viernes, 20 de enero de 2017

Fin de año en Hong Kong - Ultratrail Tai Mo Shan

Con algo de retraso pero por fin saco algo de tiempo para quitarle las telarañas al blog. Esta es la crónica de un fin de año diferente, aprovechando una oportunidad que surgió gracias a mi amigo Simon Grimstrup, un danés corredor y trotamundos, un poco como yo. Gracias a él y gracias a la organización del Ultra Tai Mo Shan, que me invitó a participar en esta carrera en la otra punta del mundo. Lo cierto es que no me acababa de encajar dentro del calendario, a caballo entre una temporada 2016 que acabó con la paliza de la Diagonale des Fous y un año 2017 en el que los objetivos principales están en verano e invitan a tomarse el inicio de temporada con tranquilidad y de forma progresiva. De todas formas, una ocasión así no surge todos los días y me hacía ilusión enfrentarme a una carrera de montaña en un entorno curioso como la ciudad de Hong Kong.
La carrera en sí era un nada despreciable "paseo" de 162km, con unos 9000 metros de desnivel positivo. El desnivel era un contínuo rompepiernas con repechos de unos 400-500 metros, y una altitud máxima de 900m. La ciudad de Hong Kong se encuentra distribuida entre una serie de islitas y también en parte en territorio continental. Es en los alrededores de esta última parte por donde discurría la carrera. Me lo imaginaba como una especie de Ultratrail de Collserola, y teniendo en cuenta los ritmos de años anteriores, con un recorrido bastante corredor. Éramos varios los corredores procedentes de Westeros (europeos, para los no expertos en Juego de Tronos...), entre los que destacaban claramente dos figuras de nivel mundial, como son Gediminas Grinius y Andrea Huser, lituano y suiza respectivamente, segundo y segunda en el último Ultratrail du Mont Blanc.
Por no ceñirme sólo a la vertiente deportiva del viaje (que por otra parte si vísteis mi post del Facebook ya sabréis que no fue muy allá...), ahí van cuatro pinceladas con toque viajero para recuperar un poco la dinámica de las crónicas de antaño. Hong Kong es una ciudad con 8 millones de habitantes instalada en un sitio donde no caben. Tanto las islas como la parte continental están formadas por terreno escarpado. Vendría a ser como meter París en las costas del Garraf, así que la única solución posible es poner a la gente unos encima de otros. La acumulación de rascacielos es realmente especacular. No es como en Nueva York, donde están concentrados en Manhattan y son mayormente edificios de oficinas. Aquí los barrios residenciales también están formados por pepinos de 30 a 60 pisos ubicados en serie. En los barrios de clase baja además se intuye que los apartamentos que forman esas torres deben ser bastante pequeños. En alguno de esos edificios deben vivir hasta 5000 personas.
Si una cosa me marcó de Hong Kong fueron eso, los rascacielos, pero hay más cosas. Por ejemplo, la comida. Un parámetro curiosamente muy variable entre países es la relación entre el precio de la comida en los supermercados y en los restaurantes. Hay países donde puedes encontrar supermercados o mercadillos muy económicos mientras que salir a comer fuera es bastante prohibitivo, sólo para ocasiones especiales. Hay otros, como Hong Kong, donde una botella de agua de medio litro en el super te puede costar un euro y pico (por no hablar de los 6 euros que me costaron mis 300g de uvas) y en cambio puedes comer en el restaurante con una estrella Michelín más barato del mundo (Tim Ho Wan, http://blogs.20minutos.es/la-gulateca/2015/09/03/restaurante-estrella-michelin-mas-barato-mundo-tim-ho-wan/). Simon y yo nos presentamos allí después de la carrera y pagamos 15 euros cada uno por un total de trece platos. Si la vida os lleva hasta allí, pedid unos bollos dulces con carne por dentro que se llaman "bum". Espectaculares.
