sábado, 21 de febrero de 2015

La Misión Race

Buenos y resacosos dias... (resaca de kilómetros)
Estoy sentado en el ordenador de un hostel (no hubo huevos de dormir en el camping, no se si hubiese sido capaz de entrar a la tienda) con el típico jet lag del día después de una carrera. Voy a ver si soy capaz de explicar esta última aventura, que tuvo fases de todos los colores. Siempre he dicho que en un ultratrail puedes pasar por el mejor y por el peor momento de tu vida, 20 veces y sin ningún orden lógico. Creo que la carrera de ayer ha sido la vez que más he notado este contraste de extremos. Vamos allá...
Gracias a Ramiro, un argentino de Buenos Aires (como la mitad de los argentinos...) que tenía un sitio libre en su apartamento, la noche antes de la carrera pude dormir en una cama en condiciones. Salimos a las 12, así que por la mañana acabo de preparar la mochila con el saco de dormir, funda de vivac, tres camisetas de manga larga... Pesa mucho más que de costumbre y no quiero ni pensar cómo será cuando las botellas estén llenas de agua. En la zona de la salida me encuentro con Antoni y Mercé, dos catalanes, y con Javier, de Cádiz, con los que formo la representación española de la carrera. Yo estoy bastante tranquilo y con ganas de empezar a correr. Veo que todo el mundo lleva la camiseta de la carrera así que decido ponérmela para la salida encima de la habitual de Ultra Lleida, y ya me la quitaré un poco más adelante (otra camiseta más a la mochila por si fuera poco). Con algo de retraso por algo de caos en la entrada de corredores a la zona de la salida, salimos a eso de las 12:20.
El primer kilómetro es neutralizado y vamos todos detrás de un coche por dentro del pueblo. Viendo que el ritmo es suave decido andar un poco y quitarme la camiseta. Recupero posiciones pero veo que la cosa ya ha acelerado por delante y que al grupo de cabeza ya no lo pillo a no ser que me dé un calentón sin sentido. Me gustaría ver cuántos van por lo menos para controlar un poco posiciones pero me he empanado demasiado con el tema de la camiseta. Esto me va a llevar de cabeza toda la carrera...
Llegamos a la entrada del sendero donde empieza la primera subida, al Cerro Bayo. Qué fácil es subir cuando aún estas fresco... Paso un par de corredores y llego a la altura de otro que lleva un dorsal amarillo. "¿Qué distancia haces?"... "Cuarenta"... "¿Sabes cuántos van delante de 160?"... "Ninguno, vas primero".
Pequeña alegría, aunque sé cómo funciona esto y hasta que no lo vea yo... (de hecho resultó que todos los que iban por delante, 6 o 7 debían ser, eran de 160... me pregunto por qué la gente no es capaz de decir "no tengo ni idea"...). Me quedo un rato detrás suyo pero preferiría tirar a mi ritmo. No hay sitio para pasar y el hombre no está por la labor, así que le acabo pidiendo permiso y voy a por otro corredor que está un poco más adelante. "¿Qué distancia haces?"..."160"... bien, ya lo sabía yo... Charlamos un poco. Es Gustavo, de Quito. Le pregunto si hay alguien de 160 delante y me dice que sí. Le pregunto que cuantos y me dice que "poquitos". Así funcionan las cosas en Ecuador. No sin cierta nostalgia me recuerda mis días de proyecto de final de carrera en la selva ecuatoriana, esas reuniones en las que "ahorita viene el responsable" (y aún le estoy esperando...). La cultura del "ahorita" y de las informaciones vagas... y lo bien que se vive.
Llegamos a la zona superior de la montaña y con ello empieza la arena (de hecho me enteré que es
ceniza de un volcán que entró en erupción hace poco). Paso a Gustavo y sigo a mi ritmo. Llegando a un collado donde hay un punto de control veo a 3 corredores delante mío. Iré cuarto? El tipo del control está tumbado tomando el sol y ni me pregunta el número. Le pregunto cuántos van delante pero me contesta todo menos eso. Le digo mi dorsal porque interpreto que debe estar allí para controlar a la gente, pero no parece muy preocupado. Ale, pues hasta luego. Llevo un tío a unos 200 metros. Veo que se pone el casco. Qué pereza... La orgnización nos dijo que era obligatorio el uso del casco "en los filos". El "filo" es un lomo redondeado de unos 20 metros de ancho en que la mayor parte es arena blandita (y muy tocahuevos...). Venga va, me lo pongo. Un agobio y con el sol que hace más estorbo que otra cosa. Paso tres o cuatro montículos intentando que me entre la menor cantidad de arena posible en las zapatillas, pero está complicado. Llego a un punto de control donde empieza la bajada por una pista. No rastro del tipo que iba delante mío. Joder, pues si que va flechado el hombre... Me quedo un poco mosqueado pensando (pura autocomplacencia sin sentido...) en que el tío pueda haber cogido un atajo. Entre eso y no saber cómo voy porque cada persona me dice algo distinto, me entra un cierto sentimiento negativo. Intento alejar el lado oscuro de la fuerza y concentrarme en hacer mi carrera. Acabo la bajada y me encuentro con otro control que me dice que voy quinto a 20 minutos.
