“Mira Albert, una corsa para ti”…
Corría septiembre de 2010 y
Fabio, un amigo italiano que trabajaba conmigo en Barcelona, me enseñó la web
de una carrera que no sé cómo había llegado a sus manos.
Tor des Geants… 330 kms y 24000
metros de desnivel positivo… ¿dónde es esto?... Valle de Aosta, toda una vuelta
siguiendo la Alta Via 1 y Alta Vía 2, dos especies de “GR” que recorren la
parte norte y sur del valle respectivamente… ¿pero cómo puedes hacer 330kms en
carrera?...Ok, aparte de los avituallamientos hay unos sitios llamados Base
Vita donde hay camas y puedes pararte a dormir… Bufff, que pasada!
Y así estuve siguiendo aquella
semana la carrera en su primera edición, animando mentalmente a un español,
Salva Calvo, a quien hasta entonces no conocía y que estuvo peleando por la
victoria aunque finalmente fue segundo. Y volví a estar pegado al ordenador en
2011 con la victoria de Jules Henri Gabioud por descalificación de Marco
Gazzola al saltarse el ultimo control (nada que ver con las historias que
vendrán después, su discurso admitiendo su error me parece un icono del
sentimiento deportivo), y en 2012 con la victoria de Oscar Pérez y en 2013 con
el emocionante duelo entre el mismo Óscar e Iker Karrera, con victoria de éste
último y un precioso detalle del primero cediéndole su dorsal número 1, en una
bonita imagen de compañerismo. Y lo que en un principio parecía algo
implanteable pasó a ser para mí un objetivo, una experiencia que tenía ganas de
vivir, de forma que el año pasado decidí que en 2014 quería intentar correr ese
temible y ya mitificado Tor des Geants.
Y así llega una mañana de febrero
de este 2014, en la que me encuentro en mi apartamento de Lyon con el ordenador
preparado y desde las 12 menos cuarto actualizando la página donde se tiene que
hacer la preinscripción. El sistema es “first in, first served” o en otras
palabras “tonto el último”. Hay un periodo de preinscripción de 15 días y
después asignan plazas a cada nacionalidad en función del número de preinscritos
de cada país. Si por ejemplo tocan 54 plazas para españoles, los 54 primeros
españoles preinscritos. En la práctica y en pocas palabras, si a las 12:10 no
te has preinscrito estás en la calle. Eso a no ser que seas de Saint Kitts
& Nevis, ya que hay un mínimo de 3 plazas garantizadas por nacionalidad,
así que en países con poca demanda no hay problema. Relleno el formulario tan
deprisa que me equivoco entre apellido y nombre (después se resuelve el
problema). Aunque con algunos problemas consigo enviarlo y salgo en la lista de
preinscritos en la posición 200 y pico, a las 12:07 y no sé cuantos segundos (y
hasta salen las milésimas). Bufff… me pongo a contar españoles… Hago un Excel
contando uno a uno la gente de cada nacionalidad… Creo que debería estar dentro
pero hasta que no acabe la preinscripción… Finalmente, un mes después se
confirma la lista de admitidos. Estoy dentro!!
Y así llega el verano, las
carreras que ya he contado en posts anteriores, el fracaso de Andorra, el reset
mental… Después del abandono en la Ronda dels Cims me dedico básicamente a
caminar kilómetros y kilómetros por la montaña los fines de semana. Descubrir
rincones de los Alpes, reencontrarle el gusto a correr y moverme por el monte…
Los últimos tres fines de semana antes del Tor me los paso también en el Valle
de Aosta (la mayoría de las fotos son de esos días porque durante la carrera ya
tenía bastante faena con avanzar). El primero con Sabine, una amiga tráiler de
Grenoble, con quien descubro tres zonas del recorrido que preveo hacer de noche.
Quedo maravillado con el valle, así que vuelvo las dos semanas siguientes para
conocer otros trozos y saldar una cuenta pendiente con el Gran Paradiso, del
que nos habíamos quedado tan cerca en 2005.
