domingo, 21 de julio de 2019

Olympus Ultra

Buenas! Vamos a rescatar el blog, antes de que me envíe a paseo…

Hace un par de semanas… no, tres, soy un desastre… estuvimos descubriendo nuevos lugares por tierras griegas. Allá por el mes de marzo, hablando con Dani, surgió la idea de correr el Olympus Marathon y para allá que nos fuimos con él y con Gerard. Finalmente yo me apunté a la carrera larga, de 70km y 5500m de desnivel positivo, básicamente buscando coger algo más de fondo y un último entreno de calidad antes del Campeonato del Mundo de Rogaine. Después de un viaje largo, con 3 horas de avión y 500 kilómetros de coche en dirección norte, nos plantamos en Katerini, a pocos kilómetros de la salida. Ritual típico del día antes, recogida de dorsales, preparación del material y llega la madrugada de la salida. Alguien de la organización me puso en contacto con otros dos corredores con los que me puede acercar al punto de salida. Allí llegué a unas cálidas 3h45 de la mañana.
Dos minutos antes de la hora un tipo de la organización suelta un discurso que tiene pinta de briefing, aunque evidentemente no entiendo nada. Acabada la charla suena lo que interpreto que es una cuenta atrás y sin más protocolo salimos por la carretera en dirección al pueblo. Como no podía ser menos y como pasa en todas las carreras del planeta, un grupo de tres corredores sale a ritmo de mil quinientos. Los 3 o 4 primeros kilómetros son de asfalto amplio, así que no hay prisa por pillar sitio, menos aún siendo pocos corredores. Así que cojo mi ritmo y voy cruzando el pueblo por una calle en ligera pendiente. Saliendo del núcleo urbano veo que uno de los tres ya ha decidido que la cosa no va con él y lo atrapo al cabo de poco. “Good luck!”… “Yes, Good luck!” y paso delante siguiendo a los dos primeros, con los que la distancia se ha estabilizado. Ya fuera del pueblo voy recortando muy poco a poco y empiezo a oír como van charlando en inglés. Así que serán extranjeros… Qué tal serán?... Hombre si han venido de lejos… De momento que charlen, yo la verdad es que cuando corro soy más de guardar el aliento. Acabo llegando a rueda y me quedo ahí sumido en mis pensamientos hasta que llegamos a una curva donde un voluntario nos manda por una pista de tierra que pronto se convierte en un sendero.
Los dos corredores sacan los palos y yo, como no tengo palos que sacar, aprovecho el momento y me pongo delante. Troto un poco, mientras mis dos acompañantes se ponen a caminar. Venga pues camino y aprovecho para comer, que ya me toca el primer rollito con mermelada. Aun así veo que se genera algo de distancia entre nosotros. La verdad es que no aprieto especialmente pero no hacen intención de seguirme. Bueno pues nada… La verdad es que estaría bien ir acompañado, al menos un rato, pero tampoco me voy a frenar, así que me fijo en mi ritmo y mis pulsaciones y adelante. El sendero es de caminar, pero tampoco con pendiente exagerada. Salgo a una carretera y no veo marcas. “Do you know the way?”…”Yes, yes, up!” me gritan. Pues venga, up. Troto unos 200 metros de asfalto y las marcas vuelven a mandarme por un sendero. Otra vez a lo mío, manos a las rodillas, ahora troto un poco porque llanea, ahora vuelvo a caminar, ahora baja a cruzar un río… Sin pensarlo mucho lo cruzo, metiendo los pies en el agua hasta los tobillos. Vaya no hay marcas… Me giro… Mierda, al otro lado… No hacía falta cruzar. Venga pues otra vez agua hasta los tobillos, mientras llegan los dos perseguidores.
Vuelvo a pillar el camino y pongo un plus de atención para seguir las marcas, que por otro lado están bastante bien puestas. Vuelve a ampliarse la distancia y ahora ya mas estabilizado cojo el ritmo y la pausa correctos para ir ganando metros mientras el paisaje se va abriendo con las luces de los pueblos costeros cada vez más bajas. Aparecen las primeras luces del amanecer y parece que el cielo está algo nublado, lo cual es una muy buena noticia. Estos dos días por la zona nos habían hecho entrar el pánico con el termómetro. Pasada la hora y cuarto de carrera salgo a un tramo de pista que me lleva hasta el primer avituallamiento (km10). Buen ritmo y buenas sensaciones, que me hacen saludar con una sonrisa a unos cuantos animados voluntarios que están encargándose del chiringuito.
