Casi no me atrevía a escribir esta crónica. Supongo que tengo miedo de no ser capaz de reproducir las experiencias y sensaciones de estos días... He renunciado de partida a intentar escribir todo en un solo post, así que de momento lo intentaré dividir en tres. Aún así, según el repaso mental que hice mientras volvía en el avión, esta presumible trilogía corre peligro de acabar convirtiéndose en Juego de Tronos. Vamos allá...
Todo empieza el lunes 10 de febrero por la tarde, dejando el trabajo con la mente más puesta en la arena del desierto que en la del canal del laboratorio. Salgo del piso con las mochilas y cruzando los dedos para no dejarme nada importante. Espero que no, ya que por una vez llevaba varios días preparando el equipaje y con todo ordenado encima del sofá. El coche arranca y después de 28 semáforos en rojo en la hora punta de una tarde lluviosa en Lyon, llego a la estación de tren de Part Dieu, donde tengo que recoger a Sylvain, otro corredor con el que compartiré el viaje al aeropuerto de Marsella.
Sylvain Bazin es un personaje pintoresco al que no conocía pero que es un tipo muy popular en el mundo del trail y atletismo popular francés. Periodista en diversas revistas de Outdoor, autor de varios libros y hombre cargado de proyectos personales cumplidos y por cumplir, a nivel de rutas por el mundo realizadas corriendo. Sombrero de cowboy, pelo largo y barba de varios meses, constituyen los rasgos característicos de este apasionado de la "course a pied", una de las pocas personas que me he encontrado con mayor capacidad que yo en el absurdo arte de memorizar marcas de atletismo. Si a eso le añadís que entre su larga lista de contactos se encuentran todas las estrellas del trail a las que admiro, podréis imaginaros que el viaje bajo la lluvia se pasa rápido (ahí os dejo el enlace de su blog por si queréis conocer al personaje: http://sylvainbazin.blogspot.fr/)
Dejo el coche en el parking del aeropuerto, donde he conseguido una económica tarifa de 30 euros para toda la semana y nos vamos para el Hotel Ibis, donde nos hemos de encontrar con el resto de corredores y organizadores. Hora oficial del encuentro: de lo más normal, la 1 de la mañana. ¿Por qué? Porque el avión sale nada menos que a las 4... Así que llegamos al restaurante del hotel y nos encontramos a todo el elenco de expedicionarios todavía algo descolocados por lo extraño de la hora y por la falta de conocimiento mútuo que todavía tenemos entre todos. Echo una cabezadita apoyado en el vidrio de a ventana, otra tirado en el suelo y una última en los asientos del aeropuerto, antes de entrar en el desierto vestíbulo de no ser por la aglomeración en la cola de gente que se dirige a esta extraña destinación.
Intento aprovechar también las 4 horas y media de vuelo para descansar en vistas a la carrera, ya que empezar con esta noche rara no es la mejor forma de afrontar el reto, pero no pego el ojo mucho más de un par de horas y me despierta el amanecer sobrevolando las montañas del Tibesti, entre el sur de Libia y el norte del Chad. Los cañones y montañas de esa zona dejan paso a la inmensidad del desierto, con curiosos trenes de dunas con formas que son consecuencia del viento del este.
Y por fin ponemos pies en el suelo, momento quizá para hacer un breve inciso cultural sobre el Chad, para diversificar un poco el blog y que no se diga que aquí solo se cuentan mis penas. Por si alguien se ha despistado, el Chad es un país que está en lo que sería el medio de África, limitando al norte con Libia, al este con Sudán, al sur con República Centroafricana y Camerún y al oeste con Nigeria y Niger. Actualmente el panorama consiste más o menos en una parte de desierto total en el norte, algo fifty-fifty en la parte central y una zona de sabana, lo típico de tigres, leones y elefantes, de la capital N'Djamena hacia abajo. De todas formas esto no siempre ha sido así. Hará cosa de 10000 años en esta zona había bosques y agua a mansalva y eso hizo que bastante personal de esos tiempos viniese a instalarse a la zona hacia el 7000a.C. Digamos que esta gente no fue precisamente la vanguardia de la historia, y mientras los vecinos de Egipto andaban ya liados con sus pirámides y pintando peña mitad hombre mitad pajarraco, aquí aún estaban con las piedras dale que te pego. De todas formas, el hecho de estar situados en lo que sería Paseo de Gracia con Gran Vía hizo que partiesen bastante el bacalao en lo que se refiere a los intercambios comerciales, lo cual quiere decir pasta, lo cual quiere decir poder, lo cual quiere decir pequeños imperios que se empiezan a dar garrotazos. En esta dinámica se mantuvo el tema hasta el año 1000 o así, cuando llegaron los musulmanes en sus oleadas ultraconquistadoras y homogeneizaron bastante el tema, todo esto mientras el ambiente se había ido secando y todos aquellos árboles ya eran cosa de un pasado ni siquiera recordado. El hecho de estar alejado del mar, posibilitó que el Chad esquivase hasta bastante tarde el impacto directo de las colonizaciones, y no fue hasta 1900 que aparecieron los franceses por la zona. Fue colonia francesa entre 1920 y 1960, momento en el que alguien se hartó y decidió proclamar la independencia. A partir de ahí el Chad ha entrado en una dinámica, bastante común en África, en la que aparece un tipo como libertador, que dice "no os preocupéis que arreglo esto", "fuera cadenas, viva la Democracia", "calla que parece que le he pillado el gustillo a esto..." y puñalada del vecino de enfrente para volver a empezar el ciclo. Y así han andado, en estado de guerra civil semi-permanente, salpimentado con el entrometimiento de Libia para ver si sacaba tajada ahora que parecía que había petróleo. Por suerte la cosa se ha tranquilizado en los últimos 5 años, aún más comparado con cómo está el patio en los países vecinos.