Bueno, vamos a ver si me concentro y en lugar de preguntar tanto cómo voy me dedico a comer. Saco un alfajor. Para los no duchos en productos típicos argentinos, decir que un alfajor es un bollo más bien pequeño que puede llevar chocolate, crema, dulce de leche... Una bomba calórica. Un poco imprudente por mi parte probarlo por primera vez en la carrera, pero tengo que decir que quedé con buenas sensaciones sobre su efectividad. Toca ahora el segundo sector de la carrera, la primera subida hasta el Collado de las Tres Nacientes. Empiezo a ver lo que será la tónica general de las subidas de esta carrera. Una aproximación laaaaaarga en las que el terreno es un continuo rompepiernas en el que subes 10 metros, bajas 8... y así sucesivamente. Continuamente hay que cruzar vaguadas con su correspondiente tobogán de bajada y el muro de salida. Matador. He perdido de vista a Gustavo, cosa que me extraña porque pensaba que me alcanzaría en la bajada. Pues nada, a la mía. Noto con satisfacción que el alfajor me gusta más de lo que esperaba y que la energía se nota en las piernas. De todas formas la subida es larga y cuando llego arriba hace un rato que el "efecto alfajor" se ha acabado. No he cogido todavía el buen ritmo de alimentación, típico en mí en los inicios de las carreras. Voy a ver si me centro.

Cruzo un rellano y un bosquecillo por el que serpentea el sendero. Justo a la salida me encuentro un corredor tumbado boca abajo como quien se tira en paracaidas. "¿Estás bien?"... "Si, si, si, si. Me acalambré nomás". Me di cuenta de que cuando preguntas todo el mundo está estupendamente... Le pregunto si necesita ayuda pero dice que nada, así que tiro. Viene ahora un repecho que no tenía en mente, pero a estas alturas de la carrera aún acepto estas sorpresas. Por detrás veo que el amigo se ha puesto en marcha pero con un ritmo poco prometedor. Después de varios montículos el recorrido se mete a la derecha y baja por una pendiente de arena. Por aquí tenemos que subir en la última parte de la carrera. Buffff... Va a ser divertido.
Entre el alfajor, una madalena, almendras y un minibocadillo de mermelada, para que mis fuentes de reservas empiezan a ir mejor y entro en una fase más positiva. Está bien porque eso me permite trotar valle abajo a una velocidad bastante aceptable. Llego al control del fondo del valle, donde se separan los recorrido del 80 y de 160. Vuelvo a las andadas "¿Cuántos han pasado?"... "Cuatro"...¿Y de 160?... "Todos de 160"... Vaya, yo que esperaba ganar alguna posición gratis. La posición gratis la gano 5 minutos más tarde cuando me encuentro a Alfonso (el tío de la organización que me prestó su camiseta para poder cumplir con el material exigido) con un venezolano que hace cara de haber explotado. Con esto me pongo cuarto. Está bien, tengo que centrarme en encontrar el equilibrio de ritmo con migo mismo y si lo consigo puedo estar al acecho del podium. Pero esto es muuuuuuuuuy largo...
