Marchando una de Ultras...
Aprovechando que el mes de mayo en Francia está plagado de días de vacaciones, este mes de mayo voy a bajar casi todos los fines de semana por tierras catalanas para participar en diferentes carreras. Los próximos tres findes estarán enfocados al tema orientación, pero en este primero el objetivo era la Montsec Ultratrail, principal carrera larga de preparación de cara a la Ronda dels Cims a finales del mes de junio. 95kkms con unos 5500m de desnivel, por una zona bonita y algo desconocida para el corremontes catalán, organizada por los amigos de Ultra Lleida con Dani y Txuano a la cabeza. Terreno técnico, subidas duras y calor ahora que empezamos a acercarnos al verano.
¿Y cómo me presentaba yo a esta carrera? Pues preocupado... El Lyon Urban Trail de hace dos semanas, con todas sus callejuelas, sus escaleras y su asfalto, me dejó con una molestia en la rodilla que he estado tratando a base de hielo y pomada. La semana después de la carrera hice dos entrenos con sensaciones dudosas y esta semana pasada salí a correr el lunes y a los 20 minutos me paré porque la molestia seguí ahí, burlona e implacable. No era un gran dolor, puedes ir haciendo, pero era como tener a alguien metiéndote el dedo en el ojo. Una carrera de 100kms no parecía el remedio óptimo, pero parar dos o tres semanas en este tramo importante de la preparación me daba bastante palo, así que decidí salir y ver definitivamente hacia dónde iba la cosa. En medio de un pesimismo importante y con la inseguridad sobre si estaba haciendo lo correcto, nos presentamos el viernes por la noche en Àger, con mis padres y con Ruben, que también participa en la carrera. La salida es a las 11 desde el centro del pueblo. Me encuentro con muchos amigos y gente conocida, Lluis ("Sanvi", quien descubro que es uno de los esforzados que se lee estos relatos y con quien comentamos la cerveza que tenemos pendiente para la llegada...), Joel, Kako, Albert,... y Dani de Ultra Lleida, maestro de ceremonias y uno de los principales impulsores de la carrera. Me meto en el recinto de la salida y me quedo en un rincón sin demasiadas ganas de hablar. Con las campanadas Dani da la salida y salimos por unas callejuelas en dirección a la montaña, a los kilómetros... Ha llegado la hora de ver cómo está esta rodilla.
Salimos del pueblo por una serie de pistas y enseguida nos quedamos en cabeza, Lluis, yo y Josep Cuadrat, con permiso de Lluis, claro favorito para ganar la carrera. Josep va muy fácil y va charlando tranquilamente. Yo enseguida me callo y me quedo detrás de ellos dos guardando aliento, que seguro que me va a hacer falta. Llegamos al sendero y Josep tira para delante al trote y Lluis y yo nos quedamos detrás en modo caminante. Me gusta el panorama, a ver si podemos ir tirando juntos que siempre se hace más ameno. Vamos subiendo y poniéndonos al día sobre nuestras respectivas vidas, sobre todo cuando la pendiente es un poco generosa.
Y asi llegamos a lo alto de la primera subida, donde hay un
avituallamiento que pasamos de largo. Viene ahora un tramo de pista que va
tirando para abajo durante varios kilómetros. Es el momento de la verdad, de
ver qué tal está realmente esta rodilla. Amplio la zancada tanteando el terreno
e intentando pisar de metatarso para suavizar el impacto. Noto la rodilla rara,
probablemente debido en parte a la obsesión, pero no parece haber un dolor
concreto. No estoy convencido pero al menos la respuesta no es claramente
negativa, que ya es algo. Mientras sigo con este debate interior, Lluis se va
separando hacia delante. Da igual, lo primero es comprobar que puedo llevar un
ritmo de crucero aceptable. Parece que sí...
(... lo siento, aquí es de noche y no hay fotos...)
