...¡Y el desenlace final!...
Valtournenche – Ollomont:
Salgo animado pero tanteando el
pie en una primera bajada que lleva hasta una aldea que queda al otro lado del
valle. Me duele, pero parece que la cosa se ha estabilizado, así que empiezo la
subida más animado. El subidón es total cuando suena en el MP3 una canción que
no conocía (es de las que me grabé rápido del móvil de Salvador) pero que es
super animada (Non é facile, de la Pegatina, https://www.youtube.com/watch?v=vM0gUacrp4g).
Tarareo la canción mientras muevo los bastones y subo al compás. A ritmo de
música aleatoria sigo subiendo hasta el lago y el refugio de Barmasse (km240,
2175m), donde me encuentro con un chico que resulta estar acompañando a su tío,
que está durmiendo 20 minutos (empezamos con la dinámica de acompañantes). Cómo
algo y salimos juntos del refugio, pero llevo algo más de ritmo y me separo de
ellos en un tramo que pica para abajo, entre senderillo y pista. Más adelante
dejamos la pista para dar un rodeo que baja unos 100 metros de desnivel. Hace
un par de semanas este trozo lo hice por la pista, por donde en 2 minutos
recuperaría el itinerario. Me sorprende no ver a nadie controlando que
realmente sigues las banderas. He aquí un sitio donde si te lo conoces puedes ganar
8 o 10 minutos.
Yo sigo a lo mío y después de
cruzar la pista afronto la subida, no demasiado larga, que lleva hasta el Col
Fenetre d’Ersa (km244, 2295m). El camino ahora flanquea a la derecha, con
varios repechos que no recordaba del otro día (cómo se nota la diferencia de
kilómetros en las piernas…) y va a parar a una pista por la que llego a un
nuevo avituallamiento, el del refugio de Vareton (km 247, 2352m). Aquí me
entero que ya es primero Franco Colle, que en este punto acababa de adelantar a
Lionel Trivel (que va a explotar auténticamente por los aires…). Yo si no
recuerdo mal iba el 16 aquí. Decido jugar una carta que tenía guardada y que es
pedir un poco de café. Los que me conocéis sabéis que no me gusta nada y que
nunca tomo, y por eso tengo la esperanza de que en este momento me sirva para
mantenerme despierto (sinceramente, no noté gran cosa). Llega por detrás el
italiano y su lacayo. Me abrigo y salgo del avituallamiento (hoy hace más frío,
tocará andar rápido). Ellos han salido un poco antes pero les alcanzo y me
dejan pasar porque en la subida aún tiro más. Muy cabrona la subida por eso…
Vas teniendo subidas y bajadas y llanos que cruzar, el collado al que vas no se
acaba de ver nunca y de noche todavía tienes menos referencias. Se me hace
realmente larga, pero finalmente llego al Col de Fenetre du Tzan (km250,
2736m).