El calor empieza a aflojar mientras llego por una subida suave y hasta agradable al Collado Bonito. Quería llegar aquí con fuerzas para poder afrontar corriendo el descenso hasta el Lago Traful y los 10kms de pista hasta Villa Traful (primer punto de control). Voy bien y avanzo rápido. El camino cruza el río una primera vez y consigo evitar el agua saltando orgulloso de piedra en piedra. Las siguientes quince veces no... Veo de qué va el percal y paso directamente metiendo el pie hasta la rodilla. Enseguida se forma un barrillo en mis zapatillas entre el agua y la arena que se mete por todos lados. Sigo comiendo bien. Me he acabado toda la comida prevista para este tramo, lo cual es buena señal. El valle es interminable y entre los árboles no tengo referencias. Poco antes de llegar abajo paso un control de paso con dos o tres voluntarios que me animan. 30 segundos más tarde oigo más aplausos detrás mío... Viene alguien? Vaya, me había olvidado de los de detrás... Efectivamente al poco, me pasa Gustavo el ecuatoriano, que baja a muy buen ritmo. "Pucha uevón, me pegué una perdida allá atrás!". Va claramente más rápido que yo así que le saludo y le dejo pasar para seguir bajando a mi ritmo. Este momento me recuerda claramente a aquel momento de la Ronda dels Cims del año pasado en el que me pasó Armando Teixeira y fue el principio del fin. Me vine abajo mentalmente y acabé en una crisis que me llevó al abandono. Pero hoy no es ese día, hoy estoy preparado.
Me centro en seguir mi ritmo y hacer mi carrera. Enseguida llegamos a la carretera, y empiezo a correr por ella a unos 100 metros de Gustavo. Es cuestión de poner el piloto automático porque tiene pinta de que estos 10kms de pista polvorienta con coches que van levantando tierra cada dos por tres, van a ser un auténtico coñazo. Mantengo el trotecillo mirando al suelo... Y entonces se bajó la persiana.
En lo alto de una rampa veo de repente que algo no va. Noto el estómago revuelto y las ganas de vomitar acechan. Me pongo a caminar. Es importante llegar al punto de control pudiendo comer bien porque sin comer no voy a ningún lado. Troto la siguiente bajada pero en la siguiente rampa llega la náusea definitiva. Me apoyo en los palos y voy recibiendo las arcadas con la mayor dignidad posible. Pasan dos coches a los que la visión de un corredor en dificultades no pareció afectarles demasiado. Me tiro al suelo y sigo con la operación de rodillas. Finalmente se para un coche. "Qué pasa amigo?" me dice el conductor con cara de pregunta retórica. Que tengo el estómago para tirar a la basura... Se me pasa un poco y algo animado con esa pequeña muestra de amistad me pongo en pie y sigo caminando. Bueno, a ver cómo solucionamos esto. Tengo que llegar al avituallamiento e intentar que me entre algo de comida. Paso junto a gente que está de camping en sitios idílicos a la orilla del lago. Yo estoy poco idílico, y le pregunto a un tipo que cuánto queda a Villa Traful. "Veinte minutos". Vaya! Una buena noticia. Un rato después le pregunto a otro: "Cinco kilómetros". Vaya, al de antes se le olvidó el pequeño detalle de que voy a pie y estoy hecho una mierda. Como veinte minutos más tarde y harto de pista, polvo y coches, le pregunto a un tercero. "Quince kilómetros". Afortunadamente la respuesta fue suficientemente absurda para que no le diese el menor crédito.  Miles de años después, y con la moral bastante baja, llego al Punto de Control, situado en un restaurante.
Control de material. Me piden que saque el impermeable y una de las camisetas de manga larga.
"OK, ya lo puedes meter". Vaya, pensaba que alguna de las tres personas que hay por aquí tendría el detalle de meterlo mientras me preocupo de qué comer... De hecho, ni comer ni impermeable, porque un nuevo ataque de nauseas me invita a abonar el jardín de la casa. Llega el médico, me pregunta y me da una pastilla para frenar los vómitos. Vuelvo adentro. "Lo dejás?". Ahí animando al personal... "En principio no, voy a ver si como algo...". Y ahora voy a intentar no calentarme, pero el panorama del avituallamiento era como para mear y no echar gota. Imaginaros una sala de unos 10x6 metros. En una mitad de la sala estan todas las bolsas que de los corredores destinadas a este punto de control (podías dejar en ellas lo que quisieras para que te lo llevasen hasta el punto de control, pero no te las devolvían a la meta, en otras palabras, si te quitas ropa te la llevas contigo... La chica de la organización me dijo al recoger los dorsales que "yo no te voy a traer las medias sucias"... Ni que las tuviese que traer con la boca). Otra cuarta parte de la habitación está destinada al médico, un ayudante y un colchón. Alrededor hay espacio para jugar tres partidas en paralelo al Torpederos. Y la cuarta parte restante es el espacio destinado a los corredores y a una barra donde el hombre del restaurante (simpático por otra parte) va repartiendo hamburguesas... previo pago. Efectivamente. La organización ofrece plátanos, naranjas, galletitas y caramelos. Agua y té (la Coca Cola también se paga). Así que tengo que curar mi estómago a base de hamburguesas. "Quieres mostaza? Ají?, Ketchup?". Si hombre, y no tienes dos jalapeños y acabamos rápido con esto? Pero no os lo perdais, en esos 10 metros cuadrados no había una miserable silla. Veo una detrás de la barra y se la pido al tío con cara lastimera. Empieza a llegar más gente, que no tiene más remedio que sentarse en el suelo. "No tenéis más sillas?". La chica de la organización me dice que es que ahí no va a haber sitio para todos y que han puesto sillas y una mesa fuera. Genial, llegas de noche a un avituallamiento y te tienes que sentar fuera, con la fresca. Miro detrás del biombo que separa nuestra zona y veo unas 100 sillas amontonadas contra la pared. No doy crédito. Le miro al del restaurante y me responde en voz baja que el las sacaría pero que no le dejan. Os juro que tendria que haber hecho una foto. No he visto semejante desproposito. En fin, ya me he calentado...
