valle y voy intentando identificar detalles que sugieran la llegada a algún lugar civilizado, preferentemente el refugio. Unos troncos cortados... una valla de alambres... Debe ser para las vacas que guarden en el refugio, no puedo estar lejos... Aquí empezamos a girar a la izquierda, el camino se aplana... Perfecto, ahí hay un cartel. La señal indica el paso a través de una valla de madera bastante currada que da paso a un sendero que pica para abajo. Mis recuerdos no me fallan y al cabo de 5 o 10 minutos aparece la luz de la casa de la Giète. Nuevo cobijo acogedor en medio de esta tercera noche de carrera.

La Giète (Km 262,6; 1884m):
Un solitario voluntario está al mando de las operaciones. Me ofrece un caldo que mezclo con algo de pan o galletas para darle algo de chicha. Aprovecho el calorcillo y la charla que me ofrece el refugio. Filosofamos un poco sobre las carreras, el esfuerzo mental, el control del sueño... "El primero no ha dormido todavía?"... "No, no, ha pasado por aquí antes de anochecer y ha seguido"..."Han pasado cinco corredores, verdad?"..."Sí, cuatro que han seguido y este que está durmiendo"... ¿Este?... Osti, Moisis está tumbado en un banco justo detrás de mí. Eso sí que no me lo esperaba, pensaba que era sobrehumano. Pero no, ahí está, roncando plácidamente... Tal vez por telepatía incorpora la cabeza un segundo y me señala el pie con un gesto de resignación. Parece que los cuidados de Champex no han funcionado demasiado bien. Me sabe mal por él pero a mí me toca continuar. Salgo del refugio con la sensación contradictoria e inesperada de que tal vez todavía tenga algo que decir en relación a ese pódium que vuelve a vislumbrarse en el horizonte.
Diez kilómetros en este siguiente tramo, a priori bastante favorables. Los cuatro primeros hasta Trient todavía los conozco del UTMB. Un primer tramo de sendero pica para abajo por en medio del bosque mientras voy escuchando el ruido, cada vez más cercano, de algún coche aislado que sube hacia el Col de la Forclaz. La posición ganada ha retroalimentado la dinámica positiva y voy trotando a buen ritmo por este agradable sendero. Salgo a las casas del Col de la Forclaz, donde Jordi y Àngela me vieron pasar hace un par de años metido en el cuerpo de un White Walker (más GOT, para los despistados). Las cosas ahora van bastante mejor y afronto la bajada a Trient bastante más animado. Las marcas se meten por un camino plano. Aprovecho para descansar un poco del trote y pasar a una marcha rápida de paso largo... Qué puedo hacer para que se pase más rápido... Venga, voy a contar los pasos... Así más o menos sé la distancia que voy haciendo y lo que me queda...Uno, dos, tres,... cuento cada pie derecho, así que hay que multiplicar por dos... Más o menos un metro por paso... Hasta 100 son 200 metros... Venga, a ver cuánto hay hasta el sendero que baja a Trient… 250... bien, he hecho 500 metros, no está mal, en un momentillo... Interrumpo estas interesantes cábalas para afrontar el sendero de descenso, que es algo técnico y dificulta el desarrollo de un algoritmo mínimamente creíble. Además, hace dos años iba por aquí haciendo patinaje (no muy artístico) así que más vale que me concentre. El terreno está bastante más seco y eso facilita las cosas, así que llego a Trient sano y salvo.
Aquí el camino se separa de lo que hacíamos en el UTMB y sale por la parte baja del pueblo siguiendo un sendero que parece ir paralelo al río. Como el terreno es favorable vuelvo a poner en marcha mi pasatiempo. Uno, dos, tres,... Esta vez consigo llegar a 500, con lo cual doy por tachado uno de los 10 kilómetros del tramo. Estimo que debo haber hecho otros cinco ya antes... Lástima que se me haya muerto el reloj. Sabiendo el tiempo mi estudio mejoraría notablemente. Venga, volvamos a por otros 500... Me canso a la mitad... Llega un momento que es un coñazo. Voy a echar un vistazo adelante a ver si intuyo algo... Allí hay unas luces, eso podría ser Finhaut, sí, además parece como si hubiera un valle que atraviesa entre medio... Hombre, una carretera! De repente las marcas han desembocado en una carretera, que por su aspecto debe ser la principal que baja de Trient hacia la Vallorcine. Una línea de conos que separa el camino del corredor de unos coches que a estas horas no existen. A base de más conteo salvo 500 metros de asfalto y llego a un grupo de voluntarios que señalan un sendero en descenso. "Courage!"... "Eso de allí es Finhaut?"... "Sí, si, allí nos vemos!"
Venga pues... Esto tiene pinta de que va a ser una trampa, con el típico repecho pre-avituallamiento de 200 metros de desnivel que te deja tieso porque tú tenías la idea de que el avituallamiento estaba "abajo". Pero voy bien, así que mentalízate para la trampa y a por ella. Voy bajando por un camino muy empinado en el que hay tallados algunos escalones y que está bordeado por una barandilla que debe separarme de algún tipo de abismo que ahora mismo no veo. Vamos, concentración, no te rompas la crisma... Hombre! Una luz!... Teniendo en cuenta que es poco probable que a las 4 de la mañana haya excursionistas por aquí, lo más probable es que sea Michael. Mira qué bien, la cuarta posición a tiro. Ahora mismo parece que bajo bastante mejor que él, enseguida le alcanzo. "Vaya aventura!"... "Esa es la palabra, sí señor"...me responde.
Llegamos al fondo del valle y se para a atender una llamada de la naturaleza con lo cual me quedo en cuarta posición. Vaya pues parece que se ha arreglado la cosa... A parte de los dos primeros, que salvo desfallecimiento siguen pareciendo inalcanzables, vuelvo a tener por delante solamente a Étienne. A ver si puedo alcanzarle y volvemos a hacer equipo a por esa tercera posición. El repecho me saluda y reclama mi atención. Tal como me temía, el sendero trepa por una pendiente terrible que obliga a empujar con todo. Nuevamente celebro haber llegado a un tramo crítico en buen estado físico y mental. Con el consuelo de que por lo menos los metros de desnivel deben estar cayendo a buen ritmo, voy salvando escalones de roca hasta que el camino suaviza un poco por una vaguada a la derecha. No puede estar muy lejos, hace una hora que veo las luces del pueblo ahí mismo... Efectivamente, el sendero sale a una rotonda con un cartel que indica "Finhaut". El pueblo aparece detrás de una curva y las banderolas me llevan por las calles hasta el edificio donde está montado el avituallamiento. "Aquí llega Michael!"... oigo a un voluntario... "No soy Michael pero también me alegro de veros", bromeo.

Finhaut (Km 272,8, 1270m):
Me traen una nueva sopa que mezclo con un nuevo pan y algo de fruta que me da para confeccionar una pseudo-comida. Ojeo una revista de la carrera y memorizo las distancias y desniveles que vienen a continuación. El tramo que viene ahora es crítico: 18 kilómetros sin avituallamiento a estas alturas de la carrera pueden llevarte al pozo si no los gestionas bien. Así que repito de sopa y de pan... Llega Michael, que dice que va a dormir sus 25 minutos de rigor. Yo la verdad es que voy razonablemente bien y ahora va a amanecer, con lo cual espero ir a mejor. Tengo cada vez más metida en la cabeza la idea de evitar al máximo la cuarta noche, así que si puedo evitar dormir, fantástico. "Como van los demás por detrás?", le pregunto a un voluntario... "El griego?"... "El griego está K.O... se ha quedado parado en La Giète" me responde... "El que está a punto de llegar es el 201"... Quéeee?!?!? Quién c... es el 201???... "Jean Claude Mathieu"... Mierda, un tipo remontando, me había hecho ilusiones de que la cosa estaba entre nosotros cuatro... Me estreso... Pues nada, me las piro.
Salgo del edificio justo al tiempo que llega el dichoso Jean Claude... "Salut!" le digo, y salgo disparado calle arriba. Bueno, disparado dentro de las posibilidades, pero echo a andar por una carreterilla que sale del pueblo a bastante buen ritmo. Quién será este tío? Me suena el nombre... El año pasado o hace dos recuerdo un tipo de Lyon que quedó cuarto en el Tor remontando como un poseso. Creo que se llamaba parecido... Lo sea o no, con el cagómetro por las nubes se me mete en la cabeza la idea de que es él y que nos va a arrancar las pegatinas. Bueno, pues por lo menos haz lo que puedas y que le cueste. Paso un sendero llano que me permite correr y otra carreterilla que me deja en unas casas, mientras la luz del día se va encendiendo. Las marcas se meten por un sendero que ya parece ser la subida al Lac d'Emosson. Unos 700 metros, venga una hora para arriba, más PBR. El sendero describe revueltas y más revueltas junto a via de lo que parece un funicular. Cruzo por un puente a media subida, simplemente para seguir la misma tónica al otro lado. Salgo a lo alto de la vía, en una especie de restaurante con un amplio surtido de oferta domingueril alrededor. Ni rastro del lago, el sendero sigue subiendo por un sendero algo más incómodo entre rocas y arbustos, para ir rodeando un montículo al otro lado del cual parece haber una gran cubeta. Ahí tiene que estar la presa y el embalse. Mientras voy recorriendo el tramo final de la subida, veo como aparece a mi izquierda la majestuosa Aiguille Verte, uno de los picos más impresionantes del macizo del Mont Blanc. El día vuelve a ser bueno y el paisaje es espectacular. Al volver la vista hacia delante disfruto de otra visión, estéticamente menos agradable pero que en estos momentos me sienta la mar de bien: la presa de Emosson, con la que llego al final de esta primera parte de la subida. Creo que la he hecho bastante bien, no sé si la perderemos pero vamos a vender cara la piel.
Bajo unos metros al trote hasta un parking y unas marcas de pintura en el suelo me dirigen hacia un túnel. El primer tramo está iluminado pero llega un momento en que parece que me meta en la boca del lobo así que me toca volver a sacar el frontal. Salgo por el otro extremo y la carreterilla sigue en ligero descenso. Venga, vamos a correr, que este tramo es bueno. Nuevamente al trote voy describiendo curvas, bordeando vaguadas, hasta una casa en la que las marcas se desvían a la derecha por un sendero. Venga, segunda parte de la subida.
El camino se mete por un valle al fondo del cual hay un collado... Será ese? No creo, parece muy arriba. En cambio ahí a la derecha parece que es más bajo... Sí, debe ser eso... Me vuelvo a entretener intentando adivinar qué opción es más probable, izquierda o derecha... Parece que la cosa se va decantando hacia la izquierda... Efectivamente ahí arriba se ven unos puntitos rojos, las banderolas. Pues nada, a por ello. Con menos punch que en la primera mitad pero manteniendo un paso decente, voy superando metros y dándome cuenta de que en realidad el collado no está tan lejos, buena señal. A base de marcarme pequeños objetivos como "esta roca de ahí" o "aquella curva de allí" llego a la cima del Col de Barberine (2485m).
Un valle aparece al otro lado con una tartera enorme en la primera parte del descenso. Bajo por ella como puedo, con algún tramo de pseudo-esquí, aunque las piernas no están para muchas acrobacias. Tengo que perder 500 metros para volver a ganarlos por aquella subida de allí enfrente. A media bajada aparece un riachuelo que me parece un buen punto para reponer agua. El calor aprieta y no es cuestión de hacer 18 kilómetros solo con un litro de líquido. Me acabo el agua y reservo el otro donde aún me queda algo de "sirop" que he llenado en Finhaut. Sigo la bajada y afronto un nuevo tramo de ascenso, mientras algunos excursionistas bajan en sentido contrario. El camino describe una diagonal a la derecha, con alguna pequeña revuelta entre medio. La pendiente es asumible y consigo salvar este trozo bastante bien hasta la cima del Col d'Emaney (2462m). Solo me queda descenso hasta el siguiente avituallamiento. Creo que he salvado el tramo bastante bien, siguiendo en buena dinámica y con ritmo interesante en las subidas. A ver qué tal se le da a los perseguidores... Una bajada por prados me dirige hacia la orilla del Lac de Salanfe, para después recorrer un tramo de pequeños repechos y toboganes alrededor del embalse. Al otro lado de la presa está el avituallamiento. Veo a unos excursionistas y con la tontería de buscar pequeños retos se me mete en la cabeza llegar antes que ellos al edificio. Llego al mismo como un poseso, total para descubrir que el avituallamiento está un poco más abajo a la izquierda. Por capullo...