Y un tercer aspecto que me llamó la atención fue la gente. Hong Kong es una curiosa mezcla entre inmigrantes chinos que llegan a raudales y población autóctona entendiendo como tal (dado que al fin y al cabo Hong Kong políticamente es China), las familias que llevan en la ciudad dos o tres generaciones. Todo ello aderezado con una legión no despreciable de expatriados hombres y mujeres de negocios procedentes de multitud de países del mundo. Me dio la sensación de que los "hongkongers" de toda la vida sienten una identidad propia con respecto al global de China y también que en general son más simpáticos y acogedores (espero que no lea esto mi amigo Sheng...). O quizá simplemente sea que se son más expresivos y se ríen más a la manera en que lo hacemos nosotros aquí y eso hace que para un europeo sea más fácil empatizar con ellos. Sea como sea, me quedé con una grata impresión de las personas a las que conocí, principalmente del entorno de la organización de la carrera.

Y a eso vamos, a la carrera. La verdad es que, por abrir un poco la "Sección Excusas", no llegaba a la carrera en una forma óptima (supongo por otra parte que como la mayoría). Después de la Diagonale des Fous me tomé un mes de descanso y después intenté coger un ritmillo de mantenimiento durante el mes de diciembre, más que nada con el objetivo de llegar a la carrera en condiciones de sobrevivir a ella. Después de unos días de Navidad en familia, salí hacia allá el día 27 por la tarde, pasé la noche en el aeropuerto de Doha y llegué a Hong Kong el 28, ya por la noche de allí. Después de la paliza de viaje la primera noche dormí bien, pero las dos noches posteriores me hicieron darme cuenta que llevo especialmente mal el tema del jet lag. La noche del 29 al 30 dormí de 6h30 a 10h y la del 30 al 31, de las 4h30 a las 5h45. Cuando sonó el despertador a las 5h45, 2h15 antes de la salida de la carrera, estaba de un humor de perros.

Acabo los preparativos mientras Simon hace los mismo, y bajamos al hall del hotel para encontrarnos con Angel, la chica de la asistencia. Le damos las bolsas y nos vamos para la salida, que no está lejos. El sitio en cuestión es una plazoleta que han cerrado para la ocasión y donde han montado un escenario donde una speaker muy simpática va amenizando el rato. Va llamando a los foreigners para que subamos a decir algo. A mí me pide "que dé un consejo para los corredores populares"... Le suelto algo como que estas carreras son montañas rusas en las que hay que anticipar los momentos malos para estar preparado mentalmente... Me lo podría aplicar a mí mismo... Se hacen las 8 y llega la hora de salir a afrontar esta curiosa carrera.
Salimos calle arriba, cruzando un barrio dormido e indiferente al grupo de corredores que sale a la aventura. Enseguida dejamos atrás los rascacielos y subimos por una carreterilla que se dirige hacia la montaña. Como era de prever, se pone delante el lituano, junto con Cedric, un francés. Detrás van dos japoneses y Simon, y después voy yo a mi ritmo. Llega el momento de catar la primera subida, una serie de escalones de piedra que dan una idea de lo que será una tónica general a lo largo del día. Varios repechos me acaban llevando a lo alto de una cima desde la que se ve la ciudad de Hong Kong en medio de la neblina. Un curioso paisaje de torres enormes entre islas de vegetación. Sigo en sexta posición, acercándome a Simon y uno de los japoneses en las subidas y alejándome en las bajadas. El primer descenso requiere concentración porque los escalones son muy pequeños y corres el riesgo de acabar de morros en el suelo. La segunda parte cambia de tónica, ya que pasa a ser por un senderillo que se han currado a golpe de machete. En ese momento es algo cabroncete, pero lo echaré de menos más tarde. Salgo a una carretera y veo a Simon un poco más allá. Nos acabamos juntando y llegamos al primer avituallamiento (km12).