El senderillo baja con unas
revueltas muy pronunciadas y atraviesa a la derecha para flanquear hasta el
Bivacco Reboulaz, nuevo avituallamiento. Llego con ganas de hacer una
siestecilla de 15 minutos que me dé una chispa para continuar. Me pido un caldo
antes y mientras me lo tomo llegan el italiano y su sobrino. Él dice que para,
así que eso me acaba de decidir. Es pan para hoy, hambre para mañana, pero al
menos te da un toque de ganas para salir del refugio. Viene ahora una nueva
subida dentro de este rompepiernas que es el tramo entre Valtournenche y Oyace:
250m de desnivel hasta el Col de Terray. Todavía llevo más ritmo que mis
perseguidores pero noto que queda poco de la alegría de hace un rato. Además no
sé cómo quitar el aleatorio del MP3 y de vez en cuando me toca algún reggae que
me deja por los suelos. Me voy quitando y poniendo los auriculares en busca de
canciones que me inculquen algo de energía (demasiado trabajo pelearme con el
aparatito y descifrar su funcionamiento, ¿que lo podría haber hecho antes?...tenéis
toda la razón). Llego al collado, como todas estas noches bajo una magnífica
luna llena y me dejo caer al otro lado por un tramo algo técnico. El sendero
flanquea con continuos repechos hasta meterse por fin en el valle que da acceso
al Refugio de Cuney (km256, 2656m; 68h41’). Como todo el rato, al cabo de un
poco llegan mis perseguidores. Pido un plato de pasta pero me dicen que me
espere 10 o 15 minutos. Unos pardos de cuidado los tipos de este refugio. Les
digo que nada, que ya me contento con los pastelitos de mermelada y salgo del
refugio con el italiano, su sobrino y las primeras luces del día. Hago balance
y tengo la impresión de no haber avanzado nada durante esta noche. Cierto que
me comí la primera parte entre fisio y dormir, pero 20km en 6 horas es un
balance bastante desolador, que esfuma mis esperanzas de llegar a Courmayeur a
una hora prudente del miércoles, más bien me va a tocar madrugada. Pero en fin,
todo sea llegar…
“un pas darrera l’altre…”
Aquí ya no tiro más que mis
acompañantes y vamos todos juntos, cruzando el Col Chaleby y entrando en la
cuenca del Bivacco Clermont. Me paro como siempre a comer algo en este refugio
pero el italiano dice que hace calor y que se las pira. Cuando salgo de la
cabaña ellos ya van camino del Col de Vessona (km261, 2788), 150 metros de
subida que me cuestan más y ya no les recorto nada. Llego al collado y me lanzo
por la tartera del otro lado, pero he perdido ritmo y aunque los veo allí
abajo, cada vez se me alejan más. La llegada al bosque y algún tramo de camino
algo más técnico y con roca mojada, no me ayudan en mi persecución. Total que
me centro en volver a coger mi propio ritmo y caminar lo más rápido posible,
porque aunque el pie ha mejorado, no lo veo como para ponerme a trotar. Empiezo
a notar un hambre importante que se va repitiendo en cada tramo entre
avituallamiento y avituallamiento. La bajada por el valle se me hace larga y
todavía me queda un repecho (suerte que lo conozco del otro día) de un cuarto
de hora antes de llegar al pueblo de Oyace. Le doy vueltas a la táctica para lo
que queda de carrera. Ha llegado el día y con eso el sueño ha remitido un poco,
pero voy a necesitar hacer como mínimo un sueño más o menos largo (lo cual
quiere decir una hora, tampoco nos emocionemos…). Podría esperar a Ollomont,
pero me da miedo dormir en las bases de vida porque puede haber mucho ruido,
así que voy a intentar dormir aquí.
Llego al avituallamiento (km271,
1463m; 72h33’), que está en un pequeño pabellón, ficho y pido algo de comer. Me
sirven una lasaña que me viene como anillo al dedo. Necesitaba algo un poco
contundente, sí señor. Me la cómo lento pero seguro y le digo al tipo del
control que me despierte en 1 hora (o 45 minutos, no recuerdo qué le dije al
final). Me vienen un par de niñas a que les firme un autógrafo, lo cual me deja
atónito. Con la pinta que llevo… Me tumbo y cierro los ojos pero enseguida veo
que ahí no voy a ningún lado. Está la gente hablando, estoy al lado de la gente
del control, con lo cual voy a estar pendiente de si llega alguien… Me levanto
y les digo que me voy, y sin más dilación me dirijo hacia la próxima subida, de
algo más de 1000 metros hasta el Col Brison.