Auberge de Salanfe (Km 290,5; 1952m):
"El dorsal 50 te esperaba" me dicen los voluntarios. Étienne? "Hace mucho que se ha ido?"..."Cinco minutos, no iba muy bien"... Bueno, a ver si le alcanzo en esta subida. Vuelvo a tomarme el enésimo caldo con pan, pero esta vez queda compensando por un atractivo sirop de pera. "Rellenadme un bidón con esto, por favor"...
Contento con mi nueva adquisición salgo a por el siguiente tramo. Miro medio de reojo por el camino de llegada, con miedo de distinguir algún perseguidor... Es una táctica de autoengaño entre curiosa, absurda y efectiva: echas un vistazo atrás, insuficiente para distinguir nada, con lo cual no ves a nadie, te autoconvences de que nadie te sigue y sigues adelante con la correspondiente mejora de la moral. Cosas de la psicología... Bordeo la orilla norte del lago por un camino llano, entre trote y marcha rápida. En un desvío las banderolas giran a la derecha y suben por unos prados de pendiente suave que se va enderezando. Al superar uno de los montículos distingo a Étienne a lo lejos. Me debe llevar unos 5 minutos y en un principio parece subir bien, pero de repente veo que al cruzarse con un grupo de excursionistas se para y se inclina sobre los bastones. Tiene algún problema... La distancia se va reduciendo hasta que acabo alcanzándole...
"No puedo respirar" me dice. Me acerco y escucho como al aspirar aire por la boca se escucha como un silbido. Bufff, qué mala pinta... "Puedes respirar por la nariz?"... Por la nariz parece que sí, pero claro, no es suficiente para subir. "Vamos poco a poco, tranquilo". Me pongo delante y marco un ritmo lento pero continuo... Nada, cada poco se tiene que parar y toser intentando arrancar lo que sea que tiene ahí dentro. Le doy unos golpes en la espalda, aunque me da miedo picar muy fuerte. "Prueba de toser boca abajo"... Me faltan conocimientos y se me agota la imaginación. Venga, sigamos poco a poco y a ver si acaba la subida. "Tira Albert, no te preocupes, voy poco a poco"... No hombre no, cómo te voy a dejar así, eso no tiene buena pinta. No soy de gran ayuda pero por lo menos... "Tira, tira, tienes a tiro la tercera posición"... "Me da igual, vamos juntos y punto", venga, poco a poco y para arriba. "Gracias tío, eres un amigo"...

...No reproduzco esto para dármelas buena persona porque creo que cualquiera en mi lugar hubiese hecho lo mismo, sino para reflejar los vínculos que se generan en este tipo de aventuras entre personas que unas horas antes no tenían nada que ver...

Superamos una barrera rocosa y por fin aparece el ansiado collado, aunque imagino que más lejos de lo que le gustaría a Étienne. Veo que unos excursionistas bajan de un pico y acelero para interceptarlos en el collado (Col de Susanfe, 2498m) y preguntar si tienen Ventolin o algo que pueda aliviar el problema. Desafortunadamente no hay suerte, ni tienen ningún remedio milagroso. "Tranquilo, la bajada va a ir mejor" me dice Étienne. Empiezo a bajar poco a poco... "Podemos trotar si quieres, creo que puedo"... Vaya titán el tío, pero lo cierto es que al bajar el requerimiento de oxígeno parece que la garganta se comporta mejor y podemos bajar con un trote bastante bueno. Nos vamos cruzando excursionistas, a los que voy preguntando por Ventolin, pero nada, no hay manera. Menos espantados, llegamos al avituallamiento situado a media bajada.

Cabane de Susanfe (Km 298; 2101m):
Tampoco hay Ventolin en el refugio. Lo que si hay es... sí, caldo. De hecho todos estos caldos son agua hirviendo con unos polvos. Ahí le llaman "bouillon" o algo así. Una chica se va a prepararlo y vuelve con una taza caliente. Fuerte no es la palabra... Ese mejunje hubiese resucitado a todos los muertos de la Segunda Guerra Mundial. Pruebo tres o cuatro cucharadas y abandono el intento. Algo de galletas, fruta y tendremos que tirar con esto. Al menos el tramo hasta la base de vida es mayormente bajada. "Tira tú que yo bajaré tranquilo y pararé en la base de vida" me dice Étienne. Tal como le he visto bajando me quedo un poco más tranquilo así que al poco de salir del refugio empiezo a separarme y bajar con un poco más de ritmo.
El sendero baja por la parte derecha del valle y se va metiendo hacia una brecha en ese mismo lado por la que baja el río, el Pas d'Encel. Un voluntario está ahí montando guardia. "Lo has hecho antes?"... Hombre, pues no... "Hay que ir con un poco de cuidado"... Ya te digo... El sendero se mete por unos resaltes rocosos equipados con cadenas y algún pasamanos que ayuda a superar los pasos. Nuevamente agradezco pasar por este punto en plena luz del día y en buen estado físico y mental. Las banderolas van destrepando el resalte hasta llegar a unos prados en los que confluyen con otro sendero. Curva de 180 grados y el recorrido se dirige en dirección opuesta, por un sendero bastante mejor que me permite correr un poco. Dejo atrás unos prados y me meto en el bosque por un sendero cada vez más amplio y cada vez con más excursionistas. Uno de ellos me para... "Queda mucho para... la cima... bueno no sé si hay alguna cima...". Hombre para la cima... "La cima no, pero a cinco minutos hay una casita la mar de maja"... y sigo para abajo.. Me voy acercando al fondo del valle pero por suerte he mirado el recorrido en el móvil de un voluntario del avituallamiento, y soy consciente que para la base de vida aún falta hacer un trozo hacia la derecha. Las banderolas se meten por un sendero que atraviesa uno de esos parques con cuerdas, redes, pasarelas entre árboles y demás, y sigue en dirección noreste entre los prados del fondo del valle. Aparece una casa enorme llena de flores que tiene toda la pinta de ser lo que busco. Atravieso la puerta del jardín y de repente me encuentro con los huesos en el suelo. Un alambre traicionero me ha hecho la de los cowboys del oeste. De mala ostia me dirijo a la entrada y le pregunto a una señora. "No, no, hay que cruzar el puente y subir al otro lado". De más mala ostia cruzo el maldito puente y subo al otro lado por un repecho durísimo que me deja en las calles de Champery. Algo rallado y con un hambre de locos llego por fin al pabellón donde está instalada esta última base de vida.

Champery (Km307,5; 1033m):
Recojo la bolsa de vida, que ya está sumida en un desorden considerable. Voy a coger los paquetes de patata que quedan y listos. Lo demás ya hace rato que he renunciado a comérmelo. Nada de Tailwind, voy tirando a base de agua y Coca Cola o sirop, según lo que encuentro. Después de tantos caldos recibo con alegría un plato de puré de patatas y carne. Está de muerte, lástima que me duele la garganta y me cuesta tragar. Aún así repito, que hay que coger fuerzas para el último tramo... El último tramo! Parece mentira... Ahora la cosa está clara, hay que luchar por esta tercera posición. No voy mal dentro de lo que cabe pero cómo irán los de detrás? "Has visto al dorsal 50" me pregunta una voluntaria. Le explico la historia de Étienne. "Ah, es que parece como si estuviese a punto de llegar pero se ha quedado bloqueado el GPS. El que sí que llega ahora es el 201"... Mierda... Pues nada, me voy... No quiero ni que me vea... Paso por el lavabo y salgo del pabellón medio a escondidas por si aparece el hombre. En el último momento veo a Étienne sentado en unos bancos en el espacio de comidas. Le saludo por la ventana pero no me ve. Me sabe mal, pero él va a pararse aquí a intentar resolver el problema en la garganta y ni siquiera sé si podrá seguir adelante (de hecho no pudo seguir). Aquí se separan nuestros caminos.
Salgo por la calle principal del pueblo, por donde pasean un montón de lugareños que parecen bastante ajenos a la carrera. Las banderolas y la pintura me dirigen a la derecha por una calle que desemboca en un sendero que sube directo para arriba. Venga, nueva subida, creo que 900 metros, más PBR. Este aperitivo acaba consistiendo en unos 200 metros muy directos que me dejan en una carreterilla. La sigo a la derecha en dirección a una arista de la montaña por la que creo recordar que voy a tener que subir. La pista pica para arriba y me permite recuperar el aliento antes de afrontar el tramo definitivo de subida. El sendero se enfila por la arista, poco definida en este primer tramo. Dejo atrás varios grupos de casas y voy subiendo entre el bosque, sin demasiadas referencias de lo que me queda por subir. Voy superando pequeños resaltes y colladitos por una arista que globalmente se va haciendo más plana pero sin dejar ver mucho más allá. De repente, tras un colladito aparece un resalte rocoso en el que hay una cuerda instalada. Supero la trepada y aparece un tramo llano, otro collado y otra cima algo más allá. Repito la secuencia superando un nuevo tramo técnico que me muestra otra cima más allá. Y después otra... Y después otra... Este tramo es el paradigma del "la cima está detrás" que tantas veces se experimenta en las excursiones a la montaña. En un montículo me encuentro un cartel, en otro un pilón de límite municipal... En uno una mesa... Esto ya es cachondeo. Realmente el sitio es precioso y la vista del valle espectacular, pero por favor se puede acabar ya la subida? Quiero llegar... Después de miles de montículos aparece uno algo más prominente con una cruz de madera. Eso tiene que ser, no jodamos... Las cruces tienen que estar lo más cerca posible del cielo, no? Efectivamente, llego a la Croix de Culet (que se podría ir a tomar por ahí...) y el paisaje se abre al otro lado, mostrando una larga carena herbosa.
Tras un primer descenso empinado sigo por un sistema de pistas que va recorriendo al zona alta de la montaña. Tras un primer fiasco en forma de casa desierta, llego a un cartel que indica "10 minutos a Chaux Palin". Perfecto, tienen que ser esas casas. La verdad es que el balance del tramo no es malo. Era una subida complicada para estas alturas de la carrera y la he hecho a bastante buen ritmo. A ver qué tal los de detrás.

Chaux Palin (Km 315; 1846m):
Después de los manjares de la base de vida vuelvo al caldo con pan y algo de fruta. Bueno, por lo menos este es comestible y además tienen un sirop tropical bastante bueno. No pierdo demasiado tiempo, el día va cayendo y cuantos más kilómetros haga con luz mejor. "Tienes que subir a ese collado de ahí y después todo bajada hasta Morgins. Perfecto... Salgo del avituallamiento por un camino de vacas relativamente suave y casi con la carrerilla del avituallamiento supero los 250 metros de desnivel hasta el Col des Portes d'Hiver (2096m). Al otro lado la montaña va cogiendo los tonos rojizos del atardecer de este cuarto día de carrera. Cómo irá la cosa por detrás? … Tengo una idea... Cojo el teléfono y marco el número de mi padre. Con la que llevo encima no vendrá de lo que cueste esta llamada. "Cómo van por detrás?"... "Los tienes a 7 kilómetros"... Siete kilómetros!! Bufff, eso significa que es posible. Siete kilómetros es una hora y media... y me quedan 40 o 45 kilómetros... Y dentro de lo que cabe no voy hundido... Después de tanto esfuerzo, tantos altos y bajos, tengo la tercera posición a mi alcance.
Paso emocionado junto a un lado donde un grupo de pescadores se disponen a pasar la noche en un entorno idílico. A la salida del lago el sendero coge más pendiente y el terreno se hace más pedregoso. En una de esas resbalo y acabo con el culo en el suelo. Yo no me he hecho nada pero se ha oído un crack... El bastón... Se ha roto... Afortunadamente es sólo el tramo de los últimos 10 o 15 centímetros y parece que me va a seguir siendo útil. De todas formas, aviso para navegantes. He de estar con los cinco sentidos activados por que en cualquier momento un pequeño accidente da al traste con la carrera. Salgo a una pista y vuelvo a llamar a mi padre (se ha abierto la veda), que me informa de que detrás van subiendo Jean Claude y Michael que han salido de Champery y están subiendo el tramo jodido. Para mí el terreno es más favorable, pero la bajada y el tramo pedregoso han consolidado una molestia que hace rato que me ha ido apareciendo en el cuádriceps. Analizo las opciones de andar rápido o trotar y me decido por la primera. Por este camino puedo avanzar a 6 o 7 por hora, mientras que trotando lo haría a 8 o 9, pero me da miedo forzar demasiado el cuádriceps (a parte de que, para qué os voy a engañar, estoy ya bastante doblado). Así que vuelvo al modo marcha y recupero mi pasatiempos. Uno, dos, tres... Ahí hay un cartel... "WC a 500 metros"... Mira, voy a ver cuánto mide mi paso... Uno, dos, tres... Entre pruebas y experimentos el sendero me va llevando por el fondo del valle hasta llegar al pueblo de Morgins, nuevo avituallamiento.

