Aprovecho la buena conexión de este hostal de Buenos Aires para hacer la crónica de los últimos días de viaje. Mañana, rumbo a Europa y el viernes a trabajaaaaal... :-s (pero con las pilas cargadas...)
Lo dejamos en Villa O'Higgins, un pueblecito con aires de colonización recién llevada a cabo. Final de la carretera austral y punto que da acceso a un cruce fronterizo a Argentina bastante aventurero y accidentado. A ello vamos...
28 de febrero:
Tocó levantarse pronto para tomar el bus que lleva al embarcadero del Lago O'Higgins, donde nos subimos al barco que cruza el lago. Si alguien piensa que en un lago no hay olas... el viento del oeste menea el agua que da gusto y el barco se mueve más que un garbanzo en la boca de un viejo. El paisaje era espectacular y estuvimos un rato haciendo fotos hasta que quedamos empapados por el oleaje y decidimos retirarnos al interior. Ya nos mojaríamos más tarde. ¿Quién eramos "nosotros"? El equipo que nos juntamos para el cruce estaba formado por:
Felix: un alemán de Frankfurt que lleva 10 meses bajando en bici desde México y va para un par de años dando vueltas por Sudamérica
Carlo: ya os he hablado de él. Compañero de banquetes carnívoros, caminatas en busca del Cerro Torre, un simpático italiano que recorre en bici la Patagonia desde Valdivia a Ushuaia
Célia: mención especial para esta agradable e interesante chica francesa de 21 años que en su primer viaje en bici, lleva seis meses recorriendo desde Ecuador hasta la Patagonia. De esas personas que te encuentras viajando y que despiertan tu admiración por su capacidad de iniciativa y valentía.
Ya veis que lo mío era como una salida de fin de semana comparado con mis compañeros. Célia estaba bastante preocupada (y con razón) por el cruce a Argentina con la bici cargada con las alforjas. Sacando el lado caballeresco mediterráneo Carlo y yo propusimos echarle una mano. Así nos presentamos en Candelario Mansilla, puesto de control de pasaportes chileno y punto donde empieza un tramo de 22 kilómetros entre pista y sendero hasta el puesto fronterizo argentino. Ensayando diferentes combinaciones para llevar mochilas, bicis y alforjas, encontramos el rendimiento óptimo en el siguiente sistema:
-Bajadas y llano: yo con mi mochila en la bici de Célia y Célia subida en el cuadro de la bici de Carlo
-Subidas: Célia y yo empujando su bici y Carlo subiendo con la suya (un maestro del equilibrio, nunca el pie al suelo)
-Sendero: freestyle, supervivencia, orgullo...
Los primeros 16kms eran de pista y excepto un tramo donde el viento soplaba de lo lindo en una pista de aterrizaje en medio de ninguna parte, el resto se podía ir haciendo. Mi espalda tendría algo que objetar a ello... Después del hito fronterizo llegó el sendero y la cosa se puso más peliaguda. Raíces, ríos, tramos de barro con el pie hasta el tobillo... Nos lo tomamos con bastante buen humor y acabamos cantando Bella Ciao, la marsellesa y algún que otro tema que no recuerdo. No sé cómo sobrevivieron las bicis a semejante traqueteo con las alforjas cargadas hasta los topes. Apremiados por unas nubes amenazadores y por el horario de la barca posterior en la Laguna del Desierto, llegamos al puesto fronterizo argentino (salida de la barca) justo a tiempo. No os negaré que fue duro, el alivio al quitarme la mochila fue indescriptible. Una vez cruzado el lago nos instalamos en un camping en medio de la lluvia. Definitivamente el buen tiempo del que había disfrutado en todo el viaje había cambiado. En fin, no se puede tener todo...
1 de marzo:
Después de una noche de lluvia llegó una mañana de lluvia. Pocas ganas de ir en bici unos y de caminar otros. Los primeros en salir fueron una pareja de neozelandeses. ¿No os los he presentado? Una pareja de unos 65 años que viajan en bici de Santiago a Punta Arenas. Profesores de deportes outdoor, gente muy muy curtida, demostraron su veteranía ignorando la lluvia mientras los perezosos jovenzuelos mirábamos desde un cobertizo con una mezcla de admiración y culpabilidad. Por mi parte finalmente salí con la mochila cruzando los dedos para que algún coche se apiadase de mí y tuviese que hacer los menos posible de los 37kms que había hasta el Chaltén. Finalmente fueron unos 12kms bajo la lluvia antes de que una simpática pareja de argentinos de Rosario (aunque él fuese del Madrid) que ya habían recogido a dos chicas chilenas por el camino. De camino a El Chaltén salió el sol, al menos en el valle, aunque el viento que hacía era para nota. La tarde fue de bastante relax. Entre la comida y la cena empezamos con Carlo la conquista de los restaurantes de la localidad. La parrillada de la noche no estuvo nada nada mal.