A todo esto la hamburguesa no me entra ni con calzador. Dejo la mitad allí, me acabo la coca cola y sin mucho convencimiento cojo la mochila y me dispongo a irme antes de que me de por montar una escena. El médico me da otra pastilla para los vómitos y salgo andando con actitud de cero a la izquierda. Al salir veo al chico de los calambres comiendose su hamburguesa en la mesa exterior, vestido con sus pantaloncillos cortos. La escena me parece casi cómica.
Salgo por la pista y me planteo el futuro. La verdad es que no es muy positivo. Viene ahora una de las subidas más duras, un tramo de 50kms en el que la retirada es bastante difícil y evidentemente no he comido suficiente como para recuperar. Pienso en el resto de vacaciones con la perspectiva de una eventual retirada y la rallada puede ser máxima. Acabo sacando fuerzas de algún rincón del dedo meñique y me digo que mejor ir tirando a ritmillo de excursión y que a una mala me quedo a dormir en algún lado, que por algo llevamos saco y funda de vivac. Si duermo un rato seguramente se me pase el dolor de estómago y al menos acabar acabaré, sea en el tiempo que sea. Mientras le doy vueltas a la batidora mental me pasa un grupo con tres corredores (el de los calambres entre ellos) y una corredora que va con dos cañas de bambú. Yo sigo a la mía, no estoy para seguir a nadie. Dejo la mente en blanco y cojo el ritmo de paso-bastón-respiración del Champillon (lo acabo de bautizar así porque me lo inventé subiendo este collado del Tor des Geants... y porque rima). Es de noche y no veo lo que queda, lo cual ayuda a subir sin pensar, que es lo que me va mejor. Cuando llegamos a la zona superior, sin vegetación, veo que mis cuatro predecesores están sorprendentemente cerca. De hecho hasta alcanzo a la chica de las cañas de bambú (después me dijo el nombre pero no lo recuerdo...). Me deja pasar. "Tranquila porque voy muerto". Pero ella tampoco está para muchas alegrías así que voy tirando. La media hamburguesa ha hecho algo de efecto, pero poco antes de llegar arriba me coge otro ataque de náuseas. Ale, otro reset... Nunca había tenido problemas de estómago tan continuados. Realmente no tiene buena pinta. Repito el protocolo de bastones, gateo y alaridos hasta qeu consigo sacar algo y pasa un poco la tormenta. El tipo de la cima ha oido mi concierto y me pregunta que cómo va. Pues ya ves... Me dice que a media hora por el otro lado hay otro punto de control y que puedo descansar. Vamos a por ello pues.
Empiezo a bajar al otro lado con un andar bastante torpón. En medio de la noche estoy un poco desorientado en lo que respecta al relieve pero parece que llego a un collado. Espero que esté ahí el control. Una excusa para pararme e intentar comer algo tranquilamente al lado del fuego. Nada. El camino se mete a la izquierda y baja fuerte. Y baja y baja y baja... Hace bastante más de media hora que dejé la cima y ni rastro del punto de control. Empiezo a pensar que las indicaciones del tío (una vez más...) no eran correctas. Al cabo de un rato me encuentro un corredor holandés sentado junto al camino. Vacía de arena sus zapatillas mientras dice "Uuuuyyy, uuuuyyy". Parece que también lleva un buen globo. En vistas de que no hay rastro del punto de control, decido pararme e intentar comerme medio plátano. Me cuesta horrores tragarlo. Es desesperante. Al menos el ataque no llega a mayores y sigo caminando sendero abajo. Por fín llega el fondo del valle y, aunque más tarde de lo prometido, el ansiado punto de control. Le pido agua fresca al hombre y me siento un poco a intentar comerme el otro medio plátano. Por poco me siento encima de otro corredor que está durmiendo debajo de un plástico. Mientras estoy allí sentado pasa la chica de las cañas de bambú y otro corredor (un brasileño creo). Venga, sigamos, a ver si sigue protestando mi estómago.