Koromilia (km10,4):
Cojo algo de agua y un plátano y tiro adelante. El sendero atraviesa una zona de bosque y sigue alternando tramos corredores con rampas de andar. Intento controlar el ritmo, sin dormirme pero sin animarme en exceso. Cae otro trozo de membrillo y voy dándole sorbos al Tailwind. Creo que los dos bidones me dan no recargar en el avituallamiento del 15 y aguantar hasta el del 21. Se va haciendo de día y apago el frontal. Sin más historia aparezco en un prado donde vuelvo a ver un grupo de gente junto a una mesa con bebidas y comidas.
Petrostrougka (km15,8):
Relleno agua en el bidón que tengo más vacío y cojo un par de trozos de naranja. Por lo demás en principio llevo toda la comida que necesito para la carrera. Salgo del avituallamiento hacia arriba… “Ep, ep!”… Me para un voluntario… “Ultra, here”… Y me enfoca prado abajo. Anda, pues no estaba seguro de dónde quedaba este avituallamiento pero eso debe querer decir que ya me he ventilado la primera subida. Mira que bien…
Enseguida me doy cuenta que las características del camino han cambiado por completo. Toda la subida anterior, que coincide con el recorrido de la maratón, discurre por buen camino que debe ser la ruta de ascenso al Monte Olimpo desde el pueblo de Dion. Ahora el sendero es una traza difusa que baja en diagonal por el bosque. El itinerario es técnico pero afortunadamente está muy bien marcado y no hay lugar a dudas prácticamente en ningún momento. La rodilla me da algún aviso así que nada de bajar a lo loco.
Con algo de calma pero mantengo un ritmo bastante digno, trotando bien en los flanqueos y bajando a saltitos controlados en los tramos de más pendiente. En esta tónica el itinerario va bordeando vaguadas hasta un descenso más marcado que me lleva al tercer avituallamiento.
Mastorouli (km21,9):
Llevo aproximadamente tres horas de carrera, así que el ritmo es bueno. Ahora sí que repongo con dos sobrecitos de Tailwind. “You are hurted!” me dice una chica del avituallamiento. Tengo rascadas en la mano que no se de dónde han salido. Bueno… en peores plazas hemos toreado. Una vez resueltas las operaciones me despido entre los ánimos de los simpáticos voluntarios y sigo adelante. En algún momento tengo que empezar la segunda subida. Del mapa, recuerdo que el recorrido iba flanqueando hacia el oeste, con varios repechos y bajadas hasta llegar a una sierra por la que discurría este segundo ascenso. Como en el mapa no salían colocados los avituallamientos no sé muy bien donde queda el siguiente, aunque sí que es el km29. Ya veremos…
De momento el terreno sigue siendo técnico y entretenido y el calor no aprieta. Camino cuando los repechos se alargan o son demasiado empinados y troto el resto del tiempo, manteniendo aún las buenas sensaciones. Van apareciendo más valles y la cosa no parece querer tender hacia arriba. Miro el reloj y ya estoy en el km26,5 (que como el GPS se ha activado tarde) debe ser más del 27. Ahí delante hay un espolón muy marcado. Debe ser ahí donde está el avituallamiento y la subida empezará después. Efectivamente, un último flanqueo me acerca a la arista y una cabeza asomando tras unas rocas me anuncia la llegada del nuevo avituallamiento.
Krevatia (km29,1):
Nuevamente gente muy agradable que me ayuda a rellenar el bidón, me dan ánimos, me preguntan “where are you from” y se preocupan por todo lo que puedas necesitar. Recargo nuevamente agua en el bidón más vacío, me como uno de los sobres con patata (guardo el Tailwind para el próximo) y salgo hacia arriba. “Now is uphill?”… “Yes, quite steep!”. Pues venga. Efectivamente, tiene pinta de ser más seria que la anterior. El primer tramo sigue siendo boscoso, pero cada vez hay más claros,  y desafortunadamente cada vez hay más sol. A ver si puedo ventilarme esta segunda sin pasar mucho calor. No se si es por el sol, por la pendiente o por los kilómetros, pero esta subida la hago algo menos alegre que la primera. Me empiezo a acordar de los palos… Aaay, los palos… En fin, es lo que hay, al menos entrenamos para el rogaine. Intento adaptar el ritmo de respiración como cuando los llevo y voy superando rampas separadas por breves rellanos hasta que llego a un prado superior con un vértice geodésico. Salgo al otro lado y como algo porque me da la sensación que empiezo a ir justo de gasolina. Se me ha perdido el papelito donde llevaba apuntado el planning, pero más o menos me acuerdo.
