Esperemos que con la nueva normalidad vuelvan las oportunidades de escribir crónicas de aventuras...
Muy buenas,
Lo cierto es que estas dos semanas anteriores ya debería haber hecho los
deberes y escrito las crónicas correspondientes a dos rogaines en los que he
participado, pero los dioses del trabajo y la velocidad de rotación de la
tierra me lo han impedido. A la tercera va la vencida así que vamos a sacarle
las telarañas al blog relatando las aventuras de ayer sábado 1 de mayo, ahora
que los recuerdos están frescos…
The Peaks of the Sun (o Les Muntanyes del Sol, que a veces nos pasamos
traduciendo…) es otra de las ideas de Marc Fernández y sus secuaces, a quienes
ya os he presentado anteriormente, por ejemplo con ocasión de The Bandit, el
pasado mes de octubre. El reto consiste en atravesar la comarca del Baix Camp
(Tarragona) desde la playa de l’Almadrava hasta el punto más alto de la
comarca, el Tossal de la Baltasana, muy cerca del pueblo de Prades. Por en
medio un terreno técnico rompepiernas que sigue la norma general de que si
entre dos puntos hay un camino fácil y otro difícil, siempre tienes que tomar
el segundo. El recorrido resultante tiene 89 kms y a priori un desnivel
positivo de 6000m (acabarán siendo 6400m), y el rasgo característico es que
debemos completarlo entre la salida y la puesta de sol (13h59’). Para añadirle
dificultad, el recorrido no está marcado y debe seguirse en base al track
disponible, lo cual podremos comprobar que en senderos como los que nos
encontraremos acaba siendo un problema.
Me presento en el aparcamiento de l’Almadrava el viernes por la noche
después de dos fines de semana de tiradas largas en forma de rogaines y una
semana de mala recuperación por temas laborales. Me planteo el reto (porque era
más un reto colectivo que una carrera) como un entreno serio de volumen de cara
al objetivo principal de esta parte de la temporada (o casi diría de toda la
temporada) que es la Chartreuse Terminorum, sobre la que ya me enrollaré otro
día. Me encuentro con mis padres, que como de costumbre estarán animando y
ayudándome a lo largo del recorrido. El panorama pinta bastante crítico en
cuanto a lo meteorológico, con lluvia, tormenta y viento durante las primeras
horas del recorrido. Afortunadamente el agua se avanza un poco y cae toda de
madrugada, de forma que el único problema es que no me deja dormir de 3 a 5 de
la mañana. En cambio, los elementos ofrecen clemencia a los 62 corredores que
nos disponemos a tomar la salida y de forma puntual a las 6h30 deja de llover,
de forma que cuando salimos a las 7h05 estamos abrigados pero secos.
Tras la foto de grupo de rigor salimos de forma escalonada a lo largo del
paseo marítimo en una mañana que sigue siendo gris. Después de una primera
confusión con el camino a seguir nos metemos por una riera que marcará los
primeros kilómetros de carrera. Al paso bajo la autopista el camino se ve
interrumpido por las obras de una mega-tubería que nos obligan a hacer una primera
trepada por terreno poco natural… Tras estos primeros percances nos metemos en
terreno salvaje y vamos avanzando a buen ritmo por un sendero que tiende a
evitar la parte más pedregosa de la riera. Enseguida se forma un grupillo en el
que estamos Albert Giné (con quien compartí la travesía de Nonstop Aliments el
pasado mes de septiembre), Víctor del Águila (con quien coincidimos en The
Bandit aunque no habíamos llegado a hablar), Aitor Tomàs (no le conocía pero
compartiremos bastantes kilómetros) y Abdelkadous (a quien tampoco conocía pero
de quien he leído que había tenido buenos resultados en la OCC del UTMB). Así
que buenos galgos…
Me pongo a hablar con Víctor pero el terreno pica para arriba y enseguida
tengo ganas de conservar el oxígeno. Tengo la sensación de que vamos rápido y a
mí como de costumbre me cuesta entrar en el ritmo de carrera. Llegamos al
desvío donde tenemos que coger un sendero de subida que nos llevará al primer
pico de la jornada, el Tossal de l’Alzina. Mis compañeros se pasan de frenada y
entro primero en el sendero, con lo cual puedo marcar yo el ritmo y recuperar
el aliento, pero enseguida se me desata el cordón de la zapatilla, problema que
va a ser constante en la primera parte del recorrido, con lo cual me pasan y me
quedo nuevamente detrás. A la que la pendiente cede mínimamente los tíos se
ponen a trotar y yo siento que me estoy quemando, así que cedo un poco y me
centro en mi ritmo. Para añadirle picante el camino no es muy evidente así que
tienes que estar atento para seguirlo y para no destrozarte un tobillo. Hacia
el final de la subida parece que recupero un poco y en un punto de duda sobre
el camino les alcanzo y coronamos juntos la cima en medio de un vendaval
considerable que hace que nos quedemos aproximadamente 2 segundos a mirar las
vistas.