Morgins (Km325; 1304m):
"Bonsoir… Qué tenéis para comer?"... "Polenta"... Hombre, algo diferente... "Venga pues, perfecto"... "Ok, tarda 3 o 4 minutos que se caliente la paella"... Un hombre se acerca junto a mí enfrente del perfil de la carrera y me explica el siguiente tramo. "Ahora viene una subida... A la Pointe de Bellevue... Es la montaña esta que veías ahora cuando bajabas... C'est magnifique... Después hay otro repecho... Más allá está el avituallamiento..." Ya pasan más de 5 minutos y no hay ni rastro de la polenta..."Después hay una arista con vistas espectaculares... C'est magnifique"... A ver, yo voy a pasar de noche así que poco voy a ver, lo que me gustaría ver es la polenta... Me empiezo a rallar bastante y a los 10 minutos decido por lo menos tumbarme en el suelo e intentar hacer un microsueño de 5 minutos, pero con el estrés que me ha entrado a duras penas me relajo. Si sé que ha de tardar 15 minutos pues por lo menos me tumbo en los colchones pero así... El hombre lo ha hecho con la mejor intención pero a estas alturas no me sobra nada ni estoy para regalar nada... Finalmente salen cuatro raciones de polenta de las cuales me como dos a toda prisa. Me dan ganas de coger un poco de las otras para que el próximo no las tenga preparadas pero afortunadamente controlo a mi diablillo rojo, no soy tan cabrón. Doy las gracias y salgo del avituallamiento entre cabreado y estresado...
Qué desastre... Lo tenía más o menos controlado y con esta pérdida de tiempo... Seguro que el tipo va a bajar corriendo todo el tramo de bajada que yo he hecho caminando... Ahí me recupera 20 minutos... Le llevaba 1h40, así que 1h20... Y cuando le digan que he estado parado 20 minutos ahí... Saldrá pitando, así que prácticamente de queda la ventaja en una hora... Y el hombre crecido... Y lo que queda... Y mi cuádriceps que no me deja correr en las bajadas (le echo la culpa al cuádriceps pero vamos, mi cuerpo en general)… Me invade una cierta desesperación... Consejo de guerra: tengo que hacer esta subida a tope. Voy relativamente bien de fuerzas y mi ritmo en subida es bueno para las alturas de carrera en que estamos. Mi perseguidor llegará al avituallamiento, le dirán 1h20 y que me he parado un rato, con lo cual pensará que estoy K.O.. Saldrá del avituallamiento sabiendo que me ha recortado también en la parada y esperará que al llegar al siguiente control la diferencia ya esté por debajo de la hora. Si en lugar de eso se encuentra que la diferencia ha aumentado y quedando ya solo 25 kilómetros, puede que consiga que tire la toalla. Conclusión: a saco...
Hecha esta composición de la situación salgo como poseído por las calles superiores del pueblo, ya en la oscuridad de la noche. Varias rampas de fuerte pendiente me dejan en un corto tramo de sendero de pendiente más fuerte todavía. Me da igual... A degüello, tanto que en un momento pierdo las marcas... A ver, tranquilízate un poco. Primero la cabeza y luego las piernas... Vale, ahí están... Seguimos... PBR rítmico (paso-bastón-respiración, por si alguien está leyendo en diagonal y se lo ha perdido...), escuchando mi propia respiración que va retroalimentando mis energías. Llego a una pista llana que las banderolas siguen a la derecha. Me pongo a trotar, la pista pica un pelín para abajo, alargo la zancada, estoy encendido...Nuevo tramo de subida y más tramo llano, esta vez cruzando un prado sin camino. De repente aparecen muchos más reflectantes... No son banderolas, son los ojos de un rebaño de vacas mirándome con curiosidad. Paso entre ellas sin inmutarme en mi marcha enloquecida. Si a alguna se le ocurre arrancar a por mí, pues felicidades, no tengo más capacidad de respuesta que la que estoy dando. Las banderolas van bordeando la montaña hacia la derecha y cruzan un par de vaguadas hasta llegar a unos prados amplios en que parece que van girando a la izquierda y se ponen de cara a la pendiente. Bien, creo que esto es la subida final. La fila de reflectantes me confirma que la pendiente se va poniendo cada vez más tiesa, pero mi ritmo se mantiene firme hasta que una creciente brisa me indica que he llegado a la cima. He hecho lo que he podido... Si me pilla, pues nada, a ponerle la alfombra y aplaudirle.
Afronto la bajada que si no recuerdo mal no debería ser muy larga. Desciendo por unos prados abiertos primero y un bosque después, por trazas de sendero poco definidas que obligan a poner atención. Llego a un collado (Col des Portes de Culet, 1788m) por donde cruza una carretera, pero mi recorrido se mete por un sendero que va avanzando por el bosque en ligero descenso. Después de coincidir un par de veces más con la carretera de refilón aparecen unas luces que han de ser el avituallamiento. Voy a hacer una cosa... Llevo un paquete de patata, me lo como mientras llego y no paro. Si llega el cuarto, le he sacado tiempo y además le dicen que no he parado... Con todos los triunfos sobre la mesa, llego al avituallamiento.

Chalet de Conches (Km334,2; 1685m):
"Qué quieres para comer?"... "Nada, nada, ya he comido, agua aquí y ya está"... entro como un torbellino. "Seguro?"... "Sí, sí, adiooooos"... Un minuto después ya estoy otra vez en medio del bosque, subiendo en dirección a esa parte que según el tipo de Morgins "c'est magnifique". Me suena que venían unos 300 metros de desnivel, venga, en un momento lo tengo... Supero la subida por una carena poco definida y llego a lo alto de un primer repecho que abre el paisaje al otro lado. Tengo infinitas ganas de llegar, pero este paisaje de luces en el fondo de los valles es espectacular, pero lo que más llama la atención es una silueta de luces que rodea una zona oscura, allí abajo, a la derecha. Eso es el Lago Leman, eso es lo que vengo persiguiendo desde hace casi cuatro días. Allí está la meta. Recorro una pequeña bajadita mientras mi estómago empieza a rugir. No me extraña... Quizá me he precipitado en el avituallamiento... Seguro que me he precipitado en el avituallamiento. Bueno, ahora ya es lo que hay. En todo caso diría que lo que queda es bajada hasta el próximo... Pero claro, tampoco me he parado a analizar el recorrido del tramo... Sólo sé lo que me ha dicho el señor de Morgins, de que hay un tramo técnico con rocas en algún sitio. De momento lo que me encuentro es otro repecho herboso que llega hasta una cima que parece más alta que la anterior. En el descenso siguiente el terreno se estrecha bastante. Creo que este debe ser el tramo técnico. Aparecen algunos pasos con rocas que a mi cuádriceps no le parecen muy bien y en algún caso me obligan a poner el culo en el suelo. Llego a otro colladito y afronto un nuevo repecho... Bufff, esto tiene pinta de que va a ser interminable. Decido llamar a mi padre..."Cómo van los de atrás?"... "Bueno, el 201 no ha parado en Morgins"... Vaya, lo esperado..."Bueno, a ver qué tal hace la subida... Me puedes decir que viene ahora?... Cómo es el terreno?"... "Pues mira, ahora estás yendo por la frontera entre Francia y Suiza...."..."Papa, me da igual si voy por la frontera de Francia y Suiza... Cosas útiles por favor... Si llego a un collado, si giraré a la izquierda, a la derecha, si subo, si bajo... Referencias..." (sé que era borde, pero es que estaba desesperado). Consigo entender que hay un tramo de cresta y en un collado giraré a la derecha. Venga, a por ello...
La cresta discurre entre las rocas prometidas, un tramo bastante cabroncete que va castigando mi cuádriceps a base de apoyos inestables. Bastante más tarde de lo que me gustaría aparece el collado y veo como las banderolas se meten a la derecha bruscamente. Bajo por una pista pedregosa en la que mis piernas ya no dan para correr. Me he quedado sin referencias, qué vendrá ahora? Vuelvo a llamar... "Cómo van?"..."El 201 va a llegar dentro de un poco a la cima de la subida anterior"... "OK, y dónde estoy yo?"... "Kilómetro 340, el avituallamiento está en el 342,5"..."OK, gracias, vamos hablando, ya empiezo a ir un poco cansado" (los mensajes al exterior siempre son suaves...). La bajada acaba en unas granjas y las marcas vuelven a describir un giro brusco, esta vez hacia la izquierda. El camino pasa a picar ligeramente hacia arriba mientras flanquea una amplia vaguada. Aparece una casa a lo lejos... Será eso?... A medida que me voy acercando parece que no hay señales de vida. Sí, era demasiado pronto...
Los reflectantes siguen bordeando la montaña, ahora bajando un poco, ahora subiendo... Rodeo un espolón que baja de la izquierda y aparece un nuevo valle, que las lucecitas siguen bordeando entre prados... Ahí hay otra casa, eso sí que tiene que ser, ya llevo más de dos kilómetros desde que he hablado con mi padre. Hay unas lucecitas en la puerta... "Hola!"... "Hola?"... No sale nadie... Miro por la ventana... Pico a la puerta... Nada... Joder... Pues nada, a seguir... Se me está haciendo eterno este tramo. Unos metros más allá aparece una pista y las marcas la siguen en ascenso hacia la izquierda, para abandonarla un poco más allá por un camino que sigue bordeando esta interminable montaña. El repecho se me hace durísimo... A ver, aquí bordeo otro espolón... Otro valle más, y más reflectantes que van bordeando. Sigo, y sigo y sigo... Aquí hay un cartel, a ver que dice... "Conches 10min"... Como se llamaba el avituallamiento siguiente?... Me suena que algún avituallamiento se llamaba Conches… Tiene que ser esto, perfecto, ya lo tengo, menos mal... Al poco aparece la ansiada casa. Me acerco a la puerta... "Hola?"... Nada... Llamo a la puerta... Nada... Miro por detrás... Nada... Vuelvo a la parte de delante... Nada... Atrás... Nada... No queriendo creerlo repito la secuencia 2 o 3 veces hasta que me doy cuenta que por mucho que lo intente 27, ahí no va a aparecer nadie. Miro a mi alrededor... De hecho no veo ni por dónde siguen las marcas, sólo una fila de reflectantes, pero juraría que ahí es por donde he venido... Junto a la pared hay un banco. Desesperado, me siento y saco el teléfono. "Dónde estoy?" (ponedle tono lastimero)… "Es que había un error! Estás en el kilómetro 344, pero el avituallamiento realmente está en el 347,5"... Bufff, 3 kilómetros y medio... ahora mismo me parecen un ultratrail en sí mismos. No sé ni si preguntar por los de detrás... Venga va... "Los llevas a 7 kilómetros"... En el avituallamiento anterior a 1h41 de distancia, y se han parado"... Bueno, por lo menos he acertado en mis cábalas, por mucho que haya tirado los triunfos y sólo me quede un miserable dos de copas con el que acabar la partida.
Me levanto del banco y como por arte de magia aparecen más reflectantes. Por ahí tengo que seguir... Sabes qué?... Ya no viene de aquí... Saco el móvil, conecto los datos de internet y abro la web de la carrera. Aquí está el mapa.. Donde estoy?... Vale... Y el avituallamiento?... voy desplazando con los dedos... joder, qué lejos... vale... Venga pues... como si fuera un rogaine, ahora curva a la izquierda, después una bajada hasta un espolón... primera referencia. Supero el minitramo, qué más?... Una vaguada amplia hasta una curva a la derecha y bajada hasta una casa... Otro minitramo superado... A base de pequeños objetivos supero estos tres kilómetros y medio y acabo con este maldito tramo, que me ha parecido el más duro de la carrera. El alivio es tremendo cuando aparece la luz del refugio y dos voluntarios que me saludan. Me quedan 13 kilómetros... Tengo margen, voy a dormir 10 minutos. Creo que me pueden dar un puntito de energía que me ayude a superar el tramo siguiente. Venga, decidido.

Chalet de Blansex (Km347,5; 1497m):
Fuera del avituallamiento tienen montada la mesa con la comida, bebida... Como me siente en ese banco me quedo pajarito... Me meto dentro a resguardarme del frío, pero no hay ninguna silla. "Lo siento, pero es que hay fuera me da algo..."... "Ah, sí, claro!" Uno de los chicos me entra una silla..."Tienes algo de caldo?"..."Sí, sí, por supuesto!"... Me tomo el último caldo con pan mientras charlo con los chicos con voz cansina y afónica. "Voy a dormir diez minutos"... "Claro, claro, aquí puedes dormir, y me enseña la habitación. Tres niveles de madera, pero en el que está a ras de suelo no hay ningún colchón. Escalar hasta el segundo piso ahora mismo me parece como un 7c+, así que empiezo a estirar de un colchón para tirarlo al suelo. El chico entiende un problema y reacciona. Muy simpáticos y con muchas ganas de ayudar los chicos, iban un poco despistados y no sabían muy bien a priori que es lo que puede necesitar un espectro de corredor que llegue a esas horas y a esas alturas de carrera, pero imagino que si a mí me ponen de voluntario en una carrera de kayaks sería lo mismo.
Los diez minutos me sirven para hacer un click en el cerebro que me da fuerzas para salir del refugio y afrontar el siguiente tramo. Venga, solo son 7 kilómetros y después ya será el último trozo, la última bajada. "Tienes que subir hacia allí, en esa entrada está el Col de Blansex"... Yo no veo ninguna entrada pero bueno, salgo siguiendo las banderolas, que se desvían un poco a la izquierda. "A la derecha!" me gritan... Pero si hay banderolas por aquí... Intento gritarles pero mi voz no da para nada, así que decido ignorarles y seguir las banderolas. Al final acaban tendiendo a la derecha y supero los 70 u 80 metros de desnivel que me separan del collado. Decido hacer lo mismo que en el tramo anterior, saco el móvil y miro el mapa. Primer miniobjetivo, llegar a una revuelta a la izquierda... superado. Segundo miniobjetivo, una recta larga hacia la izquierda hasta otra revuelta. El camino pica para abajo y permite alargar el paso, así que a pesar del cuádriceps mantengo un ritmo decente. Venga bien, ahora paso junto a una casa y tengo un tramo de sube-baja hasta llegar al pie de la subida al Col de Taney, que ya me tiene que dar acceso a la zona del otro avituallamiento. Ese tramo de sube-baja es algo técnico, y al subida, de unos 300 metros positivos, a estas alturas hace pupa, pero esta táctica de plantearse miniobjetivos y poder seguir la evolución sobre el mapa hace que el tramo se me pase mucho mejor que el anterior. Aparezco en el Col de Taney y me dejo caer al otro lado por una pista. Aparece una primera casa que resulta ser fiasco pero 200 metros más allá llego a una carpa montada en el exterior junto a la pista. No me lo puedo creer, ya es el último avituallamiento.