Afortunadamente la lasaña da sus
frutos y además la subida es más bien tendida, así que cojo un ritmo bastante
interesante. El pensar que es la antepenúltima subida (qué ganas tenía de poder
pensar en estos términos) también me ayuda. Un poco antes del collado hay otro
avituallamiento, a donde he decidido trasladar el sueño que pensaba echarme
aquí, así que puedo apretar un poco en este tramo de subida. Se trata de una
ascensión en oblicuo hacia la izquierda por dentro del bosque, por lo general
de pendiente moderada. Un poco antes de llegar al avituallamiento me encuentro
a una chica que iba con su padre (por decir algo, pongamos que fuese su padre…)
y al verme dice “te acompaño!” y me lleva hasta el refugio, que está cinco
minutos más allá. Ficho y pido algo de Coca Cola. Pregunto por caldo, pero no
tienen. Eso sí, todo el mundo es muy servicial, exageradamente servicial. Te
aguantan el vaso, si mueves un dedo te quieren ayudar a quitarte la mochila, si
hablas de galletas van dos a traértela… Con el cansancio casi que me agobio…
Les digo que si puedo dormir, me dicen que sí, les digo que dónde y me dicen
que en la cabina. Una cabina de metacrilato que se encuentra al sol de la 1 del
mediodía. Entro y hace un calor de tres pares de narices. ¿No hay ningún
colchón? La mujer empieza a poner mantas sobre un banco metálico para que hagan
de colchón. Da igual, yo vengo con la idea de dormir aquí y voy a piño fijo.
Tampoco hay almohada pero pillo un saco de dormir que encuentro por ahí. Cierro
los ojos… Joder, qué calor… Consigo hacer un pequeño break pero a la media hora
me despierto totalmente abrumado por el calor. Me levanto cabreado y salgo de
la cabina. Noto un fresquillo por el cuerpo y me doy cuenta de que estoy
empapado. Me cabreo más, he tirado la pausa a la basura. Empiezo a caminar
hacia el collado y me siento sin fuerzas. Estoy deshidratado. Bebo agua,
Enervit y lo que se ponga por delante, pero me vengo un poco abajo moralmente…
“gaudeix del dia a dia, que avui hi som i demà no…”
Venga va, coge un ritmillo que
ahí hay un tramo horizontal y recuperas. Voy acercándome al collado. Me cruzo
con una pareja y le digo al tío que les diga a los del avituallamiento que son
muy amables, pero que no metan a nadie en esa cabina si no quieren que le dé un
telele. Llego al Col Brison (km277, 2508m) y pido desesperadamente un poco de
agua fresca a un grupillo que está ahí, creo que de control de carrera.
Quedan algo más de 5km hasta la
base de vida de Ollomont. Un primer tramo técnico, un flanqueo a la derecha
hasta unas casas y la bajada por una pista de infinitas revueltas. En esta
bajada aparece una nueva molestia, en la parte interior de la rodilla
izquierda, en lo que sería la parte inferior del cuádriceps. Otra cosa más con
la que tener cuidado, así que me olvido de la posibilidad de trotar y me centro
en caminar con paso amplio y lo más rápido posible. No hay rastro de nadie, ni
por delante ni por detrás. Parezco bastante estabilizado en esta 17ª posición.
Acabo la bajada y tras un kilómetro de asfalto llego a la base de vida (km283,
1396m; 77h12’). Por seguir quejándome, otro mal que no había comentado es que
me molesta horrores la planta del pie derecho, en la zona del metatarso. En ese
momento lo achaco a que quizá las Scott tengan poca amortiguación, así que
decido cambiar a las Cascadia, pero las Cascadia viejas, no las que he usado
hasta Valtournenche. En realidad lo que tenía era una ampolla como una
catedral, así que ese cambio no solucionará nada. En el comedor hay un menú de
lo más interesante, pero yo sigo con mi habitual plato de macarrones. Me lo
acabo, me cambio y me dispongo a salir, justo cuando veo a Armando, que acaba
de levantarse de dormir. No habremos coincidido veces ni nada… Le digo que voy
tirando y que me cogerá por el camino y salgo a por este último tramo.