A partir de aquí empieza un recorrido por la parte alta de les Moles del
Taix, superando diversos picos como el Cabeça Negra o el Molló Puntaire. El
viento nos sacude de lo lindo y el ritmo me sigue pareciendo exigente. Tengo la
sensación de que es cuestión de tiempo que tenga que ceder y hacer camino en
solitario, dado que parece que por detrás no viene nadie. Pasamos un
avituallamiento en el km11 donde aprovecho para parar poco y salir antes para
poder descansar avanzando mientras me alcanzan. El viento no da tregua y
llegamos a una pista donde debería dar comienzo una via ferrata que debía ser
uno de los puntos clave de la travesía. Nos encontramos a Marc que gritando nos
dice que nos olvidemos de la ferrata y bajemos por la pista para recuperar el
recorrido más adelante. Buena decisión, porque el día no está como para meterse
en sitios comprometidos.
Después de un rato de terreno complicado se agradece dejarse caer por una
pista sencilla. Además el grupo se relaja y avanzamos más tranquilos charlando…
bueno, charlando ellos mientras yo aprovecho para acabar de recuperar la
compostura y que me entre bien la carrera. Una vez cubierto el bucle
recuperamos el track y afrontamos una nueva subida donde ya me encuentro mejor
y voy siguiendo a Víctor, que va alternando trote y caminar. Su ritmo de trote
está a años luz del que puedo llevar yo, así que tengo que aguantar el ritmo a
base de alargar las piernas en las treguas en las que él camina. Tras el nuevo
repecho volvemos a coger un tramo de pista hormigonada que húmeda parece una
pista de patinaje y llegamos al pueblecito de Castelló, donde hay un primer
avituallamiento grande (km24).
Tras este agradecido break seguimos adelante por una bajada pedregosa pero
relativamente agradable en comparación con el terreno del que venimos. El
sendero nos lleva al pueblo de Masboquera, que bordeamos para cruzar la
carretera por un paso subterráneo para seguir después por un torrente que nos
deja al pie de la siguiente subida, al Coll Pressó. Nuevamente subo detrás de
Víctor, que parece que va silbando haciendo cambios de ritmo entre caminar y
correr. Yo ando detrás intentando no quemarme, con Albert pegado a mí y Aitor y
Abdelkadous un poco más atrás, que parece que ahora van un poco más justos. Llegamos
a la cima un poco detrás de Victor y nos lanzamos por un tramo que en el track
queda algo confuso. Empiezo a comprobar que en carrera no es lo mismo seguir
cintas que un track. Sea como sea acabamos acertando y vamos a parar a una
pista que bordea a la derecha y vuelve a afrontar algunos repechos durillos
hasta dejarnos en un camino que flanquea en descenso bastante técnico hasta el
Coll Marqués. Aitor ha decidido poner fin a su mal momento a base de música y
la verdad es que parece que da buen resultado. Nunca me la pondría para
trabajar pero ahora no sienta mal. Persiguiendo a Víctor unos metros por detrás
salimos a la carretera de Pratdip y llegamos al avituallamiento prometido,
justo a la entrada del pueblo (km29).
Con ánimos y fuerzas renovadas a base de un zumo de piña que me da mi
madre, salgo a por una nueva subida, la que nos tiene que llevar por las
Crestas de la Seda hasta el Mont Redon y la Miranda. Este terreno lo conozco de
un día que vine con Albert Vilardell a reconocer parte del terreno de The
Bandit, así que se me hace algo más llevadero. Empieza por un bonito camino
tradicional que debía conectar Pratdip con Colldejou y después se mete a la
izquierda hacia lo alto de la montaña por terreno que se hace cada vez más
agreste. Una bonita excursión que discurre por los resaltes de las crestas de
la Seda, varios escalones rocosos no demasiado difíciles y con alguna cadena
para ayudar en la progresión, todo ello aderezado con las vistas de la Serra de
Llaberia a nuestra izquierda. El recorrido culmina en lo alto del Mont Redon, a
donde llego con Víctor, con Albert y Aitor un poco más atrás y Abdelkadous que
parece que pierde definitivamente contacto. Bajamos al otro lado y nos metemos
por la vertiente este para bordear junto al Cavall Bernat, por donde voy
comentando con Víctor sobre las ubicaciones de los libros que había por esta
zona en The Bandit (el que no sepa nada sobre la Barkley o The Bandit y esté
flipando al oír hablar de libros y carreras, le remito al post
correspondiente…).