Y por fin llega el fin de semana
clave y pongo rumbo a Courmayeur. Nos hemos juntado cinco catalanes que vamos a
correr la carrera y compartimos apartamento. Alfred, un profesor de Terrassa;
Joan, de Matadepera; también están Javi y Salvador, con quien ya he compartido
antes este tipo de aventuras.
El sábado, día antes de la
carrera, preparamos la bolsa del corredor, que la organización te va llevando a
las diferentes bases de vida (si eso ya entraré en detalles sobre esto en otro
post, que si no, no acabaremos nunca… de hecho creo que no acabaremos nunca,
jejeje). Nos vamos para el pabellón donde se recogen los dorsales. La cola es impresionante.
Dos horas y media de pie. El control de material es minucioso, minucioso y
absurdo porque tú después te llevas la mochila para casa y puedes poner y quitar
lo que quieras. ¿Por qué no haces controles sorpresa durante el recorrido? Así
ves lo que lleva cada uno en la mochila, tanto el corredor como los
“acompañantes” (ya entraremos en eso, también…). Vaya por delante que la
organización de la carrera me parece muy buena y muy meritoria, en una labor
nada fácil, pero que hay unas cuantas cosas mejorables de las que ya iré dando
mi opinión. Bastante cabreado saldo el trámite y por la noche, ya más
relajados, durante la cena asistimos al briefing de la carrera y al pase de un
vídeo que te pone la piel de gallina. Dejamos preparada la mochila de carrera y
nos vamos a dormir, ansiosos de que llegue el momento.
Y el momento llega. Son las 9:55
y suena por los altavoces la banda sonora de Piratas del Caribe, poniendo la
piel de gallina al personal. De casualidad me encuentro al lado de Armando
Teixeira, el portugués de Salomon con quien coincidimos bastante durante la
carrera de Andorra… bueno, durante el rato que estuve en ella. Comentamos la
jugada y le explico un poco lo que conozco del recorrido. Llega la cuenta
atrás, el momento de dejarse de preocupaciones y ponerse a correr. Llega el
pistoletazo de salida.
Inciso: voy a dividirlo en partes
para que vosotros tengáis también bases de vida donde poder cambiaros y reponer
hidratos de carbono para aguantar la lectura…
Courmayeur – Valgrisenche:
Entre gritos del público, gritos
del speaker y gritos de los corredores, salimos por la calle principal dando
una vuelta por el pueblo entre más gente que grita y agita cencerros
desmesurados que debieron pertenecer a vacas del Pleistoceno. Si pensáis que
por tener 330kms por delante la gente sale andando o al trote estáis totalmente
equivocados. “Campi qui pugui” y a correr como si lo fueran a prohibir, a coger
buena posición que dentro de un kilómetro cogemos un senderillo estrecho y no
vaya a ser que nos quedemos atrás. Me encuentro con Marco, compañero de viaje
en el Chad y que también se ha embarcado en esta movida. En una recta echo un
vistazo hacia delante y veo que debe haber unas 40 o 50 personas por delante.
Bueno, ya está bien, no hay por qué estresarse. Y llegamos al camino. Pequeño
embudo al ponerse la gente a sacar los palos y a caminar. Aparece Emilie
Lecomte (ya ha aparecido otras veces, y volverá a aparecer por aquí, no os
preocupéis) que empieza a adelantar a gente saliéndose del sendero por la
izquierda. Qué agobio de tía… 330kms por delante y ponerse a adelantar a tíos
para encontrarse con el culo de otro que va al mismo ritmo. Debe estar la
Canepa más adelante, otra qué tal baila…
Lecomtes y Canepas aparte, yo
cojo mi ritmo de marcha viva pero relajada por este bonito sendero entre el
bosque. Aprovechando el domingo y el sol, bastante público se ha animado a
subir para animar a los corredores. Tomo como referencia a Armando y me pongo
dos o tres posiciones por detrás suyo. El tío tiene letra, sabe gestionar
ritmos y quiero pensar que no tenemos niveles muy diferentes así que puede ser
una rueda interesante. Llegamos a una pista que hice hace dos semanas y descubro
con agrado que el recorrido no la sigue sino que ataja por un sendero directo
hacia arriba. Mejor, así más trozo de caminar. Me voy animando a ganar algunas
posiciones y a trotar un poco cuando el terreno se deja, más por soltar las
piernas que por poner un ritmo más alto. Paso a dos valencianos que están de
charreta. Los únicos, el resto de la gente está centrada en su ritmo, imagino
que pensando en la que se les viene encima.