La pista gira a la derecha y al poco rato me meto por un senderillo más empinado a la izquierda. Un poco más abajo veo las luces de Lluis y de Josep, que ahora van juntos y están a 1 o 2 minutos por delante. Siguiente paso para la rodilla, sendero empinado. A ver qué tal… parece que no empeora… bueno, vamos a intentar olvidarnos de ella. Más vale, y concentrarme en el camino, porque estoy en medio de un campo donde no veo marcas. Barriendo con el frontal consigo ver una allá al final. Me lleva a un bosquecillo por donde va bajando el sendero, que casi no se ve. Bajo con muchas dudas y al final acabo en un trozo de pseudo-camino por donde al cabo de 100 o 200 metros no he visto marca… Decido volver atrás, si me voy a Cuenca puede ser peor. Las luces de Lluis y Josep están por allá abajo pero demasiado lejos como para ir campo a través. Llego hasta la última marca y busco, hasta que al poco rato llega una luz. “Conoces el camino?” “Si, vas bien!” Perfecto, es Ruben! De él me fío sin ningún problema, que se conoce todas las piedras del lugar. Bajamos un ratillo juntos por terreno bastante técnico y poco a poco el camino va mejorando a medida que nos acercamos al Congost de Terradets y la Font de les Bagasses, punto del segundo avituallamiento. En el último tramo de bajada Rubén ha quedado un poco más atrás así que llego al avituallamiento sólo. Me encuentro a mis padres por primera vez a lo largo de ese gran seguimiento que me hicieron durante la carrera. Le echo algo de pomada a la rodilla y tiro adelante. Vamos a por la siguiente subida!
Esta me la conozco. Es la subida que va hacia el pueblo
abandonado de Rúbies y después gira hacia la Portella Blanca. Sendero bueno y
subida relativamente tendida, aunque con algún corto tramo más empinado, sobre
todo al final. De esas que son de caminar mucho con paso amplio, en principio
de las que me van bien. Cojo el ritmo y así voy pasando la madrugada. Llevo una
buena velocidad y creo que me voy separando de los de detrás, pero entre el
bosque tampoco veo las luces de Lluis y Josep, así que la subida transcurre de
forma bastante solitaria. No es problema, caminar por el bosque bajo el cielo
estrellado, con las luces adormecidas de Camarasa y Balaguer allá al fondo es
uno de esos grandes momentos de las carreras. Llego a Rúbies y el terreno se
abre. Veo las dos luces de delante, una ya cerca de la subida final a la
Portella Blanca y la otra más a la derecha, que acaba de finalizar el primer
repecho hacia el collado. La segunda luz me debe llevar unos 5 o 6 minutos, así
que me animo y voy a por este último tramo de subida. Las fuerzas aguantan, el
terreno no es muy complicado y además me lo conozco, así que llego a la
Portella Blanca con bastantes buenas sensaciones.
La ruta gira a la derecha y alterna una serie de subidas y
bajadas hasta la entrada al Camí de les Cent Corbes. Aprovecho para comer algo
y voy avanzado por el estrecho senderillo. Intento correr pero entre los
árboles y algunas rocas se hace complicado. Los primeros apoyos de bajada
vuelven a llevar mi mente hacia mi rodilla. Este flanqueo me lleva a hacer
apoyos raros y me vuelve a coger algo de miedo, que se traduce en torpeza. Sigo
sin un dolor concreto, pero con pequeñas molestias que van de aquí para allá y
me tienen mosqueado. El hecho de llegar a la bajada definitiva no mejora mi
feeling. Se trata de una eterna sucesión de revueltas que hacen honor al nombre
del camino. Definitivamente hay muchas más de 100 curvas. No las conté, pero
estoy convencido. Además el sendero es muy pedregoso y eso no me ayuda. Cada
vez que freno en una revuelta pienso en mi rodilla. Intento frenar siempre con
la izquierda, bajar con precaución, pero en la bajada precaución suele ser
sinónimo de lentitud... En fin, no siento confianza para lanzarme más así que
voy tirando y ya pasaremos este tramo. Al menos la cosa va bastante mejor de lo
que esperaba antes de empezar la carrera.