Ollomont – Courmayeur
Y la subida, ya la penúltima,
empieza sin más dilación. 1400 metros hasta el Col de Champillon, con un
pequeño break en el refugio del mismo nombre. Este trozo también lo hice hace
tres semanas y me lo conozco bien. Reforzado por el plato de macarrones cojo
otra vez un buen ritmo y subo por un tramo de bosque que hasta me parece
agradable. Casi sin darme cuenta llego a un prado con un cartel donde hicimos
unas fotos el otro día y lo cruzo en ascenso hasta una pista. La sigo a la
derecha por pendiente más suave. He descubierto un ritmo combinado de bastones,
palos y respiración que me va la mar de bien y hago toda la subida con esa
misma cancioncilla. No sé cómo explicarlo, un bastón cada dos pasos y la
expiración que coincide con el golpe de bastón… En fín, no importa, que me va
bien… Casi sin darme cuenta llego a unas bordas donde cojo una pista que me ha
de llevar al refugio, que ya se ve ahí mismo. A pesar de lo que llevamos encima
me ha salido un ritmo de subida de entre 700 y 800 metros de desnivel por hora,
lo cual me deja la mar de contento. Entro al refugio de buen humor, en el que
debe ser mi ciclo anímico número 57 en lo que llevamos de carrera. Me tomo un
plato de caldo al que le hecho unos trozos de pan mientras charlo con las
chicas del refugio y un chico valenciano que al parecer trabaja allí cada
verano. Les doy las gracias y en plena dinámica positiva me dispongo a cubrir
los últimos trescientos metros de subida. El camino es algo más empinado pero
sigo en forma y llego a la cima en medio de una vista espectacular con los
colores de la tarde. Doy una vuelta sobre mí mismo con los brazos y los
bastones abiertos. Este es uno de esos momentos mágicos (km289, 2707m).
Empiezo la bajada con un ligero
trote, pero mi rodilla me recuerda que no me emocione. Intento buscar una forma
de pisar que no me moleste pero no la encuentro, así que sigo bajando con buen
paso, vigilando con los bastones, pero controlando. Con el ritmo que he llevado
creo que no me habrán recortado por detrás, y delante tampoco tiene pinta de
haber nadie, así que voy avanzando casi con la carrera perdida de vista. Sin
poder correr, la bajada se hace bastante larga, pero finalmente llego al
pequeño avituallamiento de Pontbosset. Me como… no lo adivinaríais… sí, un
pastelito de mermelada, y un trozo de mocetta, un embutido que está muy bueno
pero que es muy salado y que a mi lengua le sienta como una patada en el
trasero. Qué putada! Por un día que el estómago está en plena forma y con el
hambre que tengo, comer se convierte en un suplicio por culpa de la lengua. La
garganta tampoco está muy fina (¿de esto todavía no me había quejado?). Ya de
costumbre tengo un carraspeo bastante constante, que en las carreras de montaña
con el aire bastante seco se agrava bastante. Como os podréis imaginar después
de 3 días y pico carraspeando tengo las amígdalas como el papel de lija.
Muy simpáticos la gente de este
avituallamiento. Pregunto por curiosidad si va primero el italiano Colle o el
francés Trivel, y me dicen que el francés ha explotado, que apenas se tenía en
pie y que está en Saint Rhemy durmiendo. Mira pues igual hasta gano otra
posición. Salgo del punto de control con la sensación de que lo que queda va a
ser fácil y que en unas 7 horas estaré en Courmayeur. Me queda la temida subida
al Malatra, pero son 1300 metros y ya es la última, así que no puede ser tan grave.
Después de un pequeño repecho cojo el tramo llano que me habían prometido y me
dedico a ensayar la técnica de marcha nórdica que he observado aquí en Lyon a
menudo, entre gente mayor que va a pasear por el Parc de la Tête d’Or. En algún
momento casi me doy con el bastón en los huevos pero por lo demás el resultado
es muy satisfactorio y debo caminar a 7 u 8 por hora por este agradable camino
de hierba. Todo eso amenizado con la música del MP3 que he vuelto a encender
para pasar el rato. Desciendo hacia Saint Rhemy moviendo los bastones a ritmo
de Romeo Santos, en una imagen que espero que nadie viera. El último tramo se
me hace un poco coñazo porque me vuelve a entrar el ataque de hambre previo a
cada avituallamiento, pero ya he pasado el kilómetro 300. Todo tiene que ir
bien.
