Ahí va la crónica de la Buff Epic Trail, ahora que las
sensaciones están todavía frescas. La Buff Epic Trail es una carrera
que surgió hace dos años (si no me equivoco la de 2014 fue la primera edición)
y que discurre alrededor del Parc Nacional d’Aigüestortes. Este año además fue
la carrera elegida para albergar el Campeonato del Mundo de Skyrunning. Bueno,
para ser precisos el Campeonato del Mundo que depende de la International
Skyrunning Federation, porque después hay otro que depende de la IAAF (la
federación internacional de atletismo)… En fin, rollos raros. Total, que como
no siempre se tiene la oportunidad de participar en un campeonato del mundo,
decidí probar suerte en el sorteo. Sonó la flauta y la Buff Epic pasó a ser el
primer gran objetivo de la temporada.
La prueba en cuestión sale de Barruera y recorre 105 kms en
sentido horario, con 8000 metros de desnivel positivo. Cruza el Port de la
Gelada para bajar al valle del Tunel de Viella, cruza el Port de Rius, los
valles de la Restanca, Colomers y Saboredo, baja hasta Espot. Sube por las
pistas de Super Espot para cruzar hacia el Circ de Mainera, cruza a Estany
Gento y por el Port de Rus vuelve al punto de partida (aquí lo tenéis: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=9586907).
No sé si pasó lo mismo otros años, pero esta vez debió haber algún conflicto con el parque nacional, porque durante los 8 o 10kms del recorrido que transcurrían por dentro del parque, te obligaban a correr con el dorsal escondido. Al parecer no está permitido hacer carreras por dentro del parque. Cuando preguntabas qué se suponía que tenías que hacer con el dorsal, te decían que te lo metieses por dentro de la camiseta (que alguien me explique cómo…). Todo bastante surrealista. No he oído de primera mano los argumentos en contra de que se celebren pruebas deportivas dentro de un parque nacional. Entiendo que es por el posible impacto que tenga el paso de todos los corredores por la zona. Quizá no soy objetivo, pero yo personalmente no veo que una persona que corre tenga más impacto que una persona que camina. En cuanto al número de personas, la prueba de 105kms (la que pasaba por dentro del parque) la hicimos 270 corredores si no me equivoco. Un día cualquiera de verano y más en fin de semana, suben a Sant Maurici ese número de personas y más. A mí nunca me ha controlado nadie cuando he ido a caminar por allí. Dicho todo esto, durante la carrera vi algún gel tirado por el suelo. No muchos, serían 3 o 4, pero ahí estaban. Quiero pensar que fuese un accidente y que se le cayesen a alguien sin querer (a mí de hecho se me cayó sin darme cuenta uno de los flascos de hidratación de la mochila, aunque no creo que durase mucho rato ahí porque son carillos), pero también puede ser que alguno de los corredores que me precedían fuese un cerdo. Pero vamos, que supongo que habrá corredores cerdos y caminantes cerdos y sinceramente no creo que la comunidad de corredores sea más cerda que la media de gente que te puedes encontrar en Aigüestortes un día cualquiera. En resumen, que yo creo que se pueden adoptar otras medidas (obligar a la organización a revisar la limpieza del tramo; que cada corredor marque con el dorsal sus geles, como se hace en el GRPyrenees;…).
No sé si pasó lo mismo otros años, pero esta vez debió haber algún conflicto con el parque nacional, porque durante los 8 o 10kms del recorrido que transcurrían por dentro del parque, te obligaban a correr con el dorsal escondido. Al parecer no está permitido hacer carreras por dentro del parque. Cuando preguntabas qué se suponía que tenías que hacer con el dorsal, te decían que te lo metieses por dentro de la camiseta (que alguien me explique cómo…). Todo bastante surrealista. No he oído de primera mano los argumentos en contra de que se celebren pruebas deportivas dentro de un parque nacional. Entiendo que es por el posible impacto que tenga el paso de todos los corredores por la zona. Quizá no soy objetivo, pero yo personalmente no veo que una persona que corre tenga más impacto que una persona que camina. En cuanto al número de personas, la prueba de 105kms (la que pasaba por dentro del parque) la hicimos 270 corredores si no me equivoco. Un día cualquiera de verano y más en fin de semana, suben a Sant Maurici ese número de personas y más. A mí nunca me ha controlado nadie cuando he ido a caminar por allí. Dicho todo esto, durante la carrera vi algún gel tirado por el suelo. No muchos, serían 3 o 4, pero ahí estaban. Quiero pensar que fuese un accidente y que se le cayesen a alguien sin querer (a mí de hecho se me cayó sin darme cuenta uno de los flascos de hidratación de la mochila, aunque no creo que durase mucho rato ahí porque son carillos), pero también puede ser que alguno de los corredores que me precedían fuese un cerdo. Pero vamos, que supongo que habrá corredores cerdos y caminantes cerdos y sinceramente no creo que la comunidad de corredores sea más cerda que la media de gente que te puedes encontrar en Aigüestortes un día cualquiera. En resumen, que yo creo que se pueden adoptar otras medidas (obligar a la organización a revisar la limpieza del tramo; que cada corredor marque con el dorsal sus geles, como se hace en el GRPyrenees;…).
