jueves, 18 de septiembre de 2014

Tor des Geants (1ª parte)

“Mira Albert, una corsa para ti”…

Corría septiembre de 2010 y Fabio, un amigo italiano que trabajaba conmigo en Barcelona, me enseñó la web de una carrera que no sé cómo había llegado a sus manos.

Tor des Geants… 330 kms y 24000 metros de desnivel positivo… ¿dónde es esto?... Valle de Aosta, toda una vuelta siguiendo la Alta Via 1 y Alta Vía 2, dos especies de “GR” que recorren la parte norte y sur del valle respectivamente… ¿pero cómo puedes hacer 330kms en carrera?...Ok, aparte de los avituallamientos hay unos sitios llamados Base Vita donde hay camas y puedes pararte a dormir… Bufff, que pasada!

Y así estuve siguiendo aquella semana la carrera en su primera edición, animando mentalmente a un español, Salva Calvo, a quien hasta entonces no conocía y que estuvo peleando por la victoria aunque finalmente fue segundo. Y volví a estar pegado al ordenador en 2011 con la victoria de Jules Henri Gabioud por descalificación de Marco Gazzola al saltarse el ultimo control (nada que ver con las historias que vendrán después, su discurso admitiendo su error me parece un icono del sentimiento deportivo), y en 2012 con la victoria de Oscar Pérez y en 2013 con el emocionante duelo entre el mismo Óscar e Iker Karrera, con victoria de éste último y un precioso detalle del primero cediéndole su dorsal número 1, en una bonita imagen de compañerismo. Y lo que en un principio parecía algo implanteable pasó a ser para mí un objetivo, una experiencia que tenía ganas de vivir, de forma que el año pasado decidí que en 2014 quería intentar correr ese temible y ya mitificado Tor des Geants.

Y así llega una mañana de febrero de este 2014, en la que me encuentro en mi apartamento de Lyon con el ordenador preparado y desde las 12 menos cuarto actualizando la página donde se tiene que hacer la preinscripción. El sistema es “first in, first served” o en otras palabras “tonto el último”. Hay un periodo de preinscripción de 15 días y después asignan plazas a cada nacionalidad en función del número de preinscritos de cada país. Si por ejemplo tocan 54 plazas para españoles, los 54 primeros españoles preinscritos. En la práctica y en pocas palabras, si a las 12:10 no te has preinscrito estás en la calle. Eso a no ser que seas de Saint Kitts & Nevis, ya que hay un mínimo de 3 plazas garantizadas por nacionalidad, así que en países con poca demanda no hay problema. Relleno el formulario tan deprisa que me equivoco entre apellido y nombre (después se resuelve el problema). Aunque con algunos problemas consigo enviarlo y salgo en la lista de preinscritos en la posición 200 y pico, a las 12:07 y no sé cuantos segundos (y hasta salen las milésimas). Bufff… me pongo a contar españoles… Hago un Excel contando uno a uno la gente de cada nacionalidad… Creo que debería estar dentro pero hasta que no acabe la preinscripción… Finalmente, un mes después se confirma la lista de admitidos. Estoy dentro!!

Y así llega el verano, las carreras que ya he contado en posts anteriores, el fracaso de Andorra, el reset mental… Después del abandono en la Ronda dels Cims me dedico básicamente a caminar kilómetros y kilómetros por la montaña los fines de semana. Descubrir rincones de los Alpes, reencontrarle el gusto a correr y moverme por el monte… Los últimos tres fines de semana antes del Tor me los paso también en el Valle de Aosta (la mayoría de las fotos son de esos días porque durante la carrera ya tenía bastante faena con avanzar). El primero con Sabine, una amiga tráiler de Grenoble, con quien descubro tres zonas del recorrido que preveo hacer de noche. Quedo maravillado con el valle, así que vuelvo las dos semanas siguientes para conocer otros trozos y saldar una cuenta pendiente con el Gran Paradiso, del que nos habíamos quedado tan cerca en 2005.

Y por fin llega el fin de semana clave y pongo rumbo a Courmayeur. Nos hemos juntado cinco catalanes que vamos a correr la carrera y compartimos apartamento. Alfred, un profesor de Terrassa; Joan, de Matadepera; también están Javi y Salvador, con quien ya he compartido antes este tipo de aventuras.