Por fin acaba el sendero, y tras un tramo de pista llego a
un nuevo avituallamiento. Sorpresa, me encuentro a Josep con una bolsa de hielo
en el pie. Se ha torcido el tobillo y no puede continuar. Eso me hace ganar una
posición (que nunca hubiese ganado ni en la mejor de mis carreras) pero la
verdad es que cuando pasas a alguien porque se ha lesionado te sientes como
medio sucio. En fin, es mala suerte y cosas que pueden pasar. Cojo un par de
naranjas y poca cosa más, porque llevo mucho en la mochila (demasiado, debería
estar comiendo más… ya me acordaré…). Animo a Josep y sigo adelante. Viene
ahora un tramo de pistas por el que ruedo a buen ritmo y con menos preocupación
que en el sendero técnico. Voy bien de fuerzas y el camino es de piloto
automático y los kilómetros pasan rápido mientras el repertorio musical del día se repite en mi mente (hoy, Els Amics de les Arts, creo que me pasé 90 kilómetros entre "L'home que treballa fent de gos" y "4-3-3", hasta que en el último tramo vino al rescate una de Skalariak de la que solo me sé un estribillo que dice "sarri, sarri, sarri..."... y así todo el rato... qué coñazo es cuando se te mete en la cabeza una canción de la que sólo te sabes 5 segundos...). En fin, finalmente llego al
Congost de Terradets, donde vuelvo a encontrar a mis padres, nada menos que a
las 4 de la mañana. Mi padre me dice que Lluis ha pasado hace 17 minutos. Me ha
sacado distancia pero podría ser peor y aún queda mucho. A ver qué tal voy
regulando y si consigo llegar con fuerzas al final igual puedo darle guerra.
Tenemos una cerveza pendiente, pero como le vuelva a pasar en la última bajada
como en Bastions igual me la tira por la cabeza ;-) … Pero bueno, céntrate en
lo que viene y deja de pensar en el final, que siempre estás igual…
Lo que viene es una subida por el Barranc del Bosc, que no
conozco. La afronto mientras me como una tarta de manzana en un tramo relativamente
sencillo. El sendero sube lentamente y se mete hacia el fondo del valle cuando
en una de estas veo la luz de Lluis allá delante. No está a 17 minutos… me
habrá dicho 7 mi padre? Estará cansado y le he recortado? Qué raro… De todas
formas me animo y sigo avanzando con la impresión de que le voy a alcanzar
(iluso…). Me confío (error…) y en lugar de apretar en la siguiente subida me
relajo y en algunos tramos trotables sigo caminando, como si Lluis fuese a caer
por su propio peso (entre que pesa poco y que los tiene cuadrados… no es de
esos, jejeje). Después de un repecho más empinado el camino sigue subiendo
lentamente por terreno más suave pero donde la orientación es algo complicada.