Como un plátano, cojo otro y en un bolsillo me meto unas galletas saladas, para complementar lo que llevo en la mochila. Unos geles de esos líquidos de Power Gel y unos bollos que me compré en el super y que resultan ser bastante más secos y sosos de lo que esperaba. Es lo que tiene probar cosas en la carrera... El siguiente tramo son un par de kilómetros de asfalto llanos. "Me gustan estos kilómetros gratis", le digo a Simon... Juas, ya verás si te gustan o no... Afrontamos un repecho de unos 200m y bajada posterior hacia otro barrio de torres, al que llegamos tras cruzar una especie de Ronda de Dalt. Por el camino nos encontramos a uno de los japoneses medio despistado y pasamos a formar un grupo de 3. Me explica que el año pasado estuvo por Barcelona para correr el Ultratrail de Barcelona y vamos charlando un poquillo cuando el aliento lo permite, hasta llegar al CP2 (el segundo avituallamiento, vamos... km22).
Me tomo el avituallamiento con más calma de mis compañeros pero recupero algo después. Nos dicen que vamos 3º, 4º y 5º, algo debe haber pasado con el otro japonés que iba más adelante. Me junto con Simon y al poco nos encontramos al japonés de antes que tiene algún problema en los pies y está ahí parado. El tramo pasa relativamente rápido, entre algún trozo de asfalto y otros de sendero más agradable. En las subidas voy algo mejor que Simon, pero a la que bajamos se reúne conmigo. Antes de los previsto nos encontramos con el CP3 (km29, pensábamos que estaba en el 35, mira qué bien).
Mientras reponemos aparece el japonés y un chico rubio uniformado de Salomon de arriba a abajo que ya lo he calado en la salida y tiene pinta de ir bien. Simon y yo salimos nos espabilamos y salimos en dirección a la subida más larga de la carrera, 700m de desnivel que nos han de llevar hasta el pico de Tai Mo Shan, el punto más alto de la carrera con 950m. A la que la cosa se pone hacia arriba cojo la delantera e intento poner un ritmo algo más exigente en el que considero que es mi terreno. Me separo algo de Simon y me encuentro bien en esta zona de sendero entre el bosque que me gusta bastante más que el asfalto y el empedrado de antes. Salgo del bosque y el sol del mediodía cae a plomo sobre mi cogote, recordándome que hay que beber. El calor me quita algo de alegría pero voy tirando con mi ritmo de bastoneo habitual. Ahora que hablo de los bastones, en esta carrera me reencontré con ellos después de 6 meses sin ellos, desde que se me rompió uno en la Buff Epic Trail. Como a mi amigo Francesc le pasó lo mismo, me dejó el que le quedaba sano, con la mala suerte de que era de la misma marca pero más corto que el mío. Tampoco se notaba mucho, eh, no es excusa...
Avanzo por terreno abierto y veo que por detrás el que viene es el rubio de Salomon. Ya te digo si va fino, me alcanza justo cuando llegamos a la cima, yo agobiado por el calor y con poca alegría. El descenso empieza por una carretera... Empieza, sigue y acaba... Debieron ser 6 o 7 kms de asfalto en descenso con alguna breve interrupción para atajar por un sendero. Aprovecho para charlar con el nuevo compañero. Se llama Tom, es inglés pero vive en Hong Kong desde hace tiempo, donde trabaja como profesor de inglés. Me dice que probablemente va demasiado rápido, que Simon y yo somos más fuertes que él, pero yo no me lo creo. Tiene muy buena pinta, conoce el terreno y se le ve con alegría. La charla me levanta el ánimo y a pesar de que no me gusta el asfalto, por lo menos los kilómetros pasan rápido hasta llegar al CP4. (km47). Aquí está Angel con la mochila. Me bebo uno de los botellines de carbohidratos, me como unos dumplings que están cocinando y me meto un par en un bolsillo ante la mirada aterrorizada de la chica que los cocina. La sed me hace beber bastante, así que entre el agua y los carbohidratos arranco con la tripa llena de líquido. Mala jugada. Salgo un poco detrás de Tom por otro tramo llano de asfalto, justo cuando llegan Simon y el japonés. En el avituallamiento está Cathy, la mujer de Cedric, que no está muy lejos. "Il y a que du beton..." le digo (no hay más que asfalto)... Me dice que Cedric tampoco está muy contento.