Sea como sea, el sábado a las 6 estábamos listos para tomar
la salida. En primera línea, la flor y nata, encabezados por el probablemente gran
favorito, Luis Alberto Hernando. Caras conocidas, buenos deseos y algo de
tensión. Yo estoy bastante nervioso, con la incertidumbre de saber cómo me voy
a encontrar y si me habré recuperado del esfuerzo de Valls d’Àneu. Depa (el
speaker) es quien da la cuenta atrás, tras la cual salimos por una pasarela que
nos lleva a una pequeña vuelta por dentro del pueblo. Se nota que esto va en
serio, la gente sale a degüello y enseguida me encuentro con 40 o 50 tíos
delante. Nos metemos por una pistilla y voy recuperando posiciones poco a poco.
Paso a las primeras chicas, Gemma Arenas, Nuria Picas, una americana que estaba
en Madeira, de la cual no recuerdo su nombre… El terreno es plano y eso me
ayuda a llevar un buen ritmo sin asfixiarme como me suele pasar en los repechos
que me pillan demasiado pronto. Voy un poco justo de luz. El frontal que llevo
es bastante truñete, pero es ligero y total para estos primeros 15-20 minutos
ya me sirve. Tengo el Petzl, más potente, preparado para cogerlo más tarde
según vea si se me va a hacer de noche o no al final de carrera. También es
cierto que el hecho de ir en pelotón y que haya varios frontales alumbrando
ayuda. Tras 3 kilómetros de calentamiento giramos a la izquierda y un
repechillo nos lleva a Erill la Vall. Voy en un grupillo de tres o cuatro
corredores y algo más adelante se ve un pequeño pelotón que sube por un
sendero. Cojo el ritmo de uno de ellos, que me recuerda a Juan Martín del Potro
(tenista argentino). Me encuentro bien y subo a buen ritmo tras él. Eso sí, intentando
centrarme en mis sensaciones. Me vienen a la cabeza las palabras de Nahuel,
brillante vencedor de la Ronda dels Cims, la semana pasada. Estuve por allí siguiendo la carrera y cada vez que nos
encontrábamos y que yo le preguntaba qué tal, me señalaba el reloj y me decía
“Ça va, ça va, moi, je regarde mon cardio”. Se me quedó grabado, yo no puedo mirar mi “cardio” porque voy con un reloj del Pleistoceno, pero
estudio las sensaciones en mi interior y de momento son buenas. Parece que
estoy entrando bien en la carrera.
Al paso de Juan Martín (bautizado) nos vamos acercando al
grupete de delante. Sería interesante meterse en este pelotón. Salimos a campo
abierto, paso al compañero y me acerco al úlitmo corredor del grupo, que es
Roger Viñas. Buena rueda. Miro a la fila de corredores intentando identificar
al personal. Veo a uno de rojo que tiene pinta de ser Sebas Sánchez, está Javi
Domínquez (un físico que sin conocerlo me cae bien, supongo que por ser físico,
leí una entrevista donde explicaba que durante las carreras recitaba números
primos, calculaba el número de pasos que tenía que dar… me conquistó),
bastantes tipos con pinta de guiri,… Y tirando del grupo un tipo grandote
tirando de los palos como si quisiera arrancar el mundo. Coño, ese se parece a
Luis Alberto… Vaya, como que lo es… Miro para arriba y no se ve a nadie. Veo
también a Francesc en tercera posición… Pues sí, parece que este es el grupo de
cabeza (tengo que reconocer que me acojoné un poco). Vuelvo a “regarder mon
cardio” interior, pero las sensaciones son buenas, así que echo el ancla a cola
de grupo y voy haciendo. Desgraciadamente se acaba la subida (mi terreno) y
pasamos a un falso llano donde la peña se pone a correr como si no hubiera
mañana. Si les sigo me empezaré a salir de punto así que sin dormirme pero sigo
a mi rollo. Llega Juan Martín con más prisas que yo y tira para delante. Un
pequeño repecho antes del Port de la Gelada me ayuda a recuperar algo de
terreno, así que paso el collado a un minutillo de los primeros y lo mejor del
caso, con sensación de no haber forzado para que así fuera.
Pero ahora viene la bajada, que sobre todo a inicio de
carrera, no es mi terreno. Plego los palos y los pongo en “Francesc Style” en
la mochila y voy bajando por un senderillo bastante pedregoso. Con la operación
pierdo algo de terreno con los de delante y eso me obliga a centrarme más en
las marcas. Poco antes de llegar a una pista de repente me doy un golpe en el
pie derecho con un pedrusco bastante importante. Mieeeeerdaaaa!! El golpe ha
sido serio y me asusto bastante. No puede ser que ahora se vaya todo al traste.