Justo antes de llegar me
encuentro a Marilisa y su hermana, que me acompañan el último kilómetro. Me
dicen que hago mejor cara que ayer y que camino rápido, lo cual me anima. No
obstante, el estómago está en modo león de la Metro Goldwin Meyer y tengo unas
ganas locas de comer algo. Por fin, llegamos (km303, 1650m; 83h11'). El público que se ha concentrado
allí me aplaude y yo devuelvo el detalle. Me siento en la mesa y pido un plato
de caldo con pasta. Acaban cayendo tres. En la mesa de al lado está el francés
Lionel Trivel, que parece recuperado pero sin ganas de seguir adelante por el
momento (finalmente durmió aquí y siguió al día siguiente, un detalle el de
querer terminar a pesar de perder su objetivo original, que le valió el premio
especial al “fair play”… no me parece mal, pero yo se lo hubiese dado al
japonés que quedó quinto y cuando llegaba a la base de vida esparcía sus
pertenencias por toda la mesa porque no tenía nadie que le organizara las
paradas). Con el estómago recuperado decido levantarme y acabar con esto lo
antes posible. Si todo va bien algo más de dos horas de subida y tres horas y
pico del collado a Courmayeur y tiene pinta de que voy a poder quedar el 15º,
un bonito número.
Salgo del pueblo entre los ánimos
de la gente. Los primeros kilómetros discurren por terreno cómodo, subiendo muy
progresivamente, hasta que el sendero llega al fondo del valle y se mete a la
derecha por la vaguada que da acceso al Refugio Frassati y el Col de Malatra.
Veo las banderas como describen un flanqueo y en la ladera de enfrente veo dos
primeras luces a unos 2200m y otras cuatro más arriba, que deben ser el
refugio. Sigo con mi ritmo de bastones, pasos y respiración, sin pensar,
ganando metros poco a poco…
“un pas darrera l’altre…”
Me estoy acercando a la ladera y
he perdido la referencia de las luces, tanto las del refugio como las que había
más abajo que debe ser de algunas casas. La pendiente aumenta y de repente,
casi sin previo aviso, siento que estoy muy cansado. El ataque de sueño es tan
repentino como demoledor. Joder… Sigo adelante intentando adivinar donde están
las casas. Sigo pasando banderas y subiendo, pero mi ritmo disminuye, con lo
cual todo se me hace más largo, con lo cual la cabeza sigue cansándose más.
Joder, mira que pensaba que ya había pasado lo peor… Me pregunto si me habré
pasado esas casas… Es imposible, tenían una luz de narices… Ahí arriba parece
que hay algo, menos mal… Alguien habrá y me podré quedar a dormir un poco… Una
luz asoma y llego a un rellano donde hay un par de casas. Un corral de vacas.
Me asomo a una puerta y ahí las veo, todas mirándome con los ojos reflejando la
luz de mi frontal. No parece haber nadie. Mierda… ¿Me meto dentro a dormir con
ellas?... Me asomo a una segunda puerta y unos perros empiezan a ladrar furiosos…
Ahí tienes la respuesta… Bufff, no queda más remedio que seguir subiendo.
“ets un corredor fort i
tenaç”
Me dan ganas de sacar la manta de
supervivencia y tumbarme un rato, pero afortunadamente todavía estoy cuerdo y
sé que no es una buena opción. No queda otra, ir de banderola en banderola y
llegar al refugio. La subida se me hace eterna en medio de un sueño terrible
que me ha dejado las piernas sin chispa. Vuelvo a tener miedo de haberme pasado
el refugio, pero no puede ser, estoy siguiendo las banderas!! Finalmene veo un
cartel. Apoyado sobre mis bastones leo “Ref. Frassati 0h05”… ¡Menos mal! Me
dirijo hacia allí y de repente aparece el pepino de edificio que se veía desde
abajo pero que aquí estaba escondido detrás de una colina. Entro por la puerta
con un aire nuevamente derrotado. Pido un caldo en medio de una tos bastante
fea y me siento. Un par de chicos juegan al ajedrez y un hombre se encarga del
control de paso. Unas zapatillas indican que hay otro corredor que está
durmiendo. Mira, aún hubiese podido ganar otro puesto, pero es algo que ni me
pasa por la cabeza. Me tomo el caldo y les digo que me despierten en una hora.