Seguimos recorriendo la parte alta de la cresta a través de la cima de la
Creu, para llegar después al observatorio de la Miranda, nuevamente azotados
por el viento. No nos entretenemos y nos descolgamos por un escalón rocoso que
da inicio a la bajada al Coll de Guix y fin a esta nueva tanda de viento. En
cuanto a la meteorología, tal como estaba previsto las nubes se han ido
disipando y el sol se ha abierto paso, amenazando con un día que pase a ser
caluroso, al menos en aquellos tramos donde no sople el viento. Al poco de
empezar la bajada Aitor me dice: “Albert no va be, l’esperem?”. La verdad es
que no me había dado cuenta y creo que no le había visto flojear en ningún
momento, ni hoy ni en cualquiera de los kilómetros que habíamos compartido
antes. Como Víctor se va a quedar en el km55, decidimos esperar para intentar
hacer camino los tres e intentar llegar en tiempo, cosa que empiezo a ver que
no va a ser sencilla. Bajamos algo más tranquilos y nos reagrupamos en el Coll
del Guix, donde hay un nuevo avituallamiento (km40).
Victor sigue adelante (ya no le veremos más) y nosotros intentamos poner un
ritmo sostenible en la subida a la Mola de Colldejou, pero a Albert se le
atraganta bastante la subida. Poco después de la cima le esperamos y comentamos
la jugada y nos dice que tiremos. La verdad es que no nos va a sobrar nada así
que si queremos intentar llegar antes de la puesta de sol vamos a tener que
correr de lo lindo. Así que seguimos adelante Aitor y yo, bajando hasta la
carretera de Colldejou a Marçà, en el Coll Roig, y más allá por un curioso
camino que están acondicionando con tablones de madera que estabilizan el
terreno en forma de escalones. Este tramo hace mejorar nuestro ritmo medio, más
aún cuando conecta con otro sendero que llanea a la izquierda y va flanqueando
con pequeños repechillos que se hacen bastante bien. Entramos en zona del mapa
de rogaine de Escornalbou, y me entretengo recordando dónde estaban puestas las
balizas la última vez que corrí por aquí.
Todo lo bueno se acaba, y llegamos al final de una pista donde parece que
no hay opción de seguir. El track sigue recto y nos hace descubrir un sendero
escondido entre los arbustos por el que bajamos saltando muretes de piedra
hasta llegar a una carretera. Recorremos 50 metros a la derecha y encontramos
un hito que indica la entrada de otro sendero que parece aún peor que el
anterior. Por terreno bastante guarro llegamos al fondo de un barranco y tras
algo de confusión identificamos el inicio de un sendero que sube al otro lado y
nos tiene que llevar al Castell d’Escornalbou. La subida es sin cuartel, de
esas en las que echas de menos los bastones. Salimos a un claro y el castillo
se ve todavía desesperantemente lejos… Por lo menos cambiamos sendero por pista
trotable, con lo cual el ritmo aumenta y llegamos al Castell d’Escornalbou
entre grupos de turistas que aprovechan la primera apertura de fin de semana.
Sin llegar al punto más alto cogemos un camino ancho pero pedregoso que nos
lleva sin mayores sobresaltos hasta el pueblo de l’Argentera, donde nos espera
un avituallamiento bastante potente con pasta y todo. Buen momento para comer.
El plato de pasta con tomate sienta la mar de bien. La verdad es que me
encuentro con fuerzas y animado para lo que queda de carrera, que ya es menos
de la mitad. Tras una parada bastante eficiente, salimos con Aitor por una
pista que va picando para arriba. Hay que encontrar un equilibrio entre un
ritmo que permita hacer la digestión pero también aprovechar un tramo favorable
que no sabemos cuánto durará. A Aitor parece que le está costando coger el
ritmo después de comer y hay bastantes tramos en los que sugiere que caminemos.