Corro por la pista con la esperanza de que sea sólo el golpe y el dolor se vaya
enseguida pero no es así. Como no disminuya así no puedo hacer 100 kilómetros…
Pensando en mi pie, me doy cuenta de que no hay marcas delante de mí. Veo al
grupillo de delante en una curva de la pista allí abajo y bajo directo. Cuando
recupero el camino, llegan más corredores por mi izquierda, entre ellos
Christophe Le Saux, un clásico del Tor des Geants, que me dice que me ha
gritado para avisarme. “J’ai pas entendu, mais merci!”. Un tipo simpático, que
baja con un solo bastón cantando por este entretenido sendero. Llegamos a
Senet, un grupillo de 5 o 6 corredores. El final de la bajada alivia un poco mi
pie. Empezamos un tramo bastante pestosillo, mayoritariamente por pista, que
nos tiene que llevar hasta el avituallamiento de Conangles. Va subiendo poco a
poco y tiene mucho tramo de estos que se han de trotar pero que dan por saco.
Me acabo quedando sólo delante del grupo, hasta que al poco rato llega Alberto
por detrás (viejo conocido de la Rialp Matxicots, Valls d’Àneu,…). Tenemos
ritmos parecidos así que podemos hacer un buen tándem. Y así vamos pasando los
kilómetros hasta el avituallamiento de Conangles (km21).
Ahí están mis padres, con el arsenal de geles, Powerade,
membrillos… extendido en el suelo. Me bebo medio botellín de carbohidratos y
voy al tenderete de la organización a coger algo de fruta. De repente me
encuentro un micro que se interpone entre el trozo de sandía y mi boca. Levanto
la mirada y me encuentro con el periodista de “Temps d’Aventura” (no me acuerdo
de cómo se llama, sorry) que me pregunta “Només fruita?” Osti, no se… es que
tiene muy buena pinta esta sandía. “Bueno, ja porto de lo altre a la motxila”…
“Què tal? Com veus la cursa?”… “Mmmm, bueno, t’ho diré d’aquí una estona. A
veure si hem encertat amb el ritme de sortida »… En fin, ninguna gran
declaración que vaya a pasar a la historia. A todo esto veo que la gente pasa
como aviones detrás de mí, así que toca no dormirse y seguir adelante. Salgo
con Alberto y pasamos junto a Mayayo (de Carrerasdemontana.com) que va cantando
“Salomon! Hoka! Salomon! Asics!...”. Primero pienso que le ha cogido un ataque
de locura rollo Hodor Hodor (chiste de rigor Juego de Tronos…), pero al final
me doy cuenta de que debe estar haciendo una estadística. Nos saludamos y a por
el siguiente tramo.
Entre los que nos han adelantado está Caroline Chaverot, una
francesa (no lo habíais adivinado) que en este tipo de distancias tiene muy
poquitas rivales. Buena rueda, pero ya se nos ha escapado. Miro arriba y en el
siguiente repecho veo a Roger Viñas y a Sebas Sánchez. Bueno, estamos ahí. La
subida al Port de Rius es un poco incómoda. Mucha piedra y roca que te impide
poner un ritmo de paso-bastoneo sin pensar demasiado. Voy tirando al ritmo de la música mental del día (Pa amb oli i sal, de Blaumut, imaginaros el silbido ese todo el día...). A media subida tomo la
delantera y pongo un puntito más de ritmo, con ganas de acercarme a los de
delante. Acabo pasando el puerto a unos 5 minutos de Caroline y un par de
corredores más. Cruzo un tramo llano junto al Estany de Rius. El ritmo sube y
las distancias se amplían. La piedra está mojada y en la bajada espero que
Alberto me alcance en cualquier momento, pero me centro en mirar adelante y
concentrarme en ver dónde pongo los pies. El dolor del golpe de hace un rato
vuelve, pero es más o menos soportable, así que lo declaro oficialmente como
excusa no aceptable y e intento guardarlo en el cajón del olvido.
Sorprendentemente no llega nadie por detrás, señal de que voy bien y las
fuerzas se igualan, también en la bajada. Se acaba el sendero y salgo a una
pista, que tras 3 o 4 kilómetros de “regalo” me dejan en el Pont de Ressec.
Poco antes del avituallamiento recojo un primer cadáver de los que iban en el
grupo delantero. Tiene pinta de haberse pasado de rosca y querer saber poco más
de la carrera. Este encuentro supone un golpe de moral positivo, al igual que
la sensación de haber llegado al kilómetro 36 “casi sin enterarme”.