Con el descanso y ayudado por el terreno plano, parece que camino con algo más de alegría. Viene ahora una larga aproximación más o menos llana hasta el próximo collado. Al cabo de un poco me encuentro a la chica de las cañas de bambú. Mira mejor, así tengo alguien con quien charlar y a ver si voy recuperando el ánimo. Se llama Tania (creo recordar...) y es de Córdoba (la Córdoba argentina). Vamos serpenteando por terreno cómodo entre arbustos. "Trekineás rápido!", me dice... Pues es verdad. Me encuentro mejor. Creo que he vuelto a la carrera.
Al cabo de un poco me doy cuenta de que Tania no me sigue y decido ir tirando. Es momento de someter al estómago a otra prueba. Probemos con un alfajor, que antes me han ido bien. Me lo como en el siguiente punto de control mientras comento la jugada con el de la organización. Parece que entre unas cosas y otras voy el 12º. No está mal, si consigo entrar en carrera puedo optar a entrar entre los 10 primeros, que visto el panorama sería un buen resultado. Sigo adelante y el terreno se va haciendo cada vez más empinado, pero parece que he asimilado el alfajor y sigo en tendencia positiva. Sinceramente no recuerdo gran cosa de esta subida al Collado de las Estacas. Creo que no pasé a nadie. De repente estaba bajando y cuando me di cuenta volvía a subir hacia el siguiente collado. Paso junto a un refugio donde una simpática chica me anima y me dice que queda poco para la cima. Pues parece que sí, ya es el sexto collado y de ahí bajo al segundo punto de control. Sigo recuperando la alimentación, una madalena para adentro. Todo va mejor!
Supero el collado y bajo al otro lado. Es de noche y no tengo noción de las distancias, pero tiene pinta de que esta bajada va a ser larga. Bajo con cierta agilidad y en algunos momentos mantengo un trote relativamente estable. Menos mal porque realmente la bajada es eterna. Y lo de bajada es muy relativo. Llega un punto que es un desesperante subir y bajar, superando vaguadas y más vaguadas (a lo largo del recorrido debe haber como 2000 vaguadas, pequeños toboganes de 5 o 10 metros con el consiguiente muro posterior). Aparece un frontal delante. Mira que bien, otra posición al bolsillo. Llego a la altura del otro corredor y le pregunto que tal. Bien, aunque sin muchas ganas de hablar. Todo el mundo dice que está bien aquí. Pues nada, nos vemos. Poco a poco va habiendo más luz y varios siglos después llego a una pista que parece ser el preludio de la carretera principal, que me tiene que llevar al punto de control del km110. No me tiene que pasar lo del punto de control anterior. El tramo de asfalto empieza con tres kilómetros de subida. Los camino a buen ritmo pero sin atreverme a correr. Es importante llegar con el estómago bien porque voy a poder comer algo un poco más contundente que me sirva de base para la última parte. Por fin acaba la subida. De repente veo un corredor allá delante. Eso me anima a trotar. Llego a su altura y me dice que va lesionado de la rodilla y que si puedo decir en el punto de control que lo vengan a buscar. Sigo adelante y al llegar les comento la situación. "Andrés Valenzuela?"..."No se, un chico con pelo largo"..."Si, está a un kilómetro así?"... "Sí, un poco más". Bueno, Andrés tuvo que llegar por su propio pie...
