Después de un mes y medio
adaptándome a la nueva vida en Lyon, este fin de semana volvía a casa a coger
un poco de aire y a seguir arrancando el proyecto de Le Treg que os comentaba
en el post anterior (agradezco enormemente también por aquí las muestras de
apoyo, la difusión y la participación que ha mostrado ya mucha gente ;-)). La
visita coincidía con la celebración de la primera Montsec Ultratrail,
organizada por los amigos de Ultra Lleida con Dani a la cabeza. Los más de 100
kilómetros de la versión larga eran demasiado para mi fatigado cuerpo a estas
alturas de temporada, pero me apetecía correr la versión más corta, de
distancia maratón. Ya conocía el recorrido de una salida que hicimos en el mes
de abril y que, de hecho, también expliqué a través del blog.
El recorrido de la carrera sale
del pueblo de Àger y se dirige hasta Corçà y el Congost de Montrebei, cruza
este impresionante desfiladero y sube, ya en la vertiente norte de la Serra del
Montsec, al pueblo de Alsamora y el Coll d’Ares, en la zona alta de la sierra.
De ahí la ruta larga sigue hacia el este, hacia la zona del Montsec de Rúbies,
mientras que el maratón desciende directamente a Àger, donde está situada la
meta. Total que la carrera venía a suponer unos 42kms de recorrido con
alrededor de 2500 metros de desnivel positivo (que me corrija alguien si tiene
el dato más exacto).
Y ahí nos dirigimos el sábado por
la mañana, plantándonos en la línea de salida a las 8 de la mañana en medio de
una niebla denominación de origen de nuestra zona. La carrera empieza en la
bonita plazoleta interior de la Col·legiata d’Àger y al sonido de las campanas.
Salimos cuando suena la última y nos lanzamos por las calles estrechas del
pueblo intentando evitar resbalones en el empedrado húmedo de los callejones.
Empezamos a dar vueltas, tanto que me desoriento y llego a dudar de si no
estaremos siguiendo la ruta por la que se llega desde el recorrido largo. De
todas maneras hay un tipo que va unos metros avanzado y parece tenerlo bastante
claro así que vamos todo el rebaño detrás. Finalmente salimos a la carretera y
me ubico, al tiempo que cogemos una pistilla que va en dirección oeste, es
decir, lo que toca. Después de este kilómetro inicial quedan por delante tres
corredores y detrás venimos Joel y yo (Joel Adan, con quien ya coincidimos en
varias carreras en los inicios de este blog). Sé que nosotros vamos a un ritmo
parecido así que lo doy por bueno y a ver qué hacen los de delante. Dos de
ellos me da la impresión de que van un poco por encima de su ritmo pero el
tercero es un jovencillo que no conozco pero ya lo he visto en la salida y
hacía pinta de tener letra en el asunto. En fin, si va de farol a ver si lo
cogemos más adelante y si realmente va bien y tira más que nosotros, pues qué
se le va a hacer.
En estos primeros kilómetros noto
que me cuesta coger el ritmo. Además me molesta la riñonera. He optado por
coger un portabidón con dos botellines y creo que he hecho el primo. Me peleo
con unas gomas que lleva la historia para intentar que salten menos los
bidones. Al final decido vaciar la mitad del líquido en cada uno de ellos. Algo
mejor, pero los de delante se van separando. Recupero en un repechillo y paso
al tercer clasificado y me voy acercando al segundo. El hecho de ir siguiéndole
me hace poner el piloto automático y en una de estas nos equivocamos de camino.
De repente oigo a Joel por detrás que nos grita, de forma que tenemos que
recuperar unos 100 metros de subida, con la consecuente cortada de rollo. Una
vez resuelto el entuerto nos juntamos cuatro corredores y llegamos a Corçà
(km9), con unas sensaciones más bien negativas, como de ir más cansado de lo
que tocaría para estas alturas de carrera.
Breve parada en el
avituallamiento, un traguillo de agua y para delante. Se acaba el terreno
rápido y corredor para dar paso a un senderillo que sube fuerte, con bastantes
trozos en los que no queda otra que caminar. Nos quedamos Joel, yo y otro
corredor, Víctor, como trío perseguidor (perseguidor por decir algo…) del
llanero solitario que anda por delante. Voy tirando del grupo. En teoría la
subida es mi terreno pero tengo cierto complejo de Safety Car, una sensación de
que mis acompañantes van bastante más finos que yo, así que ofrezco el
adelantamiento, pero Víctor me dice que no, que si pasa él nos perdemos. Pues
anda que yo, ya llevo un fiasco en lo que va de carrera… Nada pues vamos
tirando. Al rato salimos por encima de la niebla y aparece un paisaje
espectacular que hace mejorar un poco mi ánimo. Un mar de nubes hasta donde
alcanza la vista con algunos pequeños islotes formados por las montañas más
altas de la zona.