Atrapo a Tom y subimos por un sendero asfaltado (sí, un sendero asfaltado). Noto que la comida y líquido del avituallamiento no se me ha puesto bien y veo acercarse al Tío del Mazo peligrosamente. Le digo a Tom que no me encuentro bien y que freno. El hombre huele carne y sale disparado hacia delante, mientras yo me quedo recomponiendo la figura. Paso un par de kilómetros malos pero la cosa se acaba asentando y durante el descenso hacia el CP5 vuelvo a coger un ritmo digno. El malestar de estómago ha hecho que no haya comido suficiente en este tramo así que llego al CP5 (km60) con ganas de comer algo con cara y ojos. Unos noodles no estarían mal. Pero desilusión, justo en este no hay casi nada (sería el único porque todos estaban muy bien surtidos). Plátanos, unos frutos secos y poca cosa más. Me desmoralizo un poco. Llega Simon, que casi no para, así que salimos juntos.
No imaginaréis cómo empezaba el tramo hacia el CP6. Sï, cuatro kilómetros de asfalto llanos junto a un canal. Le digo a Simon que estoy un poco desmoralizado con tanto asfalto, pero la verdad es que no tengo muchas ganas de hablar. Me paro a mear, casi más por seguir sólo a mi bola que porque realmente tenga ganas. No sé si es por la cabeza pero las piernas tampoco responden, aunque es raro porque cuando más adelante llega algún repecho (también de asfalto) es donde le recupero terreno a Simon. Después de unos 7kms de asfalto el recorrido me da un respiro con un sendero agradable, más aún ahora que el calor ha dejado paso a un atardecer agradable. Sólo seran 2 o 3 kilómetros. Tras ellos salgo a una nueva carretera en lo alto de una colina, donde un control de paso me indica que hay 8kms al CP6. Empiezan con un descenso hormigonado matador y siguen de carretera en carretera. Sólo algún corto tramo de tierra para enlazar tramos de asfalto. Curiosamente en uno de ellos de repente noto que el gemelo derecho se contrae y unos metros más allá noto un punto de dolor. Espero que sea un mal gesto y que se pase pero no, se ha instalado y en todo caso va a más. No ha sido un "pedrada", no hay rotura, pero he tenido mil contracturas en los gemelos y sé identificarlas. Durante este último tramo había estado reflexionando sobre la carrera. Os habréis dado cuenta de que no me estaba gustando demasiado (soy sincero), pero habiéndome invitado a venir y con lo buena gente que son los de la organización, estaba decidido a ir tirando hasta el final. Pero esto cambia las cosas. 80km por delante con el gemelo así, no son una buena idea. Me sabe mal, pero arriesgarme a una lesión seria va más allá de lo que estoy dispuesto a hacer. El suplicio del último tramo de la Diagonale des Fous también me viene a la cabeza. Nada, me quedan 5km hasta el CP6 (km78), voy tirando hasta allí, pero si la cosa no mejora, hasta aquí hemos llegado. Y no mejora, más bien el agarrotamiento va en aumento. No puedo correr sin cojear, porque a la que apoyo de metatarso noto que el gemelo se queja con pinchazos de muy mala pinta. A caminar pues. Llega el japonés, que me ve ya en estado de resignación. Le explico mis penas y le deseo suerte. Finalmente llego al CP6, nuevamente en un barrio junto a unos rascacielos enormes.