Con la tontería ganamos los
primeros 800 metros de desnivel y llegamos a una vaguada que se mete hacia el
fondo con unos bonitos prados que dejan ver hasta el Col d’Arp, primer collado
de la ruta. Al ganar posiciones las caras que empiezo a ver son conocidas.
Nichademus Hollon (from San Diego, California… véase crónica de Ronda dels
Cims…), Jules Henri Gabioud con un tipo que tiene que ser su hermano, sigue por
ahí Emilie Lecomte, Armando… Veo hasta la melena del impetuoso Christophe Le
Saux… Gente V.I.P, vamos… Nos metemos por un sendero en el que la cosa se
ralentiza. Andamos un grupo de unos diez detrás de Emilie que actúa a modo de
Safety Car. Ella pelea por la victoria en categoría femenina y no se va a
apartar ante unos piltrafillas que pelean por quedar el veinte, así que tienes
que salirte del camino y trotar un poco para pasarla (le tengo manía, lo
reconozco…). El sendero llega hasta el fondo de la vaguada y describe unas eses
para superar el último repecho hasta el collado, al que llego justo detrás de
Armando y entre gente que agita campanas y grita al más puro estilo de puerto
del Tour de Francia. “Ya tenemos la primera!”, le digo. “Sólo quedan quince”,
pienso.
Animado por el ambientillo me
pongo a bajar por un valle precioso y con el Glaciar de Ruitor como telón de
fondo. Hay trozos de hierba empinada en los que toca controlarse y guardar
cuádriceps. Llego a una pistilla en la que se puede correr más relajado y al
poco aparece mi “amiga” Emilie como un ciclón porque, eso hay que reconocerlo,
baja de una forma envidiable. Antes de la última bajada hacia La Thuile hay un
primer avituallamiento. Un primero de tantos. Realmente es impresionante lo de
los avituallamientos de esta carrera. Podríamos pensar que al ser una carrera
tan larga tienen que poner los avituallamientos separados… Todo lo contrario.
Excepto dos parciales de 15 kilómetros, nunca hay 10 kilómetros sin
avituallamiento, hasta un total de 45. Eso, más los avituallamientos
improvisados de la gente que está en los collados, más la gente de las casas
que monta avituallamientos espontáneos en sus casas. La verdad es que no me
hace demasiada falta pero por empezar con la rutina alimentaria pillo un par de
trozos de naranja y chocolate. Viene un trozo ahora un poco aburrido, una pista
que después pasa a ser asfaltada, en la que lo único bueno es que te permite
mirar el paisaje sin miedo a partirte un pie. Paso a Bruno Brunod, recordman
del Cervino hasta que llegó un chaval de la Cerdanya que no lo hace mal. Ya se
ve el pueblo de La Thuile allí abajo (km17, 1458m; 2h31'). Llego hasta él por un senderillo y entre
un pasillo de gente que anima. Primer momento realmente emocionante de la
carrera. Lo volcada que está la gente con este evento es espectacular. Tras
atravesar todo el pueblo aparece el avituallamiento, también abarrotado de
gente. Me encuentro a Magali, compañera de Marco y a quien también conozco del
Chad.