Nuevo pit stop, más carbohidratos, Powerade, algún gel al
bolsillo y adelante. Más pista, ahora en subida. Me cruzo con un chico que me
dice que Caroline va con Gerard (Morales) a 2 o 3 minutos. Venga, “je regarde
mon cardio”, tranquilidad, pero si les pillo mejor que mejor. El que aparece primero es uno de verde,
pelado, que también lo recuerdo del grupete delantero de esta mañana. Camina.
Mala señal, este tramo es razonablemente corrible. Antes de alcanzarlo aparece
otro corredor 100 metros más adelante. Va vestido de Buff. Es Gerard Morales.
También camina. Con mi ritmo de trote bastonero los paso a los dos. El de verde
me saluda con una sonrisa. Gerard no parece pasar por el mejor momento de su
vida. Más adelante alcanzo a ver una figura menuda que corre ágilmente por la
pista. Esa es Caroline, pero a ella no parece que la vaya a alcanzar tan
fácilmente. En fin, yo a lo mío trota que te trota, aunque con ganas de que se
acabe la pista y cambiemos a modo caminante. Efectivamente se acaba y el
sendero empieza con un repecho de los que quita el hipo. Me cuesta un poco
hacer la transición pero vuelvo a coger el ritmo. Aparece otro corredor, un
tipo que nos ha pasado esta mañana con bastantes prisas en la primera subida.
Ahora lleva un ritmo bastante cansino. No lo había dicho pero estamos metidos
en la niebla. La verdad es que el tiempo es perfecto para correr. Fresquillo,
pero la temperatura justa para ir en manga corta durante el esfuerzo de la
subida y con los manguitos subidos durante las bajadas.
El terreno es cómodo para caminar a buen paso si las fuerzas
acompañan, y de momento es mi caso. También el de Alberto, que veo que viene a
un minutillo por detrás. En una de esas veces que miro atrás me tropiezo con
una roca y estoy a punto de dar de bruces contra el suelo. Se me cae un
botecito que llevo con sales, lo recojo y sigo adelante (pensaba que sólo se me
había caído eso). Al poco aparece el collado entre la niebla y el camino baja
al otro lado. Bueno camino en realidad no. Las marcas bajan por unas pendientes
de hierba mojada que resbala que da gusto. Me caigo varias veces y al final voy
combinado entre bajar de culo y caminando agarrándome a los árboles. Salgo a
una pista desde la que se ve el avituallamiento de Colomers allí abajo. Menos
mal! Echo la mano a los flascos para reponer líquido y me doy cuenta de que he
perdido uno. Mierda… Al llegar al punto de control repongo el otro, y cojo algún trozo de plátano y unas
galletas. Llega Alberto al poco rato. “Has visto un flasco de estos?”… “Ostia,
sí que lo he visto pero no lo he pillado”… Lástima. Al final un señor del
avituallamiento me da una botellita de Solan de Cabras y tiro con eso.
Vamos a por la siguiente subida, hacia el Coll de Sendrosa,
que viene precedida por una serie de repechos y toboganes bastante incómodos.
Llega por detrás un chico de Castellón (según me dijo después) que baja muy
bien y en grupo de tres vamos subiendo entre la niebla. Unos chicos nos animan
tocando un cencerro (que hace 4 kilómetros que venía oyendo). “Va que porteu la
primera noia aquí al davant!”… “Qué va, fa 30 kilómetres que l’empaitem i res,
no es deixa…”. Este tramo lo conozco bien en sentido inverso, de todas las
veces que he hecho la Carros de Foc. Antes de lo que me esperaba llegamos al
collado y bajamos al otro lado. No queda mucho hasta el Refugio de Saboredo
(km51). No llevamos ni 7 horas y ya hemos hecho la mitad del recorrido. Voy
bastante más rápido de lo que esperaba pero “je regarde mon cardio” y las
sensaciones son correctas. Si fuese mal a estas alturas ya lo estaría notando.
Justo antes de llegar al refugio me doy cuenta de que llevo una cosa enganchada
al tobillo. Coño, si es la plantilla de la zapatilla… “Ya tio, a mí también me
ha pasado. A la que se mojan se salen” me dice Alberto, que se da cuenta del
problema. Veo que el otro pie va por el mismo camino. Bueno, de momento no es
incómodo.
Un platito de ensalada de pasta, galletas al bolsillo y un
par de trozos de un pastel que tiene pinta de tener 1000 calorías por milímetro
cúbico. Salimos adelante el mismo grupillo de tres, en dirección al Port de
Ratera. Subida cabroncilla, repechos y más repechos sin ver el final y menos en
medio de la niebla. Hasta aquí en las subidas tenía la sensación de que tenía
un puntito más de fuerza que mis acompañantes, aquí la cosa ya ha pasado a un
sensación de igualdad. En fin, supongo que los kilómetros no son gratis.