2 de marzo:
Una vez decidido que me quedaba en el Chaltén hasta el martes e iba directamente al aeropuerto de El Calafate renunciando al Perito Moreno (que ya vi hace unos años), el objetivo del día era intentar ver el Cerro Torre y/o el Fitz Roy, las dos montañas estrella de la zona. El panorama meteorológico era poco alentador. Salimos con Carlo de buena mañana rumbo al Cerro Torre. No llovió, vimos el impresionante glaciar de la cabecera del valle, pero como pasase aquella noche de fin de año de 2007-2008, me quedé con las ganas de ver la que para muchos es la montaña más bonita del mundo. Aceptado el fracaso en el primer objetivo, seguimos caminando a través de un collado para llegar al clásico mirador del Fitz Roy. Resultado parecido. Lástima... Me tocará venir una tercera vez. Por la noche optamos por una solución de buena relación cantidad/precio y fuimos a arrasar la parrilla de un tenedor libre. Después de 2000 kilómetros en bicicleta Carlo es una especie de agujero negro. Vaya par, se juntó el hambre con las ganas de comer, y nunca mejor dicho...
3 de marzo:
Y así llegamos al día de hoy, ya con aires de final de viaje y con pocas energías. Autobús a El Calafate, vuelo que salía dos horas más tarde de lo que yo pensaba y tres horas de avión a Buenos Aires. Los puntos positivos del día son la tercera parrillada consecutiva y el haber encontrado un hostal con buena conexión a Internet para poder subir fotos y martirizaros con mis crónicas.
Mañana por la tarde tomo el avión a París, a donde llego el jueves al mediodía y de ahí en Blablacar a Lyon.
Qué decir de este viaje... La verdad es que han sido 25 días interesantes. Estoy muy contento de haber recuperado la dinámica mochilera que te lleva a improvisar, a cambiar el tipo de cosas por las que te preocupas o te despreocupas... Mucha gente te pregunta extrañada que si "¿viajas solo?"... Yo siempre digo que si más o menos coinciden los intereses prefiero viajar con alguien que viajar solo, pero que prefiero viajar solo que quedarme en casa. Uno de los puntos positivos de viajar solo, al menos para mí, es que te obliga a abrirte y establecer contacto con otra gente. En ese sentido estoy contento de haber descubierto y en cierto modo aprendido a hacer autostop. Mucha gente lo considera peligroso y no faltará quien haya tenido malas experiencias, pero por lo que a mí respecta y a la gente con la que he coincidido en este viaje, el balance es francamente positivo. Me ha proporcionado una manera de relacionarme con la gente local, llenando el viaje de muchos pequeños buenos momentos. Porque aunque viajes a un sitio con los atractivos naturales que tiene la Patagonia, son las relaciones personales las que acaban añadiendo un plus definitivo al viaje. Y más allá de montañas, carreras y fiordos, me quedo con todos esos momentos con esas personas curiosas e interesantes: Genís, Lluis, Oriol, Pablo, Yuri, Christian, Belén, Ramiro, Édgar, Gustavo, Pancho, Andrés, Felipe, Nico, Gringo y Luciel, Ezequiel, las dos profesoras de Trevelin, los chilenos malabaristas, Rodrigo y Tamara, los chilenos del cordero de Futaleufú, Roberto el italiano, la familia de Cerro Castillo, Carlo, con quien más he coincidido en este trayecto, Roberto el estoico vegtariano, Nicolás y Jaqueline, los moteros de las Capillas de Mármol, Moisés el espía de antenas telefónicas, Ramon y Silvia, Célia la "lilloise" aventurera, Félix, Manuel del Camping el Mosco de Villa O'Higgins, Odile y Antoine, Davide y Manuele (Bananas on Bike), la pareja de neozelandeses... y toda la gente con la que he compartido mis trayectos de autostop. Ya os dejo en paz, espero que las fotos o las anécdotas le despierten a alguien el apetito y la iniciativa por salir a ver gente y mundo. Hay muchas personas y lugares por conocer.
Besos y abrazos
grandes crónicas Ironbert! gracias por compartirlas!
ResponderEliminarG.