La idea de bajar de 90h se ha esfumado totalmente. Tengo que conseguir cruzar
este collado y lo demás poco importa.
Después de una hora de break con
algún ataque de tos causado por el cargamento de mocos que asedia mi garganta,
me levanto con algo menos de sueño pero con cero ganas de salir ahí fuera al
frío. Vuelvo al comedor y mientras me pongo las zapatillas entra un tío vestido
con unos pantalones impermeables llenos de barro y un impermeable negro. Parece
el típico tío que se ha perdido y llega tarde a un refugio pero me fijo y lleva
un dorsal atado a la cintura. Bueno, podía pasar, con todo el rato que me he
pasado aquí… Nos saludamos con miradas de solidaridad.
“Where are you from?”
“Ireland, you?”
“Spain. What’s your name?”
“Eoin Keith, you?”
“Albert… there was another Irish…”
“Yeah, Dan Doherty, I think he was at the
front”
“Yeah man... he must be at the hotel”
“Yeah... Bastard…”
Le digo que nos vemos por el
camino y salgo al frío. Y realmente es al frío. Voy con todo puesto pero va a
tocar apretar el paso. Me aseguro que cojo las banderas en la buena dirección
(sólo faltaría eso…) y tiro para arriba intentando poner un buen ritmo. El
camino sube bastante progresivo, flanqueando en dirección a los pies de una
muralla rocosa que se ve al fondo. Una de las brechas que se intuyen tiene que
ser el ansiado Col de Malatra. Levanto la vista y no dejan de aparecer
banderas, que van girando más y más a la izquierda. Miro hacia atrás y el amigo
Irish ya ha salido del refugio. Me cogerá en la bajada, sin duda. Vuelvo a lo
mío, que es seguir banderas, que parecen no acabar nunca. El efecto del
descanso ya se ha pasado y vuelve a costarme subir. La pendiente se acentúa, miro
hacia arriba y veo que las marcas describen unas cuantas eses muy pronunciadas
que parecen no acabar nunca. Bueno, al menos este es el último repecho. Cuento
que se ven 10 banderolas, bajo la cabeza y voy recontándolas una a una a medida
que las voy pasando. El paso vuelve a ser en modo himalayista. Pasan 10
banderolas y todavía no he llegado… Levanto la cabeza y aparecen unas cuantas
más… Y una cuerda. Bien! Me suena que en las fotos había una cuerda casi
arriba. Me agarro a ella, describiendo un par de eses más. De repente me giro a
la izquierda y veo un tajo en la roca de unos 4 o 5 metros de alto. ¡Por fin!
Levanto la mano y le señalo con el dedo. ¡Por fin te tengo! Subo los últimos
metros y miro al otro lado. La vista es impresionante. Apago el frontal y me
siento unos segundos en un hueco de la roca. La luz de la luna ilumina la cara
sur del Mont Blanc y toda la pared que sigue hacia las Grandes Jorasses. Un momento verdaderamente especial, de esos que el cansancio no hace más que acentuar tu comunión
con el ambiente.
Al otro lado se abre una ladera
pedregosa por la que el camino baja a media pendiente. El camino es fácil y
puedo bajar por él a buen paso, aunque nuevamente sin correr. Tengo la
sensación de que está todo hecho, aunque en el fondo sé que aún queda bastante
por caminar. El valle va girando a la derecha y el sendero baja un pequeño
escalón un poco más pronunciado. Eoin (hijo de Eomer) llega por detrás trotando
alegremente… “That was hard, man”… “Yeah, you saw the mountain with the moonlight?”… “Yeah man, magic… you
think you can run a little bit?”… Le digo que no, que tire, que tire.
Error, debería haberle seguido un poco, almenos para activarme, pero es fácil
hablar ahora. Sigo bajando a la mía y llego a un gran rellano herboso. De noche
fallan las referencias, pero espero que al final del rellano haya un escalón
que lleve ya al Refugio Bonatti. Ni de coña, al final del rellano hay otro
rellano. Las distancias empiezan a parecerme enormes. Me vuelve a coger sueño.