El sábado, día antes de la carrera, preparamos la bolsa del corredor, que la organización te va llevando a las diferentes bases de vida (si eso ya entraré en detalles sobre esto en otro post, que si no, no acabaremos nunca… de hecho creo que no acabaremos nunca, jejeje). Nos vamos para el pabellón donde se recogen los dorsales. La cola es impresionante. Dos horas y media de pie. El control de material es minucioso, minucioso y absurdo porque tú después te llevas la mochila para casa y puedes poner y quitar lo que quieras. ¿Por qué no haces controles sorpresa durante el recorrido? Así ves lo que lleva cada uno en la mochila, tanto el corredor como los “acompañantes” (ya entraremos en eso, también…). Vaya por delante que la organización de la carrera me parece muy buena y muy meritoria, en una labor nada fácil, pero que hay unas cuantas cosas mejorables de las que ya iré dando mi opinión. Bastante cabreado saldo el trámite y por la noche, ya más relajados, durante la cena asistimos al briefing de la carrera y al pase de un vídeo que te pone la piel de gallina. Dejamos preparada la mochila de carrera y nos vamos a dormir, ansiosos de que llegue el momento.


Y el momento llega. Son las 9:55 y suena por los altavoces la banda sonora de Piratas del Caribe, poniendo la piel de gallina al personal. De casualidad me encuentro al lado de Armando Teixeira, el portugués de Salomon con quien coincidimos bastante durante la carrera de Andorra… bueno, durante el rato que estuve en ella. Comentamos la jugada y le explico un poco lo que conozco del recorrido. Llega la cuenta atrás, el momento de dejarse de preocupaciones y ponerse a correr. Llega el pistoletazo de salida.

Inciso: voy a dividirlo en partes para que vosotros tengáis también bases de vida donde poder cambiaros y reponer hidratos de carbono para aguantar la lectura…

Courmayeur – Valgrisenche:
Entre gritos del público, gritos del speaker y gritos de los corredores, salimos por la calle principal dando una vuelta por el pueblo entre más gente que grita y agita cencerros desmesurados que debieron pertenecer a vacas del Pleistoceno. Si pensáis que por tener 330kms por delante la gente sale andando o al trote estáis totalmente equivocados. “Campi qui pugui” y a correr como si lo fueran a prohibir, a coger buena posición que dentro de un kilómetro cogemos un senderillo estrecho y no vaya a ser que nos quedemos atrás. Me encuentro con Marco, compañero de viaje en el Chad y que también se ha embarcado en esta movida. En una recta echo un vistazo hacia delante y veo que debe haber unas 40 o 50 personas por delante. Bueno, ya está bien, no hay por qué estresarse. Y llegamos al camino. Pequeño embudo al ponerse la gente a sacar los palos y a caminar. Aparece Emilie Lecomte (ya ha aparecido otras veces, y volverá a aparecer por aquí, no os preocupéis) que empieza a adelantar a gente saliéndose del sendero por la izquierda. Qué agobio de tía… 330kms por delante y ponerse a adelantar a tíos para encontrarse con el culo de otro que va al mismo ritmo. Debe estar la Canepa más adelante, otra qué tal baila…

Lecomtes y Canepas aparte, yo cojo mi ritmo de marcha viva pero relajada por este bonito sendero entre el bosque. Aprovechando el domingo y el sol, bastante público se ha animado a subir para animar a los corredores. Tomo como referencia a Armando y me pongo dos o tres posiciones por detrás suyo. El tío tiene letra, sabe gestionar ritmos y quiero pensar que no tenemos niveles muy diferentes así que puede ser una rueda interesante. Llegamos a una pista que hice hace dos semanas y descubro con agrado que el recorrido no la sigue sino que ataja por un sendero directo hacia arriba. Mejor, así más trozo de caminar. Me voy animando a ganar algunas posiciones y a trotar un poco cuando el terreno se deja, más por soltar las piernas que por poner un ritmo más alto. Paso a dos valencianos que están de charreta. Los únicos, el resto de la gente está centrada en su ritmo, imagino que pensando en la que se les viene encima.