Taney (Km 354; 1415m):
"Magnifique, magnifique, ya casi estás"... Un hombre tranquilo de pelo largo y canoso me acoge en el avituallamiento. Qué como... Otro caldo?... De repente veo un yogurt solitario en un rincón de la mesa, de esos con frutas y cereales..."Ooooh, esto es lo que me apetece"... Cojo el yogurt y una cuchara y me siento en una tumbona, bajo una manta, a saborearlo mientras el hombre me dice que lo que he hecho es "magnifique" y, más importante, que solo me quedan 50 metros de subida y después ya es todo bajada. El avituallamiento anterior me ha sentado bien así que voy a repetirlo. Diez minutos más... Qué relax... Los sonidos de la noche...
Pasó el tiempo, el hombre me despierta y me levanto con el gustazo de saber que es la última vez que tengo que arrancar de un avituallamiento. El hombre me acompaña el primer trozo junto a un lago que no vemos, y me deja a los pies de ese último repechillo. Lo supero prácticamente con la carrerilla y empiezo a bajar al otro lado por un sendero que está cubierto por una capa de hojas secas. Qué bien, blandito, perfecto para mi pierna, que de esta manera puede alargar el paso y bajar a buen ritmo. Vamos a ver cómo está el panorama, saco el teléfono... "Sigues teniendo al siguiente a 7 kilómetros, acaba de salir del penúltimo avituallamiento, pero ahora el cuarto es un italiano"... Un italiano? De dónde ha salido este tipo... En fin, hay margen, pero tengo que aguantar entero. Dejo el móvil encendido y vuelvo a coger la referencia del mapa. Primer tramo hasta un collado, Chavalornaire, y ahí giro brusco a la derecha para bajar hacia el fondo del valle. El primer tramo pasa bien por ese tramo acolchadito, pero con el giro a la derecha el terreno se vuelve más técnico. En el sendero van apareciendo piedras que obligan a hacer movimientos extraños que mi cuádriceps tolera mal y de vez en cuando doy algún tropezón que me hace ver las estrellas. En estas condiciones el dolor ya es constante, pero ya me da igual, sólo quiero llegar. Van apareciendo árboles que cada vez impiden más ver las luces de los pueblos de la zona baja, con lo cual las referencias cada vez se hacen más vagas. El camino cruza una pista... Jops, no podríamos seguir por ella?... No, las banderolas siguen de frente, con más piedras y más tropezones dolorosos... Otra vez la pista... Y otra vez cruza el sendero... Vuelvo a estar siguiendo reflectantes, sin referencias, sin saber cuanto queda... Necesito llegar... Otra vez la pista... Ahora parece que la sigue a la derecha... No, mierda, 50 metros más allá se meten las marcas a la izquierda... Cada vez estoy más desesperado...De repente oigo un sonido electrónico y siento una vibración en el pecho... Mierda, se acabó la batería del móvil... Sin reloj, sin móvil, caminando con la pierna izquierda de lado para minimizar el dolor del cuádriceps... Además, hace un rato que noto que mi tronco se tuerce hacia la izquierda, no sé si para compensar algún desequilibrio, uno de tantos que le debo estar provocando... Soy la viva imagen del Titanic hundiéndose...
De repente, ligero cambio: una carretera. Nada, también sale el sendero por el otro lado. Basta ya, por favor... Más piedras, mas saltitos para caer con la derecha... Pon los palos para evitar un traspiés con la izquierda... Patada a una piedra... Mierda, qué daño, joder... La carretera otra vez... Nada, vuelve a salir el camino a la derecha. Voy bajando como puedo, imaginándome al italiano corriendo por la montaña como si fuese la fusión de Eliud Kipchoge y Kilian Jornet, recortándome kilómetros como si nada mientras yo me arrastro con un cuerpo y una mente en estado cada vez más precario. En otros momentos mi preocupación es meramente individual, de acabar de una vez con esta historia independientemente de si llego tercero o me pasan cuatro. En otros de repente me pongo en modo pragmático y hago como si estuviese en una excursión cualquiera, caminando tranquilamente sin ningún tipo de dolor ni incomodidad. Desafortunadamente estos momentos duran poco... El cuerpo no da para mucho así que son cabeza y el corazón los que van tirando de mí hacia delante. Entre los árboles se intuyen las luces de las casas. Juraría que están cerca... No puede quedar mucho, joder... Nuevamente la carretera, en una curva. Describe otra curva a la derecha y parece que el terreno se aplana. Tengo que estar abajo, no?... Las banderolas vuelven a salir por un camino a la izquierda. A la mierda hombre, esto ya es cachondeo... El camino sigue por en medio del bosque y entre los árboles aparece una luz muy potente. Qué será eso? Alienígenas? Podría encontrármelos y les preguntaría igualmente si falta mucho para la maldita meta. No me importa nada más. Desafortunadamente no son alienígenas sino una cantera en la que ahora mismo, lógicamente, no hay nadie. Las marcas siguen adelante hasta un cruce... y siguen a la izquierda, en dirección a la montaña. Pero dónde coj… estoy yendo?... Menos mal, ahí vuelven a girar a la derecha, en la buena dirección. Ya estoy en terreno llano, pero sigo sin ver nada. Solo hay árboles, y más árboles, y más árboles... Espera... Sin previo aviso el paisaje se abre y salgo a un prado. Allí delante, a unos 200 metros, veo pasar un coche a gran velocidad. Es la carretera principal. También hay un coche parado y un chico con un chaleco reflectante y una luz roja intermitente. Ahora sí que estoy abajo. Por fin! Me acerco hacia el con mi paso precario haciéndole señales con los bastones, realmente no sé muy bien para qué, si para que me vea, si para saludarle o simplemente por la emoción y lo que significa llegar hasta ahí. "Bravo! Bravo!" me grita... "Dónde está el cuarto? Dónde está el cuarto?" pregunto desesperado... "No te preocupes! No te preocupes para nada! Nadie va a alcanzarte! Ahora simplemente disfruta..."... Cruzo la carretera y rompo a llorar...
Casi se me saltan las lágrimas cuando lo estoy escribiendo, así que imaginaros lo intenso del momento en que alcanzo la carreterilla que sé que me va a llevar, a lo largo de dos kilómetros planos, hasta la línea de meta. Entre sollozos y en voz alta vuelvo a contar... "Uno, dos, tres..."... la pista bordea un montículo por la derecha y llega a un canal donde tuerce a la izquierda. Esto lo recuerdo del mapa. Es todo recto. Aquellas luces del fondo son Le Bouveret, son la meta. Con la mirada fija en el infinito sigo avanzando y contando. El chico me acompaña con el coche y me anima. Yo todavía no me lo creo. Me giro, miro hacia atrás... Realmente no hay nadie... Poco a poco van apareciendo edificios, primero fábricas, algún cercado, hay a la izquierda hay unas viviendas, por ahí dejamos el coche... está? Está el coche de Josep?... No los distingo... Vuelvo a fijar la mirada y el paso al frente... Las luces se hacen más grandes cada vez... "Eso es la estación de tren?", le pregunto al chico, que ahora me acompaña a pie. "Sí, sí, eso es"... Vale, ya estoy en el pueblo..."Ahí delante giras a la izquierda y coges la siguiente a la derecha, te espero al final"... Hago lo que me dice, tanto él como las banderolas y afronto una nueva recta. Ahí al final vuelve a estar, como si se hubiera teletransportado por arte de magia. A mí como si le hubiese salido otra cabeza, me da igual. Lo importante es lo que me dice... "Detrás de esa curva ya ves la meta"... Asomo... ahí está. Ahí está y mírala, como dice la canción. El chico se pone a trotar a mi lado... "Felicidades! Disfruta porque es un momento único"... atravesamos un jardincito de hierba..."Tenemos una cerveza para ti a la llegada... o qué te apetece?... lo que quieras!"... "Sirop de pera"...El tío flipa... "Eeeh, bueno, no hay mucha gente que pida eso, pero veremos qué podemos hacer"..."No te preocupes, la cerveza está bien"...Cruzo el jardín y por fin llega el momento más esperado. No hay gente animando pero no me hace falta. Después de tantos sentimientos y tantas emociones vividas, este es mi momento. Troto junto a las vallas por una última recta que desemboca en esas aguas rodeadas de siluetas de montañas que empiezan a dibujarse a la luz del amanecer. Un último giro a la derecha y cruzo el arco de meta, arco que representa la culminación de una aventura, la consecución de un objetivo y el desenlace de una montaña rusa de sensaciones y estados de ánimo.
Es un momento bonito. Una entrevista con Silvano, el speaker, que me coge con el corazón a flor de piel. Una conversación con Julien, el chico que me ha acompañado al final, y una chica que está de voluntaria en la meta en la que filosofamos sobre las motivaciones que nos llevan a vivir este tipo de aventuras. Y un momento a solas, sentado en una tumbona y saboreando una cerveza afrutada mientras dejo que mi mirada perdida se sumerja en las aguas del lago.

Qué decir como balance de la experiencia... Hace ya tiempo que corro por montaña, que hago carreras de larga distancia, y me he visto en una gama de situaciones bastante amplia. Ha habido veces en las que seguramente he llegado más cansado físicamente, o con el cuerpo más descompuesto, o con más estrés mental por haber estado luchando una posición hasta el final. Lo que puedo decir de esta ocasión es que nunca había acabado tan exhausto emocionalmente. La sucesión de momentos buenos y malos me ha obligado a una gestión de las emociones que me ha dejado con el alma y el corazón molidos. ¿Y del resultado? ¿Contento?... A veces me preguntan cual es mi objetivo frente a una carrera, supongo que esperando una respuesta en forma de tal o cual posición. Mi respuesta siempre es la misma. Mi objetivo es acabar la carrera con la sensación de que lo he hecho lo mejor que he podido y que he gestionado bien mis recursos. Seguramente mi estado de forma puede ser bastante mejor de lo que lo era en esta carrera. Probablemente la preparación mental para esta carrera no fue la que se merece una empresa de esta magnitud. Pero una vez sobre el terreno, creo que he puesto todas las cartas que tenía sobre la mesa y las he tirado en el momento adecuado. He sabido tener fuerza de voluntad en las situaciones en las que me hacía falta, paciencia en los momentos que la requerían y cabeza para gestionar esfuerzos y descansos. Todos los recursos que tenía los he utilizado sin guardarme nada. Así que sí, estoy muy contento. Mi abuela siempre me decía que abarriera bien el plato...seguro que estaría orgullosa.



Besos y abrazos,

P.D: en este final falta un factor muy importante que se merece capítulo aparte: el empuje de todas las personas que me han estado, que me habéis estado siguiendo. Hay muchos momentos en que estás en plena crisis y te imaginas a es@s amig@s mirando el seguimiento GPS, esos mensajes de ánimo... Uno de ellos decía que "es increíble lo que puedes hacer con tu esfuerzo y tu espíritu de superación"... Realmente es curioso lo que podemos llegar a hacer si nos lo proponemos... O el simple "Corre molt!" de Ares, mi sobrina... Y mención especial para mis padres... que estuvieron corriendo conmigo toda esa dramática cuarta noche, desde lejos físicamente pero desde muy cerca emocionalmente.