Intento concentrarme pero vuelvo a estar como antes. Intento hablar en voz alta
conmigo mismo… “Ahora voy a esta roca”… “He llegado a la roca… Voy a esa otra”…
Pero mi discurso aburre a las piedras, así que pruebo la misma operación pero
como si narrase un partido de fútbol. De esa forma atravieso el segundo
rellano, pero todavía hay un tercero. Buffff, pero si la montaña de enfrente
está ahí mismo… A pesar del sueño no llegué a tener las famosas alucinaciones
de las que habla todo el mundo, pero en medio de esa dinámica de descenso
inacabable muerto de sueño, me coge una extraña obsesión. De repente me coge un
antojo irrefrenable de beber zumo de pera. Reflexiono sobre cuánto dinero llevo
en la mochila y cuántos zumos de pera puedo comprar con eso cuando llegue al
Refugio Bonatti. Si, zumo de pera, dulce, tolerable para mi maltrecha lengua…
Si, quiero beber zumo de pera… Unas casas me sacan de mis cavilaciones. Hombre,
por fin algún elemento singular… Al lado
de las casas hay un cartel que marca 30minutos al refugio. Bueno, menos mal! Me
olvido de mis antojos y acelero un poco el paso. Un poco más allá veo el
refugio y bajo hacia él con la satisfacción de que ya es el penúltimo punto de
control (km320, 2033m; 90h00').
Ya se me han olvidado los zumos
de pera, pero he llegado, como desde hace muchos kilómetros, muerto de hambre.
Me como otro pastelito de mermelada, el último del periplo, y salgo en
dirección al refugio Bertone. Este tramo lo hice el año pasado en sentido
opuesto durante el UTMB, recuerdo que tiene bastantes subidas y bajadas. El
camino confirma mis recuerdos. Intento caminar rápido pero voy bastante cansino
y sin muchas ganas. Voy superando un continuo de subidas y bajadas echando la
mirada periódicamente a la derecha hacia el impresionante Glaciar de Boccalatte
que baja de las Grandes Jorasses.
"un pas darrera l'altre..."
Para qué os voy a contar, también se me hace
muy largo este trozo, pero finalmente, aunque parezca mentira, supero un último
repecho y ahí abajo, a la derecha se ve el Refugio Bertone. Y más abajo… sí,
más abajo las luces que vengo persiguiendo desde hace tantos kilómetros, las
luces de Courmayeur.
Bajo hasta el refugio, pido un té
al tipo del control y le pregunto si viene alguien por detrás. Me dice que no,
que el siguiente acaba de salir de Bonatti así que le llevo una hora de
ventaja. Me siento tranquilamente y me tomo el té. Dos minutos más tarde
aparece un tío corriendo con el acompañante de turno… Será gilipollas… Me
levanto confuso y me dirijo al sendero, aunque debería haberme quedado a
pedirle explicaciones al tío. Lo pienso y no me queda claro si era un cabrón,
un estúpido, un empanado o un poco de todo. El acompañante le pregunta al
imbécil si yo soy de la carrera. Yo he cogido ya el sendero pero no me apetece
bajar estresado. Si quedo el 17 y no el 16, pues el 17, pero esta bajada la voy
a bajar tranquilo y disfrutando de lo que he hecho. El italiano y su lacayo
cogen el camino pero no ven banderas y se estresan. Sueltan varios “Porco dio”
y lindeces semejantes. Yo le digo al tío que “per me, tu poi andare tranquilo”,
pero los tíos siguen ahí parados preguntándose cuál es el camino. “Creo que es
por ahí…”… no lo sé, pero este pedazo de camino que baja digo yo que irá a
Courmayeur y no a Roma… Los dejo ahí discutiendo y me largo tranquilamente por
el camino. Al final parece que se deciden, me pasan y se las piran (casi que me
arrepiento de no haberles dado más guerra, por capulletes, pero en fin…). Sigo
bajando tranquilo, llamo a mis padres para avisarles de que llego y unas
cuantas revueltas después llego a una pista que baja directa hacia las primeras
casas. Me pongo a trotar un poco, por aquello de acabar con dignidad. Ya dentro
del pueblo oigo unas voces detrás de mí. Me giro y veo un grupo de tres
corredores… efectivamente, uno de ellos lleva dorsal. No me jodas… por aquí ya
no paso. Acelero el paso calle abajo, con un cabreo que me fastidia porque me
quita un poco de la satisfacción del momento. Miro atrás y veo que no me
siguen, pero ya no paro. Llego a la curva de la iglesia y enfilo la última
recta. Por fin aparece el arco de la meta y veo a Marilisa y a su hermana que
han venido a verme. Choco con ellas las manos justo antes de cruzar la meta.