Con la tontería ganamos los primeros 800 metros de desnivel y llegamos a una vaguada que se mete hacia el fondo con unos bonitos prados que dejan ver hasta el Col d’Arp, primer collado de la ruta. Al ganar posiciones las caras que empiezo a ver son conocidas. Nichademus Hollon (from San Diego, California… véase crónica de Ronda dels Cims…), Jules Henri Gabioud con un tipo que tiene que ser su hermano, sigue por ahí Emilie Lecomte, Armando… Veo hasta la melena del impetuoso Christophe Le Saux… Gente V.I.P, vamos… Nos metemos por un sendero en el que la cosa se ralentiza. Andamos un grupo de unos diez detrás de Emilie que actúa a modo de Safety Car. Ella pelea por la victoria en categoría femenina y no se va a apartar ante unos piltrafillas que pelean por quedar el veinte, así que tienes que salirte del camino y trotar un poco para pasarla (le tengo manía, lo reconozco…). El sendero llega hasta el fondo de la vaguada y describe unas eses para superar el último repecho hasta el collado, al que llego justo detrás de Armando y entre gente que agita campanas y grita al más puro estilo de puerto del Tour de Francia. “Ya tenemos la primera!”, le digo. “Sólo quedan quince”, pienso.

Animado por el ambientillo me pongo a bajar por un valle precioso y con el Glaciar de Ruitor como telón de fondo. Hay trozos de hierba empinada en los que toca controlarse y guardar cuádriceps. Llego a una pistilla en la que se puede correr más relajado y al poco aparece mi “amiga” Emilie como un ciclón porque, eso hay que reconocerlo, baja de una forma envidiable. Antes de la última bajada hacia La Thuile hay un primer avituallamiento. Un primero de tantos. Realmente es impresionante lo de los avituallamientos de esta carrera. Podríamos pensar que al ser una carrera tan larga tienen que poner los avituallamientos separados… Todo lo contrario. Excepto dos parciales de 15 kilómetros, nunca hay 10 kilómetros sin avituallamiento, hasta un total de 45. Eso, más los avituallamientos improvisados de la gente que está en los collados, más la gente de las casas que monta avituallamientos espontáneos en sus casas. La verdad es que no me hace demasiada falta pero por empezar con la rutina alimentaria pillo un par de trozos de naranja y chocolate. Viene un trozo ahora un poco aburrido, una pista que después pasa a ser asfaltada, en la que lo único bueno es que te permite mirar el paisaje sin miedo a partirte un pie. Paso a Bruno Brunod, recordman del Cervino hasta que llegó un chaval de la Cerdanya que no lo hace mal. Ya se ve el pueblo de La Thuile allí abajo (km17, 1458m; 2h31'). Llego hasta él por un senderillo y entre un pasillo de gente que anima. Primer momento realmente emocionante de la carrera. Lo volcada que está la gente con este evento es espectacular. Tras atravesar todo el pueblo aparece el avituallamiento, también abarrotado de gente. Me encuentro a Magali, compañera de Marco y a quien también conozco del Chad.

Repongo líquido y como algo mientras comento un poco la jugada con ella, pero veo que la gente pasa pitando por el avituallamiento y me estreso, así que sigo adelante. Viene ahora un trozo cómodo de pistas y carreteritas hasta el fondo del valle, bueno para trotar un poco y que las piernas hagan bien la transición entre la bajada y la subida que viene. Nada más salir del avituallamiento veo la primera (de tantas) irregularidad. Un corredor sentado en la parte de atrás de una furgoneta, comiendo mientras le hacen un masaje en las piernas. Juraría que estaba prohibida la asistencia fuera de los avituallamientos… Juraría que eso es asistencia… En fin, sigo a lo mío. Llego al inicio de la subida al Refugio Deffeyes. La gente ya se va calmando y voy ganando posiciones. En un llano veo un corredor japonés con el dorsal número 8 (V.I.P. por tanto) que tiene pinta de llevar un globo importante. Le paso y unos españoles me dicen que voy el 25. ¡Qué sorpresa! La verdad es que pensaba que iba más atrás. Me centro en coger un ritmo ágil pero con sensaciones fáciles. Normalmente este es el tramo de las carreras que se me da mejor, una vez han pasado 20 o 30 kilómetros, y aún sin forzar a media subida he ganado cinco posiciones más. Llego a un prado con un lago donde está la gente pasando el domingo y se ve el último repecho hasta el refugio, en el que se ven 4 o 5 corredores más. Al llegar arriba nos hemos agrupado, un tipo que se pelea con los bastones, dos italianos del equipo Tecnica y Pablo Criado, corredor cántabro que ha hecho buenas posiciones en ediciones anteriores. Así llegamos al Refugio Deffeyes (km 26, 2465m), donde sigo con la rutina de alimentación a base de unos pastelitos de mermelada la mar de buenos, algo de embutido y galletas. Me estoy dando cuenta que toda la comida que he preparado para las bases de vida no me va a hacer falta para nada.