Salimos al rellano de lo alto del collado y aparece Juan Martín, haciendo unos
gestos con la pierna como si fuese de rampas hasta las pestañas. Ante la
pregunta “qué tal” responde un evidente “no muy bien”. Cruzamos el collado y de
repente aparecen dos corredores por detrás. Un chico con rastas que recuerdo de
los primeros kilómetros esta mañana y Gerard Morales, que resurge de sus
cenizas. Es lo que tienen los buenos…
Empezamos a bajar al otro lado, ahora en formato de grupo de
cinco. Enseguida veo que soy el más flojo del grupo en este terreno de piedras
húmedas. El único que no se me escapa demasiado es Alberto, pero lo cierto es
que esta bajada no me está entrando muy bien. Un tipo de la organización nos ha
dicho en collado que nos escondiésemos el dorsal. Ahora mismo tengo otras
preocupaciones, pero bueno, cuando paso junto al Refugio de Amitges me pongo la
mano en la barriga como si me estuviera rascando (ridículo, lo sé…) y más abajo
decido arrancar los dos imperdibles de abajo y doblar el dorsal hacia arriba
entre los cordajes de la mochila. A partir del refugio se baja por la clásica
pista de Amitges, con unas piedras que vuelven a sacar a la luz mi dolor del
pie. Decido cambiar de zapatillas en Espot. Por lo demás, en un cruce Alberto
se despista y lo alcanzo mientras llega otro corredor por detrás, diría que
vasco por el acento y la camiseta. Nos pasa pero subimos un poco el ritmo y
acabamos recorriendo todo este tramo a velocidad de crucero, lo cual quiere
decir a buena velocidad pero empujando. Un kilómetro de asfalto antes de Espot
me acaba confirmando la elección de cambiar de zapatillas. Llego al avituallamiento
(km67), donde están mis padres, mi hermano, Elena y Ares, mi futura sobrina.
También está Francesc, que no ha recuperado de la carrera de hace dos semanas y
dice que hasta aquí, y Eli, que venía con unas molestias en el pie que no le
han dejado continuar.
Y reanudamos la subida, ahora ya por prados. El año pasado
la hicimos en sentido inverso durante la Rialp Matxicots. Mejor de bajada,
francamente. No se acaba de ver a dónde tenemos que ir a parar. Repechos y más
repechos, Iokin delante y Alberto y yo detrás. Pequeño golpe positivo de moral,
dos figuras delante nuestro. Gerard y el de Castellón. Nos deben llevar 3 o 4
minutos. De todas formas nuestro ritmo tampoco es que sea como para tirar
cohetes. Cuando parece que la subida no va a acabar nunca aparece un chico
bajando que nos dice “Cuidado! Último kilómetro muy duro!”… Vaya ánimos el tío…
Pero superamos un montículo y veo que el tipo tenía razón. Una pala terrible
por tartera y un hombrecillo allá arriba. Madre mía, hasta allí tenemos que
subir. Gerard y el de Castellón están en ello. Me pongo primero del terceto,
mirada al suelo y hasta arriba. Llegamos a la cima un minutillo detrás de
nuestros predecesores, pero a la que me asomo ya están en Cuenca. Cómo bajan
los tíos…
A mí en cambio la bajada técnica me sienta como una patada
en el trasero y noto que llevo a mis dos compañeros enganchados al cogote. El
terreno suaviza y me acaban pasando los dos. Noto que el disparo de la subida
anterior me ha tocado y voy buscando con ganas el avituallamiento del kilómetro
75,5. Reponemos líquido y salimos los tres, pero a la que se puede ellos se
ponen a trotar y yo noto que estoy en un momento bajo. Paradójicamente voy
deseando las subidas, porque es cuando se camina cuando me encuentro mejor y
siento que recupero distancia. En cambio a la hora de correr me noto adolorido
y nada sobrado de energías. Llego al siguiente collado a unos 3 o 4 minutos de
Gerard y el de Castellón, a un minuto de Alberto y unos metros por detrás de
Iokin. Pero empieza la bajada y yo voy pisando huevos. Así que se me van. La
transición me cuesta, me duelen los cuádriceps y voy muy torpe. Lo único que me
anima es que he avanzado el final moral de la carrera al kilómetro 90, que es
donde empieza la última bajada. Menuda gilipollez, visto cómo voy bajando y lo que me van a costar esos úlitmos 15 kilómetros, pero
bueno, eso ya lo corregiremos luego.
A media bajada, me cruzo con un grupillo de gente, entre los
que están Jordi y Kako, que me animan y toman alguna foto. Imagino que mis
“gracias” cada vez son más alicaídos. Llegando a Estany Gento veo a un japonés
que todavía va más alicaído que yo. No sé de dónde ha salido. Debe ser uno de
los que me ha pasado en Conangles. “Good luck” me dice. No se me ocurre nada
mejor así que le respondo lo mismo, mientras subo la rampa hacia el refugio,
donde me encuentro a Jordi y Àngela, la segunda unidad de mi super equipo de
apoyo (km81). Me lo tomo con calma. Carbohidratos, powerade al flasco, sandía,
geles a la mochila, charlar un poco… La llegada de Patrick me recuerda que estoy
en una carrera y que no me duerma en los laureles. El japonés ya se las ha
pirado, aunque tiene pinta de que lo pillaré. Salgo del refugio mientras llega
otro corredor más al que no tenía controlado. Oooops, pues sí que se está
animando la cosa.