El terreno empieza a llanear y se
suceden varias subidas y bajadas por terreno relativamente técnico y de roca
húmeda que promete resbalones de lo más artísticos. Yo sigo sin estar en mi
mejor momento y no hago gala de mi mejor agilidad, pero al menos los kilómetros
van pasando (eso dicen los pitidos del reloj de Joel) y las sensaciones no
empeoran. Parece que voy cogiendo el ritmo. Hacia el kilómetro 16 empieza la
bajada hacia el Congost de Montrebei. Unos excursionistas nos dicen que el
primero ha pasado hace bastante rato así que parece que en ese sentido el
pescado está vendido. En esta bajada me voy recuperando y noto algo más de
alegría en las piernas. El paisaje es espectacular, otra vez debajo de una capa
de nubes que hace que el hoyo formado por las paredes de Montrebei parezca una
gran caverna. Ayudado por el ambiente y el sentido de la fuerza de la gravedad
voy recuperando un cierto optimismo y llego con ganas al repecho que da acceso
al camino tallado en la roca que cruza el desfiladero.
Aquí, sensaciones aparte, toca
tomárselo con calma. Un tropezón y puedes ser campeón mundial de salto base sin
membrana, así que adopto un trotecillo suave con la mano deslizando por el
pasamanos que hay instalado. En un par de minutos estamos en el otro lado y
sigue un tramo de bosque en el que confirmo mis buenas sensaciones corriendo a
buen ritmo hasta un puente colgante en el que hay un nuevo avituallamiento
(km20). Un trozo de melón mientras me confirman que el primero nos lleva más de
5 minutos. Por otro lado en el último tramo he tenido la sensación de que se
habían girado un poco las tornas y que iba algo mejor que Joel y Victor. Tengo
agua y comida en la riñonera así que casi no paro y sigo adelante aprovechando
la buena onda.
De esta forma me quedo en
solitario para afrontar el siguiente tramo. Subidas, bajadas, tramos hacia
delante, otros en los que parece que vuelves, todo en un entorno boscoso y en
medio de la niebla. Alterno el trote en tramos llanos aunque llenos de raíces y
piedras húmedas, con tramos de andar con las manos en las rodillas cuando la
pendiente aprieta. Por detrás parece que crece la distancia con Joel y Víctor. Estos
8 kilómetros hasta Alsamora se hacen largos, pero ya venía mentalizado de
cuando lo hicimos en abril. Voy yendo mejor de piernas y de cabeza y el hecho
de ir consolidando la segunda posición y no ver demasiadas opciones a la
primera, hace que adopte una cierta actitud de despreocupación con la que
disfruto de lo lindo. Al cabo de un rato me encuentro a mi madre, que suele ser
un indicativo de que me faltan 400-500 metros para el avituallamiento. Después
de un puente trampa convertido en pista de patinaje, llego al puesto de control
donde ataco el melón que tiene muy buena pinta.
Pregunto por el primero y
sorprendentemente mi padre me dice que ha salido hace un minuto.
Automáticamente cojo el bidón que me están llenando y me las piro. Parece ser
que se ha caído en el puente de antes y ha parado algo más en ese
avituallamiento. La verdad es que en ese momento no me paro a pensar en la
deportividad o no de mis actos y al ver tan cerca la primera posición me lanzo
a por ella. Por otro lado, sospecho que Joel y Víctor no deben andar muy lejos
y si quiero asegurar el pódium tengo que jugar mis bazas en la subida para
evitar forzar en la bajada, con unas rodillas que son un poco incógnita después
del fiasco del Mont Blanc. Al salir del pueblo me dicen que el minuto, no es
tal, sino que son tres. Me lo dicen mirando el reloj, con lo cual le doy mayor
rigor científico al dato. Bufff, pequeña derrota, pero en fin, estamos mejor
que hace un rato. Sigo por terreno que pica para arriba, con piedras de esas
que si vas mal te tocan las narices cosa fina, pero ahora estoy en “modo
happy”. Dos kilómetros más y el recorrido gira a la derecha para emprender la
subida hacia el Coll d’Ares. Otra vez por encima de la niebla, el sol empieza a
apretar, así que bebo bien y aprovecho para tomarme un zumillo de esos de
naranja (5-hours, les llamo, porque supuestamente son “5-hours of energy”… no
sé si dan para 5 horas pero lo cierto es que a mí no me sientan mal y el sabor
está bien) y medio Energy Drink de Maxim, de esos de limón (el otro medio
acabará diseminado por mi riñonera). Con eso ya hay que tirar hasta meta.