Salimos del refugio en dirección al Paso Alto, en un grupillo con el de los bastones, los Tecnica, Pablo Criado y Armando, al que hemos alcanzado al final de la subida anterior. Subimos a buen ritmo, casi demasiado porque en un punto perdemos el camino y nos toca deshacer unos metros. En los tramos más suaves voy más a remolque cuando echan a correr, pero cuando toca tirar de bastones me veo bien y gano algo de distancia, así que llego a lo alto del collado (km 29, 2865m) algo destacado. Mejor, que así bajo algo más relajado mientras me alcanzan otra vez. Se trata de una bajada bastante técnica, con muchas piedras grandes, así que me concentro para no dar un mal paso e irme a casa antes de tiempo. Consigo bajar más o menos dignamente y no me cogen hasta el último bosquecillo antes del Bivacco Promoud, siguiente avituallamiento. Detecto su llegada porque la gente empieza a pasar de animarme a mí y solo gritan “Bravo Pablo!!”, que llega justo por detrás. ¡Realmente lo adoran! “Eres un tío popular, eh?” “Mira… paso bastante tiempo aquí”. Comentamos un poco la jugada y me dice que el día importante es pasado mañana, lo cual me entra un poco como un “Lo que estamos haciendo ahora es un mínimo aperitivo, no te confíes”. En estas llegamos al avituallamiento, con un nuevo recibimiento a base de gritos, aplausos y cencerros. Poco después llega Emilie Lecomte (lo había olvidado, la había adelantado otra vez en la subida).

Venga, a por la siguiente. 800 metros de desnivel hasta el Col de Crossaties. Salimos Armando, Pablo, un Tecnica y yo. Le pregunto a Pablo cual es el collado porque no conozco esta zona, pero veo que no tiene muchas ganas de hablar así que tiro para delante a la mía. Me quedo con el italiano de Tecnica a unos metros por detrás y vamos subiendo por una pala de hierba en la que el camino hace revueltas y más revueltas. Ganamos algo de distancia respecto de dos corredores, pero se nota que cada vez cuesta más ganar posiciones. El prado da paso a un terreno técnico con algunas cuerdas, donde doy caza finalmente a los dos que me preceden. El primero va bastante justo y el segundo es un tío que va sin bastones. Me suena… osti si, el mismo que iba sin bastones en la ronda, que al principio no daba un duro por él… Un tipo curioso, austero, cara poco simpática. Le cuesta subir, pero es que sin bastones por estas cuestas… No me extraña. Llego a la cima (km 36, 2820m) en medio de otra muchedumbre de gente que anima. Devuelvo el aplauso porque realmente es un subidón encontrarse con ese ambiente ahí arriba.

Bueno, ahora ya es terreno favorable hasta la primera base de vida en Valgrisenche. Me zampo un kit kat mientras miro el paisaje en un pequeño llano al inicio del descenso. No es que tenga hambre, pero es más por seguir el protocolo previsto de qué comer en cada tramo. Al poco me alcanza el Austero, que baja de una forma envidiable. Parece que sea la última bajada de la carrera y que no tenga que guardarse nada. Pasamos junto a un lago y después por unos prados donde se puede trotar cómodamente hasta el inicio de la última bajada, algo más técnica. Al poco oigo una especie de búfalo que se acerca en estampida por detrás. “Droite!”. Tardo un segundo en reaccionar así que la voz insiste “Bah, ou gauche, comme tu veux!”. Me aparto y dejo pasar a Madame Lecomte. “OK, mais après à la montée on fait pareille”… “Oui, oui, t’inquietes pas", como quien dice “tu no me vas a ver más que en las fotos, piltrafilla”. El episodio me deja con mal cuerpo porque por muy borde que sea la tía no me gusta soltarle la fanfarronada de que la voy a pillar después. Vale más ser dueño de tu silencio que esclavo de tus palabras. Comiéndome la cabeza acabo la bajada por un sendero y cojo un tramo de carretera hasta el siguiente avituallamiento en Planaval (km 43, 1517m), mientras me alcanza Pablo Criado, hecho que me quita mi cuota de aplausos :-p.