Por otro lado en el punto de control hay tres corredores. Uno que se retira, el brasileño que había pasado hace un rato, y otro que había llegado un poco después de mí al primer punto de control. Me pido una pizza, vacío de arena mis zapatillas, me cambio de calcetines... Todo con una actitud mucho más positiva que ayer por la noche. Hay que ver cómo cambian las cosas. Me pasé unos buenos 20-25 minutos entre unas cosas y otras, pero bien empleados. Además con el solecillo de la mañana se pasan los pocos rastros de sueño que pude tener y salgo animado a por la siguiente subida. Voy corriendo incluso cuando la pista pica un poco para arriba. Me parece increible encontrarme tan bien. Y está bien que sea así porque dicen que esta penúltima subida, al Cerro O'Connor, es la peor de todas. Llego al sendero y pongo mi ritmo bastón-paso-respiración. Voy pasando a gente de la carrera de 80kms, con los que también coincidimos en este tramo. No se cómo voy porque hace rato que en cada sitio me dicen algo distinto, pero decido ignorarlo y hacer mi carrera. Casi sin darme cuenta se acaba el bosque y el siguiente tramo de arena lo supero relativamente bien. Llego a la primera de las tres cimas que tenemos que superar. El de la organización me dice: "Sabés que el casco es obligatorio?"... "Si, dijeron que era obligatorio y que era por nuestro bien. Yo me quedo con lo de nuestro bien, y considero que llevar casco de bici en lugar de gorra es una imprudencia con este calor. Si quieres me lo pongo, pero me parece una estupidez". Al final resultó que éramos de la misma opinión y me dice que adelante. También me dice que sólo han pasado dos de 160 y que además uno de ellos es un ecuatoriano que puede que esté descalificado. ¿Será Gustavo? Ni idea, y tampoco sé si es verdad lo que me dice, pero por si acaso vamos a tirar a ver si aún rascamos algo.
Supero otras dos cimas y empiezo a bajar por un lomo arenoso intentando que me entre la mínima tierra en los pies. Por el camino me encuentro a Belén, de la pareja de catalanes que me encontré el día antes de la carrera. Se me hace bastante larga la bajada, además con el calor que empieza a apretar. Llego por fin al punto de control del final de la bajada y ahora resulta que voy sexto, o quinto de chicos porque hay una chica por delante. Vaya caos...
Me lanzo a por el último bloque. Toca subir valle arriba y torcer a la izquierda hacia el collado de las Tres Nacientes por donde bajé ayer. La tónica es la de siempre, el terreno tiende a subir pero a base de ir superando vaguadas en las que bajas 8 metros y después te topas con un muro de 10. Pero sigo comiendo y me encuentro genial. Me parece increíble después de lo pasado ayer. De repente veo alguien delante corriendo a buen ritmo. Es la chica que iba delante mío. Veo que se equivoca de camino y le aviso de que es por abajo. Charlamos un poco, es Sofía de Buenos Aires. No la conozco pero por el ritmo que lleva no debe haber muchas chicas que la superen por la zona. "¿Cómo entrenas en Buenos Aires?"... "Como el culo..." Sinceridad ante todo. Le digo que no se cómo voy porque ebn cada sitio me dicen algo diferente. Ella me dice con seguridad que cuarto. En los repechos llevo algo más de ritmo así que me acabo separando. Llego a un control a la entrada del valle de las Tres Nacientes y me confirman la cuarta posición y que el tercero ha pasado hace 40 minutos. Demasiado, además el calor empieza a apretar y tiene pinta que me va a empezar a pasar factura. Vamos a intentar coger un ritmillo y conservar lo que tenemos, que ya está bien.
El terreno sigue igual pero la temperatura va en aumento y mis fuerzas al revés. Pero sólo quedan 15 kilómetros y acabar la carrera lo tengo en el bolsillo. Recuerdo que la última subida a este collado era muy empinada (bajada ayer). Finalmente llego a ella y se confirman mis recuerdos. Una pala arenosa por la que subimos recto. Echo la vista al suelo y tipi-tapa con los bastones. Me viene a la cabeza aquél último repecho de Le Treg, la carrera en el Chad, en el que subía por una duna tambaleándome. Hoy voy algo mejor pero tampoco estoy ya para muchas alegrías. Pensando que ya llegaba he descuidado algo la alimentación en esta última subida. Qué estupidez... Un alfajor me hubiese servido para afrontar con garantías este último tramo. Ahora es demasiado tarde. Al llegar arriba no me apetece y rechazo la idea como el niño pequeño que dice que no quiere comer. Después de un último repecho a modo de Bonus Track bajo unos metros y cruzo un riachuelo. Bebo a morro con avidez, el sol aprieta de lo lindo. Lo bueno es que solo me quedan 200 metros de subida, o eso creo...