P.P.D: Y qué pasó con el resto de la carrera? Pues yo tuve el honor de acompañar en el pódium a dos corredores que estuvieron completamente inalcanzables. Andrea Mattiato (primero), el italiano de Trento con el que coincidí en el segundo avituallamiento y del que yo, iluso de mí, pensé que estaba en crisis. Y Jonas Russi, un suizo de Andermatt (creo) que también hizo un carrerón. Por detrás, al final el cuarto clasificado llegó a 1h30 con lo cual me podía haber ahorrado algo de psicosis. Como os avanzaba Étienne no pudo llegar por el problema en la garganta, que le obligó a retirarse en la base de vida de Champery, una auténtica lastima. Y el amigo Moisis? Pues Moisis acabó arrancando de nuevo pese a la avería en el pie y llegó a la meta en séptima posición. Me hizo una ilusión enorme encontrármelo en la zona de llegada dos días después. Ese abrazo sincero es otro de los momentos con los que me quedo.

P.P.P.D: En cuanto a la carrera, quiero antes que nada corregir una idea que tengo la impresión de haber dejado a lo largo del texto. Al escribir la crónica intento plasmar los sentimientos que tengo en el momento de la manera más fiel que puedo y eso significa a veces de forma injusta y objetiva. Lo digo por los avituallamientos y los voluntarios. Puede que la variedad en la comida sobre todo fuera de las bases de vida, sea un punto a mejorar, pero estoy seguro que lo harán de cara al año que viene, de la misma forma que con todas las mejoras que han conseguido en esta segunda edición respecto a la primera. La actitud de los voluntarios es espectacular a lo largo de la carrera, y no es fácil cuando hay tantos y que han de pasar tantas horas dando el callo. Creo que esta es una carrera que puede instaurarse como una prueba de referencia entre las que presentan este formato. Tiene un recorrido espectacular que constituye una materia prima excelente para generar un producto atractivo para cualquier amante de este tipo de aventuras. Así que ya sabéis, ideas para el año que viene! ;-)

Si has llegado hasta aquí, felicidades! Puedes pasar por mi casa a por el chaleco de Finisher ;-)

jueves, 10 de octubre de 2019

Swiss Peaks (2ª parte)


... Por si has llegado a este post despistad@, decirte que hay una primera parte en http://cronicasdeskyrunning.blogspot.com/2019/09/swiss-peaks-1-parte.html, por si quieres ver de dónde aparece esto. Es larga, seguramente pesada, pero está escrita con cariño :-) ...

Segundos más tarde de mi alarde me encuentro bajando por un terraplén empinado con el subidón propio de haber escapado del pozo, al menos provisionalmente. Un breve descenso me deja en un tramo llano que flanquea hacia la derecha que vuelve a llegar prácticamente hasta la carretera. Lo recorro a buen ritmo, activado por la adrenalina y el subidón de haber escapado momentáneamente de la boca del lobo. Bajo deseando que el río esté lo más cerca posible, sobre todo para que sea más corta la subida de después. El sonido se va acercando y finalmente aparece una pista y un puente que atraviesa el torrente. Las marcas siguen por la pista durante un breve tramo que sirve de calentamiento para lo que se avecina. Ha llegado el momento de la verdad: recuperación o confirmación de la debacle.
Los reflectantes me meten por un sendero que empieza subiendo de forma moderada y hasta relativamente agradable. Cojo la dinàmica de paso-bastón-respiración, con la ilusión de que las cosas hayan cambiado. Miro el reloj... Las 21h30... Así tengo una referencia de cuánto llevo y cuánto me falta. Son 1600 metros... Deberían costarme unas 2 horas si la subida es más o menos directa. Vamos a ver... Pongo el piloto automático y me dejo llevar por los sonidos de la noche. Me gusta este momento de las carreras, estas primeras horas de oscuridad. La temperatura es buena, con un fresquito que se agradece para afrontar el ascenso. La primera hora de subida pasa de forma bastante agradable. Aparece alguna casa adormecida al borde del camino. No sé cómo deben acceder, pero qué tranquilidad vivir aquí. Me llega un sonido a los oidos... “sht, sht, sht, sht,...”... anda, aspersores... Lógico, riegan la parcela por la noche para aprovechar que hay menos evaporación y que absorban más las plantas...
Entreteniéndome con estas reflexiones llego a un punto en que el sendero gira a la izquierda y parece querer subir de forma más directa. Levanto la cabeza... Por allí se ven las marcas, y también dos frontales juntos que seguro que son de Yann y su acompañante. Efectivamente, la pendiente se incrementa y me toca tirar más de bastones. Mi ritmo baja, quizá más de lo que tocaría... La buena dinàmica de la primera mitad de subida se va torciendo. A la que el terreno se ha puesto más exigente, pam, vuelve a acercarse el tío del mazo. Las revueltas pasan cada vez más lentamente y voy buscando con la mirada algún indicio de que estoy llegando a lo más alto. Me suena que había un colladito y el refugio estaba al otro lado. Ahí arriba parece que hay una abertura. A ver si llego ya... Empieza a soplar algo de airecillo. Venga, eso debe querer decir que estoy cerca... Ahí, por fin, menos mal... Llego al rellano muy cansado. Busco las marcas al otro lado... nada. Miro a un lado, a otro... Ahí estan... Suben... Y suben más. Bufff... Pues para arriba... Al cansancio físico se le añade el moral y a eso se le suma tambien que la pendiente se incrementa todavía más. Voy de mal en peor... Estoy sumido en el mismo estado que en la subida anterior. En parte me decepciona la confirmación de mis problemas. En parte me tranquiliza el hecho de poder abandonar con la seguridad de que no hay nada que hacer. El camino empeora y en algún tramo incluso pierdo la traza. Va, concéntrate, solo falta que pierdas las marcas. Me toca trepar por la hierba para volver al camino, con algunos movimientos que me obligan a parar para recuperar el aliento. Qué desastre, es peor que antes... Voy flanqueando torpemente por un terreno mixto de hierba y rocas, hasta que llego a un colladito que sí parece ser la culminación de la subida. Al otro lado el paisaje se abre, o se abriría si se viese algo, y allí a la izquierda aparece una luz que tiene que ser el avituallamiento. Dos frontales están a punto de llegar.
Venga, espabila a ver si no pierdes mucha distancia con ellos, que tienes que llegar al kilómetro 97 antes de que se vayan los franceses, si no te tocará hacer 12 kilómetros más. Afronto un tramo de descenso muy empinado y bastante técnico, que ahora mismo me sienta como una patada en el trasero. Afortunadamente no es muy largo y las marcas enseguida siguen a nivel para cruzar un tramo de grandes bloques. Una vez superado este tramo, solo me queda una breve subida hasta alcanzar el ansiado avituallamiento. Qué acogedor es el calorcito de una casa en medio de la noche...

Lengritz (Km86,5; 2425m):
"Muy bien! Al final has seguido!" me dice Hugo, el amigo de Yann. "Sí, pero nada, fatal... Peor que la subida de antes... En el próximo avituallamiento me voy con vuestros amigos... Decidles que me esperen si puede ser..."... "Siempre puedes decir eso hasta el km 360" bromea. Que va... No tengo fuerzas. Lo he probado otra vez y no hay manera. La diferencia con dos horas atrás es que ahora estoy más tranquilo. He hecho lo que he podido y si no hay más, pues qué le vamos a hacer. Me estoy tomando un caldo caliente con alguna galleta cuando llega un corredor. Evidentemente también hace mejor cara que yo. "Voy tirando que me pillaréis y así a ver si me pueden esperar vuestros amigos"... les digo a Hugo y a Yann, al que no veo muy fino. Salgo del refugio detrás del chico de la buena cara, que ha pasado como un ciclón, y justo cuando llega otro chico.
De nuevo en medio de la noche, cruzo un rellano herboso y voy siguiendo la estela de mi predecesor que me indica que viene un repecho. No es muy largo, deben ser 150 o 200 metros como mucho y parece bastante tendida. Venga, buen terreno, con la carrerilla y el calor del avituallamiento aún en las piernas, la paso relativamente bien. Empiezo el descenso al otro lado por terreno herboso y con una visitante inesperada: la niebla. Ups... Encima la traza del sendero no está muy definida... Concéntrate... Como te pierdas ahora...... Afortunadamente el recorrido es más o menos recto, y sólo con mantener la dirección van apareciendo las banderolas que resaltan con la luz del reflectante. El descenso parece ser un flanqueo en diagonal hacia la izquierda ¿Hacia dónde? Ni idea... No me acuerdo de qué pinta tenía la orografía de este tramo. Como estaba previsto, aparecen dos luces por detrás. Yann y Hugo me pasan como aviones... Venga, actívate que si no se te escapa el tren.... Incremento un punto mi ritmo, aprovechando la estela para no tener que fijarme tanto en las marcas. Aguanto un rato, pero bajan muy bien y el terreno es empinado y con una hierba resbaladiza que no es lo mejor para mi momento de agilidad más bien dudosa. Las luces se van difuminando en la niebla hasta que desaparecen definitivamente. Por suerte al cabo de pocos minutos también desaparece la niebla, a la vez que las marcas se van metiendo progresivamente en una zona de bosque. El sendero también se transforma en una pista relativamente cómoda. De repente me sorprendo corriendo con un trote bastante digno y sobre todo con una actitud más positiva. En un momento dado veo dos luces pasando unos metros más abajo. No está mal, sólo me separa una curva de Yann y Hugo, no estoy perdiendo distancia con ellos. 
Se acaba el descenso y la pista desemboca en un puente. Al otro lado los dos frontales avanzan unos 150 metros por delante, y una tercera luz está otros tantos metros más adelante. Las luces suben por lo que parece ser una diagonal hacia la derecha. Me suena que son 300 o 400 metros de ascenso... Se intuye bastante progresiva... Venga, a ver si se me da bien... Recupero el bailoteo de paso-bastón-respiración, que hace rato que tenía olvidado. No me acerco a los frontales de delante, pero parece que tampoco se me van, así que llego a la cima (Gibidumpass, 2200m) algo más animado. Sólo me quedan 300 metros de bajada hasta el avituallamiento en el que en teoría tenía decidido abandonar, pero lo cierto es que la bajada anterior y esta última subida parecen indicar que al menos he conseguido detener la hemorragia. De aquí a la base de vida son 12 kilómetros... Quizá tiene más sentido aguantar este trozo, ver cómo evolucionan las cosas, y una vez en la base de vida descansar tranquilamente, dormir si hace falta y en caso de recuperarme algo, darle otra oportunidad a la carrera. Estas reflexiones me conducen hasta las luces del avituallamiento, al que llego entre más ánimos del grupo de franceses... "Creo que voy a probar un poco más"

Giw (Km97; 1962m):
En el avituallamiento está Yann, el corredor de la buena cara y un tercero, que no tenía controlado y que a juzgar por bandera de su dorsal es canadiense. Repongo líquido y cómo tranquilamente para ver si consigo consolidar la recuperación. Una vez acabada la rutina, me despido de los franceses, que son majísimos, y salgo nuevamente a la noche, animado por la victoria moral de haber superado y por lo menos postpuesto lo que parecía un abandono seguro. Este tramo sí que me lo sé... Tengo una primera subida de otros 300 o 400 metros, que también parecía bastante tendida, un tramo un poco rompepiernas y la bajada hacia Eisten, todo ello flanqueando la montaña en dirección sur. El menú no me parece mal para este momento...
Afronto la subida con la misma dinámica que la anterior, persiguiendo ahora a dos luces, dos de esos tres corredores que tengo cerca. En esta ocasión sí que voy recortando la distancia poco a poco y acabo alcanzándoles justo al pasar el punto más alto. "Parece que va mejor, no?"... uno de ellos es el corredor con el que he coincidido en plena crisis en el kilómetro 70... Le respondo con un "Oui!" corto y decidido (ver primera parte para la teoría sobre la relación entre la longitud del "oui" y el estado de demacre) y tomo la delantera al inicio del descenso. Gratamente sorprendido observo que me separo de mis dos compañeros... Bueno, si voy mejor que ellos en bajada es que realmente me estoy recuperando. Con ánimo creciente voy afrontando el sendero, que alterna toboganes con breves repechos. Cada vez soy capaz de trotar en más sitios y mi estado físico y mental se va retroalimentando. El camino va bordeando valles, vaguadas y subvaguadas, en ese tipo de terreno traidor que si vas mal se te hace eterno, pero yo estoy en dinámica positiva, y tras 40 kilómetros de agujero negro estoy empezando a ver la luz.
También veo luces delante mío, y otras más abundantes allí abajo, que tienen que ser Eisten. El descenso se acentúa y tras un breve tramo de carretera las marcas se meten por un sendero que parece que va a bajar atajando las curvas del asfalto. Entro en zona de bosque y con ello se pierden las referencias, pero el sendero es agaradable y mi ritmo cada vez mejor. Otra luz aparece delande de mí... Es Yann y va caminando. "J'en ai marre moi..." (la traducción más exacta y teniendo en cuenta el contexto sería "estoy hasta los huevos de la bajada")... efectivamente, la verdad es que parece que pasa por un momento complicado. Además, sé por experiencia que ver cómo te adelanta un cadáver resucitado es un golpe duro para la moral. Le animo y sigo mi bajada, bastante más positiva, por este sendero que cruza la carretera varias veces y pasa junto a zonas de casas cada vez con más frecuencia. Finalmente el asfalto se impone, señal de que he llegado al pueblo de Eisten. Nuevo consejo de guerra... Parece que este último tramo ha consolidado mi recuperación. La dinámica es positiva y he adelantado a gente. No me siento Superman, pero estoy en un estado que podríamos calificar de normal para un kilómetro 110 de una carrera. De sueño la verdad es que voy bien y en breve va a despuntar el nuevo día. Mi experiencia me dice que hay que dormir cuando sientes que relamente es imprescindible. No creo que sea el momento... Nada, cómo bien, que eso sí que me vendrá de perlas, y sigo adelante. Con la decisión tomada, un breve ascenso me deja en un pabellón donde está montada la base de vida. Declaro oficialmente superada la primera crisis de la carrera.