Ya solo queda un tramo pestosillo, de esos que no son ni chicha ni limoná, que no es subida pero pica y te va desgastando ahora que ya llevamos más de 40kms. Pongo el piloto automático y troto, unos 200 metros por detrás de Pablo, y así recorro estos 5 kilómetros y pico que me dejan en la base de vida de Valgrisenche (km 48, 1662m; 8h10').

Es raro esto de las bases de vida. Llegas a una especie de hotel, donde entras por una puerta, un tipo te pregunta el dorsal y va a buscar tu bolsa correspondiente. Pillas la bolsa y llegas a donde dan la comida, que es full equipe, hay pasta, arroz, caldo, fruta, yogurts, aparte de las galletas, pastelitos y toda la historia que había en los otros. Está muy bien, pero con el bolsón en una mano y la otra maniobrando la mochila no puedes pillar nada para comer, así que me toca ir hasta el comedor, dejar las cosas y volver para pillarme un plato de macarrones y una botella de agua. Coincido en la base de vida con gente ilustre, Pablo Criado, Joe Grant, Jules Henri Gabioud… Aps, y Francesca Canepa, que me atropella por el pasillo porque debe haber visto llegar a nuestra francesa y le debe haber cogido un ataque de ansiedad. Me tomo con relativa calma el avituallamiento, porque no quiero olvidarme de nada. Repongo parte de la comida de la mochila, pero no me cambio de ropa porque voy bien de pies y la camiseta con bolsillos me viene bien para meter cosas (y es la única que tengo así). Vamos a por el segundo tramo.

Valgrisenche – Cogne
Salgo de Valgrisenche (8h29') en dirección al Col de Fenetre. Son 1200 metros de subida en los que habrá un avituallamiento intermedio en el refugio de Epée. Salgo detrás del chico que se peleaba con los bastones y del italiano de Tecnica, pero el primero cede al cabo de un poco y me dedico a subir detrás del italiano. El ritmo me parece cómodo así que me viene bien para hacer la digestión y controlar un poco las fuerzas, que esto no ha hecho más que empezar. El camino flanquea y sube suave hasta el Refugio de Epée (km 57, 2150m), nuevo avituallamiento. Sigo con la rutina de alimentación y saco el frontal, que se acercan las últimas luces de este primer día. Le digo al italiano que voy tirando, que quiero intentar hacer la subida con luz. Al poco me encuentro al chico que se peleaba con los bastones, que ha pasado de largo del avituallamiento y está cogiendo agua de un reguerillo (¿?). Se llama Joviça (imagino que se escribe algo así), es serbio y trabaja en las fuerzas armadas. Un tipo duro. Me cuenta su historial de carreras de larga distancia, pero todas en asfalto. Buena la has escogido para empezar en montaña… El sol se está poniendo a nuestras espaldas y el collado al que nos dirigimos coge un tono rojizo espectacular, mágico. Animado por este ambiente sigo hacia arriba en solitario, acercándome a algunos corredores que veo por delante entre las últimas luces. Llego a la cima (km 60, 2854m) y saco el paravientos mientras observo el horizonte por donde se pone el sol. ¡Qué momentos!


El primer tramo de bajada es bastante técnico, por una canal muy empinada que el sendero recorre con una sucesión de eses. Tema frontales, he decidido venir con el NAO de Petzl, que alumbra muy bien pero que aún con la batería de recambio no me daría para cuatro noches que son más que posibles. Así que esta primera noche, en la que todavía voy fresco, utilizo el otro, que es muy sencillito y no alumbra demasiado. Me obliga a ir concentrado pero con las tiras reflectantes de las banderolas no tengo problemas serios en ningún momento. La bajada hasta Rhemes-Notre Dame (km 64,5; 1738m; 11h15') discurre tranquila y después de tomarme un caldo caliente y más pasteles salgo en dirección al próximo obstáculo, el Col d’Entrelor. 1400 metros de subida, llegando a más de 3000 metros. Afortunadamente no hace un frío exagerado.