Tiene que haber un avituallamiento por aquí, pero no llega nunca. No conozco
esta zona y este tramo se me hace largo, señal también de que las piernas
pierden algo de la alegría que tenían hace un rato. Cuando ya empiezo a dudar
de la existencia del avituallamiento llego por fin a una pista donde encuentro
un jeep y el prometido punto de asistencia. “¿Te has perdido?”… ”Al principio,
pero no en este tramo, por?”… “Es que el chico de Andorra que va delante nos ha
dicho que se ha perdido 10 minutos en esta subida”… Ahora entiendo las cosas…
Ya consciente de la ausencia de méritos por mi parte, sigo
adelante con un cierto bajón moral. Así que no estaba yendo más rápido que
Lluis, sino que ha se ha despistado y a estas horas ya debe haber vuelto a
poner el turbo. Bueno pues nada, vuelvo a lo mío, que es intentar no perderme
por este sendero traicionero y trotar lo más dignamente posible por una pista
que pica hacia arriba y que me deja en el siguiente avituallamiento, cerca de
Moror. Vuelvo a encontrar a mis padres, pero esta vez ni me dan referencias ni
las pregunto. Da igual, hago mi vida, mi ritmo y ya llegaré donde tenga que
llegar. Cómo algo en el avituallamiento, pero cada vez menos sólido. Llevo
desde el inicio de la carrera con malas sensaciones en el estómago. Ya de
salida he notado que el plato de espaguetis de la cena no acababa de procesarse
(probablemente por los nervios) y después la verdad es que he comido un par de
bollos que tampoco me acaban de bajar bien. A las sales les he cogido asco y
las he descartado y cambiado ya por Aquarius. Lo único que va pasando bien es
el membrillo, pero hace falta algo más…
De todas formas el paso por el avituallamiento me renueva
las fuerzas y salgo algo más fuerte. Tengo un momento de confusión en un desvío
donde no veo marcas pero resuelvo el entuerto y llego al pie de la subida
definitiva hacia Sant Alis. Me lanzo a ella con buen paso, buen ritmo de
bastones y con el motor procesando el último membrillo, el caldo y la naranja
del avituallamiento. Así voy ganando desnivel, mientras hacia el este se
empiezan a intuir las luces del amanecer. Esa dinámica dura más o menos hasta
los 1100 metros de altura. Ahí lenta pero inexorablemente mi alegría en el paso
decrece, mi ritmo se va hundiendo y mi mirada va buscando desesperadamente el
final de la montaña. La luz de la reserva se enciende en forma de agujero en el
estómago. Me como medio plátano que he cogido en el avituallamiento, pero es
demasiado tarde. La sensación de vacío estomacal hace que el plátano me entre
mal y hasta me cuente tragarlo. Serás imbécil… es cuando vas animado y te
sientes bien que tienes que comer… En fin, con un ritmo bastante cansino llego
a lo alto de la montaña y salgo a una pistilla desdibujada. Parece que el
terreno es llano… Vaya, me toca trotar… Lo hago a un ritmo bastante ridículo, y
cada vez que el terreno se empina algo, me pongo a caminar. Al final llega lo
inevitable. Después de las experiencias del Chad y la Patagonia, he aquí la
tercera entrega de “Crisis en el kilómetro 55”. Mi estómago hace una pirueta y
llama a la puerta, llegan las náuseas y servidor parado apoyado en los
bastones, viendo venir las arcadas. No sale nada… Lo intento, porque sé que
después me sentiré mejor, pero no hay manera. De todas formas a base de
berridos parece que el interior se estabiliza mínimamente y al menos puedo seguir
avanzando. Si, el ya célebre bonus track que me debería permitir llegar al
avituallamiento, que está a unos dos kilómetros. El final de la subida y el
descenso por pista asfaltada ayudan a que recupere algo mi estado. Encontrarme
nuevamente con mis padres y ver el equipo de apoyo ampliado con mi hermano y
Elena es definitivo. 10 minutos después de estar apoyado en mis bastones con
aire de nonagenario estoy comiéndome una llesca de pan con tomate y jamón con
un humor relativamente bueno.
En vista del panorama y como me dicen que le llevo 25
minutos al tercero (que parece ser el Ruben), decido parar bien y comer con
tranquilidad intentando que entre bien. Me siento y charlo un poco con Olga,
que se encarga del avituallamiento, con mis padres, con mi hermano, Elena…
Realmente no sé cómo quedaré pero en la modalidad equipo de “supporters” somos
primeros destacados. Ya con el pan, el jamón y la naranja dentro, me levanto y
me dispongo a continuar, cuando en estas que aparece un corredor a unos 200
metros. Jops, no eran 25 minutos? “Bufff, no me hagáis esto…”, lanzo con una
sonrisa de resignación. Así que con algo de estrés renovado me lanzo por el
tobogán que inicia el descenso y troto camino abajo. El tramo es favorable en
cuanto a desnivel, pero incómodo, con muchas piedras. De todas formas la
aparición de nuevos problemas ha hecho que la rodilla haya quedado en el olvido
y bajo bastante bien. La bajada se me pasa relativamente rápido y llego a una
serie de pistillas que me llevan hacia Alsamora. En el último sendero antes de
llegar al pueblo me vuelvo a encontrar con el equipo de apoyo, a pesar de que
no estaba previsto. Nuevamente, chapeau!