Me encuentro con Angel y le digo que "I'm very sorry" pero que me he lesionado y que me temo que "the race is over" para mí. El médico está en el siguiente punto de control, aunque tampoco creo que me sea de ayuda. Cathy me ayuda con un tapping y me dice si quiero un ibuprofeno pero no (no soy partidario de ibuprofenos en la carreras, primero porque pueden esconder el dolor y que acabes más lesionado y segundo porque si estás cansado y te duelen cosas, creo que es parte de la carrera). Me siento y me cómo unos noodles con carne, que me sientan la mar de bien, pero cuando me levanto para repetir, sólo caminando ya noto el punto de dolor. Voy desconectando y consolidando al decisión. Lo siento pero no quiero hipotecar el inicio de la temporada que viene, una fase importante, sólo para seguir con 80km de suplicio. Así que cedo el chip a la organización, que por otro lado se portaron muy bien conmigo, y sigo comiendo noodles. Ya en modo turista, uno de los chicos que hace de asistente (no se si para Andrea Huser, que viene más atrás), me dice que vive allí al lado y que si quiero ir a ducharme. Bufff, de lujo. Me lleva a una torre de 60 pisos que en la planta baja tiene unos vestuarios con duchas. Buenísimo.
El tema es que como en principio teníamos que pasar toda la noche corriendo no tengo habitación en el hotel, así que me subo al coche con Angel y el chico que conduce, que no me acuerdo cómo se llamaba pero le pondremos Tor, porque había hecho tres veces el Tor des Geants. Y así que nos fuimos para el CP7, para esperar a Simon, después de ver pasar a Cedric y a Tom (a Gediminas ya ni llegamos). Así entré en la dinámica acompañante, de avituallamiento en avituallamiento y poniéndome tibio de comer. El sumum fue en el CP8, donde los diferentes acompañantes se reunieron para cenar en un restaurante y cada uno me dio la mitad de su plato... En el CP9 lo curioso fue que nos dieron la uvas, literalmente. Saqué la cajita de uvas que había comprado y que tenía preparadas para llevármelas en ruta y me tome mis doce granos, al toque de las campanadas de la alarma del reloj. El resto los repartí entre Cedric (que resultó ser un fanático de las uvas), Tom y Simon. En estas Tom ya iba en segunda posición, haciendo un auténtico carrerón, tal como yo había vaticinado, y Cedric y Simon luchando por la tercera. En el CP10 me tocó arroz tres delicias y en el CP11 unos noodles finos riquísimos. Procuraba esconderme y que no me viesen comiendo cuando llegaban ellos corriendo, porque la verdad es que debía dar bastante envidia. A todo esto a pesar de haber corrido 70 y pico kilómetros de dormir, ni gota, tiene narices hasta dónde llegó el jet lag. Eso sí cuando llegamos a la meta a las 6 de la mañana ahí sí llego mi hora y me tumbé en un banco. Después de Gediminas, que llegó 2 horas antes, llegó Tom en segunda posición y con una energía envidiable, Simon en tercera, y Cedric en quinta, ya que fue sobrepasado al final por el japonés que llegó como un tiro desde detrás. Por concluir con la carrera, decir que a pesar de que el recorrido no fue del estilo que a mí me gusta más, quiero agradecer a la organización por la invitación y felicitarles porque a nivel organizativo la carrera estaba a un nivel espectacular. Los avituallamientos en general muy bien abastecidos, el marcaje bueno, muchos voluntarios a lo largo del camino, muchos fotógrafos (y además las fotos son públicas, no como en muchas carreras)... Y la simpatía de todo el mundo y en general de los asistentes con quien compartí la segunda parte de la carrera, ejemplar. No lo digo por decir. Igual que he dicho lo que me pareció negativo, digo lo positivo.
Y esta es la historia, deportivamente algo triste, de mi periplo por Hong Kong. Lo cierto es que pensaba que parando hacía que el problema fuese poco grave y que en unos días podría volver a correr. A la hora de la verdad, a lo largo de estas tres semanas he ido arrastrando el problema y el conjunto sóleo-gemelo ha ido petando por diferentes puntos, quizá a consecuencia de la fatiga por tantos kilómetros de asfalto, corriendo con zapatillas de trail que no tienen la amortiguación necesaria. De hecho mañana debería haber corrido el ya clásico Rogaine de la Llacuna y he tenido que renunciar. Espero que no corriendo durante una semana o diez días consiga limpiar el tema y poder empezar la temporada tranquilamente. Ya os contaré.

Besos y abrazos