Repongo líquido y como algo
mientras comento un poco la jugada con ella, pero veo que la gente pasa pitando
por el avituallamiento y me estreso, así que sigo adelante. Viene ahora un
trozo cómodo de pistas y carreteritas hasta el fondo del valle, bueno para
trotar un poco y que las piernas hagan bien la transición entre la bajada y la
subida que viene. Nada más salir del avituallamiento veo la primera (de tantas)
irregularidad. Un corredor sentado en la parte de atrás de una furgoneta,
comiendo mientras le hacen un masaje en las piernas. Juraría que estaba
prohibida la asistencia fuera de los avituallamientos… Juraría que eso es
asistencia… En fin, sigo a lo mío. Llego al inicio de la subida al Refugio
Deffeyes. La gente ya se va calmando y voy ganando posiciones. En un llano veo
un corredor japonés con el dorsal número 8 (V.I.P. por tanto) que tiene pinta de
llevar un globo importante. Le paso y unos españoles me dicen que voy el 25.
¡Qué sorpresa! La verdad es que pensaba que iba más atrás. Me centro en coger
un ritmo ágil pero con sensaciones fáciles. Normalmente este es el tramo de las
carreras que se me da mejor, una vez han pasado 20 o 30 kilómetros, y aún sin
forzar a media subida he ganado cinco posiciones más. Llego a un prado con un
lago donde está la gente pasando el domingo y se ve el último repecho hasta el
refugio, en el que se ven 4 o 5 corredores más. Al llegar arriba nos hemos
agrupado, un tipo que se pelea con los bastones, dos italianos del equipo
Tecnica y Pablo Criado, corredor cántabro que ha hecho buenas posiciones en
ediciones anteriores. Así llegamos al Refugio Deffeyes (km 26, 2465m), donde sigo con
la rutina de alimentación a base de unos pastelitos de mermelada la mar de
buenos, algo de embutido y galletas. Me estoy dando cuenta que toda la comida
que he preparado para las bases de vida no me va a hacer falta para nada.
Salimos del refugio en dirección
al Paso Alto, en un grupillo con el de los bastones, los Tecnica, Pablo Criado
y Armando, al que hemos alcanzado al final de la subida anterior. Subimos a
buen ritmo, casi demasiado porque en un punto perdemos el camino y nos toca
deshacer unos metros. En los tramos más suaves voy más a remolque cuando echan
a correr, pero cuando toca tirar de bastones me veo bien y gano algo de
distancia, así que llego a lo alto del collado (km 29, 2865m) algo destacado. Mejor,
que así bajo algo más relajado mientras me alcanzan otra vez. Se trata de una
bajada bastante técnica, con muchas piedras grandes, así que me concentro para
no dar un mal paso e irme a casa antes de tiempo. Consigo bajar más o menos
dignamente y no me cogen hasta el último bosquecillo antes del Bivacco Promoud,
siguiente avituallamiento. Detecto su llegada porque la gente empieza a pasar
de animarme a mí y solo gritan “Bravo Pablo!!”, que llega justo por detrás. ¡Realmente
lo adoran! “Eres un tío popular, eh?” “Mira… paso bastante tiempo aquí”.
Comentamos un poco la jugada y me dice que el día importante es pasado mañana,
lo cual me entra un poco como un “Lo que estamos haciendo ahora es un mínimo
aperitivo, no te confíes”. En estas llegamos al avituallamiento, con un nuevo
recibimiento a base de gritos, aplausos y cencerros. Poco después llega Emilie
Lecomte (lo había olvidado, la había adelantado otra vez en la subida).