Me acabo de dar cuenta de que llevo toda esta parrafada sin
hablar de posiciones. Lo cierto es que nunca supe con total certeza en qué
posición iba. Sobre Colomers nos dijeron que íbamos el 15 y 16 Alberto y yo.
Salí de Gento con la sensación de que pasando al japonés sería el 17. Si me
pasa Patrick 18 y ahora con este que llega el 19… Hombre el objetivo que se ha
ido dibujando durante la carrera es el de hacer de los 20 primeros. A ver si no
se tuerce la cosa y cumplimos. Salgo camino abajo pasando junto al teleférico y
un grupo de tres excursionistas. “Tu anaves al Gili!” (IES Samuel Gili i Gaia
es el nombre de mi instituto). Me giro y veo a un tío que venía a mi clase en
primero de BUP, un malote de cuidado. Uno de esos encuentros que suceden en las
montañas. Nos saludamos y sigo adelante, mientras llega Patrick por detrás. Con
el estrés meto el bastón entre dos rocas y oigo un “crack”. Mierda, se ha roto
el bastón. De momento aguanta, pero tiene mala pinta.
Tengo delante la penúltima subida, 300 metros de desnivel
hasta el Coll de la Font Sobirana. Una subida tendida y relativamente amable,
podría ser peor. En uno de los tramos trotables Patrick me alcanza y le dejo
pasar. Charlamos un poco, pero yo estoy haciendo recolecta de moléculas de
oxígeno y no quiero se me escape ni una, así que al final acabo diciendo “Oui,
oui” y seguimos en silencio. Me paro un poco antes del collado a atarme los
cordones y se me escapa. Hasta luego, empieza la bajada y se me va más todavía.
Me duelen los pies, el bastón no está como para apoyarse demasiado y mi torpeza
va en aumento. Poco antes de llegar al avituallamiento de Riquerna (km 85,5) me
encuentro a Tomás que me anima. Se agradece. En el avituallamiento, otra
sorpresa, el chico de Castellón que abandona. Así que mantengo la posición 17
(me había olvidado, habíamos pasado al japonés). Repongo agua y salgo a por la
última subida, 800 metros desnivel hasta el Port de Rus. Me giro y veo que
llega al avituallamiento el corredor nuevo que había visto en Estany Gento.
Bueno, yo a lo mío y si me tiene que pillar, al menos que le cueste.
Vulevo al modo subida pero al cabo de poco el bastón dice
que hasta aquí ha llegado. Se parte y el sistema este interno que tienen los
Black Diamond para desplegarse se va al garete. Continúo con el bastón roto en
una mano y apoyándome en el otro. El valle va presentando sucesivos repechos
sin dejar ver el collado al que se tiene que llegar. Afortunadamente vine por
aquí hace un mes y me lo conozco, con lo cual mi moral ya sabe a qué atenerse.
A pesar de la falta del bastón veo que me voy acercando poco a poco a Patrick,
aunque al mismo tiempo se me acerca también mi perseguidor, imagino que animado
al tener varias presas a la vista. De hecho en algún momento en que oteo el
horizonte para ver lo que me queda veo a dos o tres corredores en la última
pala. Deben ser Alberto, Iokin y quizá Gerard Morales. De todas formas la mayor
parte del rato me lo paso mirando al suelo y esperando escuchar en cualquier
momento unos bastones detrás de mí. Pero no llegan. De hecho a medida que la
pendiente se acentúa en el arreón final del puerto veo que mi perseguidor ha
perdido fuelle y la distancia se ha estabilizado y hasta ha aumentado un poco.
Unas últimas revueltas me dejan en lo alto del puerto, aproximadamente a un
minuto de Patrick, que no ha perdido el tiempo y ya baja a buen ritmo por el
otro lado.
Me concedo unos segundos para reponer líquido y emprendo el
descenso, decidido a seguir con la política de vender cara mi posición. Pero
las piernas están para lo que están y la transición subida-bajada me vuelve a
costar horrores. Bajo muy torpe y la falta de los palos (que ya he guardado en
la mochila) no me ayuda demasiado. Venga va, fuera malos pensamientos… Mira
dónde pones los pies… No mires atrás… Tienes que llegar abajo sin mirar atrás… Y así voy tirando, mientras las piernas parece que van
cambiando poco a poco de tercio y se adaptan un poco mejor. La llegada al
bosque, a la sombra y a un mejor sendero me ayudan a aumentar un poco el ritmo,
a pesar de un pequeño aterrizaje por el camino. De repente veo un cartel de “500m
refreshment”. Coño, ya estoy en el avituallamiento? Pensaba que estaba en el km
99,5… Imposible que haya bajado ya 9 kilómetros… Me miro el dorsal, donde está
dibujado el perfil de la carrera, y veo que hay un avituallamiento en el 96,50
que no tenía controlado. Sea como sea, he hecho estos 6kms en una media hora,
lo cual me anima. Veo a mis padres, a Jordi y a Àngela, lo cual me anima más
todavía. Les dejo los bastones, pego un trago de Aquarius y sigo adelante sin
perder ni un segundo.