Tras un par de kilómetros llegamos a un desvío que indica el sendero por el que
tenemos que subir. La verdad es que la visión da bastante miedo. Un primer
escalón embarrado y una traza bastante difusa que se mete por el bosque. A
Aitor me parece que todavía le ha gustado menos que a mí… “Tira tira” me dice…
“Segur? Anem poc a poc…”… “Que no que no…”. No es momento para dudar, y parece
que si empiezan a haber trampas como esta el ritmo se puede resentir
considerablemente y puede que no lleguemos a tiempo. Además hay momentos en que
si vas peor vale más coger tu propio ritmo y no cebarte con el de otro. Así que
sigo adelante por un camino, por llamarle de alguna forma, que está muy venido
a menos. Entre troncos, zarzas y escalones embarrados voy avanzando, intentando
no salirme del track. Alguien ha puesto algunas cintas, pero se acaban a media
subida. El sendero está completamente desdibujado y me quedo demasiado abajo.
Recupero hacia arriba arrastrándome entre arbustos… Aquí parece que hay traza…
Pero se vuelve a perder algo más allá… En esta tónica llego a una zona de
muretes que parecen hechos para algún rebaño de cabras. Paso por debajo una
valla metálica y supero un último repecho que me deja en lo alto de la cresta
junto a un cartel que aparece como una tierra prometida. Por un sendero que me
parece una autopista avanzo a la derecha por lo alto de la cresta. Al menos
este rato me ha servido para que se asienten los macarrones y puedo trotar
bastante bien, incluso cuando pica para arriba. Así voy recorriendo toda la
Serra de Pradell y me dejo caer al otro lado hasta el Coll de la Teixeta, donde
vuelvo a encontrar a mis padres, aunque no hay avituallamiento. Por el camino
me doy cuenta que en el fragor de la batalla se me han perdido las gafas de
sol.
Cruzo la carretera y subo al otro lado del collado siguiendo las marcas
rojas y blancas del GR7, que salvan una revuelta de una pista en un primer
repecho duro. Empieza aquí el conjunto de molinos que forman el Parc Eòlic del
Collet dels Feixos. El recorrido va alternando tramos de pista bastante
corredores con repechos por donde el track escoge senderos bastante abruptos
por donde discurren las marcas del GR. A veces se hace difícil seguir el camino
correcto y me toca atravesar campo a través en busca del sendero, perdiendo
tiempo extra. El conjunto de repechos y trampas va haciendo mella en mi estado
físico y empiezo a perder algo de alegría en mi carrera. Llego al final de los
molinos pero no de los repechos, ya que siempre hay otro más alto más allá.
Finalmente el paisaje se abre algo y una bajada algo más decidida me deja en
una pista amplia que identifico como la que conduce a la Ermita de Puigcerver.
Por aquí pasamos en la travesía de Nonstop Aliments en medio de la noche. Con
un trote algo más continuo recorro un par de kilómetros que me dejan en la
ermita, donde está el siguiente avituallamiento (km60).
Hace rato que voy mirando el reloj con aire preocupado. Los últimos 10km
han sido bastante críticos a nivel de ritmo y ponen en duda la viabilidad del
objetivo. Para llegar tengo que mantener una media de 6 por hora, lo cual es
factible si el camino es sencillo, pero no si es como estos últimos kilómetros.
Salgo del avituallamiento intentando olvidarme del reloj y centrarme en poner
un pie delante del otro lo más rápido posible y lo que tenga que ser será. Cojo
un sendero en una curva que nuevamente empieza a subir. Tengo la sensación de
estar en lo más alto de la sierra pero a pesar de ello no dejo de subir… Llego
a una torreta vigía… Bueno, esto sí que tiene que ser arriba del todo… Cojo el
enésimo sendero desdibujado, donde tengo que ir parando para reubicarme en el
track a pesar de que va habiendo marcas de GR. La tendencia es descendente así
que al menos puedo trotar hasta un collado donde encuentro un cruce de pistas
(Coll de Cortiella). De frente sale un sendero que sigue la cresta. No hay
duda, va a ser por ahí y más de lo mismo, repechos y más repechos. Vuelvo a
pensar en el reloj… El tiempo pasa deprisa… Cada vez lo veo más complicado y
mis subidas cada vez son más lentas, no se si porque son más duras, porque hace
más calor o porque tengo menos fuerzas. Afortunadamente, después de lo que me
parecen 50 repechos aparece por sorpresa un vértice geodésico. Bien… esto tiene
que ser “lo más alto” de algo. Me lanzo al otro lado sin perder tiempo por un
sendero entre plantas y piedras que no deja avanzar muy rápido. En un momento
dado veo a tres excursionistas… Hombre, son de la organización… “Vinga molt be Albert! Al sol ja el tens guanyat” … “No ho tinc
tant clar”… “Si, home si, d’aquí et queden 24 km”… “Segur?”…”Si, si… A més ara
baixes al coll i després tens un corriol molt suau 2 o 3 kilòmetres”. Se lo
pregunto 3 o 4 veces para asegurarme y me voy algo más tranquilo. Además el
sendero sale a una pista que parece que me va a facilitar la bajada hasta el
Coll d’Alforja. Me encuentro a un ciclista con una bici eléctrica que me
acompaña los últimos metros hasta el collado.