Venga, a por la siguiente. 800
metros de desnivel hasta el Col de Crossaties. Salimos Armando, Pablo, un
Tecnica y yo. Le pregunto a Pablo cual es el collado porque no conozco esta
zona, pero veo que no tiene muchas ganas de hablar así que tiro para delante a
la mía. Me quedo con el italiano de Tecnica a unos metros por detrás y vamos
subiendo por una pala de hierba en la que el camino hace revueltas y más
revueltas. Ganamos algo de distancia respecto de dos corredores, pero se nota
que cada vez cuesta más ganar posiciones. El prado da paso a un terreno técnico
con algunas cuerdas, donde doy caza finalmente a los dos que me preceden. El
primero va bastante justo y el segundo es un tío que va sin bastones. Me suena…
osti si, el mismo que iba sin bastones en la ronda, que al principio no daba un
duro por él… Un tipo curioso, austero, cara poco simpática. Le cuesta subir,
pero es que sin bastones por estas cuestas… No me extraña. Llego a la cima
(km 36, 2820m) en medio de otra muchedumbre de gente que anima. Devuelvo el aplauso
porque realmente es un subidón encontrarse con ese ambiente ahí arriba.
Bueno, ahora ya es terreno
favorable hasta la primera base de vida en Valgrisenche. Me zampo un kit kat
mientras miro el paisaje en un pequeño llano al inicio del descenso. No es que
tenga hambre, pero es más por seguir el protocolo previsto de qué comer en cada
tramo. Al poco me alcanza el Austero, que baja de una forma envidiable. Parece
que sea la última bajada de la carrera y que no tenga que guardarse nada.
Pasamos junto a un lago y después por unos prados donde se puede trotar
cómodamente hasta el inicio de la última bajada, algo más técnica. Al poco oigo
una especie de búfalo que se acerca en estampida por detrás. “Droite!”. Tardo
un segundo en reaccionar así que la voz insiste “Bah, ou gauche, comme tu
veux!”. Me aparto y dejo pasar a
Madame Lecomte. “OK, mais après à la montée on fait pareille”… “Oui,
oui, t’inquietes pas", como quien dice “tu no me vas a ver más que en las
fotos, piltrafilla”. El episodio me deja con mal cuerpo porque por muy borde
que sea la tía no me gusta soltarle la fanfarronada de que la voy a pillar
después. Vale más ser dueño de tu silencio que esclavo de tus palabras.
Comiéndome la cabeza acabo la bajada por un sendero y cojo un tramo de carretera
hasta el siguiente avituallamiento en Planaval (km 43, 1517m), mientras me alcanza Pablo
Criado, hecho que me quita mi cuota de aplausos :-p.
Ya solo queda un tramo
pestosillo, de esos que no son ni chicha ni limoná, que no es subida pero pica
y te va desgastando ahora que ya llevamos más de 40kms. Pongo el piloto
automático y troto, unos 200 metros por detrás de Pablo, y así recorro estos 5
kilómetros y pico que me dejan en la base de vida de Valgrisenche (km 48, 1662m; 8h10').
Es raro esto de las bases de
vida. Llegas a una especie de hotel, donde entras por una puerta, un tipo te
pregunta el dorsal y va a buscar tu bolsa correspondiente. Pillas la bolsa y
llegas a donde dan la comida, que es full equipe, hay pasta, arroz, caldo,
fruta, yogurts, aparte de las galletas, pastelitos y toda la historia que había
en los otros. Está muy bien, pero con el bolsón en una mano y la otra
maniobrando la mochila no puedes pillar nada para comer, así que me toca ir
hasta el comedor, dejar las cosas y volver para pillarme un plato de macarrones
y una botella de agua. Coincido en la base de vida con gente ilustre, Pablo
Criado, Joe Grant, Jules Henri Gabioud… Aps, y Francesca Canepa, que me
atropella por el pasillo porque debe haber visto llegar a nuestra francesa y le
debe haber cogido un ataque de ansiedad. Me tomo con relativa calma el
avituallamiento, porque no quiero olvidarme de nada. Repongo parte de la comida
de la mochila, pero no me cambio de ropa porque voy bien de pies y la camiseta
con bolsillos me viene bien para meter cosas (y es la única que tengo así).