Está tranquilo pero sigue siendo un país pobre como pocos (el séptimo más pobre). Aún recuerdo ver un almanaque de países del mundo cuando era pequeño y descubrir atónito como el Chad tenía la esperanza de vida más baja del mundo con... 39 años!! La economía del 80% del personal se basa en agricultura y ganadería de pura subsistencia. Esos números chocan con el dato de que N'Djamena es la tercera ciudad más cara del mundo en lo referente al precio del metro cuadrado, fruto del movimiento de expatriados (que alguien me lo explique...). A nivel de religión lo que más se lleva es el islamismo (54%), seguidos de los católicos, que son una cuarta parte y los protestantes, que serían un 10% más o menos. Fin de este inciso histórico-cultural que sería lanzado a la basura por cualquier erudito...
Volvamos a ese aeropuerto de Faya-Largeau en el que habíamos aterrizado. Son las 9 de la mañana y después del típico y típicamente tedioso proceso de sellado de pasaporte, nos disponemos a emprender un viaje de 300 y pico kilómetros en coche a través del desierto. Juntamos un equipo de cuatro, Sylvain, yo y una pareja de París. Marco es otro de los participantes en la carrera, entrenador de gente importante, tanto importante deportivamente hablando, como importante a nivel de política, famoseo y demás. Antíguo ciclista de descenso en BTT, es también el doble de Oscar Pereiro (también de Oriol Reolid, pero eso solo lo puede corroborar una parte de los lectores... Oriol, si aún no me has abandonado, responde...). Magali, es su pareja, una chica muy agradable que viene de acompañante a disfrutar del viaje de una manera civilizada. Con ellos comparto el viaje, que acabará siendo de nada menos que 11 horas, a base de paradas para mear, paradas para comer, paradas para empujar a un coche que se ha encallado en la arena, paradas para cambiar ruedas y paradas que nadie entiende. El principio del trayecto lo encuentro fascinante, descubriendo lo que significa la inmensidad del desierto con los colores blancos y rosados de las dunas. La segunda mitad, ya de noche, es un coñazo infame en el que mi rodilla doblada en exceso no deja de mandarme mensajes de protesta propios del 15-M más radical.
En un
determinado momento un ruido rompe la monotonía del trayecto. Un ruido agudo
que parece venir del freno... pero no frenamos…ah, no, el conductor ha
encendido la radio. Que conste que respeto totalmente cualquier tendencia
musical, pero tengo que decir que mi simple y cerrada mente se encuentra a años
luz de comprender la estética de una gran parte de músicas africanas.
Secuencias de 3 segundos pueden repetirse durante minutos sin el más mínimo guiño
a la armonía y la dulzura de sonidos. Tal vez nuestro amigo conductor detecta
falta de feeling por nuestra parte y cambia de tercio, pasando desde RMB
parisino hasta reggaetón. Escuchar la canción de la Gasolina en medio del
desierto del Sahara representa uno de los bofetones globalizadores más
destacados que he recibido en mi vida. Decido tomármelo como una oda al Dios
del Motor, para evitar quedarnos tirados en medio de esta Nada…
Después de todo este periplo llegamos a nuestro destino. Ahí conozco a Jean-Philippe, el organizador principal de la carrera, con quien llevo tiempo interaccionando por mail con motivo de la colecta de material. Precisamente sobre esto recibo una noticia que en un primer momento me asusta sobremanera, y es que por un problema de entendimiento entre todos el material no ha podido viajar en el avión en el que hemos venido. El susto se pasa rápido porque entre Jean-Philippe y Marc (encargado de la ONG que colabora con el proyecto desde el Chad) nos ponemos de acuerdo para gestionar todo el tema de cara al vuelo de la semana siguiente a nuestra vuelta (el único coñazo es que este lunes me toca viajar a Marsella para arreglar el tema). Al final incluso ha parecido ser lo mejor visto el planning apretado que tuvimos durante todos los días. Más tranquilo, me voy para mi tienda a intentar descansar lo que no he podido la noche anterior.