Son las 6h51 de la mañana, no hay casi nadie en la calle, no hay demasiados
aplausos, el speaker está medio dormido, pero me da igual… Este es mi momento,
por el que llevo luchando más de 92 horas y que llevo esperando más de dos
meses, en el que vuelvo a sentir que soy capaz de sacar fuerza para superar los
problemas y cumplir un objetivo.
Bueno, 21 páginas de Word nada
menos. Un record difícil de superar, así que me ahorraré los detalles del resto
de días, que básicamente han consistido en esperar la llegada de los
compañeros. Casi pleno, solo Salvador tuvo desgraciadamente que abandonar en
Gressoney con el estómago en malas condiciones. Él ya sabe lo que es acabar el
Tor y como él mismo dijo, saber lo que te queda lo hace aún más duro.
Felicidades al resto del equipo, Jordi, Javi, Joan y Alfred. Mención honorífica
para Javi que superó el Tor en condiciones harto complicadas y lo bien que se
lo tomó. No os podéis imaginar lo que nos reímos contando anécdotas. Un mal
bastante frecuente en este tipo de carreras es la retención de líquidos, que
hace que se te hinchen las piernas o los pies. Bien, pues hoy sabemos que se
pueden hinchar otras cosas… Y hasta ahí puedo leer. Le dejo el espacio
“Comentarios” por si quiere ampliarlo él mismo :-P
Esta ha sido la historia de lo
que fue propiamente la carrera y las experiencias vividas durante ella. Otro
día, con un poco más de tiempo, intentaré colgar otro post con mis reflexiones
sobre la polémica que ha envuelto la carrera y mi opinión sobre el reglamento y
la manera de cumplirlo. Sea como sea, lo que sí sé es que más allá de lo que
hagan los demás, más allá de la posición y del tiempo, que en varios momentos
de la carrera pensé que pudieran ser mejores, estoy contento de cómo me he
planteado este reto, de cómo he afrontado los problemas y de haber vuelto a
sentir la satisfacción de conseguir un objetivo a base de fuerza de voluntad.
Besos y abrazos
Molt gran Albert!!! Impresionant de nou tot lo que has aconseguit. Amb una humiltat increible, amb un esforc superior i amb la clarividencia per despres escriure unes croniques apassionants. Bravo! Bravisim! Increiblement gran!
ResponderEliminarUna abracada d'un dels teus mes grans fans,
És molt gran fer tants kms amb estil competitiu com vas fer tu!!Mantenint-te ferm per fer-ho el millor possible a cada instant.És admirable la teva tenacitat!!Moltes felicitatssss pel que has aconseguit Albert!!!
ResponderEliminarHola Albert! Llego a tu blog tras la victoria (esta mañana mismo) de Javi Rodríguez en la edición del 2017 del Tor. La verdad es que había oído y leído algo sobre esta gran carrera, pero dado que "solo" llevo en esto del trail un año, tampoco estaba muy al corriente de como va esto de un ultra-ultra trail. Y la verdad sea dicha... me has hecho disfrutar un montón gracias a tu detallado texto. Has sido capaz de recodar esos detalles que te mantienen entretenido leyendo inmóvil durante un buen rato, tal y como sería retransmitir en directo una carrera de 90 horas pero en el tiempo acelerado de la hora larga que lleva su lectura. Y me ha encantado, gracias por compartir tus emociones y por darnos ganas a los lectores de salir ahí fuera a sufrir y disfrutar por igual.
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