Vuelvo a comer una llesca de pan con jamón y algo de fruta y
sigo. Mi padre me dice que en este tramo he mantenido la distancia con Lluis
así que eso quiere decir que he recuperado ritmo (no era difícil) respecto del
anterior. Salgo del pueblo por una serie de senderillos que van subiendo y
bajando. Voy bien, nuevamente gracias a lo que acabo de comer y me vuelvo a
encontrar con fuerzas de correr a buen ritmo y trotar incluso en las subidas
siempre que no sean muy empinadas. Por última vez, albergo esperanzas de
al menos recortar distancia con respecto
a Lluis. Este tramo que viene ahora hasta Montrebei es muy traicionero, con
varias subidas duras de esas que casi no salen en el perfil. La primera la paso
muy bien, la segunda bien, la tercera normal y la cuarta regular, lógica
evolución que repite lo de hace un rato subiendo al Montsec. No he aprendido, y
en lugar de comer cuando voy bien aunque no tenga hambre, dejo que vuelva a
aparecer el agujero en el estómago. Afortunadamente aparece en terreno
favorable, ya llegando al Congost de Montrebei. Este tramo era neutralizado y
en teoría estaba prohibido correr, así que paso andando a buen ritmo intentando
no estorbar demasiado a los caminantes que empiezan a abarrotar el recorrido.
Una vez se abre el panorama vuelvo a trotar y cojo el desvío a la izquierda que
tiene que llevar al avituallamiento del Pla de Sant Lluis. No conozco la zona
pero no debe de estar muy lejos a juzgar por lo que ponía en el perfil.
Al cabo de un poco me encuentro un hombre que baja y me dice
que el avituallamiento está a “10 minutos”. Iluso de mí, pienso que igual son
10 minutos a ritmo de paseo y que estoy ya muy cerca… Ni de coña. Voy subiendo
y no aparece. El calor aprieta y se me acaba el agua y me quedan dos tragos de
Aquarius. Al cabo de bastante más de 10 minutos llego a una casa. Tiene que ser
ahí… Hay gente, pero no veo ningún puesto de avituallamiento. Pregunto a una
pareja que están sentados y no saben muy bien de que les hablo, pero me dan
agua. Acepto el trago. En estas aparece Ruben por el camino. “Qué tal?”… “Pues
aquí, vacío y buscando el avituallamiento desesperadamente”. Seguimos juntos y
me dice que no queda mucho, que está detrás de unos árboles. Será porque voy
mirando al suelo pero no sé a qué árboles se refiere… ¿Esos de ahí delante?...
Llegamos y no… Giramos a izquierda, más árboles… “Ahí delante!” Vale, será que
lo ha visto ya… Nada, ni rastro… Medio enfadado con actitud de niño de “ya
llegamos???” decido olvidarme del camino, de lo que queda, no preguntar y
simplemente avanzar. Por el lado positivo pienso que cuanto más subimos antes
del avituallamiento, menos queda después del avituallamiento (el que no se
contenta es porque no quiere). Ruben me propone que lleguemos juntos y yo le
digo que si le aguanto, cosa que no tengo nada clara, OK, pero que si ve que
voy más lento que tire, no vaya a ser que por esperarme pierda más posiciones.
Una eternidad después y acordándome de la madre del de los “10 minutos”
llegamos al avituallamiento. Pido que me rellenen coca-cola y Aquarius y
empiezo a comer fruta, concretamente un melón buenísimo que sabía a gloria.