Diría que ahora tiene que empezar a bajar. Allí al fondo hay un control de paso, debe ser eso… Pero las cintas giran a la izquierda y van siguiendo una carena que va superando diversos montículos. Vaya… La verdad es que me gustaría empezar a bajar, un poco porque empiezo a estar cansado de subir y un poco por evitar que me vean los perseguidores. Mejor que se piensen que estoy lejos… Pero nada, las cintas me llevan de loma en loma mientras yo miro de reojo esperando ver algún corredor a lo lejos. No veo nada, pero la verdad es que tampoco escaneo lo suficiente como para convencerme de que no están. Venga va, mira para adelante, preocúpate sólo de lo que hay delante, pisar bien, comer bien… Gestionar bien tu carrera.
Finalmente no hay más lomas y las cintas giran a la derecha. Digo que giran las cintas y no el camino, porque no hay camino. El recorrido te manda por una pendiente empinadísima de hierba sin piedad. Al poco se mete en el bosque y al menos puedes apoyarte en los árboles pero el descenso se hace bastante lento. La cosa sigue feúcha bastante rato hasta que se acerca el fondo del valle y la cosa suaviza un poco. Si no me equivoco el avituallamiento siguiente estaba en el km40, pero poco después de pasar un cartelito de “km36” me encuentro un tipo que sube y está preparado con la cámara. Será un motivado o quizás el avituallamiento está más cerca de lo que pensaba? Me sigue por detrás y me graba mientras charlamos y le pido que me pase el vídeo y las fotos. Le empiezo a dar mi teléfono pero se le ocurre la obvia solución de Facebook. La parte buena de que ahora estemos todos controlados. Efectivamente el avituallamiento está más cerca de lo esperado (km37).
Xerokalli (km37… bueno, pongo el nombre que salía en la tabla y el kilómetro que me marcaba el reloj…)
Siento que necesito comer algo más contundente así que pido un plato de pasta con tomate y cojo algo de patata que tienen allí. “I think you are in record time” me dice un chico del avituallamiento. Hombre, estoy contento con el ritmo pero récord (9h23 de Jordi Gamito) ni de coña. “Next station is at the top?”… “A little earlier”… Venga pues mejor.
Salgo al trote por una pista, que resulta prolongarse durante unos tres kilómetros. Sospecho que el avituallamiento debía estar previsto para aquí. Bueno… Lo cierto es que estos tres kilómetros de trote medio “regalado” me ha venido bastante bien. Ahora las marcas se meten por un sendero y llevo una marcheta bastante animada. Creo que la pasta me ha sentado bien.
Pero el bosque escasea cada vez más y las cintas se meten en un prado donde el sol está cayendo a plomo. Tomo referencias de tiempo por si veo más tarde a algún perseguidor. Cruzar la rampa me lleva unos 15 minutos. La buena noticia es que pasado ese tiempo no veo a nadie detrás. La mala es que se ha girado las tornas en mi interior. Empiezo a notar síntomas más claros de flaqueza. Busco una pastilla de sales pero están todas rotas. Las dos últimas ya estaban así… Pues vaya… El valle gira y el sendero sigue bajo el sol, incómodo, empinado… Y debe quedar un huevo de subida aún, eran 1600 metros de desnivel… Me da miedo sufrir un bajón más serio con el calor. Cuando es cuestión de comida más o menos lo controlo, pero aquí… Voy superando repechos, más lento de lo que me gustaría y al final veo una pista allí arriba por la que caminan dos personas. Debo estar acercándome al avituallamiento.
“Congratulations!” me dice un tipo que va en una moto por la pista. Gracias hombre, ahí vamos, hemos tenido momentos mejores. En un trozo plano me animo a trotar, no os negaré que en parte para no ofrecer una imagen de “doblez” absoluta (bastante real, por otro lado) que sea transmitida a algún perseguidor. Tras un par de rampitas por fin aparece un refugio y un tenderete donde tienen montado el avituallamiento. En medio de un solano de justicia y levantando una mano poco enérgica a modo de saludo me acerco a la anhelada sombra.