Troto un kilómetro por la carretera. “Tranquil que no tens
ningú darrera” me dice Jordi al pasar con el coche. Mira qué bien, el chico que
venía tampoco debía ir muy fino y debe haber gastado su cartucho en el primer
tramo de la subida anterior. “El de davant anava lluny per això…”… “No, no,
res, avui no penso acabar com a Bastions… Aquest ritme i punto” (lo de Bastions
es porque hace un par de años acabé esprintando en una bajada con el amigo
Sanvi y me tuvieron que recoger con pala…). Hoy no, tal como iba bajando
Patrick, para pillarle tendría que ponerme a correr como un loco y aun así
probablemente me quedase con las ganas y llegaría hecho un cromo. Si quedo el
17 pues el 17, vamos a disfrutar estos últimos kilómetros en la medida de lo
posible. Me pasan también mis padres y les pido que se esperen también en el
avituallamiento del km99,5, que toda compañía es grata y así pego un último
trago de Aquarius. Dejo la carretera y bajo entre campos recién segados por
donde correr es sorprendentemente agradable incluso a estas alturas. Llega el
avituallamiento, el Aquarius y un último repecho por dentro de Taüll que nos
han puesto para que pasemos por al lado de la célebre iglesia. En la plaza del
pueblo hay bastante gente animando, entre ellos Nuria Picas, que ha tenido que
abandonar la prueba. Se acaba el repecho y las cintas me llevan por unas
callejuelas hasta la carretera. Cruzo y me meto por un sendero que va cortando
las revueltas hasta llegar a Boï. Es buena hora, así que hay más gente
animando. “Fan cara de cansats” oigo que dice una chica. Hombre pues sí, no
estoy en mi mejor momento. Salgo por un antiguo camino (Camí de l’Aigua, me
parece que ponían los carteles), donde hay unos chicos tocando un cencerro
enorme. No he oído como lo tocaban al paso de Patrick, así que está lejos. A
ver cuánto tardan en tocarlo detrás de mí… Nada, no lo oigo. Perfecto, sin estrés.
Y así voy bajando en dirección a Barruera. No veo el pueblo pero busco la
referencia del valle por donde sube la Cara Amon, donde se hizo el viernes la
prueba de kilómetro vertical. Ahí éstá. Se va acercando poco a poco, mientras
avanzo por un bonito sendero entre las últimas luces del día. No voy a
necesitar el frontal, eso sí que no me lo esperaba antes de la carrera. Llego
junto al río y aparece el ansiado cartel de último kilómetro. Ya se oye la meta.
Cruzo un puente colgante y empieza a haber más gente que me anima y me
felicita. Después de varias revueltas salgo a la pasarela de esta mañana para
cubrir los últimos 100 metros. Veo a Eli, Francesc, mi madre y mi padre, justo
antes de entrar en meta en 15h22’ y finalmente en 17ª posición de la
clasificación general y 16ª de la masculina (siempre por delante estuvo
Caroline Chaverot).
Patrick me da la mano y nos felicitamos. La verdad es que
tengo en la mente su imagen de la llegada en el Tor des Geants del año pasado y
haber llegado cerca suyo (él hizo 15h17) es una satisfacción. Hay que decir que
él hace mejor cara que aquel día. También nos felicitamos con Alberto, con
quien he compartido la mayor parte de la carrera y que ha llegado 15º en 15h14.
Estoy contento y como estos últimos kilómetros han sido relativamente
tranquilos, además tengo algo de aliento y se me nota. “Potser no n’ets
conscient però has fet una gran cursa” me dice Eli. Ya sabe que soy
inconformista por naturaleza, pero la verdad es que hoy estoy satisfecho. Me he
visto avanzando a ritmo de gente de buen nivel. Cierto que en las bajadas me he
notado peor que otros días, en parte por el golpe de esta mañana (aún hoy lo
tengo un poco hinchado) y en parte porque los cuádriceps han sufrido bastante
las largas bajadas de esta carrera. Cierto que viendo la clasificación, desde
el 11º hasta mí estamos en unos 20 minutos y que sin el bajón entre el
kilómetro 70 al 90 quizá podría haber arañado algún puesto más. Pero qué
narices, se ha hecho lo que se ha podido y la gestión de la carrera creo que ha
sido buena, con ambición pero con cabeza.