Subo a buen ritmo, incluso
trotando en trozos relativamente empinados, y busco con la mirada hacia arriba
con la esperanza de ver al primero. Nothing… la subida se acaba en un tramo
despejado de unos 400 metros hasta el avituallamiento de la cima y ni rastro
del líder. Llego arriba y me dicen que me lleva 5 minutos. Pues vaya, yo que
pensaba que había subido bien… Ahí está Kako, uno de los héroes del Tor des
Geants (olvidé preguntarle si los pies habían vuelto a su tamaño habitual ;-)).
Me dice que vienen 2 kilómetros de asfalto y que igual lo pillo, pero nada, si
no le he recuperado en la subida, en la bajada menos. Total que pillo un trozo
de melón y sigo adelante, ya más preocupado de saber a qué distancia vienen los
de atrás.
Efectivamente, un par de
kilómetros de asfalto donde me coge una cierta sensación de monotonía, y giro
por una pista de tierra que da acceso al camino que baja hacia una Ermita cuyo
nombre no recuerdo, creo que empieza por G… Ermitas aparte casi me pierdo a la
entrada del camino, y en un pequeño repechillo noto que el pequeño bajón que ha
significado lo infructuoso de mi persecución, ha hecho mella también en mis
piernas. Voy echando miradas furtivas hacia atrás en busca de perseguidores y
me lanzo por una bajada cada vez más pedregosa hacia la niebla y la
clandestinidad. Si en la última bajada te ve alguien que viene por detrás te
mete un hachazo que te deja fino, así que la niebla supone una cierta
protección.
Se acaba el camino y empiezan una
serie de pistas que me tienen que dejar en el pueblo y la ansiada meta. Me
encuentro un tío que me dice que el primero ha pasado hace un minuto o dos.
Sospecho que la medida no es muy rigurosa pero la noticia me obliga a hacer un
intento. Aprieto el paso, voy bien de pulsaciones, fuerzas y respiración, pero
a la que intento adoptar una zancada un poco más grácil mis gemelos empiezan a
bailar un twist y amenazan con subirse hasta las orejas. Así que nanai,
preocúpate por pisar bien y no mover una pestaña de más porque en cualquier
momento puede venir una rampa de elefante (no sé si los elefantes tienen
rampas, pero dudo que mucha gente sepa si se constipan y todo el mundo pilla
“constipados de elefante”… no sé si os dais cuenta pero siempre acabo diciendo
lo que me da la gana…).
Así que nada, a pasar los últimos
dos kilómetros, parece que no viene nadie por detrás, y como última buena
noticia el hecho de que la meta no está en la Col·legiata de dónde hemos salido
(con el consecuente repecho) sino más cerca, en el Camping. Llego a la meta con
Dani de speaker pasándoselo pipa y Diego (el ganador), que al final me ha
sacado 4 minutos y medio y no hace cara de demasiado esfuerzo. Los posteriores
comentarios de “Home, es que té 21 anys!”, quieren ser reconfortantes hacia mí,
pero me hacen percibir el inexorable paso del tiempo, snif, snif… Sea como sea,
no sé si se lo pusimos muy difícil o no, pero mis felicitaciones por la
victoria. Al poco rato llega Joel en tercera posición completando el podio y
Víctor en la cuarta.
Balance de la carrera (sentado en
un cómodo asiento de un tren en dirección a Lyon): me quema un poco el no haber
forzado algo más después de Alsamora, aprovechando el buen momento. En estas
carreras más cortas de lo que quizá estoy acostumbrado, tienes que estar con la
cabeza al 100% todo el rato, porque aquí a base de estar concentrado en cada
paso es como rascas un par de minutillos. Dicho esto, encantando de haber
disfrutado de esta carrera y del recorrido, y haberme encontrado bien (y sin
recaídas de lesiones) a estas alturas de temporada en las que ya falta algo de
chispa. De ese disfrute tiene buena parte de culpa la organización, por
conseguir un recorrido tan atractivo. Mis felicitaciones también hacia ellos,
que sé que han tenido un trabajo duro.
Besos y abrazos
Bona cursa Albert! I bon regust de boca, no?? Sempre ens sembla que podíem apretar una mica més però ho vas fer molt bé!! Que vagi bé per Lio! Una abraçada!
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