Skollio (km46) (en realidad Skollio es el pico pero bueno, le llamaron así al avituallamiento):
Cojo varios trozos de “helenika Orange” y un vaso de agua refrescante, y relleno los bidones. El resto de la comida no me parece tan atractiva y tengo ganas de acabar con la subida, que sólo me quede bajar. Salgo del avituallamiento trotando un poco en un tramo llano, pero enseguida vuelvo a la misma tónica cansina en cuanto el sendero se empina hacia arriba. Vuelvo a echar de menos los palos. Qué bien vienen para tirar de cualquier lado cuando vas tieso… Miro al suelo e intento coger el ritmo de respiración-paso-bastón, pero sin bastón. Intento convencerme de que la cima está cerca, más de lo que parece. Busco cintas más arriba pero resulta que el camino hace una diagonal hacia la derecha, hasta un collado. Mejor, pendiente más progresiva. Me acerco a la divisoria y miro de reojo hacia abajo. A pesar de la caída del ritmo en la última hora no veo nadie hasta el avituallamiento. Creo que llevo una ventaja de al menos 20 minutos. Salvo desfallecimiento total debería valer. El calor ha hecho mella pero supongo que para todos, y en la bajada espero recuperar algo de ritmo.
Pero todavía queda un último repecho hasta la cima del Skollio, donde hay un control de paso. “The hero!” me gritan unos excursionistas. Hombre… En las pelis tienen otra pinta… Pregunto si hay agua pero aquí no hay nada, así que sin perder un segundo inicio la bajada. Las piernas están torpes y el primer trozo es muy pedregoso y técnico así que me cuesta algo coger el ritmo, pero poco a poco voy recuperando el paso hasta llegar a un cruce, donde de repente aparece toda la retahíla de corredores de la maratón. Se trata más bien de la parte media-trasera, así que enseguida veo que esto va a ser un problema. Lo bueno es que no tengo demasiada prisa. Suerte… En un final apretado esto sería un caos… Voy pidiendo paso, unas veces con timidez, otras con algo más de morro. Al final adopto el mensaje de “Sorry, Ultra, left” a modo de intermitente y voy pasando corredores que me lo ponen más o menos fácil. Llego a un primer avituallamiento de bajada (km57), donde me como el sobre de patata que me falta para abortar cualquier posibilidad de pájara en lo que queda, complementado con agua fresca y fruta del avituallamiento. Dos o tres minutos bien empleados y a seguir, con un ritmo de carrera más o menos aceptable, fuerzas algo renovadas, pero sin forzar demasiado el paso.
La bajada transcurre sin mayores sobresaltos, adelantando corredores de la maratón, describiendo innumerables revueltas y cubriendo el interminable camino de descenso que se va metiendo por el desfiladero. A medida que bajamos van apareciendo más y más excursionistas con lo cual el atasco va empeorando. Paso por una ermita en una cueva, que he visto en vídeos y donde los corredores locales se acercan a tocar la pared. Hago lo propio y sigo bajando escaleras. Empiezan a aparecer repechos traidores de esos que duelen cuando llegas justo de fuerzas y de tiempo. Ahora duelen algo pero también me vienen bien para cambiar un poco de tercio. Hace calor, pero afortunadamente hay bastantes trozos en sombra y no lo paso tan mal como en la subida de antes. Además hay bastantes avituallamientos y puedo ir echando tragos cada poco rato. A falta de 6 o 7 kilómetros aprovecho para probar sensaciones con un gel de cafeína que llevo. Creo que no me era imprescindible, pero el resultado es positivo. Bueno saberlo para otro día.
Después de unas cuantas trampas de esas que no se ven en el perfil, el paisaje se abre y aparece el pueblo de Litochoro. Una breve travesía hacia la derecha me deja en una pista que se acerca hacia la parte superior del pueblo. Un tipo con una moto se aproxima y me acompaña en el último tramo, tocando el claxon de manera que la gente se entere de que algo raro pasa y me aplaudan. La calle en bajada me ayuda a coger un ritmo algo elegante y disfrutón. Finalmente aparece el parque, la última curva y la recta final. La mar de contento cruzo la meta en una primera posición que me sabe la mar de bien! 😊
Poco más que decir, una bonita experiencia conociendo nuevos lugares, recomendable para aquell@s que busquen descubrir otros horizontes y otros lugares.
El fin de semana que viene es el día D. Esperemos que las fuerzas y la cabeza nos acompañen y la cosa vaya bien. Qué quiere decir que vaya bien… Acabar sin remordimientos y con la sensación de que lo has hecho lo mejor que has podido.
Besos y abrazos