Eisten (Km 109,3; 1094m):
Voy a buscar mi bolsa de vida y me dirijo a la zona de comidas... "No puedes entrar con la bolsa ahí"... Un hombre que parece ser el responsable del avituallamiento me mira con cara seria. De verdad? Sólo hay un corredor ahí dentro, dos mesas donde caben 40 personas, no tengo a nadie que me pueda ayudar cambiando las cosas a la mochila o rellenando bidones mientras cómo... De verdad no puedo entrar con la bolsa ahí para poder optimizar un poco el tiempo... Nada... Pues mira, que te den... No pienso dejar que un capullo me ponga de mala ostia y me corte la dinámica positiva. Me limito a lanzarle una mirada lanzacuchillos, dejo la bolsa en una silla y me voy a las mesas y a por mi plato. Joder, el otro corredor está dentro, con la bolsa y con acompañante... En fin... No pierdas más energías con eso... (que quede claro que con esto simplemente intento reflejar mis pensamientos en la situación y las pulsaciones del momento y no una crítica objetiva y pausada hacia la organización o los voluntarios). Un plato de pasta con carne mejora significativamente las cosas y tras pasarme algo de agua por la cara y las piernas y realizar la transferencia de material en el lugar reglamentado por el Antiguo Testamento, me dispongo a marcharme. De camino hacia la salida me encuentro con el grupo de franceses, que están en una mesa sentados alrededor de un Yann que hace bastante mala cara. "Muchas gracias, de verdad. No sé dónde llegaré, pero sea donde sea, será gracias a vosotros".
Salgo a la calle con las primeras luces del día, al mismo tiempo que un corredor que diría que es el francés al que he pasado al inicio de la bajada anterior. Un poco más atrás viene otro que debe ser el canadiense (no estoy seguro, la noche confunde...). Troto por un tramo llano hasta la salida del pueblo. "Conoces el camino?" le pregunto..."Sí, he venido en verano a reconocer algunos trozos"... "Qué tal la subida?"... "Bueno... 400 metros de subida, tramo llano, y otros 400...". Venga, vamos a por ellos pues...
El incio es de los que quita el hipo. Un repecho demoledor por un prado herboso, para cruzar una carretera y meterse por otro camino más ortodoxo, de esos con infinitas revueltas pero pendiente tolerable. Me separo relativamente rápido de mis dos perseguidores, lo cual me infunde nuevos ánimos. Desconecto del mundo y vuelvo a poner el piloto automático, intentando digerir la comida y optimizar los puntos donde coloco el pie. Un repertorio de canciones mentales va pasando por mi cabeza, tan variado como absurdo (recuerdo tener clavada bastante rato "El único fruto del amor"... ese es el nivel...). Entre canciones, pasos y bastones, llego a una casa y las marcas tuercen bruscamente a la derecha. Parece que viene el tramo llano, fantástico, la primera parte de la subida la he hecho bien. La nueva tónica del recorrido consiste en una alternancia de pequeñas bajadas y subidas que voy gestionando a base de un caminar-correr relativamente eficiente. Por lo que recuerdo del mapa, el camino tiene que ir bordenado toda esta montaña que tengo a la izquierda hasta llegar al valle contiguo (al oeste). El punto más alto del tramo creo que es justo en el extremo norte, cuando cambiamos de vertiente.
Tras unas cuantas vaguadas, la dirección parece torcer hacia el oeste. Hacia el oeste y hacia arriba... Un duro repecho me da la bienvenida al segundo y definitivo tramo de subida. Adapto el paso y la respiración y observo mis evoluciones... Tiene pinta de ser el primer ascenso realmente exigente tras la crisis. Vamos a ver qué tal... Bueno, parece que bastante mejor que antes... Punto más a favor de la recuperación... 
El camino va girando a la izquierda y va subiendo, y gira a la izquierda más, y sube más, y gira más, y sube más... La típica dinámica de nunca acabar. Suerte que estoy en un buen momento, si no este es el típico camino que desespera. Ahí parece que hay una construcción... Qué es eso?... Barreras de madera... Para los aludes... En medio del bosque?... Eso debe tener más años que las montañas... Bueno, aquí debe empezar el descenso, seguro que el sendero era para subir hasta aquí... Ni de coña... Paso junto a las barreras y sigo subiendo y subiendo y subiendo... pero me lo tomo en positivo. Si en este tramo tan cabrón no me estoy hundiendo es que realmente las cosas han mejorado mucho... Mira, eso parece un colladito... Y el bosque se abre... A ver... Efectivamente, al otro lado la montaña gira y aparece una pista de esquí que ya enfoca hacia el valle contiguo. Las marcas descienden por ella entre zonas de árboles. Nuevamente al trote y con una zancada bastante decente, voy cubriendo los 450 metros de descenso que me separan del nuevo avituallamiento. Llego al lugar justo cuando sale otro corredor, el dorsal número 7, al que he visto salir de la base de vida poco después de llegar yo. Bien, le he recuperado, seguimos en positivo.

Grachen (Km 118,6; 1721m):
Nada reseñable (o que recuerde) en cuanto a comida, pero descubro que tienen "sirop". Para los lectores al sur de los Pirineos (es decir, casi todos) que no lo conozcan, decir que el "sirop" francés es una especie de zumo super concentrado (y super dulce) que mezclas con agua para hacer una bebida de un determinado sabor de fruta. Debería ser implantado y extendido en todas partes por decreto-ley. En concreto este es de sabor tropical. Me viene de perlas porque empiezo a cansarme de la combinación agua + Tailwind. Una vez repuesto el líquido con mi nueva adquisición salgo del avituallamiento. No ha llegado ningún corredor. Buena señal.
Cruzo el pueblo, que ya va activándose con el transcurso de la mañana. Paso junto a un grupo de japonesas que me preguntan cuántos kilómetros llevo. A mi respuesta contestan con ese "Ooooh" tan típico del país del sol naciente. Pues no os cuento los que me faltan... Aparece corriendo Hugo, que me pregunta por el avituallamiento. Le señalo la dirección y me despido, quizá por última vez. Las marcas me llevan hasta una calle principal por la que voy bajando en dirección sur. Adopto un ritmo de trote por el asfalto mientras voy saliendo del pueblo... Mierda... Dónde están las marcas?... Me he salido del camino?... O no hay marcas porque es "evidente" que hay que seguir recto?... Mientras me lo pienso ya he avanzado bastante, con lo cual volver atrás hasta la última marca es un coñazo, con lo cual me aferro a la esperanza de que sea por aquí, con lo cual.... Ahí hay un desvío... A ver... No hay marcas, y si fuese el camino, aquí habría alguna... Joder... Vuelta atrás... Subo deshaciendo el camino por la carretera mientras hago señas a los coches para que me devuelvan al pueblo. La mayoría ni disminuyen la velocidad, excepto una pareja de hindúes que sí frenan pero me miran sin bajar la ventanilla como si fuese un asesino en serie. Finalmente llego de nuevo a las casas y descubro las banderolas. Aquí está el desvío... Hay que estar más atento. Venga, no pasa nada. Habrás perdido 6 o 7 minutos como mucho...
De nuevo en el camino correcto, sigo con el descenso hasta el fondo del valle sin mayores sobresaltos, y afronto la subida al otro lado. Nuevo cambio de tercio, y para rato. Nada menos que 1800 metros y del tirón. Afortunadamente hay un avituallamiento a media subida, creo que a unos 800 metros positivos de aquí. Venga, una hora... Tomo referencias en el reloj y vuelvo a activar el modo subida, por un nuevo camino de revueltas y más revueltas. Siguiendo en la buena tónica, alcanzo el punto de control, donde encuentro de nuevo al dorsal número 7.

Jungen (Km 126,9; 1957m):
Primer punto positivo del avituallamiento: unos platitos con una mezcla de queso, pasta y trocitos de panceta que me lanzan miradas seductoras. Se lo pongo muy fácil y doy cuenta de un par de ellos. Segundo punto positivo: una garrafa de zumo de naranja. Uy qué bien, más variedad para el siguiente tramo, y con lo que me gusta, por mucho azucar que tengan los zumos ;-)... Charlamos con el otro corredor y el tipo del avituallamiento, que es muy simpático. "Os vais a encontrar un tramo complicado más arriba... La roca está mojada". Efectivamente, hasta ahora no nos ha llovido, pero el día está bastante tapado y la parte superior de la montaña parece envuelta en una niebla que promete humedad a raudales. Bueno, pues vamos a ver qué tal.
Salimos juntos con el chico suizo (el dorsal 7 era suizo, pero no recuerdo el nombre), pero al poco rato veo que se empieza a quedar atrás. Unas cuantas revueltas más tarde la ruta gira a la derecha y se dirije a una arista. Por lo que recuerdo, creo que detrás de esa cresta pasamos a la parte superior del valle y al fondo está el collado. Poco importa, ya que con la niebla cuesta tomar referencias. La humedad prometida se hace realidad en forma de chirimiri, que va incrementando de intensidad en ese juego de ahora más ahora menos que te hace dudar sobre si ponerte el impermeable hasta que cuando te lo pones ya estás mojado. Una pareja de excursionistas viene de frente... "Difficult section!"... Pues sí, tiene pinta... Van apareciendo rocas hasta que el terreno se transforma en un mar de bloques que las banderolas van sorteando. Las Cascadia tienen muchas virtudes, pero entre ellas no está el agarre de las suelas en roca mojada. Por eso tengo que activar todos mis sentidos y hacer equilibrios para mantener un ritmo digno sin acabar con una pierna partida por la mitad. Me voy cruzando con excursionistas envueltos en capelinas, a los que saludo sin quitar la vista de donde pongo los pies. "Two hours to the leaders!" dice uno... Uy, "the leaders"... Hace mucho tiempo que no pienso en ellos. Consigo salvar el tramo de bloques sin romperme la crisma y para celebrarlo la niebla me obsequia con una tregua que deja pasar unos rayos de sol. El paisaje se abre hacia el fondo del valle y deja ver el tramo final de la subida hasta el collado. Por si fuera poco, de postre aparece la visión de una camiseta azul a unos 200 metros. Hombre... Otro corredor... Quién será?... No me suena... Me voy acercando a él y le alcanzo poco antes de la cima. Se aparta y me deja pasar con un monosílabo gutural de idioma indefinido... No le he visto en toda la carrera a este hombre... Cuenta la leyenda que había un griego por delante... Moreno de piel... Podría ser... Sea de donde sea el tipo tiene pinta de estar más doblado que el balón de Oliver y Benji. Con la satisfacción de haber ganado una nueva posición y de que ya van unas cuantas desde mi resurgir, alcanzo la cima del Augstbordpass (2892m... evidentemente de estos nombres tan sencillos no me acordaba ni de broma, los estoy mirando ahora... allí todo era "el próximo collado").
Me dejo caer al otro lado por terreno pedregoso, algo inclinado al principio pero que va dando paso a tramos de pendiente más moderada y donde la hierba va ganando terreno. También aparece alguna que otra borda de montaña y con ellas una mejoría del camino, que va alternando tramos de pista de quad y sendero que ataja entre las curvas. Con una meterologia más soleada que al otro lado del monte, me voy acercando al fondo del valle donde hay un primer pueblo trampa que resulta no ser el del avituallamiento. No es grave, sólo un kilómetro de terreno llano me separa del "pueblo bueno". Mientras lo recorro me decido por primera vez en mucho rato a mirar al futuro a medio-largo plazo. Van a ser las 14h... Ahora me quedarán 15 kilómetros hasta la base de vida de Zinal, así que puedo estar allí sobre las 17h de la tarde. Si llego allí más o menos decente, estaría bien poder alargar el primer sueño hasta la cuarta base de vida, en el kilómetro 204, ya pasada la barrera mental del ecuador de carrera. Eso sería sobre las 4 de la mañana, con lo cual el despertar se junta más o menos con el inicio del día... Fantástico. Qué fácil se hacen los planes a la luz del sol...