Ruben coge un par de cosas y me dice que si tiramos… “Tira, tira, yo necesito
comer, si no no voy a ningún lado”… “OK tio, ho sento pero tiro…” No hay
motivo, cada uno va al ritmo que va en cada momento y a mí en ese momento el
cuerpo me exige comer, concretamente otra llesca de pan con tomate que me
sirven amablemente en el avituallamiento. Con la batería necesaria para
afrontar el último tramo, espero…
Salgo por una pista ya sin Ruben a la vista y enseguida cojo
un camino a la izquierda. Mira hacia arriba. Pinta que esto va a ser duro.
Efectivamente, el camino se convierte en un sendero de piedra desecha donde
traccionar es realmente complicado. Aprieto con los bastones y voy subiendo a
un ritmo bastante lamentable, a pesar de la energía adicional por haber comido.
“Vinga Albert! Que et pesa el cul!!” Joder, y las pestañas… Miro hacia arriba y
veo a Tomas, que tendría que haber competido pero se lesionó hace unos días y
hoy retoma los pateos. Llego a su altura y, imagino que en vista de que no hago
muy buena cara, añade un “Vinga que no queda res!”… “no me mintáis más,
cabrones” le digo en broma. Y sigo con mi ascensión en modo arista cimera del
Everest. De repente aparece un corredor de frente bajando disparado. En medio
del esfuerzo me cuesta un momento darme cuenta de que es un corredor de la
maratón que se corre simultáneamente. Qué raro… hubiese jurado que el recorrido
iba en el mismo sentido que el nuestro. En fin, yo sigo con lo mío. Aparecen
otros dos o tres, me aparto levemente pero no doy para mucho más. El terreno se
va complicando y me cruzo con algún otro en plena trepada. Empiezo a
preocuparme… ¿cómo puede ser que vayamos en sentido opuesto?... Esto va a ser
un caos (no me enteré muy bien pero parece ser que alguien cambio un cartel y
hubo una confusión que llevó a muchos corredores a coger un desvío en dirección
opuesta). Ajeno a las explicaciones de la situación, sigo subiendo por una
trepada cada vez más complicada. Tomás y su perro me adelantan para ir a buscar
a Ruben, que va algo más adelante. Yo voy mirando de reojo, preocupado por
posibles piedras desprendidas por corredores que bajen embalados. Al final
llego arriba y salgo a un rellano. Ya ha pasado lo peor. Veo a Ruben y Tomás
más cerca de lo que esperaba, empezando a trotar por una pista que recorre lo
alto de la montaña hacia la derecha. Cruzo un campo y me animo a trotar, a ver
si les alcanzo y puedo hacer el último tramo con ellos y llegar con Ruben como
habíamos comentado. La pista es una sucesión de repechos y toboganes. En cada
repecho intento aguantar el trote hasta un poco más lejos que Ruben y Tomás y
de esa forma me voy acercando. Y en una de estas me da por girarme atrás…
Mierda, apareciendo por el borde de la trepada anterior veo
a al menos dos corredores que avanzan a muy buen ritmo. Vaya, así que va a tocar
luchar por el pódium… Lo que faltaba. Aprieto el paso, para alcanzar a Ruben
pero sobre todo para huir de los perseguidores. Pienso que deben ser Kako y
Joel, que iban a hacer la carrera juntos. Tienen buenas piernas y parecen ir
muy fuertes. Mirando hacia delante veo que me acerco cada vez más a Ruben y
llegando al Coll d’Ares estoy a unos 60 u 80 metros. Subo el último repecho
encendido, entre los ánimos nuevamente de mis padres, Elena, mi hermano y dos
amigos que por si fuera poco, se han unido a mi hinchada particular. Cojo tres
trozos de naranja y sigo casi sin parar.