Empiezo la subida y al poco me encuentro delante de mí a la ya conocida figura sin bastones. Se tropieza e intento ayudarle. “Va bene?”…”Rampa, bene, bene”. Tampoco parece tener muchas ganas de hablar así que viendo que está repuesto, me largo para arriba. Igual que en la subida anterior, mantengo un ritmo ágil pero controlando. Me acerco a dos frontales que resultan ser los hermanos Gabioud (supongamos que lo sean). Yo casi que me quería quedar detrás pero se apartan y me dejan pasar así que sigo a mi bola. Al poco rato oigo a uno de los dos que está devolviendo a la naturaleza parte de lo que le pertenece. No parece ir muy bien. El último tramo es más duro y acaba con una canaleta bastante derecha en la que hay unos hierros para ayudarse y unas cuerdas. Llegando a la cima veo a escasos metros la mochila Quechua de Madame Lecomte. Uuyyy… te salvas por poco, jejeje (km 70, 3002m).

Llega la bajada, es su terreno, pero lo cierto es que noto que no me saca tanto y su frontal se mantiene a una distancia razonable. Seguramente porque esta bajada no es tan técnica. De todas formas yo le tengo mucho miedo a desgastarme muscularmente e intento bajar con un ritmo controlado y amortiguando los pasos. No hemos llegado todavía a un cuarto de la carrera. El último tramo de bajada es por un sendero agradable entre bosque por el que se corre muy cómodo. El otro día bajamos por aquí con unas vistas preciosas del Gran Paradiso. En esta dinámica llego al avituallamiento de Eaux Rousses (km79, 1660m; 14h26'). Ahí está Emilie Lecomte con su equipo de asistencia, llega poco después Armando y me encuentro también con Magali, que me ayuda a rellenar las botellas y me comenta que voy el 12º. ¡Nada mal!

Armando y Emilie salen antes que yo. “Cuidado con esta subida que es dura” me dice Magali. La hice hace unos años de bajada y recuerdo un camino con bastantes revueltas que subía muy progresivo, la verdad es que creo que me viene bien ahora mismo este tipo de subida… Ya lo veremos… Salgo por un puentecillo y engancho el camino que, efectivamente, sube muy tendido. Mientras andamos fuera del bosque veo el frontal de Armando un par de revueltas más arriba pero más tarde, entre la vegetación, pierdo la referencia y la subida transcurre en un monótono alternar de bastones, pasos y respiración. Sobre los 2200 metros el recorrido flanquea a la izquierda y se mete en el valle que conduce al collado. Se intuyen las montañas con la luna llena, pero en la noche no alcanzo a identificar dónde tenemos que ir a parar. Dos frontales aparecen al fondo de la vaguada, previsiblemente Armando y Emilie. Noto que la noche me ha quitado algo de energía y así como en las subidas anteriores tenía tendencia a recortar respecto de los que me precedían, ahora noto que me cuesta más. Después de un trozo más favorable, volvemos al lío de ganar desnivel. Una de las dos lucecitas de delante se va acercando cada vez más, hasta que alcanzo a ver la mochila Quechua. Bueno, al menos me voy a dar este pequeño gustazo. Me quedo un rato detrás para ver si se rebaja y me cede el paso pero no está en su diccionario… “Je passe à droite”. Pues pasa… no se aparta ni un centímetro, así que me tengo que meter por la hierba. El hecho de adelantarla no quiere decir que yo vaya demasiado bien. De hecho mis energías van francamente a la baja y necesito que llegue la luz del día y sobre todo la base de vida de Cogne y un buen plato de macarrones. Empiezo a escudriñar las montañas, a hacer memoria e intentar identificar dónde narices está el Col Loson. Ya debemos estar a 3200, no?... Ahí a la derecha hay un collado, seguro que ahora flanqueamos en horizontal hacia allí y se acabó… Pero nada, revueltas y más revueltas que se meten por una pala que sube hacia una cresta que está allí arriba a tomar por saco. Descarto con desilusión la opción del collado de la derecha y al poco rato me remata el ver una lucecita roja en un punto de la cresta, todavía muuuuuy lejos… Bufff, bueno, a guardar, calma, ritmo y para arriba sin darle muchas vueltas. Pero el cansancio, probablemente ayudado por el hecho de estar a más de 3000 metros, se incrementa y el caminar es cada vez más cansino, a pesar de que la pendiente del sendero es muy moderada. A unos 150 metros por debajo del collado el sendero deja de tener este detalle conmigo y se convierte en una traza desecha que sube en revueltas muy empinadas hacia la cresta. Paso a modo himalayista y subo desesperantemente lento. Después de una eternidad oigo el ánimo de un tipo que está en el collado (km 90, 3296m), al que respondo con un “Gracie” a modo de susurro. Me paro un momento a recuperar el aliento… Error. Con el cambio de ritmo mi estómago, convulso por el cansancio, encuentra un momento para entrar en erupción. Afortunadamente tampoco parece salir todo lo que he comido durante el día, pero vomitar a 3300 metros es más bien desagradable (esta foto no es del día de la carrera, ni mis caras en ambos momentos son similares, pero es para compensar la imágen desagradable...).