Vamos a por el segundo tramo.
Valgrisenche – Cogne
Salgo de Valgrisenche (8h29') en
dirección al Col de Fenetre. Son 1200 metros de subida en los que habrá un
avituallamiento intermedio en el refugio de Epée. Salgo detrás del chico que se
peleaba con los bastones y del italiano de Tecnica, pero el primero cede al
cabo de un poco y me dedico a subir detrás del italiano. El ritmo me parece
cómodo así que me viene bien para hacer la digestión y controlar un poco las
fuerzas, que esto no ha hecho más que empezar. El camino flanquea y sube suave
hasta el Refugio de Epée (km 57, 2150m), nuevo avituallamiento. Sigo con la rutina de
alimentación y saco el frontal, que se acercan las últimas luces de este primer
día. Le digo al italiano que voy tirando, que quiero intentar hacer la subida
con luz. Al poco me encuentro al chico que se peleaba con los bastones, que ha
pasado de largo del avituallamiento y está cogiendo agua de un reguerillo (¿?).
Se llama Joviça (imagino que se escribe algo así), es serbio y trabaja en las
fuerzas armadas. Un tipo duro. Me cuenta su historial de carreras de larga
distancia, pero todas en asfalto. Buena la has escogido para empezar en
montaña… El sol se está poniendo a nuestras espaldas y el collado al que nos
dirigimos coge un tono rojizo espectacular, mágico. Animado por este ambiente
sigo hacia arriba en solitario, acercándome a algunos corredores que veo por
delante entre las últimas luces. Llego a la cima (km 60, 2854m) y saco el paravientos mientras
observo el horizonte por donde se pone el sol. ¡Qué momentos!
El primer tramo de bajada es
bastante técnico, por una canal muy empinada que el sendero recorre con una
sucesión de eses. Tema frontales, he decidido venir con el NAO de Petzl, que
alumbra muy bien pero que aún con la batería de recambio no me daría para
cuatro noches que son más que posibles. Así que esta primera noche, en la que
todavía voy fresco, utilizo el otro, que es muy sencillito y no alumbra
demasiado. Me obliga a ir concentrado pero con las tiras reflectantes de las
banderolas no tengo problemas serios en ningún momento. La bajada hasta
Rhemes-Notre Dame (km 64,5; 1738m; 11h15') discurre tranquila y después de tomarme un caldo caliente y
más pasteles salgo en dirección al próximo obstáculo, el Col d’Entrelor. 1400
metros de subida, llegando a más de 3000 metros. Afortunadamente no hace un
frío exagerado.
Empiezo la subida y al poco me
encuentro delante de mí a la ya conocida figura sin bastones. Se tropieza e
intento ayudarle. “Va bene?”…”Rampa, bene, bene”. Tampoco parece tener muchas
ganas de hablar así que viendo que está repuesto, me largo para arriba. Igual
que en la subida anterior, mantengo un ritmo ágil pero controlando. Me acerco a
dos frontales que resultan ser los hermanos Gabioud (supongamos que lo sean).
Yo casi que me quería quedar detrás pero se apartan y me dejan pasar así que
sigo a mi bola. Al poco rato oigo a uno de los dos que está devolviendo a la
naturaleza parte de lo que le pertenece. No parece ir muy bien. El último tramo
es más duro y acaba con una canaleta bastante derecha en la que hay unos
hierros para ayudarse y unas cuerdas. Llegando a la cima veo a escasos metros
la mochila Quechua de Madame Lecomte. Uuyyy… te salvas por poco, jejeje (km 70, 3002m).