Llaneo un tramo y me aproximo a esa última subida al Cerro Buol. Voy echando miradas atrás porque mi ritmo se ha ralentizado y temo que llegue alguien con fuerzas por detrás. La subida se endurece y hasta se pone algo técnica. Detrás de cada repecho aparece más montaña detrás. También aparece un control que me dice que aun queda "un poquito". Debe ser esto que tengo delante...Llego a una doble cima y empieza una bajada hacia un collado. Imagino que de ahí el camino se mete a la derecha y baja hacia el lago, que ya se ve al fondo. Pero no veo ningún sendero... En cambio cuando levanto la mirada hacia la montaña que tengo delante veo una cinta en la cima. Mierda... Ahora recuerdo que en la altimetría esta cima era doble... Pues nada, para arriba. Cada vez me cuesta más. Miro con miedo hacia detrás, todavía no viene nadie. Llego a la cima y la ruta sigue por el lomo. Otra ligera bajada y ni rastro de bajada a la derecha. En cambio, sigo viendo puntos rojos y cintas que suben más allá. Esto sí que no estaba en el guión. El cansancio aumenta mi susceptibilidad y me voy cabreando por momentos. Supero este tercer montículo y llego a un collado donde hay una tienda. Menos mal, es aquí. Pero no veo camino a la derecha. Levanto la mirada con pavor y veo marcas rojas en la montaña de enfrente. Esto si que no... "¿Hay que subir ese pico?", le pregunto con cara de odio. "Si". Joder, esto no puede ser, la altimetría tiene que estar bien, y más al final de la carrera que la gente tiene que administrar las fuerzas físicas y psicológicas. "¿Hasta arriba?"... "Si, ahí nomás"...Me dan ganas de insultar a alguien así que me voy. "Bueno no hasta la cima no, ahi subes un poco y ya bajas!"... Vale ya veo por fin el camino que baja a la derecha. Acabo agradeciéndole la indicación porque al fin y al cabo él no tiene ninguna culpa, y supero los últimos metros de subida. Venga va, que ahora ya es todo favorable...
Empiezo a bajar algo estresado y con la impresión de que en cualquier momento me alcanza alguien. Con el estrés pierdo el camino y acabo bajando como puedo por un tramo más técnico. Lo recupero algo más abajo y acabo llegando al fondo del valle del Cajón Negro, donde el terreno vuelve a llanear con la dinámica conocida de vagadas tocacojones. Paso junto a un arroyo donde vuelvo a meter la boca. Cuesta resistir la tentación de quedarse bebiendo hasta explotar. Al lado hay un par de chicas de la carrera de 80km. "El tercero acaba de pasar, va como tú". De mal, quieren decir... Buff, la verdad es que no me veo como para atrapar a nadie. A pesar de tenerlo cerca no me veo con fuerza mental como para hacer algo más que avanzar como pueda yo mismo hasta la meta. Y eso hago, ir tirando como puedo e ir cubriendo metros por terreno arenoso y rompepiernas. Voy entre árboles y sin referencias de lo que queda. Alcanzo a otra pareja y les digo que bajo con ellos, a ver si se me hace algo más llevadero. A cada momento me parece ver por fin el desvío por el que cogimos el camino de Cerro Bayo al principio de la carrera, pero nunca llega.
En estas que alcanzo una pareja de ecuatorianos. "El brasileño ha pasado hace tres minutos". No se de qué brasileño hablan. Sé que el que ha ido primero toda la carrera era brasileño y me llevaba varias horas de ventaja. Después estaba Gustavo y debe ser que el tercero que llevo delante es también brasileño y lo tengo cerca... Llego a un desvío que pone por un lado "40 minutos a Villa Angostura" y por el otro "1 hora". Veo marcas rojas por este último y lo que es más importante, veo al brasileño. Me lanzo por ahí sin darle más vueltas. Paso junto a él y realmente tiene cara de globo. Le pregunto qué tal pero no me contesta así que con ambición renacida me lanzo hacia delante con un cambio de ritmo para intentar dar un golpe de efecto. Me olvido de ampollas, rozaduras y arena y corro camino abajo. Parece que no me sigue. Sigo adelante y al cabo de un rato veo que hay marcas rojas pero no reflectantes como debería... Mierda, no era por aquí...