Empiezo a bajar por un sendero que corta las revueltas de la
carretera. Ruben está unos metros más adelante, se gira y me espera. Le grito y
le hago señas para que tire. Aprieto el paso y llego a su altura. “Vienen dos
por detrás, tira, tira…” Bajamos por la carretera con paso y estrés renovado.
“Deuen ser el Kako y el Joel”… “Segur?”… “Si, si, tira”. Y así nos lanzamos por
la carretera, pero yo después del esfuerzo para alcanzar a Ruben y con el melón
y la llesca de pan ya en el dedo meñique del pie, vuelvo a estar off. Me dejo
ir… “Tira Ruben, ja faré el que pugui”… “Que no collons, que arribem junts”. La
situación me recuerda a hace un par de años en la Ronda dels Cims, cuando
después de compartir más de 100 kilómetros con Francesc en el último collado le
dije que tirase que yo bajaba tranquilo. “No home no, arribem junts!”… Supongo
que son de esas cosas que hacen diferente este deporte…
Así que aprieto los dientes y aguanto el tipo como puedo,
imagino que también porque Rubén controla y contiene su ritmo. Me va animando,
cosa que agradezco infinitamente. Cogemos un desvío a la izquierda y otro a
derecha para cruzar un campo, subir un pequeño repecho y lanzarnos al otro lado
por un sendero que baja hacia una ermita. Aquí el terreno se vuelve más técnico
y voy mejor… bueno, digamos que paso del estado “un poco mejor que muerto” al
estado “reventado”. Me cuesta menos seguir el ritmo de Rubén y recupero algo de
moral. Al menos lo pelearemos… Sinceramente hasta ahí estaba convencido de que
nos pillaban… Salimos a una pista pero la cruzamos por un sendero que baja
directo. Mientras se trata de bajar a saco por sendero voy bien (qué lejos
aquellos problemas con la rodilla… fuera de toda lógica), pero más adelante
cogemos definitivamente la pista, el ritmo se incrementa y me cuesta más. Me
voy girando y no veo a nadie, mientras que hacia delante el pueblo se acerca
lentamente ¿Llegaremos?... Hay un par de rectas en las que recupero alguna
neurona para hacer algunos cálculos. Unos 300 metros… me giro, no hay nadie…
quedan menos de 2kms… quieras que no vamos sobre 4:30 el km… hombre, rápido
tendrían que ir para cogernos. Me empiezo a tranquilizar, mientras llegamos a
las primeras casas del pueblo. Le agradezco a Ruben lo que ha hecho y nos
calmamos algo los últimos 200 metros. Una bonita carrera, dura, con terreno bastante
técnico en muchos tramos y que recordaré por esa muestra de compañerismo, y
haber compartido una llegada, después de haber compartido entrenos otras veces.
Por fin aparece la meta, tras una curva a la derecha. Entramos andando con las
manos en alto, con los gritos al micro de Dani, nuevamente con mis padres allí,
Quique, Elena, también los padres de Ruben, Lluis aplaudiendo… “A mí pídemela
con limón, que si no me muero…”
P.D: Felicidades a Lluis que hizo un carrerón, e igualmente
a Rubén que hizo mucho menos tiempo del que tenía previsto. Por mi parte, analizando la carrera un poco más fríamente,
en el lado positivo pondría el haber luchado al final (buena parte de culpa la
tienen los ánimos y broncas productivas de Ruben) y el hecho de que la rodilla
haya respondido mucho mejor de los esperado, aunque la inseguridad inicial haya
afectado más o menos mi ritmo. En el negativo, la gestión de la alimentación.
Estas carreras son también cabeza. Si te cansas de cabeza y no eres constante y
tozudo comiendo, no vales. En cada tramo de la segunda mitad de carrera he
sentido el subidón tras comer y el bajón 5 o 6kms más allá. Claro síntoma de
falta de comida. Parece mentira que con la de tiempo que llevo en esto siga
siendo incapaz… En fin, otro día más!
Bravo !!!!!
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