Blüomatt (Km 142; 1867m):
Al llegar al avituallamiento, nueva sorpresa. El dorsal 1, el que corría de metatarso al principio, imagino que ahora ya no. Qué bien, otra posición a tiro... Después de muchos kilómetros de evitar el tema para centrarme en mi recuperación me decido a preguntar cómo voy... "Él es quinto y tu sexto"... Bueno, no está mal!... El italiano, un tipo que me he cruzado en la primera base de vida, el francés resucitado del "oooouuaaaaaiiiiii"... y un cuarto que no controlo. Volvemos a estar en la competición. Michael (así se llama el suizo del dorsal 1, deja de ser el corredor de metatarso) sale del avituallamiento mientras yo me como el plato de sopa de turno y cambio de sabor de "sirop". Una vez acabadas las operaciones retomo mi caminar en dirección a una nueva subida, que en este caso tiene unos 1000 metros de desnivel.
El primer plato vuelve a ser un tramo de buena senda por revueltas diseñadas por vacas inteligentes y activistas anti-kilómetros verticales. Después de milenios de evolución, saben encontrar una solución óptima entre llegar al plato de hierba en un tiempo razonable y no morir en el intento. Me gusta el plan. Tras una media hora en esta dinámica, la pendiente de la montaña se va suavizando y da paso a unos prados salpicados por algún que otro corral. Echo la vista arriba esperando ver a Michael... Nada, ni rastro... Qué raro... Tenía la esperanza de atraparle a lo largo de la subida... Ep! Ahí hay una camiseta... pero es verde... Ese no es Michael... Pero quien es? No me suena nadie de verde... Aunque claro, se habrán cambiado... Pero entonces, dónde está el suizo?... Bueno, déjate de estupideces... Lo único que está claro es que tienes que subir a ese collado de ahí delante e importa un rábano quién es el de verde, donde está Michael y a qué huelen las nubes...
Una vez focalizado en el objetivo actual de mi existencia cruzo los prados con decisión tomando como referencia la estela del corredor misterioso. Con decisión, pero empiezo a notar que con menos alegría que en la subida anterior. Voy recortando paulatinamente, pero ganarle metros cada vez me resulta más caro. Los prados se acaban y aparece la última parte de la subida, que discurre a través de terreno más pedregoso. Finalmente llego a escasos cinco metros del corredor misterioso, que se para y me deja pasar... Bueno, tampoco creas que voy mucho más rápido. "How are you?... Go, go..." me saluda en inglés... Ya en lo que interpreto que es la quinta posición, recorro los últimos metros de subida hasta el Col de la Forcletta (2874 m).
Los primeros metros de descenso me confirman que la tendencia va cambiando y que mi estado fisico ha empezado un cierto declive. Aún así, nada que ver con la situación de ayer por la noche. Al fin y al cabo, llevas 150 kilómetros y hacia 36 horas sin dormir... Qué quieres... Empiezo a darme cuenta de que el plan ese de aguantar hasta la cuarta base de vida era un brindis al sol. Vamos a ver cómo sigue la bajada pero si mi rendimiento ha empezado a bajar ahora, meterse en la noche con la previsible crisis de sueño y sin saber si voy a poder dormir en los avituallamientos intermedios, seguramente no es una buena idea. Esto es como en la Fórmula 1, cuando los neumáticos están desgastados y el coche empieza a patinar en las curvas, toca parar en boxes. En medio de estas reflexiones aparece el corredor misterioso y me pasa arrancándome las pegatinas. Baja bien el tío...Voy siguiéndole como puedo por un tramo de hierba que al poco de bajar nos deja en el avituallamiento. Bueno, me deja a mí, porque el tío pasa de largo. Joder, vale que es todo bajada hasta la base de vida, pero renunciar a un avituallamiento es de ser muy jefe.

Tsahelet (Km 149,7; 2524m):
Tampoco me entretengo mucho. El tiempo de comer algo de fruta, rellenar agua y hacer un pequeño break para el cansancio de mis piernas y sobre todo de mi cabeza. Sigo el descenso, cada vez en dinámica más cansina y más convencido de la idea de parar en esta base de vida. Al cabo de unos 20 minutos desemboco en otro camino más importante. Unas marcas de pintura me confirman que estoy en el recorrido de la mítica Sierre-Zinal, carrera de 37 kilómetros que hice en 2015 y en la que confluyen corredores de montaña, corredores de asfalto, corredores europeos, corredores africanos... y en la que al final gana Kilian. Me lo imagino corriendo por aquí a menos de 4 el kilómetro... No es exactamente el ritmo que llevo yo ahora. Más bien un caminar-correr en el que el listón de lo trotable cada vez va ponióndose más alto. Voy bordeando la montaña en busca de las casas de Zinal, que es precisamente donde está la base de vida. Poco a poco el descenso se va haciendo más manifiesto y me permite a correr, aunque no con una agilidad increible. Finalmente detrás de un espolón de la montaña aparece el pueblo y el sendero se enfoca directamente hacia él. Hago memoria para recordar rasgos del camino que me indiquen que falta poco. Reconozco una curva y un poco más allá una raíz en la que tropecé para dar una vuelta de campana y un ostión antológico, ante la mirada tan atónita como inactiva de un grupo de espectadores. Y una rampa de hormigón que ya indica la entrada del pueblo. Y una curva que daba acceso a la recta de meta... Ahora me toca seguir bajando hasta la carretera principal. Con algo de confusión y con la ayuda de algún transeúnte (qué palabras me salen... tengo que irme a dormir) doy con la ubicación del ya ansiado avituallamiento.

Zinal (Km 157,5; 1668m):
Nada más llegar me encuentro al corredor misterioso, con el que empezamos a charlar y así deja de serlo. Etienne, que así se llama, me comenta que va a pasar por el masajista y dormir un poco. Me parece buena idea. Mientras empiezo a revolver la bolsa de vida en busca del material que necesito, (o más bien en busca de inspiración para saber el material que necesito) aparece un chico de la organización que nos empieza a explicar dónde está el masajista, la comida, las duchas (obligatorias antes de pasar por el masajista), cómo va la carrera... En algún momento me parece entender que los primeros están durmiendo allí y que no ha salido nadie del avituallamiento todavía (no debía estar muy atento, porque era completamente falso). Entonces no hay nada más que hablar, a descansar, que estamos en la pomada. Paso por la ducha y voy a por la comida. Me sirven un pollo con lentejas que está más seco que un bocata de polvorones... Busco alguna bebida para lubricar un poco el mejunje y se me ilumina la mirada cuando veo una botella de zumo de pera, una de las mejores bebidas del mundo, tal vez sólo superada por un jugo de guanábana de algún garito de Bogotá. Una vez equilibrado el ying con el yang, consigo ingerir una necesaria dosis de calorías y me marcho hacia la camilla. Prioridad, arreglar la cadera derecha, donde llevo una molestia que voy gestionando desde hace muchos kilómetros, y relajar los cuádriceps, que empiezan a estar castigados. Aprovecho el masaje para entrar en un primer semi-sueño. No hay suficiente, así que al acabar me voy hacia la zona de camas y me tumbo, no sin antes pedir que me despierten dentro de 1h y cuarto, a las 19h45. Me relajo y poco a poco voy cambiando de universo...

...zzzz,zzzz,zzzz...

Me despierto de golpe, sorprendentemente activo, con miedo de que haya pasado la hora sin que nadie me despierte. Miro el reloj, las 19h25, aún me quedan 20 minutos para la hora prevista. Intento relajarme pero enseguida noto que es demasiado tarde. Ya no voy a dormir más. Pues nada, arriba, no perdamos el tiempo. Me levanto y le digo al voluntario de antes que ya no hace falta que me despierte. Por ahí anda Michael, que está a punto de salir. Resulta que antes se había quedado a dormir en el avituallamiento anterior, así que no lo veía porque en realidad estaba detrás de mí. Acabo de meter las cosas en la mochila mientras salen también Etienne y el griego, que ha aparecido y no parece tener intención de dormir. Al parecer eso hace un total de cinco corredores que han salido del avituallamiento. Ellos tres, el italiano y el suizo. Del francés aquel del "oooouuuaaaiiiiiiii" nunca más se supo. En algún sitio debe haberse retirado. También lo hace el dorsal 7, que ha llegado en coche y que dice que "I have no power in my legs". No me extraña, sin bastones yo hace rato que no tendría power ni en las pestañas. Todo listo, sigamos adelante...
Salgo del avituallamiento con ganas de volver a entrar en dinámica de carrera. Ha sido un parón largo, aunque creo que necesario. Enseguida empieza una nueva subida, en este caso, unos 1200 metros de desnivel hasta el Col de Sorebois. Los primeros metros de ascensión me sirven para darme cuenta que el masaje ha surtido efecto. Ni rastro del dolor de cadera y las piernas están sorprendentemente frescas. El sendero atraviesa una zona boscosa que enseguida se difumina y da paso a prados y más prados. Las últimas luces del día se van apagando y saco el frontal justo cuando alcanzo al corredor griego. Le paso y sigo en busca de la luz de Etienne, que está unos metros más adelante. También llevo algo más de ritmo, así que saco algo de distancia en medio de una penumbra creciente. Qué raro... sólo veo un frontal ahí detrás... Osti, el griego va detrás de Etienne chupando rueda y sin gastar pilas... Hombreee, eso está feo... (que conste que después me acabó cayendo muy bien).
Como esto corría el riesgo de ponerse aburrido, el destino nos envía algo de picante en forma de niebla. Venga, activa tu vista y también tu lógica para intuir la dirección del camino. Afortunadamente no parece que haya ningún quiebro traicionero y además el marcaje es abundante, así que en ningún momento se me plantean dudas importantes. El camino, que hasta ahora ha sido amplio, se vuelve más estrecho y parece encaramarse hacia lo que se intuye como collado. Dejo una ladera donde parece haber algunos remontes de esquí, para atravesar hacia la izquierda. La aparición de un poco de airecillo me anuncia la proximdad de la cima. Aquí está, bien, subida superada sin sobresaltos, una menos (Col de Sorebois, 2834m).
Al otro lado me sorprende un paisaje repentinamente abierto salpicado por aisladas pero acogedoras luces de casitas por aquí y por allá. Empiezo la bajada con energía para intentar que cuando me coja Etienne ya estemos prácticamente en el avituallamiento. Me ha caído bien este chico, creo que podemos hacer buen tándem. Voy siguiendo el sendero relativamente bien, curva izquierda, curva derecha, y así sucesivamente. Despues de unos cinco minutos de bajada veo que asoma una luz en la cima del collado. Ahí está... Bueno, creo que sólo son 600 metros de bajada, así que puedo aguantar el tipo. Efectivamente, Etienne me va recortando pero no demasiado rápido, así que cuando me alcanza ya se ven ahí abajo las luces del avituallamiento. Una luz, en este caso móvil, está empezando a subir al otro lado. "Ahí está el tercero" le digo.