Nuevo encuentro con mis padres y otro trago de agua para seguir adelante en
dirección a l’Arbolí. El “corriol molt suau” se transforma en un repecho por
asfalto y un sendero que sube para bordear una cantera por arriba. Espero que
por lo menos baje al otro lado… Pues no, suaviza pero sigue picando para
arriba. Troto lo que puedo mientras el de chico de la bici me va siguiendo en
paralelo por una carretera que va unos metros a la izquierda. Tras cruzar un
campo y la carretera, el chico me dice que “ara ja tot baixada fins a
L’Arbolí”. Mira qué bien… Empiezo a trotar por el sendero pero eso en mi pueblo
no se llama bajada, aunque con una bici eléctrica todo hace más bajada, eso es
verdad… Poco a poco la pendiente sí que se va poniendo más favorable y bajo más
animado hasta que de repente pita el reloj… Desvío de la ruta… Mierda… Vuelvo
atrás e identifico el cruce donde me he desviado. No adivinaréis hacia dónde
tengo que ir… Efectivamente, hacia arriba.
Tomo un sendero que empieza a subir a saco y voy punteando, tirando de
gemelos bajo un sol que pica bastante. Acompaso pies y respiración y pongo la
mente en blanco hasta que pase el tramo. El recorrido va girando a la izquierda
y se acerca a un enésimo pico para rodearlo por la derecha y subir por la parte
trasera. Bajo por unas rocas y salgo a una pista donde veo una baliza de
orientación con una pinza. Ya me habían advertido que donde la encontrase tenía
que marcar el dorsal. Ahora sí que debe ser ya bajada hasta L’Arbolí, pero
antes de coger el sendero definitivo vuelvo a tener un problema con el track y
en un desvío me cuesta bastante ubicar el sendero. Una vez en el camino, los
problemas desaparecen y me encuentro con un par de kilómetros de bonus en forma
de agradable bajada por donde acumulo una ventaja sobre el reloj que puede ser
clave. El pueblo de L’Arbolí aparece frente a mí y con él un nuevo
avituallamiento.
Saco el paquetillo que llevo con puré de patata y cambio de menú porque
estoy harto ya de rollitos de mermelada y membrillo. Pregunto lo que queda y me
dicen que 14,5 kms a Prades y 3 más hasta el Tossal de la Baltasana. Salvo
crisis seria creo que llego, aunque ahora ya las fuerzas van justas y no veo
nada muy claro. Con algo más de gasolina en la barriga salgo del pueblo hacia
arriba por otro bonito camino tradicional que sube pero con una pendiente
moderada, que viene bien para caminar a buen ritmo mientras hago la digestión.
Me va bien, porque parece que la patata no se me ha puesto muy bien y en algún
momento incluso tengo algún amago de náusea. Modero el ritmo y parece que la
cosa se controla, así que la subida acaba pasando sin sobresaltos y cambio de
valle ya con el organismo más asentado. Me dejo caer por un tramo de pista buena
que me deja en un camino bastante agradable. Me encuentro con un tramo por el
que se puede correr bien y se suceden tres kilómetros en los que voy
controlando los parciales y corro entre 10 y 11 por hora. Fantástico… Minutos
de margen para posibles trampas finales. El tramo me deja en el fondo del valle
junto a los Gorgs de la Febró, un bonito rincón donde hay varias familias de
excursión. En una de ellas me encuentro a Joan, un chico con el que colaboramos
habitualmente en el trabajo y que se queda tan flipado como yo de un encuentro
en un lugar y situación tan particular.