Total, que contento y con la cabeza y el estómago en su
sitio, cosa que me permite disfrutar de un rato de cachondeo entre mis padres,
Eli, Àngela y Jordi, que pone a prueba mi capacidad de almacenar datos
numéricos inútiles en mi cabeza, preguntándome alturas de ochomiles. Alberto
estaba por allí al lado y debía pensar que con menudo loco se había juntado…
Conclusión: buen balance de este primer objetivo de la
temporada, que me deja con ganas e ilusión para la segunda parte del año.
Próxima parada, campeonato de Europa de Rogaine, el último fin de semana de
agosto. Ahora a descansar, a caminar y a tocar mapas, a ver si afinamos el
olfato y hacemos un buen papel.
Y lo más importante de todo. En el éxito de esta carrera
tiene mucha parte de culpa el envidiable equipo de apoyo que estuvo animando y
asistiéndome en casi todos los avituallamientos. Mis padres, Kike, Elena,
Jordi, Àngela… No sé si haremos “pit stops” de Fórmula 1, pero juntos sumamos y
además lo pasamos bien.
Besos y abrazos
P.D: pequeño anejo técnico sobre material y gestión de la carrera
- Tema mochila: la Skin5 de Salomon: la verdad es que es un lujo de mochila (cierto que también cuesta como tal). No se mueve nada, si eres ordenado el material es bastante accesible, incluso cosas que lleves en el bolsillo exterior de la espalda. A nivel de capacidad, cunde mucho, incluso en carreras como esta donde llevaba prenda de manga larga (y que no abultaba especialmente poco), impermeable y pantalones impermeables.
- Zapatillas: Hasta Espot (km67) la Salomon S-Wings
(http://www.trailrunningreview.com/es/Salomon-S-Lab-Wings/REVIEW--977.html)
Las zapatillas en si son muy buenas. Quizá algo duras para el que le guste la amortiguación, pero permiten un correr ágil y dinámico. La suela agarra razonablemente bien, incluso en días húmedos como el sábado. En hierba mojada evidentemente no hay milagros. Ya os he comentado el problema de las plantillas. Ya venía una de ellas algo arrugada de la carrera anterior. Aquí a la que se mojaron se me salieron las dos como si tuvieran vida propia. No entiendo cómo narices puede llegar a salirse una plantilla que tienes metida debajo del pie, pero es un problema y a Alberto le pasó lo mismo, tanto con este modelo como con la versión Softground (la misma pero en negro y con tacos).
De Espot a la meta, las Inferno 3.0 de Tecnica. Son un guante. Llegué a Espot con los pies doloridos, en parte por el golpe de la mañana y en parte porque me da que yo con las Salomon a la que paso de 50-60 empiezo a sufrir. Las Tecnica me dieron un respiro, aunque sin milagros. No son un milagro de agarre, pero correcto. Muy contento con ellas.
De momento ninguna de las dos se rompe (qué menos, cuando no llevan ni 200kms...)
- Bastones Black Diamond: ligeros, sistema de extensión cómodo, no tanto para plegarlos (quizá algo de aceite en el botoncillo vaya bien, el mío estaba hasta algo oxidado y cuesta apretarlo). Como os decía se me rompió uno. No fue problema del bastón. Se me metió en un agujero cuando iba trotando y no reaccioné a tiempo. El viaje que le pegué fue importante. Una cosa que observé durante la carrera es que el sistema de la dragonera es importante. Los Black Diamond tienen el clásico lazo por el que metes la mano y te ayuda a aprovechar mejor el esfuerzo (las agujetas en los brazos lo confirman). El problema es que entonces para coger algo de la mochila cuesta mucho y eso se traduce en que esperas a que acabe la subida para comer, total que comes menos (a no ser que saques las manos de la dragonera, cojas los bastones con una mano, etc. pero estás metido en el ritmo y no lo haces). Eso me hace valorar más otros modelos donde la dragonera es extraible (hay unos Leki así, no sé si alguno más...)
- Comida:
- Minibocadillos de queso con mermelada: me acabé comiendo sólo uno. Me costó de pasar y les cogí manía.
- Membrillo: en formato quesitos, un valor seguro, aunque según como te pringan la mochila
- Bebida de carbohidratos: para los avituallamientos de Conangles, Pont de Ressec, Espot (acabó siendo en Super Espot) y Estany Gento. No tengo aquí la marca, pero llevan también algo de proteinas, cosa que va bien, Francesc & Eli dixit). Medio bidón cada vez, que si no con tanto líquido sales con la barriga que explota.
- Un tupper de spaguettis en Espot
- Picoteo en los avituallamientos: la consabida fruta (plátano, melón y sandía) y esta vez me dio por unas minipalmeras que ponían
- Bebida: prácticamente siempre, agua en un lado y sales en el otro. Las sales o bien Powerade si las reponía de lo mío, o bien el isotónico que daban en el avituallamiento que no sé cual era...
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