Os presento a mis dos compañeros de tienda. Por un lado, Frédéric (puede que no haya acertado con los acentos, pero es una batalla que doy por perdida...), un periodista de BFM TV, un canal de información continua en Francia, que ha hecho un par de veces la Marathon des Sables y alguna otra la Diagonale des Fous. Un tipo simpático, que al parecer es un presentador relativamente conocido (os he colgado un video suyo en Facebook sobre el reportaje de la carrera). Por otro lado, Gerard, un hombre que con 60 años ya se ha hartado de librar batallas (no lleva pocas en las piernas y tampoco lo esconde por la boca) y ahora se dedica a organizarlas para que sean otros los que sufran.
El miércoles fue un día más tranquilo. Por la mañana, a la luz del día me dedico a explorar el poblado-vivac.
Le llamo así porque el lugar de dónde empezará la carrera, se trata de un poblado que ha sido construido para la ocasión a base de cabañas análogas a las que utilizan las familias nómadas que habitan la región. Eso tiene la ventaja de que, como hace unas cuantas generaciones que esta gente está optimizando el proceso, no nos vamos a podrir de calor como si estuviéramos en una tienda del Decathlon, y segundo y más importante, que es una fuente de trabajo que, aunque de forma puntual, genera unos ingresos que serán bien recibidos por la población local. Al lugar no le falta de nada, tienda-bar-chill out, central de comunicación con los ordenadores, modem-satélite y demás accesorios, báteres montados para la ocasión, y hasta una ducha... bueno, un círculo donde te puedes echar agua a partir de unos cubos y unas piedras en el suelo para no llenarte lo pies de arena. Todo muy muy currado.
A parte de eso, control de material, instrucciones del equipo médico y un cursillo acelerado para saber utilizar el GPS. Parte teórica y parte práctica, que consiste en ir a dar un paseo por la tarde por los alrededores, que aparte de para aprender a usar el GPS, sirve para descubrir que estamos en un entorno espectacular. Las montañas de roca adoptan las formas más inverosímiles y ya preveo que este maremágnum de "Montserrats" por doquier, va a dar lugar a más de una paranoia durante las horas nocturnas de la carrera.
Poco más queda por hacer. La verdad es que no estoy nada nervioso (hubiese debido estarlo...). Sólo tengo ganas de empezar a correr y disfrutar de estos paisajes espectaculares. Dejo preparada la camiseta con el dorsal. La mochila con toda la comida distribuida por los infinitos bolsillos de forma que esté bien repartida y fácil de alcanzar e intento aprovechar bien la cena. Por la noche, un último paso preparatorio: la colocación de la baliza de emergencia por satélite. Hay un primer botón que sirve para indicar que te has quedado sin batería en el GPS y que te vengan a traer pilas. Un segundo que sirve para indicar que te has hecho daño y que no puedes seguir adelante con la carrera. Las indicaciones de estos dos botones las recibe la organización de la carrera y a ellos corresponde la respuesta. Pero hay un tercero que significa literalmente "Peligro de muerte", cuya señal es recibida internacionalmente y que implica que te viene a buscar un helicóptero y te repatrían directamente. Vamos que la lías parda. Echo en falta un cuarto que signifique "Ups, perdón, me equivoqué al pulsar el tercero"...
La noche la paso bien y descanso razonablemente, pero a las 4.30 se arma un jaleo tremendo fuera. Ha llegado una delegación con el Ministro de Turismo (y de la Producción de Artesanado, o algo así se llamaba el cargo...), el Gobernador del Ennedi Ouest, el prefecto de no se qué... en fin, peces gordos que vienen a dar un discurso previo a la salida y a hacer acto de presencia en esta competición que probablemente sea de los primeros eventos deportivos con ámbito internacional en el pais. Pues nada, a levantarse toca. Desayuno, último repaso a la mochila y ya vestidos para la batalla, a escuchar los discursos del personal. La gente está con ganas y nos hacemos fotos ahora que todavía tenemos buena cara. Las personalidades van pasando y al final el señor ministro parece que no tiene ganas de hablar y decide que pasemos directos a los hechos. Pues mejor que mejor, vamos para la salida. Son las 7 de la mañana, 178 kilómetros de desierto nos esperan por delante. Pistoletazo de salida y allá vamos...
Besos y abrazos
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