Saliendo de los Gorgs tengo un problema serio con el track y pierdo 5 o 10
minutos buscando el camino. Salgo por un sendero hacia arriba pero no es el
bueno, vuelvo atrás, vuelvo adelante… Finalmente veo una marca al otro lado y
destrepando por unas rocas descubro un camino que se corresponde con lo que me
indica el reloj. Con algo de rabia por haber perdido parte de la ventaja que le
llevaba al crono acelero por el sendero hasta una pista que sube en la que
decido tomarme las cosas con más calma no vaya a ser que explote. Un par de
cruces me llevan a otro barranco por donde la ruta discurre en su fondo. El
terreno está bastante guarro y hay puntos donde no identifico el camino.
Finalmente encuentro un sendero que me saca del barranco a la derecha por un
repecho, pero al menos puedo avanzar. Recupero el fondo del río por una pista y
avanzo hasta unas granjas, en las que el track gira 180 grados y vuelve a
meterse por otro sendero algo cerrado por la vegetación. Mi cuerpo ya está
pidiendo la hora y subo caminando por una subida relativamente suave. De vez en
cuando troto un poco, por aquello de mantenerme mentalmente activo, pero a la
que pica para arriba camino. Tras una revuelta me acerco a una línea eléctrica
por la que tengo que avanzar en línea recta. Esto lo había identificado a
priori cuando miraba el recorrido, pero no se cuántos kilómetros voy a tener
que seguirla. Llego al terreno despejado y veo el conjunto de toboganes que voy
a tener que seguir… Bueno… Por lo menos es terreno abierto.
Troto torpemente en las bajadas y punteo las subidas para ir superando los
diferentes repechos. Abro algo el zoom del reloj para identificar donde se
acabará el tramo y giraré ya en dirección a Prades. Bueno… No parece muy lejos,
pero cada vez soy capaz de trotar en menos sitios. Un todoterreno aparece allí
a lo lejos y un par de personas me gritan. “Vinga Albert!” es Marc… “Aurrera
txapeldun!” es Fernando (bueno, esto me lo he inventado, pero no era el momento
ideal para aprender euskera…). “Qué com vas?”… “Bueno, justet ja… Quant
queda?”… “Dos km i estàs a Prades”… “Baixada?”… “Si, si”. Marc me acompaña unos
metros por una pista de grava y me deja en lo alto de una loma desde la que
bajo al otro lado. La pista es buenísima y me sabe a gloria. Con el piloto
automático voy bajando por ella en dirección a Prades. Llego al pueblo después
de atravesar una zona llana de campos. Marc vuelve a estar a la entrada del
pueblo y me indica la calle de entrada. Allí me encuentro a mi madre que me
dice que en la plaza hay bastante gente y hasta está la tele. Caray… y yo con
estas pintas… Oigo la voz del speaker y va apareciendo gente en la calle que me
va animando. Saludo con la mano con gesto de zombi tímido y disfruto de la
entrada a la plaza y de cruzar el arco de meta en uno de esos momentos que
compensan el esfuerzo realizado.
A pesar de la satisfacción no me olvido de que sólo es la primera meta. Me
quedan los tres kilómetros de bonus hasta el Tossal de la Baltasana.
Afortunadamente a nivel de tiempo ya se que no va a haber problema. Llevo 12h45
y la subida que me queda va a ser probablemente de entre 30 y 40 minutos. Tras
un breve avituallamiento salgo de la plaza entre más aplausos en dirección a la
parte alta del pueblo. Me acompaña Tomàs, que forma parte del equipo de
organización y es de Prades. “Gràcies per acompanyar-me, tot i que em temo que
ara mateix no tinc la conversa més interessant…”. Efectivamente, voy guardando
aliento para los tramos de subida más exigentes, que afortunadamente están
alternados por tramos llanos y cómodos por donde incluso se puede trotar un
poco. La subida discurre sin sobresaltos y llego al último desvío en el que
cojo un sendero que sube de forma más exigente mientras empiezo a escuchar
gritos y música que vienen de la cima. También hay gente aquí?... Madre
mía…Chapeau…
Disfruto de los últimos metros entre unas rocas por las que trepo hasta la plataforma superior de la montaña entre 15 o 20 personas que me animan y felicitan por el objetivo conseguido mientras levanto el puño al aire, emocionado por el momento. En un último esfuerzo me encaramo al vértice geodésico y miro al sol, que se encuentra ya bastante bajo pero todavía está ahí. Esa luz rojiza ambienta la satisfacción que siento por haber conseguido el objetivo de una partida en la que he tenido que jugar todos los triunfos que tenía.
Besos y abrazos