Llega la bajada, es su terreno,
pero lo cierto es que noto que no me saca tanto y su frontal se mantiene a una
distancia razonable. Seguramente porque esta bajada no es tan técnica. De todas
formas yo le tengo mucho miedo a desgastarme muscularmente e intento bajar con
un ritmo controlado y amortiguando los pasos. No hemos llegado todavía a un
cuarto de la carrera. El último tramo de bajada es por un sendero agradable
entre bosque por el que se corre muy cómodo. El otro día bajamos por aquí con
unas vistas preciosas del Gran Paradiso. En esta dinámica llego al
avituallamiento de Eaux Rousses (km79, 1660m; 14h26'). Ahí está Emilie Lecomte con su
equipo de asistencia, llega poco después Armando y me encuentro también con
Magali, que me ayuda a rellenar las botellas y me comenta que voy el 12º. ¡Nada
mal!
Armando y Emilie salen antes que
yo. “Cuidado con esta subida que es dura” me dice Magali. La hice hace unos
años de bajada y recuerdo un camino con bastantes revueltas que subía muy
progresivo, la verdad es que creo que me viene bien ahora mismo este tipo de
subida… Ya lo veremos… Salgo por un puentecillo y engancho el camino que,
efectivamente, sube muy tendido. Mientras andamos fuera del bosque veo el
frontal de Armando un par de revueltas más arriba pero más tarde, entre la
vegetación, pierdo la referencia y la subida transcurre en un monótono alternar
de bastones, pasos y respiración. Sobre los 2200 metros el recorrido flanquea a
la izquierda y se mete en el valle que conduce al collado. Se intuyen las
montañas con la luna llena, pero en la noche no alcanzo a identificar dónde
tenemos que ir a parar. Dos frontales aparecen al fondo de la vaguada,
previsiblemente Armando y Emilie. Noto que la noche me ha quitado algo de
energía y así como en las subidas anteriores tenía tendencia a recortar
respecto de los que me precedían, ahora noto que me cuesta más. Después de un
trozo más favorable, volvemos al lío de ganar desnivel. Una de las dos
lucecitas de delante se va acercando cada vez más, hasta que alcanzo a ver la
mochila Quechua. Bueno, al menos me voy a dar este pequeño gustazo. Me quedo un
rato detrás para ver si se rebaja y me cede el paso pero no está en su
diccionario… “Je passe à droite”. Pues pasa… no se aparta ni un centímetro, así
que me tengo que meter por la hierba. El hecho de adelantarla no quiere decir
que yo vaya demasiado bien. De hecho mis energías van francamente a la baja y
necesito que llegue la luz del día y sobre todo la base de vida de Cogne y un
buen plato de macarrones. Empiezo a escudriñar las montañas, a hacer memoria e
intentar identificar dónde narices está el Col Loson. Ya debemos estar a 3200,
no?... Ahí a la derecha hay un collado, seguro que ahora flanqueamos en
horizontal hacia allí y se acabó… Pero nada, revueltas y más revueltas que se meten
por una pala que sube hacia una cresta que está allí arriba a tomar por saco.
Descarto con desilusión la opción del collado de la derecha y al poco rato me
remata el ver una lucecita roja en un punto de la cresta, todavía muuuuuy
lejos… Bufff, bueno, a guardar, calma, ritmo y para arriba sin darle muchas
vueltas. Pero el cansancio, probablemente ayudado por el hecho de estar a más
de 3000 metros, se incrementa y el caminar es cada vez más cansino, a pesar de
que la pendiente del sendero es muy moderada. A unos 150 metros por debajo del
collado el sendero deja de tener este detalle conmigo y se convierte en una
traza desecha que sube en revueltas muy empinadas hacia la cresta. Paso a modo
himalayista y subo desesperantemente lento. Después de una eternidad oigo el
ánimo de un tipo que está en el collado (km 90, 3296m), al que respondo con un “Gracie” a modo
de susurro. Me paro un momento a recuperar el aliento… Error. Con el cambio de
ritmo mi estómago, convulso por el cansancio, encuentra un momento para entrar
en erupción. Afortunadamente tampoco parece salir todo lo que he comido durante
el día, pero vomitar a 3300 metros es más bien desagradable (esta foto no es del día de la carrera, ni mis caras en ambos momentos son similares, pero es para compensar la imágen desagradable...).