No se que hacer, ya he bajado bastante trozo por este camino y volver a subir puede que me lleve a perder mas tiempo aun. Pienso todo esto mientras sigo bajando, así que la opción se va decantando por seguir por este camino. El brasileño no llega y entonces me doy cuenta que probablemente sabía que no era por aquí y cuando lo he visto estaba dando media vuelta. Qué cabrón... Y no me ha dicho nada. Con la rabia de perder esta posición después de todo el esfuerzo para llegar hasta aquí sigo bajando a toda pastilla, determinado a intentar llegar antes que el brasileño a pesar de que este camino sea más largo. Me imagino que me lo encontraré en la llegada y empiezo a increparle mentalmente, a decirle que eso es jugar sucio y que se merece que le metan otros siete... El lado oscuro me posee... A todo esto la bajada afloja y la pista llanea en medio del bosque. No tengo referencias pero el camino parece ir en la buena dirección. Llego a una primera encrucijada en la que una de las opciones parece claramente más apetecible que la otra. Pero llegan más encrucijadas y acabo más perdido que Wally en el Frente Atlético. Paso junto a una finca donde tienen montada una juerga tremenda con la música a tope, pero no veo a nadie. Empiezo a gritar para llamar la atención de alguien pero nada. Es de escena de película de terror... Sigo adelante. Adopto el criterio de que en cada desvío sigo el camino con más huellas de caballos. Digo yo que la gente que viene a trotar por aquí volverá hacia el pueblo. Después de mil vueltas a izquierda y derecha veo una pista que tiene pinta de ser la que tomamos a la salida. Efectivamente, hay cintas! Pero entre medio hay una verja y una trampa para vacas. Como las vacas son más inteligentes que yo, en medio del estrés acabo con la pierna metida hasta la rodilla. Sólo faltaría eso ahora que me parta la pierna a un kilómetro de la meta. Finalmente me calmo y consigo coordinar movimientos. Estoy en la pista.
Corro con rabia hacia el pueblo. Paso a una corredora que me felicita y yo le agradezco pero le empiezo a explicar mi vida y el cabreo que llevo. Me dice que tranquilo y me doy cuenta que es verdad. Después de toda la carrera y de las dificultades pasadas ser cuarto está muy bien y no debo dejar que el último problema me prive de la alegría del último kilómetro. Así que cambio totalmente el chip y giro por la avenida principal saboreando cada paso. No hay ambiente de final de carrera, sólo algunas personas aisladas que se dan cuenta de que llega alguien corriendo y te aplauden. Pero me da igual. Es ese momento personal de cada corredor cuando llega de una carrera de larga distancia, después de horas de esfuerzo con el terreno, su cuerpo y su cabeza. Pasan por mi cabeza imágenes de las personas que deben haber estado acordándose de mí y que me han ayudado a tirar adelante en esta carrera. Giro a la izquierda y veo el arco de meta. Lo cruzo corriendo a grandes zancadas y totalmente feliz.

En medio del cansancio miro a mi alrededor. Se acerca Gustavo y me felicita por la carrera. Parece que no hay ningún problema con su carrera. Me alegro porque ha hecho un carrerón. En cambio, ni rastro del brasileño... No ha llegado. Con bastante culpabilidad me doy cuenta de que probablemente también se haya perdido por el mismo camino (efectivamente fue así...). ¿Pero quien ha llegado entonces? No había un brasileño que estaba varias horas delante? Pregunto y me aclaran la situación. Resulta que el brasileño que iba primero es el que me acabo de encontrar hace dos kilómetros. En la última parte de la carrera ha explotado literalmente por los aires. Gustavo ha llegado primero y segundo ha sido Pancho, otro ecuatoriano que me ha pasado en el primer punto de control mientras yo estaba hecho caldo. Así que finalmente tercero!
Qué decir de esta carrera... Dentro de que la larga distancia supone un cúmulo de ciclos y momentos buenos y malos, creo que es la vez en la que he tenido más contraste de sensaciones entre unos momentos y otros de la carrera. Mi situación en el primer punto de control era francamente mala, básicamente por la mala sensación sobre mi estómago y las posibilidades de recuperarlo. Después he mejorado mi estado
hasta encontrarme como nunca lo había hecho después de 120 kilómetros de carrera. Y finalmente, por no ser insistente con la comida hasta el final, otra fase dura en los últimos diez kilómetros de carrera. De todo se aprende, y contento de sacar cosas para el futuro. Salgo con ganas de afrontar la siguiente fase de la temporada y de preparar la gran cita del verano, la Ronda dels Cims, de manera adecuada y con ganas de dar lo mejor de mí mismo. Esta carrera me ha dado energía positiva, me sirve como ejemplo de que se puede salir de casi cualquier situación negativa y si me tengo que quedar con una moraleja, esta sería que en un ultra, hasta el rabo todo es toro.

Besos y abrazos

P.D: he tardado en publicar el post porque durante estos días he seguido viajando hacia el sur. Os contaré más anécdotas del viaje en el próximo post

P.P.D: Podría ponerme a escribir una última reflexión sobre la carrera y la organización de la misma, pero ya ha quedado larguísimo como de costumbre. A ver si encuentro el momento y hacemos un pequeño debate sobre algunos de los puntos. En resumen, decir que pagando como se pagan 350 euros por la inscripción y en vistas de lo que cada corredor recibe, no he visto semejante negocio en el mundo de las carreras de montaña

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