Moiry (Km 166,8; 2251m):
Uno de los mejores avituallamientos en cuanto a calidez, tanto térmica como humana. Y una tortilla espectacular, que me entra divinamente ahora que ya voy buscando menús ortodoxos que huyan de la sobredosis de dulce del membrillo, los rollitos de mermelada y el Tailwind. Eso y una agradable charla nos recargan las baterías para afrontar el siguiente tramo. Con cierta pereza nos despedimos de los simpáticos voluntarios y volvemos a meternos en la noche. Una breve bajada nos lleva a una presa que nos deja a los pies de una nueva subida. Podría ser peor, solo son 700 metros de desnivel. "Hasta luego!" me dice Etienne... Pues sí, casi mejor que repitamos la dinámica, yo tiro un poco más a la subida, y el me alcanza a la bajada, y así podemos ir haciendo camino juntos.
Cojo el ritmo de nuevo y voy ganando metros en una diagonal hacia la izquierda que supera un escalón y me deja junto a unas granjas. El paisaje se abre y veo el frontal de Michael allí delante. Venga, a ver si consigo cogerle antes de llegar al collado. Echo la mirada al suelo y me centro únicamente en los dos o tres reflectantes que tengo por delante. Cada cinco minutos levanto la cabeza para ver cómo evoluciona la distancia. Hombre... va bajando, pero poco a poco, no está subiendo mal. En sentido opuesto, veo que la distancia con Etienne crece pero también poco a poco, y más allá aparece otro frontal que tiene que ser el de nuestro amigo griego. Tiene pinta de ser un tipo duro este hombre. La pendiente se incrementa en un escalón que parece ser el definitivo. El camino lo salva con un par de quiebros bastante duros y un flanqueo a la izquierda que me deja en lo alto del Col de Torrent (2916m). Michael debe haber pasado un 2 o 3 minutos antes que yo.
No pierdo el tiempo y me lanzo a por la bajada. Ahora son 1300 metros de desnivel hasta el avituallamiento, así que tengo que espabilar si quiero que Etienne no me coja demasiado pronto y después sea incapaz de seguirle. Después de unas cuantas revueltas por la típica tartera pre-collado el sendero tiende a describir una diagonal hacia la derecha. Un rato más tarde paso junto a unas casas y el camino tuerce a la izquierda para describir otra larga diagonal en esta dirección. Mientras avanzo de un lado para otro, tal como estaba en el guión el frontal de Etienne me va recortando distancia. No obstante, aguanto el tipo bastante bien y mantengo mi escapada hasta 30 o 40 minutos después de cruzar el collado. Una vez juntos parece que Etienne se queda satisfecho con el ritmo y no hace ademán de pasar. A todo esto la bajada se va haciendo pesada. No veo referencias, no recuerdo qué pinta tenía todo esto en el mapa y no tengo ni idea de dónde tenemos que ir a parar. Vamos describiendo revueltas de un lado para otro, cruzando alguna pista de vez en cuando, ahora tendemos a avanzar más a la derecha, ahora más a la izquierda... Y el camino no es muy empinado, lo cual no me gusta demasiado porque significa que perdemos altura más lentamente. En una de esas revueltas distingo el frontal de Michael un poco más abajo. Le hemos recortado bastante, creo que tampoco le está gustando mucho esta bajada. Efectivamente, al cabo de poco le veo ahí delante caminando en un tramo llano. Otro que "j'en ai marre"...
Empiezan a aparecer algunas casas, que escrutamos con la esperanza de que tengan la actividad propia de una avituallamiento. Nada, todo dormido. Michael se ha juntado con nosotros así que bajamos los tres ejerciendo algo de apoyo mútuo para ir superando estos kilómetros que parecen pasar leeeeeeeeeentos. Aquí hay un pueblo... Por fin, tiene que ser esto... Callejeamos entre casas siguendo las banderolas, que finalmente parecen llevar a una casa grande en lo alto de una calle. Subo las escaleras. Hay luz dentro... Intento abrir la puerta...
Una señora se acerca corriendo a la puerta seguida por un perro... Qué digo un perro... Un lobo huargo... (no había caído nada de GOT todavía...). La señora me mira ojiplática a través de una ventanilla cuyo vidrio frustra el intento de la bestia de arrancarme media cara de un mordisco. Creo que al dia siguiente en la radio se habló de un supuesto encuentro con extraterrestres...
Para frustración la nuestra al darnos cuenta de que ahí tampoco está el avituallamiento. Existirá realmente? Empiezo a dudarlo. Vale que este parcial eran 14 kilómetros pero tengo la sensacion de que llevamos el doble. Salimos del pueblecito y nos volvemos a meter en el bosque por una pista más o menos horizontal. Ya no hay ganas de trotar y simplemente caminamos en busca de más luces y más casas. Las marcas se meten en un sendero que al poco rato nos deja en otra aldea. De repente aparece un tipo, al que hago un gesto con los brazos que no tengo claro si es un saludo o una amenaza. En cualquier caso me alegro de verle y de, por fin, llegar a este huidizo avituallamiento.

La Sage (Km 180,1; 1668m):
Nos juntamos en un comedor pequeñito, los tres corredores, el hombre y dos mujeres que también están de voluntarias. Nos tomamos la sopa con calma. Etienne es un tipo que se toma los avituallamientos tranquilamente y Michael va a hacer una parada técnica para dormir. Veinticinco minutos... como buen suizo es un tío preciso. En un principio pienso que no es buena táctica. Ha parado hace 35 kilómetros y me parece que no es bueno parar tan a menudo, pero bueno, veremos a final de carrera (eso, lo discutimos al final de la crónica). “Pues nada, ya solo nos falta la mitad, no?” digo irónicamente. “Bueno, todavía no, falta un kilómetro, la carrera son 362” me responde una de las voluntarias. Si es que no pueden flexibilizarse un poco ni para animar al personal...
Con una pereza que va creciendo a cada avituallamiento del que hemos de salir, nos vamos a por ese kilómetro y a por los otros 181. El siguiente tramo debería ser menos pesado. Son sólo 9 kilómetros hasta el próximo avituallamiento, con 300 metros de bajada al inicio, un tramo llano y unos 700 metros que nos dejarán a mitad de la subida siguiente. El descenso transcurre plácidamente e incluso me anima ver que llevo la iniciativa de la bajada en lugar de ir forzando detrás de Etienne. Salimos al fondo del valle y afrontamos un tramo de uno o dos kilómetros de carretera a través de varias zonas de casas dormidas. Da pereza, pero toca trotar si no queremos que esto se haga eterno. Casi que recibimos con alivio el desvío a la izquierda que nos indica el inicio de la subida.
Visto en persepectiva la situación de carrera es bastante positiva. Estamos tercero y cuarto, y me da la sensación que, aún con nuestras limitaciones, llevamos mejor dinámica que los corredores con los que parecemos jugarnos el pódium, que serían Michael y el griego. El primero y el segundo parecen inabordables. De hecho en este último avituallamiento nos han dicho que han pasado hace mucho y que ni habían dormido ni tenían pinta de querer hacerlo. Pero con Etienne parece que nos entendemos bien, tenemos un ritmo compatible y si consolidamos esta posición y vamos haciendo camino juntos, podríamos compartir el tercer escalón del pódium. No es falta de competitividad, si no más bien simbiosis. Sé por experiencia lo que ayuda la compañía cuando llevas tantos kilómetros en las piernas y si realmente llegamos al final en esta situación, será un tanto absurdo ponerse a esprintar en la última bajada... Sea como sea, qué iluso es hacer planes cuando te faltan 50 horas de carrera...
Empezamos la subida y modero un poco el ritmo para no separarme demasiado. Le tengo respeto a esta segunda noche y tener compañía va a ser un punto a favor. El sendero va subiendo tendiendo hacia la derecha con una pendiente no demasiado exigente que no ofrece demasiados problemas. En un momento dado me doy cuenta de que hace un par de minutos que no veo banderolas... mierda... "No veo marcas"... Etienne parece que había puesto el piloto automático siguiéndome y no se había dado cuenta. Avanzo un poco mas... Nada... Toca volver, no podemos equivocarnos, puede ser un desastre. Volvemos hasta la última marca... Nada, no parece haber alternativa. Realmente tiene que ser por donde íbamos. Volvemos a recorrer el camino y un par de minutos más allá del punto más lejano que habíamos alcanzado, aparece por fin una banderola...

Inciso de opinión para todo aquel que en algún momento de su vida tenga que marcar una carrera: he oído en mil briefings aquello de "Hemos marcado claramente los desvíos... A veces si el camino se ve muy claro puede ser que estéis 200 o 300 metros sin ver una marca pero vosotros tranquilos...". No, ni tranquilos ni gaitas, qué quiere decir si el camino se ve claro? Yo veo un camino muy claro, pero cómo sé que es el bueno? Creo que debería haber una distancia máxima entre marcas, pongamos 100 metros, y que se respete. Que sepas que si llevas más de 100 metros sin ver una banderola es que la has cagado, aunque vayas por la autopista A-7. Por lo demás, decir que a pesar de este incidente y el del pueblo hacia el km 120, creo que la carrera estaba bien marcada.

Un pelín desanimado por la confusión sigo marcando el ritmo por el camino, que se mete por una vaguada en la que la pendiente se incrementa considerablemente. De nuevo entro en ese estado de "quiero llegar al avituallamiento de una puñetera vez", cosa que afortunadamente pasa bastante antes que en el tramo anterior. Un flanqueo a la derecha sugiere que estamos llegando a "algún sitio" y el destino nos sonríe cuando la casa que aparece tiene colgado en la pared la pancarta oficial de la Swiss Peaks.

Chemeuille (Km189; 2065m):
Otro avituallamiento acogedor al calor de la chimenea y de unos chicos la mar de simpáticos que se han currado una quiche que tiene una pinta buenísima. Mis ojos se iluminan y pido un buen trozo de ella. Qué bien tener el estómago en forma, estos platos me sientan de fábula. El problema lo tengo mas arriba. La lengua y la garganta me están empezando a molestar. La garganta porque después de 40 y pico horas de mi clásica carraspera, la pobre está que se sube por las paredes, y la lengua porque me está empezando a aparecer el mismo problema que tuve en su día en el Tor des Geants. No sé que narices pasa pero se me empieza como a resecar y estriar, y pasar los alimentos por ella, especialmente los calientes, cada vez supone más un suplicio. En cualquier caso la quiche estaba de muerte y repetí.
De nuevo en la noche, nos disponemos a afrontar un tramo que se antoja crítico. Hasta la base de vida de Grande Dixance (la cuarta) nos esperan 15 kilómetros, con 700 metros de subida para empezar, 1100 metros de bajada después, y 500 más que remontar al final. Quince kilómetros... Antes eran 13 y medio y se me han hecho eternos... Empezamos a explicarnos la vida para mantener a ralla al sueño. Trabajo, carreras, objetivos... Resulta que los dos venimos del mundillo de la investigación, será por eso que conectamos... La charla nos facilita un poco el primer tramo de subida pero poco a poco la verborrea se apaga y volvemos a nuestro mundo interior mientras avanzamos por una "piste d'alpage" que nos habían anunciado los chicos del avituallamiento. Cuando llevamos mucho rato subiendo las banderolas se meten por un senderillo en un giro de la montaña que supongo que debe ser el collado. Mi gozo en un pozo... El paisaje se abre (o la oscuridad se abre) y aparece toda una línea de banderolas en forma de lucecitas que se extiende hacia allaaaaaa lejos (cuando el cansancio se va imponiendo todo te parece muy lejos)... Afortunadamente el avance es sin mucho desnivel, así que vamos cubriendo rápido la distancia. Poco antes del collado de repente aparece un tipo que nos anima, en uno de esos momentos surrealistas que cuando vas cansado aceptas con curiosa naturalidad. Qué coño hacía ese hombre allí a las 4 de la mañana?... Lo desconozco...
Superamos la cima del Col de la Meina (2702m) y afrontamos el descenso. Me reconforta haber superado el primero de los tres "subtramos" pero esta bajada me da miedo. Las marcas se dirigen hacia la derecha por un camino que cada vez es menos camino. La traza se difumina y el terreno se vuelve cada vez más complicado. La hierba está mojada, las rocas resbalan, mis zapatillas no agarran, los palos me molestan, las gafas se me mueven, el camino se pierde... En resumen, estoy crujido. El tramo final de la noche es hora crítica y a pesar de haber dormido en Zinal, esa recarga de energia ya se está agotando. Mi torpeza va in crescendo y con ello también crece el mal humor. Empiezo a quejarme y a lanzar improperios cada vez que pego un resbalón. Encima el camino no baja demasiado sino que atraviesa en diagonal hacia la derecha, así que si hemos de bajar 1100 metros así esto puede ser eterno. Etienne se mantiene detrás, no se si porque el ritmo le va bien (lo dudo mucho) o por solidaridad. Al cabo de mucho rato el descenso cambia de dirección y gira a la izquierda. Lejos de ponerse más fáciles las cosas a medida que nos acercamos al fondo del valle, la traza se difumina aún más al meternos dentro del bosque, hasta que llega un momento que tengo la impresión de estar en un rogaine. Plantas que cierran el paso, riachuelos en los que tienes que meter los pies, terraplenes que toca bajar... Y yo cada vez más torpe y con la crisis de sueño ya plenamente instaurada. Terrible, este tramo me deja realmente K.O. Simplemente porque todo tiene que tener un final, siglos más tarde llegamos al fondo del valle y encontramos la carretera prometida que va a la base de vida. Tengo tanto sueño que no siento ni alivio, y pensar en subir 500 metros en estas condiciones...
Pero es lo que toca, subir, llegar a la base de vida y dormir. No mires a los lados, no mires esa hierba que parece tan acolchadita, ni se te ocurra... Afortundamente, como me paso el 90 por ciento del tiempo con los ojos cerrados no veo demasiado la hierba. Avanzamos por una pista y noto como se me cierran los ojos y me voy desviando hacia un lado. Consigo llegar a un equilibrio e ir corrigiendo la direccion cada pocos segundos para desviarme hacia el lado opuesto. No sé si llegué a soñar caminando pero podría ser... Al cabo de un rato las marcas se meten por un sendero que atraviesa un prado con algo más de pendiente. Casi mejor... Un poco de dificultad que me obligue a pensar dónde tengo que meter el pie. El camino cruza una vez la carretera y empieza a subir de forma decidida. Mejor también, que pasen los 500 metros cuanto antes... Contaros más detalles de la subida sería mentiros. Supongo que superé esos 300 metros en una especie de trance del que desperté cuando apareció ante mí ese deseadísimo edificio de la presa de Grande Dixance donde estaba instalada la base de vida. "Necesito dormir" le digo a Etienne... Sí, seguro que no se ha dado cuenta... "Una hora?"... "Una hora"... Un voluntario nos acompaña al piso donde están las habitaciones y me señala una. En un sólo movimiento me quito la mochila y me desplomo sobre la cama. Dos o tres segundos más tarde estoy más allá de Plutón...