Paso por un primer momento de negativismo al ver que, a pesar de haber ido bien durante todo el día, estoy en menos de un tercio de carrera y paso por un momento bastante crítico. Si el estómago se pone mal se acabó la carrera… Ni hablar, hoy no es ese día (lo admito, me tragué el vídeo de Aragorn en la Puerta Negra unas 10 veces la semana antes de la carrera). Pararse no es una opción, veamos cómo resolvemos el problema. Lo primero es llegar a una cabina de emergencia que hay un poco más allá, a unos 200 metros. Me agarro a unas cuerdas y avanzo por un senderillo, plano pero con un patio que se intuye a la derecha. Me dan un vaso de te calentito que parece que me sienta bien, y sigo bajando en dirección al refugio Vittorio Sella. En mis planes no estaba el dormir tan pronto, y realmente no siento que lo necesite, pero parar una hora puede ser una buena idea para ver si el estómago se estabiliza. Decidido, me paro en el refugio (km 94, 2585m). Llego y me tomo otro vaso de té, porque no me atrevo con las galletas y demás historias que he estado comiendo. Al mismo tiempo llega Emilie y otro tipo, que ahora mismo no le pongo cara, pero algún otro corredor había por allá. Le digo al tipo del refugio que si puedo dormir una hora y me lleva a un cuarto donde hay otro tipo durmiendo. Me quito la mochila y las zapatillas y para de contar. Lo demás, ropa sucia, barro, etc., bajo la manta, donde me meto mientras intento controlar un ataque de temblor. Es una sensación rara lo de dormir en carrera. Vienes con la actividad de la competición y a pesar de estar cansado no te puedes dormir inmediatamente. El revuelto en el estómago no ayuda. Creo que me llego a dormir un poco pero me despierto de repente con mucho malestar en la barriga. Mierda, más… Me levanto abro la puerta y salgo al frío. Las arcadas llegan pero nada detrás. Joder, lo peor… No sale nada y el ataque remite, así que me vuelvo a la cama. Al cabo de un poco llegan los dos Gabioud, que también paran porque uno de ellos está también para los leones. El tipo del refugio me dice que ya ha pasado una hora. Me levanto con la sensación de no haber descansado absolutamente nada, espantado de salir al frío de la mañana, pero sin nada más que hacer allí. Bueno, sigamos hasta Cogne en plan tranquilo, cuidando el estómago, y a ver si allí soy capaz de comerme un plato de macarrones.

Bajo por el sendero hasta Valnontey (km99, 1667m) mientras aparecen las primeras luces del día. Miro hacia el sur hacia unos glaciares que tendríamos que haber cruzado en 2005 si el mal tiempo no nos hubiese impedido pasar un collado. Viéndolos de aquí, casi que mejor… Me encuentro un par de catalanes que me animan durante la bajada y a Sergio, de Carrerasdemontaña.com, que me echa una foto y me anima, que voy muy bien. Hombre, bien, bien… Llego a Valnontey y vienen tres kilómetros de llano por pista y carretera. Debería correr, pero me da miedo agitar el estómago con el trote y llegar al avituallamiento sin ganas de comer lo que necesito. Me pasan dos tíos pero me da igual, es una inversión que me tiene que permitir acabar la carrera.


Llego al avituallamiento (km102, 1531m) y me dan la bolsa. Esta vez sí que me cambio de ropa, que ya toca. Me pido un plato de macarrones y me los como poco a poco mientras charlo con Magali. Parece que me entran, pero me tiro allí diría que media hora. Bueno, parece que el peor momento ha pasado, aunque todavía queda trabajo por hacer para acabar de superar esta crisis.

... continuará...

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