Paso por un primer momento de
negativismo al ver que, a pesar de haber ido bien durante todo el día, estoy en
menos de un tercio de carrera y paso por un momento bastante crítico. Si el
estómago se pone mal se acabó la carrera… Ni hablar, hoy no es ese día (lo
admito, me tragué el vídeo de Aragorn en la Puerta Negra unas 10 veces la
semana antes de la carrera). Pararse no es una opción, veamos cómo resolvemos
el problema. Lo primero es llegar a una cabina de emergencia que hay un poco
más allá, a unos 200 metros. Me agarro a unas cuerdas y avanzo por un
senderillo, plano pero con un patio que se intuye a la derecha. Me dan un vaso
de te calentito que parece que me sienta bien, y sigo bajando en dirección al
refugio Vittorio Sella. En mis planes no estaba el dormir tan pronto, y
realmente no siento que lo necesite, pero parar una hora puede ser una buena
idea para ver si el estómago se estabiliza. Decidido, me paro en el refugio (km 94, 2585m).
Llego y me tomo otro vaso de té, porque no me atrevo con las galletas y demás
historias que he estado comiendo. Al mismo tiempo llega Emilie y otro tipo, que
ahora mismo no le pongo cara, pero algún otro corredor había por allá. Le digo
al tipo del refugio que si puedo dormir una hora y me lleva a un cuarto donde
hay otro tipo durmiendo. Me quito la mochila y las zapatillas y para de contar.
Lo demás, ropa sucia, barro, etc., bajo la manta, donde me meto mientras
intento controlar un ataque de temblor. Es una sensación rara lo de dormir en
carrera. Vienes con la actividad de la competición y a pesar de estar cansado
no te puedes dormir inmediatamente. El revuelto en el estómago no ayuda. Creo
que me llego a dormir un poco pero me despierto de repente con mucho malestar
en la barriga. Mierda, más… Me levanto abro la puerta y salgo al frío. Las
arcadas llegan pero nada detrás. Joder, lo peor… No sale nada y el ataque
remite, así que me vuelvo a la cama. Al cabo de un poco llegan los dos Gabioud,
que también paran porque uno de ellos está también para los leones. El tipo del
refugio me dice que ya ha pasado una hora. Me levanto con la sensación de no
haber descansado absolutamente nada, espantado de salir al frío de la mañana,
pero sin nada más que hacer allí. Bueno, sigamos hasta Cogne en plan tranquilo,
cuidando el estómago, y a ver si allí soy capaz de comerme un plato de
macarrones.
Bajo por el sendero hasta
Valnontey (km99, 1667m) mientras aparecen las primeras luces del día. Miro hacia el sur hacia
unos glaciares que tendríamos que haber cruzado en 2005 si el mal tiempo no nos
hubiese impedido pasar un collado. Viéndolos de aquí, casi que mejor… Me
encuentro un par de catalanes que me animan durante la bajada y a Sergio, de
Carrerasdemontaña.com, que me echa una foto y me anima, que voy muy bien.
Hombre, bien, bien… Llego a Valnontey y vienen tres kilómetros de llano por
pista y carretera. Debería correr, pero me da miedo agitar el estómago con el
trote y llegar al avituallamiento sin ganas de comer lo que necesito. Me pasan
dos tíos pero me da igual, es una inversión que me tiene que permitir acabar la
carrera.
Llego al avituallamiento (km102, 1531m) y
me dan la bolsa. Esta vez sí que me cambio de ropa, que ya toca. Me pido un
plato de macarrones y me los como poco a poco mientras charlo con Magali.
Parece que me entran, pero me tiro allí diría que media hora. Bueno, parece que
el peor momento ha pasado, aunque todavía queda trabajo por hacer para acabar
de superar esta crisis.
... continuará...
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